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Responsabilidad moral por omisión

Warren Orbaugh
17 de mayo, 2017

Si al salir del trabajo se le antoja algo de comer, ¿qué hace? Pues va a donde lo venden, lo compra y lo disfruta, ¿verdad?

Si padece alguna enfermedad y el doctor le receta una medicina, ¿qué hace? ¿Acaso no va a la farmacia,  la compra y se la administra?

Si se enamora de la persona de sus sueños, ¿qué hace? Pues se casa con ella, ¿no es obvio?

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Si desea una prenda de vestir para el amor de su vida, ¿qué hace? Pues va a la tienda de ropa, la elige, la compra y se la obsequia, ¿no es así?

Si el domingo su familia quiere ir al cine a ver Rápidos y Furiosos, ¿qué hace? Pues va a su sala de cine  favorita, compra las entradas y pasa un buen rato con ella, ¿no es cierto?

Si desea algo, ¿qué hace? Pues trabaja duro sirviendo a los demás intercambiando bienes o servicios que ellos apetecen, cooperando socialmente, y ahorra para poder comprarlo, ¿indiscutiblemente, verdad?

Si desea pasar de una situación que usted considera poco satisfactoria a una situación que considera más satisfactoria, ¿qué hace? Pues delibera, busca la mejor opción, los medios más adecuados y actúa. Es patente, ¿no es verdad?

Usted desea vivir su vida, ¿no es cierto? Y ¿qué es vivir si no querer, saber lo que quieres y cómo lo quieres, y actuar para conseguirlo?

Pero hay a quien le molesta que usted viva la vida que usted quiere, como usted la quiere, y que actúe para conseguirla. Ese quiere dictarle a usted cómo debe vivir. Quiere obligarle a actuar, no según le dicte a usted su mejor juicio y su interés propio, sino según los caprichos arbitrarios de él. Quiere verle despojado de su propiedad. Quiere verle haciendo cola, “alegremente”, por su ración el día que le asigne según su DPI. ¿Qué no puede pues ese día tiene que trabajar? Magnífico, quiere verle contratar a alguien para que haga cola por usted o que pierda su trabajo. ¿Qué no le dan lo que necesita? ¿Qué no le alcanza? Estupendo, quiere que aprenda a sobrevivir con lo que la “revolución” le asigna. ¿Qué no hay pasta de dientes? Formidable, así adquiere usted virtudes “revolucionarias”, que lavarse los dientes tres veces al día es un vicio burgués. ¡Ya no digamos limpiarse después de defecar! ¿Qué la moneda ya no vale nada? Fabuloso, quiere que usted desarrolle su creatividad para sobrevivir, creando un mercado a base de trueque, que al fin y al cabo, el dinero es el “estiércol del diablo”. Quiere que todos sean igualmente miserables. ¿Qué a usted no le parece? No se le ocurra protestar porque le llena de plomo.

Ese infeliz, con aspiración de dictador, es el socialista o comunista o progresista o socialista del siglo XXI, como le gusta llamarse. Es ese que quiso convertirnos en una colonia cubana por la fuerza, y que luego de su fracaso lo ha intentado por el voto popular –que siempre le ha resultado totalmente insuficiente porque nadie le quiere. Ese que viendo como el socialismo del siglo XXI –esa estulticia de Chávez–, ha destruido económicamente al que otrora fuera el país más rico de Hispanoamérica, quiere ahora importarlo graduando cretinos en el pensamiento del comandante Chávez para ver si aplicándolo también puede arruinar a los guatemaltecos.

Ese ignorante que se cree que lo sabe todo, pero que no sabe que es el mercado, no ha pescado que el sistema de precios es el ejercicio de la libertad de expresión de quienes participan en el mercado, y por lo tanto ni imagina que al ser el medio por el que los consumidores comunican que desean indican de esa manera en que conviene invertir los recursos. Ese analfabeto económico que no entiende que sin sistema de precios es imposible el cálculo económico, quiere dirigir la economía de usted. Es tan insensato que cree que cualquiera puede dirigir una empresa, una fábrica, una economía. Por eso es capaz de poner al mando del Ministerio de Economía a un chofer de camioneta o a un estudiante de medicina, como hizo Castro.

