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Entre Uber y los taxistas ¿dónde queda el usuario?

María Dolores Arias
28 de agosto, 2018

Ayer hubo una protesta de un grupo de taxistas en contra de todos aquellos que movilizan a personas en sus vehículos y que, según ellos, deberían ser multados por no cumplir con los mismos requisitos que cumplen los servicios de taxi.

Básicamente pedían que el servicio de Uber cumpliera con los mismos requisitos que ellos, por ejemplo: rotular el vehículo, cambiar las placas de particular a alquiler, pasar por la revisión anual, que los vehículos se inscriban como taxis y que los pilotos aprueben los cursos que les exigen a los taxistas.

Sin embargo, hacer esto carece de sentido ya que el servicio que ofrece la plataforma de Uber no es propiamente un taxi, básicamente funciona como un intermediario entre particulares para hacer un intercambio entre quien tiene disponible espacio en su vehículo para llevar a alguien a cambio de dinero y quien está dispuesto a pagarle a quien lo lleve a su destino.

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Esta protesta en contra de Uber puso de manifiesto varias cosas, primero que en lugar de enfocar su petición para disminuir las regulaciones que les facilite brindar un mejor servicio a un menor costo, solicitaban complicarle la vida a su competencia.

Segundo, la tecnología puede ser una pesadilla para quienes no están dispuestos a incorporarla para mejorar su servicio y pretenden con regulaciones eliminar la ventaja que ofrece el buen uso de la misma.  Nos guste o no el uso de la tecnología será cada vez más común y los trabajos irán evolucionando.

Por ejemplo, en lugar de andar por la calle buscando quien necesita movilizarse de un lugar a otro, una aplicación conecta a cientos de usuarios con cientos de conductores y sirve como medio de enlace, además permite fijar una tarifa acorde al volumen de oferta y demanda.

Tercero, no todos los taxistas están quedándose sin trabajo. Muchos taxistas satisfacen la necesidad de transporte de quienes los utilizan como colectivos que los acercan a puntos específicos como el Trébol, el Obelico o la 18 calle por sólo mencionar algunos. Además están aquellos taxistas de confianza que ya tienen una cartera de clientes a quienes atienden.

Cuarto, la competencia hace mejorar el servicio. En Guatemala, existen varias opciones que utilizan aplicaciones y plataformas para ofrecer el servicio de transporte. Varias de estas incluyen taxis, incluso hay una opción especializada para mujeres que desean que el chofer sea una mujer también. En EEUU existe también una diversidad de opciones para transportarse desde las convencionales hasta las colaborativas como Uber o Lyft.

Quinto, es importante aclarar que tanto en el servicio de taxis como en el de Uber y parecidos hay buenos y malos pilotos. Ni todos los pilotos de taxis son malos ni todos los conductores de Uber son buenos. La principal diferencia es que las aplicaciones permiten tanto a los conductores como a los pasajeros conocer la reputación de ambos antes de hacer el intercambio y además calificarlos al final del mismo.

Sexto, el uso de estas plataformas pone en duda la efectividad de todas las reglamentaciones y la intervención del gobierno. Nos hace cuestionar el papel del gobierno como regulador, ya que de forma libre y descentralizada se ha mejorado el servicio. Nos hace pensar si en lugar de regulador su función debería ser garante del cumplimiento de los contratos privados.

En resumen, entre la controversia de si hay espacio para Uber y taxistas en las ciudades, no debemos olvidar al usuario, a quien paga por este servicio.  Es el usuario, el pasajero quien debe ser el centro de cualquier discusión.  Entender qué valora, qué servicios está dispuesto a pagar, qué realmente le agrega valor.

Es en libertad y no con más regulaciones como se logran transacciones libres y voluntarias que benefician a ambas partes. Es en libertad donde el usuario será la razón de ser para Uber, taxistas y demás plataformas. Y quien sabe, a lo mejor, más adelante existan opciones como Uberbus.

@Md30

Facebook.com/Mda30

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Entre Uber y los taxistas ¿dónde queda el usuario?

María Dolores Arias
28 de agosto, 2018

Ayer hubo una protesta de un grupo de taxistas en contra de todos aquellos que movilizan a personas en sus vehículos y que, según ellos, deberían ser multados por no cumplir con los mismos requisitos que cumplen los servicios de taxi.

Básicamente pedían que el servicio de Uber cumpliera con los mismos requisitos que ellos, por ejemplo: rotular el vehículo, cambiar las placas de particular a alquiler, pasar por la revisión anual, que los vehículos se inscriban como taxis y que los pilotos aprueben los cursos que les exigen a los taxistas.

Sin embargo, hacer esto carece de sentido ya que el servicio que ofrece la plataforma de Uber no es propiamente un taxi, básicamente funciona como un intermediario entre particulares para hacer un intercambio entre quien tiene disponible espacio en su vehículo para llevar a alguien a cambio de dinero y quien está dispuesto a pagarle a quien lo lleve a su destino.

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Esta protesta en contra de Uber puso de manifiesto varias cosas, primero que en lugar de enfocar su petición para disminuir las regulaciones que les facilite brindar un mejor servicio a un menor costo, solicitaban complicarle la vida a su competencia.

Segundo, la tecnología puede ser una pesadilla para quienes no están dispuestos a incorporarla para mejorar su servicio y pretenden con regulaciones eliminar la ventaja que ofrece el buen uso de la misma.  Nos guste o no el uso de la tecnología será cada vez más común y los trabajos irán evolucionando.

Por ejemplo, en lugar de andar por la calle buscando quien necesita movilizarse de un lugar a otro, una aplicación conecta a cientos de usuarios con cientos de conductores y sirve como medio de enlace, además permite fijar una tarifa acorde al volumen de oferta y demanda.

Tercero, no todos los taxistas están quedándose sin trabajo. Muchos taxistas satisfacen la necesidad de transporte de quienes los utilizan como colectivos que los acercan a puntos específicos como el Trébol, el Obelico o la 18 calle por sólo mencionar algunos. Además están aquellos taxistas de confianza que ya tienen una cartera de clientes a quienes atienden.

Cuarto, la competencia hace mejorar el servicio. En Guatemala, existen varias opciones que utilizan aplicaciones y plataformas para ofrecer el servicio de transporte. Varias de estas incluyen taxis, incluso hay una opción especializada para mujeres que desean que el chofer sea una mujer también. En EEUU existe también una diversidad de opciones para transportarse desde las convencionales hasta las colaborativas como Uber o Lyft.

Quinto, es importante aclarar que tanto en el servicio de taxis como en el de Uber y parecidos hay buenos y malos pilotos. Ni todos los pilotos de taxis son malos ni todos los conductores de Uber son buenos. La principal diferencia es que las aplicaciones permiten tanto a los conductores como a los pasajeros conocer la reputación de ambos antes de hacer el intercambio y además calificarlos al final del mismo.

Sexto, el uso de estas plataformas pone en duda la efectividad de todas las reglamentaciones y la intervención del gobierno. Nos hace cuestionar el papel del gobierno como regulador, ya que de forma libre y descentralizada se ha mejorado el servicio. Nos hace pensar si en lugar de regulador su función debería ser garante del cumplimiento de los contratos privados.

En resumen, entre la controversia de si hay espacio para Uber y taxistas en las ciudades, no debemos olvidar al usuario, a quien paga por este servicio.  Es el usuario, el pasajero quien debe ser el centro de cualquier discusión.  Entender qué valora, qué servicios está dispuesto a pagar, qué realmente le agrega valor.

Es en libertad y no con más regulaciones como se logran transacciones libres y voluntarias que benefician a ambas partes. Es en libertad donde el usuario será la razón de ser para Uber, taxistas y demás plataformas. Y quien sabe, a lo mejor, más adelante existan opciones como Uberbus.

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo