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La incómoda barra de camisas blancas

Redacción República
17 de mayo, 2017

Por: Cristy López-Ibáñez

Lo vivimos. A escándalo por semana, notificado en su respectivo día, CICIG y Cía. destaparon con entereza la temible caja de Pandora. Nos quedamos pasmados. Lo agradecimos de corazón. La Plaza de la Constitución resultó estrecha para expresar tanta indignación. Enarbolamos con orgullo la bandera nacional contra la corrupción, como debe ser, sin distingo de raza, credo o posición. Vimos desfilar hacia las rejas a decenas de políticos y funcionarios públicos, incluyendo al Presidente y a la Vicepresidenta de la República. Aplaudieron desde afuera. Y aplaudimos desde adentro. Porque, no sobra decirlo, en esta tierra de orquídeas blancas y arena negra, nacen nuestros hijos para desplegar su identidad, su significado. Y es aquí también donde, con terror y temblor, los hemos llorado y enterrado. Por eso, por la soberana autoridad que nos corresponde, a los países amigos y personalidades internacionales: gracias por su apoyo contra la corrupción, pero no insistan en cambiar nuestra Constitución. 

De lo bueno y de lo malo en Guatemala nadie se escapa, sin distingo de raza, credo o posición. Hay que aclararlo, qué pena. Porque lo obvio no necesariamente es evidente para quienes con una rejuvenecida -nunca plurinacional- originalidad de pensamiento continúan polarizando, descifrando al mundo que nos rodea como una “lucha” entre opresores y oprimidos. Cambiaron alguna retórica. Pero la mayoría continúa justificando, en nombre de “reformas estructurales”, el abuso, la mentira y la tiranía. Además tienen, sin chistar, el monopolio exclusivo de todas las dictaduras y/o regímenes totalitarios de América Latina. Progresistas, se dicen, que no son comunistas, que son socialistas del siglo XXI. Da igual. Cuando vemos a Venezuela bañada en lágrimas y en sangre, entendemos la importancia de aprender a leer entre líneas. Y vemos, con estupor y asombro, que la envidia, el robo y el odio no necesariamente tienen fecha de expiración. 

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Pero oh, déjà vu. A ese retrógrado contexto (cual “reprise” de una película cubana de terror hiperrealista) desean trasladarnos nuevamente. Es así como desde el ejecutivo, el legislativo y el judicial -y con la ayuda de portavoces extranjeros y medios de comunicación- se arremete y desprestigia a quienes no creemos que para reformar la justicia, sea necesario reformar la Constitución. Por si fuera poco, hemos visto cómo se le ha imprimido un sello ideológico a la justicia, dirigiendo los cañones hacia militares, empresarios, políticos y funcionarios públicos que no sean de izquierda. Trágico es además que en muchos casos no se ha respetado el debido proceso o acatado la presunción de inocencia, mientras que otros, en completa impunidad, ocupan fincas, bloquean carreteras, roban energía y paran hidroeléctricas. Cuales acólitos de altar, tras las rejas no vemos, aguardando juicio, a ex guerrilleros, sindicalistas o políticos izquierdistas. Pero a Igumeni Inés, monja ortodoxa de monasterio, hija del Muso Ayau, bastión de la libertad, el gobierno le acaba de expropiar el terreno del “Hogar Rafael Ayau”, donado por su abuelo para la caridad. 

Despertamos un poco tarde, pero despertamos. Y no, no lo vemos como un tema de derecha radical contra izquierda militante. Para nosotros es un tema de libertad y principios. Claro, hemos reflexionado sobre Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela. Todos estos países cambiaron su Constitución para hacer y deshacer por la vía judicial. Por eso, después de leer con inquietud algunas de las “reformas” que se pretenden hacerle a nuestra Constitución, no pude menos que remitirme al documento base del Foro de São Paulo, celebrado en la cuidad de San Salvador hace menos de un año. Esta organización que, a partir de la caída del Muro de Berlín, reúne a la izquierda militante latinoamericana, presume como héroes a Fidel Castro, a Hugo Chávez y a Nicolás Maduro, entre otras joyas de la tiranía hispanoamericana. 

Ellos, sobre la situación actual de Guatemala, textualmente, opinan: 

“En resumen, Guatemala vive una crisis de institucionalidad que afecta a los tres Organismos de Estado y en especial a varias de sus instituciones, destacando el caso de las Fuerzas Armadas. Esta coyuntura resulta favorable para las fuerzas de izquierda que promueven la construcción de una amplia alianza de fuerzas de izquierda y progresistas para transformar el país. La propuesta incluye la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente integrada con representación de pueblos indígenas, sectores sociales y partidos políticos, para producir una nueva Constitución y la creación del Estado plurinacional”. 

Analizando lo anterior, y el estado meridiano de las cosas, me resulta insólito que el derecho a disentir, a protestar contra las modificaciones constitucionales promovidas por la izquierda militante (y una centena de burócratas nacionales e internacionales) se interprete casi como una desobediencia civil, como una transgresión imperdonable que amerita el “repudio general” de los diferentes medios al servicio del poder. Y aunque mi intención hoy no es discutir los detalles jurídicos de las “reformas”, basta decir que la redacción combina bastante bien con su discurso demagógico. En ese sentido, y haciéndole honor a tantos apelativos, me permito sugerir que se tenga una mejor atención y consideración dentro del Congreso de la República. Desde mentiras, portazos, abusos e insultos, se ha llegado al colmo de confinar a las señoras por más de dos horas, en pleno día de la madre, en el patio trasero del Congreso. Algunos diputados han demostrado torpeza, bajeza y miopía. Porque créanme, con un poco más de inteligencia, gallardía y/o cintura política, esas señoras, tan guatemaltecas como cualquiera, no se hubiesen mostrado molestas o la defensiva en el palco. Solo había que dejarlas entrar sin inconveniencias, al igual que hicieron con quienes sí le apuestan a las reformas. Mientras que vivamos en una república democrática, por más blanca que sea la barra, estas ciudadanas tienen el derecho a protesta, tanto como al de propuesta. 

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La incómoda barra de camisas blancas

Redacción República
17 de mayo, 2017

Por: Cristy López-Ibáñez

Lo vivimos. A escándalo por semana, notificado en su respectivo día, CICIG y Cía. destaparon con entereza la temible caja de Pandora. Nos quedamos pasmados. Lo agradecimos de corazón. La Plaza de la Constitución resultó estrecha para expresar tanta indignación. Enarbolamos con orgullo la bandera nacional contra la corrupción, como debe ser, sin distingo de raza, credo o posición. Vimos desfilar hacia las rejas a decenas de políticos y funcionarios públicos, incluyendo al Presidente y a la Vicepresidenta de la República. Aplaudieron desde afuera. Y aplaudimos desde adentro. Porque, no sobra decirlo, en esta tierra de orquídeas blancas y arena negra, nacen nuestros hijos para desplegar su identidad, su significado. Y es aquí también donde, con terror y temblor, los hemos llorado y enterrado. Por eso, por la soberana autoridad que nos corresponde, a los países amigos y personalidades internacionales: gracias por su apoyo contra la corrupción, pero no insistan en cambiar nuestra Constitución. 

De lo bueno y de lo malo en Guatemala nadie se escapa, sin distingo de raza, credo o posición. Hay que aclararlo, qué pena. Porque lo obvio no necesariamente es evidente para quienes con una rejuvenecida -nunca plurinacional- originalidad de pensamiento continúan polarizando, descifrando al mundo que nos rodea como una “lucha” entre opresores y oprimidos. Cambiaron alguna retórica. Pero la mayoría continúa justificando, en nombre de “reformas estructurales”, el abuso, la mentira y la tiranía. Además tienen, sin chistar, el monopolio exclusivo de todas las dictaduras y/o regímenes totalitarios de América Latina. Progresistas, se dicen, que no son comunistas, que son socialistas del siglo XXI. Da igual. Cuando vemos a Venezuela bañada en lágrimas y en sangre, entendemos la importancia de aprender a leer entre líneas. Y vemos, con estupor y asombro, que la envidia, el robo y el odio no necesariamente tienen fecha de expiración. 

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Pero oh, déjà vu. A ese retrógrado contexto (cual “reprise” de una película cubana de terror hiperrealista) desean trasladarnos nuevamente. Es así como desde el ejecutivo, el legislativo y el judicial -y con la ayuda de portavoces extranjeros y medios de comunicación- se arremete y desprestigia a quienes no creemos que para reformar la justicia, sea necesario reformar la Constitución. Por si fuera poco, hemos visto cómo se le ha imprimido un sello ideológico a la justicia, dirigiendo los cañones hacia militares, empresarios, políticos y funcionarios públicos que no sean de izquierda. Trágico es además que en muchos casos no se ha respetado el debido proceso o acatado la presunción de inocencia, mientras que otros, en completa impunidad, ocupan fincas, bloquean carreteras, roban energía y paran hidroeléctricas. Cuales acólitos de altar, tras las rejas no vemos, aguardando juicio, a ex guerrilleros, sindicalistas o políticos izquierdistas. Pero a Igumeni Inés, monja ortodoxa de monasterio, hija del Muso Ayau, bastión de la libertad, el gobierno le acaba de expropiar el terreno del “Hogar Rafael Ayau”, donado por su abuelo para la caridad. 

Despertamos un poco tarde, pero despertamos. Y no, no lo vemos como un tema de derecha radical contra izquierda militante. Para nosotros es un tema de libertad y principios. Claro, hemos reflexionado sobre Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela. Todos estos países cambiaron su Constitución para hacer y deshacer por la vía judicial. Por eso, después de leer con inquietud algunas de las “reformas” que se pretenden hacerle a nuestra Constitución, no pude menos que remitirme al documento base del Foro de São Paulo, celebrado en la cuidad de San Salvador hace menos de un año. Esta organización que, a partir de la caída del Muro de Berlín, reúne a la izquierda militante latinoamericana, presume como héroes a Fidel Castro, a Hugo Chávez y a Nicolás Maduro, entre otras joyas de la tiranía hispanoamericana. 

Ellos, sobre la situación actual de Guatemala, textualmente, opinan: 

“En resumen, Guatemala vive una crisis de institucionalidad que afecta a los tres Organismos de Estado y en especial a varias de sus instituciones, destacando el caso de las Fuerzas Armadas. Esta coyuntura resulta favorable para las fuerzas de izquierda que promueven la construcción de una amplia alianza de fuerzas de izquierda y progresistas para transformar el país. La propuesta incluye la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente integrada con representación de pueblos indígenas, sectores sociales y partidos políticos, para producir una nueva Constitución y la creación del Estado plurinacional”. 

Analizando lo anterior, y el estado meridiano de las cosas, me resulta insólito que el derecho a disentir, a protestar contra las modificaciones constitucionales promovidas por la izquierda militante (y una centena de burócratas nacionales e internacionales) se interprete casi como una desobediencia civil, como una transgresión imperdonable que amerita el “repudio general” de los diferentes medios al servicio del poder. Y aunque mi intención hoy no es discutir los detalles jurídicos de las “reformas”, basta decir que la redacción combina bastante bien con su discurso demagógico. En ese sentido, y haciéndole honor a tantos apelativos, me permito sugerir que se tenga una mejor atención y consideración dentro del Congreso de la República. Desde mentiras, portazos, abusos e insultos, se ha llegado al colmo de confinar a las señoras por más de dos horas, en pleno día de la madre, en el patio trasero del Congreso. Algunos diputados han demostrado torpeza, bajeza y miopía. Porque créanme, con un poco más de inteligencia, gallardía y/o cintura política, esas señoras, tan guatemaltecas como cualquiera, no se hubiesen mostrado molestas o la defensiva en el palco. Solo había que dejarlas entrar sin inconveniencias, al igual que hicieron con quienes sí le apuestan a las reformas. Mientras que vivamos en una república democrática, por más blanca que sea la barra, estas ciudadanas tienen el derecho a protesta, tanto como al de propuesta. 

República es ajena a la opinión expresada en este artículo