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Guacamayas verdes

Redacción República
24 de agosto, 2017

Por Rudy Pérez

Es precioso vislumbrar una luz en el camino. Así, entre sonrisas y cansancio, jóvenes y adultos se unieron en la colonia 1º. De Julio, para reforestar un bosque que tristemente se había convertido en un cementerio clandestino. La tierra en Guatemala, está enamorada de los guatemaltecos. Siempre se deja renovar.

Todo es posible.

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Hasta la lluvia de balas puede desaparecer. Un arcoíris se formará en todo el valle de Guatemala. Y cuando entre la luz divina a nuestras colonias, ya no tomaremos el veneno de la división y podremos saborear el almíbar de la amistad, así como hermanos expulsaremos la violencia de nuestras calles. Dios estará con nosotros siempre.

Y entonces, como las Guacamayas, nuestro plumaje se volverá verde. Lleno de amor y esperanza. Porque todos, hombres y mujeres, somos quetzales que no podemos vivir prisioneros. Ya no habrá más cadenas de miedo y, en cambio, se extenderán los lazos de amor, desde las mañanas cuando salga el sol. Porque la violencia no logrará hacernos extraños en nuestra tierra.

Ustedes, vecinos de la 1º. De Julio, no piensen que solamente están reforestando un simple barranco. Reflexionen que su colonia se merece la paz que el trabajo diario está pagando. Porque desde que amanece el guatemalteco está luchando, tiene de regalo un sol, una lluvia, un árbol verde que son la voz divina, aún en un pueblo que hoy sufre por algunos degenerados.

Si. Las guacamayas pueden volverse verdes. Aunque deba castigarse a jóvenes con los colores que da su juventud, las leyes de nuestro país también en sus colores actuales deben cambiar. Es que acaso no entendemos que las masacres o actos de terrorismo -como lo definió nuestro presidente- tiene un único color que es el negro.

Los guatemaltecos somos AVES FENIX QUE SURGIREMOS DE LAS CENIZAS DEL FUEGO DE LA VIOLENCIA. Porque no podemos perder la fe en que los cambios llegarán. No se puede desaparecer el sueño de que en las colonias los vecinos nos tomemos de la mano y con valentía enfrentemos a una plaga diabólica que cada vez invade más la paz y tranquilidad de nuestros hogares.

Ojalá que los árboles de las Guacamayas crezcan con brazos fuertes y que de allí donde antes era un féretro lúgubre, se pronuncie con un eco ensordecedor, una voz que despierte al guatemalteco de las pesadillas en las que está durmiendo. Esos mismos árboles seguramente con su color verde implorarán al Creador que ilumine las mentes de nuestros legisladores, para que reflexionen, si en verdad las leyes deben cambiar.

Por hoy árboles de las Guacamayas que aún no han crecido, solamente como “niños”, deben tristemente callar y al caso llorar, de cómo a un “niño”, se le quiere juzgar por una masacre, donde siete almas estarán desde el infinito implorando justicia nada más a Dios, que es el único que en nuestro país puede protegernos. Todo lo demás es demagogia maquillada por lo obsoleto.

Yo conocí a Genaro. No sé si aún está vivo. En ese entonces apenas tenía ocho años. A su edad era devoto al crack. Cierto día planeó un asalto en una casa de recuperación donde mi persona daba charlas de motivación personal. Nos dejó a 70 personas encerradas mientras vaciaba la caja de dinero. Ah, también su hermano que tenía doce, era devoto al crack. Ambos “niños” coincidían en algo: TENIAN MENTES DE ADULTOS. Adultos malos por supuesto.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Guacamayas verdes

Redacción República
24 de agosto, 2017

Por Rudy Pérez

Es precioso vislumbrar una luz en el camino. Así, entre sonrisas y cansancio, jóvenes y adultos se unieron en la colonia 1º. De Julio, para reforestar un bosque que tristemente se había convertido en un cementerio clandestino. La tierra en Guatemala, está enamorada de los guatemaltecos. Siempre se deja renovar.

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Hasta la lluvia de balas puede desaparecer. Un arcoíris se formará en todo el valle de Guatemala. Y cuando entre la luz divina a nuestras colonias, ya no tomaremos el veneno de la división y podremos saborear el almíbar de la amistad, así como hermanos expulsaremos la violencia de nuestras calles. Dios estará con nosotros siempre.

Y entonces, como las Guacamayas, nuestro plumaje se volverá verde. Lleno de amor y esperanza. Porque todos, hombres y mujeres, somos quetzales que no podemos vivir prisioneros. Ya no habrá más cadenas de miedo y, en cambio, se extenderán los lazos de amor, desde las mañanas cuando salga el sol. Porque la violencia no logrará hacernos extraños en nuestra tierra.

Ustedes, vecinos de la 1º. De Julio, no piensen que solamente están reforestando un simple barranco. Reflexionen que su colonia se merece la paz que el trabajo diario está pagando. Porque desde que amanece el guatemalteco está luchando, tiene de regalo un sol, una lluvia, un árbol verde que son la voz divina, aún en un pueblo que hoy sufre por algunos degenerados.

Si. Las guacamayas pueden volverse verdes. Aunque deba castigarse a jóvenes con los colores que da su juventud, las leyes de nuestro país también en sus colores actuales deben cambiar. Es que acaso no entendemos que las masacres o actos de terrorismo -como lo definió nuestro presidente- tiene un único color que es el negro.

Los guatemaltecos somos AVES FENIX QUE SURGIREMOS DE LAS CENIZAS DEL FUEGO DE LA VIOLENCIA. Porque no podemos perder la fe en que los cambios llegarán. No se puede desaparecer el sueño de que en las colonias los vecinos nos tomemos de la mano y con valentía enfrentemos a una plaga diabólica que cada vez invade más la paz y tranquilidad de nuestros hogares.

Ojalá que los árboles de las Guacamayas crezcan con brazos fuertes y que de allí donde antes era un féretro lúgubre, se pronuncie con un eco ensordecedor, una voz que despierte al guatemalteco de las pesadillas en las que está durmiendo. Esos mismos árboles seguramente con su color verde implorarán al Creador que ilumine las mentes de nuestros legisladores, para que reflexionen, si en verdad las leyes deben cambiar.

Por hoy árboles de las Guacamayas que aún no han crecido, solamente como “niños”, deben tristemente callar y al caso llorar, de cómo a un “niño”, se le quiere juzgar por una masacre, donde siete almas estarán desde el infinito implorando justicia nada más a Dios, que es el único que en nuestro país puede protegernos. Todo lo demás es demagogia maquillada por lo obsoleto.

Yo conocí a Genaro. No sé si aún está vivo. En ese entonces apenas tenía ocho años. A su edad era devoto al crack. Cierto día planeó un asalto en una casa de recuperación donde mi persona daba charlas de motivación personal. Nos dejó a 70 personas encerradas mientras vaciaba la caja de dinero. Ah, también su hermano que tenía doce, era devoto al crack. Ambos “niños” coincidían en algo: TENIAN MENTES DE ADULTOS. Adultos malos por supuesto.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo