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Temas complejos

Betty Marroquin
05 de marzo, 2017

Guatemala está pasando por un momento de efervescencia sin precedentes. Esta efervescencia es alimentada y basada en una supuesta animosidad entre clases sociales, entre razas, entre castas. Se habla todos los días de racismo, en las redes se percibe un fuerte resentimiento social. Si bien algunos guatemaltecos en todos los grupos raciales parecen vivir aún en el medioevo, no creo que toda nuestra sociedad esté enferma. Si así fuera, con un 60% de población indígena, Ruanda sería nada comparada con Guatemala.

Estando en pleno Siglo XXI, creo importante abordar estos argumentos porque no hacerlo es como tener un hijo adicto en la familia y no admitirlo. Pienso que dialogar sobre el tema es mejor que matarse entre sí, y que es el único modo real de sanar a Guatemala. Es por ello que es hora de hablar de este tema tan delicado y de ponerlo en su justa dimensión. Animosidad entre grupos siempre existirá y no existe excepción. En Alemania algunos detestan a los Turcos, pero no es la mayoría. En los Estados Unidos ven con desprecio a los llamados “hillbillies” y a algunas minorías en algunas ciudades, en Italia el norte ve con desdén a los del sur, y así en Medio Oriente, en África y en todos los continentes. Pero conviven y superan eso porque no es un problema de la mayoría.

Es así que lo primero que creo que debemos hacer es poner fin a los argumentos ladino versus indígena. El respeto no debe jamás conocer color de la piel, ni clase social, ni cuenta bancaria. El respeto es algo que debe fluir en doble vía. Queremos igualdad ante la Ley, pero si no nos tratamos con esa misma igualdad, sólo continuaremos dando gasolina al fuego que hoy día están alimentando gentes nefastas como Daniel Pascual o Bernardo Caal. Hoy estamos viviendo las consecuencias del veneno que le han vendido a estos señores y que ellos tratan de pasar a grupos de indígenas, haciéndoles creer que los blancos de hoy son los mismos que vinieron a conquistar Guatemala antes de que Guatemala como tal existiera, y que ellos son los mismos caciques Mayas que se supone que reinaban en estas tierra hace aproximadamente 500 años. Para esa gracia, África entera debiera quemar Europa y los indígenas estadounidenses debieran odiar a los blancos descendientes de los ingleses. Creo que ninguno de los que estamos hoy día sobre esta tierra somos las mismas personas de entonces. El mundo y el país han evolucionado. Así que no me siento en deuda por la colonia. ¿Y usted?

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Otra verdad que debemos admitir es que así como el que alguien nazca con cuchara de plata no le da derecho a menospreciar al prójimo, aunque a algunos no les guste, la Guatemala moderna de hoy es muy distinta a la Guatemala de hace 20 años, o de los 60s y se lo debemos precisamente a quienes naciendo con mayores recursos han invertido en su país, porque guste o no a los señores mencionados, Guatemala también es de quienes han invertido en ella. No es entonces con la mentalidad obtusa y resentida que aplica el “divide y vencerás” (para ganancia de pescadores) como la de esos señores que lograremos superar sus retos. Una sociedad unida es una sociedad próspera.

Recuerdo cuando a la generación de mis abuelos, por ejemplo, jamás hubiera puesto algo típico en casa mucho menos vestido algo confeccionado con material típico, a menos que fuera visto como un “disfraz”. Hoy día, nuestra generación, valora y atesora lo nuestro y lo usa y viste con orgullo, y por nuestro queremos decir de todos los guatemaltecos, ladinos e indígenas. Hemos aprendido a apreciar el trabajo de los artesanos guatemaltecos, y lo hemos llevado mucho más allá de nuestras fronteras. Vivimos en un país con un potencial increíble de crecimiento, y quienes en nuestra generación hemos tenido la dicha de educarnos en Guatemala y fuera de nuestro país, vemos en el potencial humano uno de los valores primordiales del país. El éxito de combinar talento artesanal indígena y talento moderno ladino es obvia y demostrada.

Cuando voy al interior y converso con las señoras indígenas no las veo como Quichés, o Cakchiqueles etc. las veo como Guatemaltecas. Son personas cansadas del tema de la guerra, que quieren trabajo, salud y educación para dar un mejor futuro a sus hijos. No son personas violentas que buscan aniquilar a los ladinos. Lo he visto en fincas, en plantaciones, en hidroeléctricas en todos los lugares dónde obtienen esos tres elementos mencionados. Esas personas merecen que uno siga luchando por el país, tanto como lo merecen quienes viven en las zonas urbanas. Lo merece el dueño de la empresa tanto como sus trabajadores. Lo merecemos todos los que deseamos vivir en una Guatemala próspera y sobre todo, libre. Lamentablemente, nadie tiene varita mágica para enderezar lo retorcido en un año, y la lógica debiera ser fundamento suficiente para entender esta verdad.

En lugar de pretender un “aparthaid” debiéramos de continuar educando a nuestras mujeres indígenas para que sepan que sus hijos no deben jamás ser abusados, que las menores de edad no deben ser sexualmente activas y ser niñas procreando niños (abundan los casos de niñas de 9, si nueve años, dando a luz), o que sus maridos les peguen y las abusen. Quizás es eso lo que los mal llamados líderes ancestrales no quieren que cambie por machismo e ignorancia. Tampoco el tema de la malnutrición no se arreglará limitando sus oportunidades de empleo y de progreso.

Si seguimos pretendiendo imitar fórmulas fallidas como Venezuela o como Cuba sólo destruiremos Guatemala.

Temas complejos

Betty Marroquin
05 de marzo, 2017

Guatemala está pasando por un momento de efervescencia sin precedentes. Esta efervescencia es alimentada y basada en una supuesta animosidad entre clases sociales, entre razas, entre castas. Se habla todos los días de racismo, en las redes se percibe un fuerte resentimiento social. Si bien algunos guatemaltecos en todos los grupos raciales parecen vivir aún en el medioevo, no creo que toda nuestra sociedad esté enferma. Si así fuera, con un 60% de población indígena, Ruanda sería nada comparada con Guatemala.

Estando en pleno Siglo XXI, creo importante abordar estos argumentos porque no hacerlo es como tener un hijo adicto en la familia y no admitirlo. Pienso que dialogar sobre el tema es mejor que matarse entre sí, y que es el único modo real de sanar a Guatemala. Es por ello que es hora de hablar de este tema tan delicado y de ponerlo en su justa dimensión. Animosidad entre grupos siempre existirá y no existe excepción. En Alemania algunos detestan a los Turcos, pero no es la mayoría. En los Estados Unidos ven con desprecio a los llamados “hillbillies” y a algunas minorías en algunas ciudades, en Italia el norte ve con desdén a los del sur, y así en Medio Oriente, en África y en todos los continentes. Pero conviven y superan eso porque no es un problema de la mayoría.

Es así que lo primero que creo que debemos hacer es poner fin a los argumentos ladino versus indígena. El respeto no debe jamás conocer color de la piel, ni clase social, ni cuenta bancaria. El respeto es algo que debe fluir en doble vía. Queremos igualdad ante la Ley, pero si no nos tratamos con esa misma igualdad, sólo continuaremos dando gasolina al fuego que hoy día están alimentando gentes nefastas como Daniel Pascual o Bernardo Caal. Hoy estamos viviendo las consecuencias del veneno que le han vendido a estos señores y que ellos tratan de pasar a grupos de indígenas, haciéndoles creer que los blancos de hoy son los mismos que vinieron a conquistar Guatemala antes de que Guatemala como tal existiera, y que ellos son los mismos caciques Mayas que se supone que reinaban en estas tierra hace aproximadamente 500 años. Para esa gracia, África entera debiera quemar Europa y los indígenas estadounidenses debieran odiar a los blancos descendientes de los ingleses. Creo que ninguno de los que estamos hoy día sobre esta tierra somos las mismas personas de entonces. El mundo y el país han evolucionado. Así que no me siento en deuda por la colonia. ¿Y usted?

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Otra verdad que debemos admitir es que así como el que alguien nazca con cuchara de plata no le da derecho a menospreciar al prójimo, aunque a algunos no les guste, la Guatemala moderna de hoy es muy distinta a la Guatemala de hace 20 años, o de los 60s y se lo debemos precisamente a quienes naciendo con mayores recursos han invertido en su país, porque guste o no a los señores mencionados, Guatemala también es de quienes han invertido en ella. No es entonces con la mentalidad obtusa y resentida que aplica el “divide y vencerás” (para ganancia de pescadores) como la de esos señores que lograremos superar sus retos. Una sociedad unida es una sociedad próspera.

Recuerdo cuando a la generación de mis abuelos, por ejemplo, jamás hubiera puesto algo típico en casa mucho menos vestido algo confeccionado con material típico, a menos que fuera visto como un “disfraz”. Hoy día, nuestra generación, valora y atesora lo nuestro y lo usa y viste con orgullo, y por nuestro queremos decir de todos los guatemaltecos, ladinos e indígenas. Hemos aprendido a apreciar el trabajo de los artesanos guatemaltecos, y lo hemos llevado mucho más allá de nuestras fronteras. Vivimos en un país con un potencial increíble de crecimiento, y quienes en nuestra generación hemos tenido la dicha de educarnos en Guatemala y fuera de nuestro país, vemos en el potencial humano uno de los valores primordiales del país. El éxito de combinar talento artesanal indígena y talento moderno ladino es obvia y demostrada.

Cuando voy al interior y converso con las señoras indígenas no las veo como Quichés, o Cakchiqueles etc. las veo como Guatemaltecas. Son personas cansadas del tema de la guerra, que quieren trabajo, salud y educación para dar un mejor futuro a sus hijos. No son personas violentas que buscan aniquilar a los ladinos. Lo he visto en fincas, en plantaciones, en hidroeléctricas en todos los lugares dónde obtienen esos tres elementos mencionados. Esas personas merecen que uno siga luchando por el país, tanto como lo merecen quienes viven en las zonas urbanas. Lo merece el dueño de la empresa tanto como sus trabajadores. Lo merecemos todos los que deseamos vivir en una Guatemala próspera y sobre todo, libre. Lamentablemente, nadie tiene varita mágica para enderezar lo retorcido en un año, y la lógica debiera ser fundamento suficiente para entender esta verdad.

En lugar de pretender un “aparthaid” debiéramos de continuar educando a nuestras mujeres indígenas para que sepan que sus hijos no deben jamás ser abusados, que las menores de edad no deben ser sexualmente activas y ser niñas procreando niños (abundan los casos de niñas de 9, si nueve años, dando a luz), o que sus maridos les peguen y las abusen. Quizás es eso lo que los mal llamados líderes ancestrales no quieren que cambie por machismo e ignorancia. Tampoco el tema de la malnutrición no se arreglará limitando sus oportunidades de empleo y de progreso.

Si seguimos pretendiendo imitar fórmulas fallidas como Venezuela o como Cuba sólo destruiremos Guatemala.