Ese inmoral disfruta viendo como el gobierno, en lugar de proteger los derechos de sus ciudadanos, los viola, robándoles y despojándoles de sus propiedades. Ese que gorgotea de gusto al ver a su ídolo, el ladrón Chávez, diciendo: « ¿De quién es eso que está en la esquina?» «Es un edificio de propiedad privada que tiene unos comerciales» –le  contesta alguien. « ¡Exprópiese! ¡Exprópiese! »

Ese que ahora, mediante mentiras quiere llegar al poder, afirmando que ya no hay comunismo, que ya no hay polarización, intenta imponer cambios a la constitución –destruyendo el concepto de igualdad de todo ciudadano ante la ley y sustituyéndolo por leyes privadas diferentes para grupos diferentes; destruyendo la diversidad de poderes y concentrándola en un cuarto supra-poder, con poder absoluto, dictadura política y judicial disfrazada. 

Así se perdió Venezuela. Y una señora entre lágrimas se preguntó ¿qué hemos hecho para merecer esto? Y lo que hicieron fue nada. Son moralmente responsables de su desgracia por omisión.

Se es moralmente responsable por omisión cuando uno, pudiendo hacer algo para evitar una tragedia, sin daño personal para uno, no hace nada. Por ejemplo, si en un restaurante, un médico ve que el comensal de la mesa vecina sufre un ataque cardíaco y pudiendo, no hace algo para ayudarlo y lo deja morir, es responsable de esa tragedia por omisión.

No sigamos el ejemplo de los venezolanos; no permitamos que los destructores de sociedades libres destruyan Guatemala; no seamos responsables de una futura desgracia por omisión.

Los enemigos de la libertad se reproducen como conejos, conservarla requiere pues, nuestra eterna acción.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Responsabilidad moral por omisión

Warren Orbaugh
17 de mayo, 2017

Si al salir del trabajo se le antoja algo de comer, ¿qué hace? Pues va a donde lo venden, lo compra y lo disfruta, ¿verdad?

Si padece alguna enfermedad y el doctor le receta una medicina, ¿qué hace? ¿Acaso no va a la farmacia,  la compra y se la administra?

Si se enamora de la persona de sus sueños, ¿qué hace? Pues se casa con ella, ¿no es obvio?

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Si desea una prenda de vestir para el amor de su vida, ¿qué hace? Pues va a la tienda de ropa, la elige, la compra y se la obsequia, ¿no es así?

Si el domingo su familia quiere ir al cine a ver Rápidos y Furiosos, ¿qué hace? Pues va a su sala de cine  favorita, compra las entradas y pasa un buen rato con ella, ¿no es cierto?

Si desea algo, ¿qué hace? Pues trabaja duro sirviendo a los demás intercambiando bienes o servicios que ellos apetecen, cooperando socialmente, y ahorra para poder comprarlo, ¿indiscutiblemente, verdad?

Si desea pasar de una situación que usted considera poco satisfactoria a una situación que considera más satisfactoria, ¿qué hace? Pues delibera, busca la mejor opción, los medios más adecuados y actúa. Es patente, ¿no es verdad?

Usted desea vivir su vida, ¿no es cierto? Y ¿qué es vivir si no querer, saber lo que quieres y cómo lo quieres, y actuar para conseguirlo?

Pero hay a quien le molesta que usted viva la vida que usted quiere, como usted la quiere, y que actúe para conseguirla. Ese quiere dictarle a usted cómo debe vivir. Quiere obligarle a actuar, no según le dicte a usted su mejor juicio y su interés propio, sino según los caprichos arbitrarios de él. Quiere verle despojado de su propiedad. Quiere verle haciendo cola, “alegremente”, por su ración el día que le asigne según su DPI. ¿Qué no puede pues ese día tiene que trabajar? Magnífico, quiere verle contratar a alguien para que haga cola por usted o que pierda su trabajo. ¿Qué no le dan lo que necesita? ¿Qué no le alcanza? Estupendo, quiere que aprenda a sobrevivir con lo que la “revolución” le asigna. ¿Qué no hay pasta de dientes? Formidable, así adquiere usted virtudes “revolucionarias”, que lavarse los dientes tres veces al día es un vicio burgués. ¡Ya no digamos limpiarse después de defecar! ¿Qué la moneda ya no vale nada? Fabuloso, quiere que usted desarrolle su creatividad para sobrevivir, creando un mercado a base de trueque, que al fin y al cabo, el dinero es el “estiércol del diablo”. Quiere que todos sean igualmente miserables. ¿Qué a usted no le parece? No se le ocurra protestar porque le llena de plomo.

Ese infeliz, con aspiración de dictador, es el socialista o comunista o progresista o socialista del siglo XXI, como le gusta llamarse. Es ese que quiso convertirnos en una colonia cubana por la fuerza, y que luego de su fracaso lo ha intentado por el voto popular –que siempre le ha resultado totalmente insuficiente porque nadie le quiere. Ese que viendo como el socialismo del siglo XXI –esa estulticia de Chávez–, ha destruido económicamente al que otrora fuera el país más rico de Hispanoamérica, quiere ahora importarlo graduando cretinos en el pensamiento del comandante Chávez para ver si aplicándolo también puede arruinar a los guatemaltecos.

Ese ignorante que se cree que lo sabe todo, pero que no sabe que es el mercado, no ha pescado que el sistema de precios es el ejercicio de la libertad de expresión de quienes participan en el mercado, y por lo tanto ni imagina que al ser el medio por el que los consumidores comunican que desean indican de esa manera en que conviene invertir los recursos. Ese analfabeto económico que no entiende que sin sistema de precios es imposible el cálculo económico, quiere dirigir la economía de usted. Es tan insensato que cree que cualquiera puede dirigir una empresa, una fábrica, una economía. Por eso es capaz de poner al mando del Ministerio de Economía a un chofer de camioneta o a un estudiante de medicina, como hizo Castro.

Ese inmoral disfruta viendo como el gobierno, en lugar de proteger los derechos de sus ciudadanos, los viola, robándoles y despojándoles de sus propiedades. Ese que gorgotea de gusto al ver a su ídolo, el ladrón Chávez, diciendo: « ¿De quién es eso que está en la esquina?» «Es un edificio de propiedad privada que tiene unos comerciales» –le  contesta alguien. « ¡Exprópiese! ¡Exprópiese! »

Ese que ahora, mediante mentiras quiere llegar al poder, afirmando que ya no hay comunismo, que ya no hay polarización, intenta imponer cambios a la constitución –destruyendo el concepto de igualdad de todo ciudadano ante la ley y sustituyéndolo por leyes privadas diferentes para grupos diferentes; destruyendo la diversidad de poderes y concentrándola en un cuarto supra-poder, con poder absoluto, dictadura política y judicial disfrazada. 

Así se perdió Venezuela. Y una señora entre lágrimas se preguntó ¿qué hemos hecho para merecer esto? Y lo que hicieron fue nada. Son moralmente responsables de su desgracia por omisión.

Se es moralmente responsable por omisión cuando uno, pudiendo hacer algo para evitar una tragedia, sin daño personal para uno, no hace nada. Por ejemplo, si en un restaurante, un médico ve que el comensal de la mesa vecina sufre un ataque cardíaco y pudiendo, no hace algo para ayudarlo y lo deja morir, es responsable de esa tragedia por omisión.

No sigamos el ejemplo de los venezolanos; no permitamos que los destructores de sociedades libres destruyan Guatemala; no seamos responsables de una futura desgracia por omisión.

Los enemigos de la libertad se reproducen como conejos, conservarla requiere pues, nuestra eterna acción.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo