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¡Atención! Guatemala es un Estado Laico

María Renée Estrada
10 de septiembre, 2018

En estos dorados tiempos es cada vez más frecuente escuchar a una que otra persona repetir una y otra vez que Guatemala es un Estado Laico. ¡Y cuánta razón! Guatemala sí es un Estado Laico. Pero para la inmensa mayoría de creyentes, que profesamos algún credo, es imperante reconocer qué significa que seamos un Estado Laico, y cuál es la diferencia con el laicismo que pretenden imponernos todos aquellos que le tienen tirria o alergia a la religión.

“La Iglesia se muestra crítica con el laicismo que quiere excluir a la religión de la vida pública. Alaba eso sí un tipo de laicidad cooperativa que, aun distinguiendo cuidadosamente entre las competencias de la Iglesia y el Estado, se esfuerce por una colaboración positiva entre ambos mirando por el bien del hombre. Los cristianos estamos llamados a comprometernos de manera especial con la libertad como derecho fundamental básico, la participación política, los principios fundamentales del Estado social, la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa. Los laicistas repiten una y otra vez que en no pocas ocasiones hubo que imponer los principios democráticos a la resistencia cristiana y de la Iglesia. Sin embargo, el principio de la dignidad individual, que es sobre el que se erige cualquier democracia moderna, se asienta en la antropología cristiana.”[1]

Por tanto, es importante hacer la clara distinción entre un Estado Laico y el laicismo (del griego laós, que significa pueblo) impositivo, el cual se trata de una corriente política que pide una estricta separación de Iglesia y Estado (en donde hablar de religión en cualquier esfera pública es un atentado). Para los laicistas (como por ejemplo Humanistas de Guatemala, los bloggers de Nómada y uno que otro columnista de Plaza Pública) la religión no es más que un <<asunto privado>> y, por ello, no debe ser apoyada de ninguna manera por el Estado. Sin embargo, el objeto real del Estado Laico es promover la convivencia pacífica entre las diferentes religiones, beneficiando así al Estado que, sin asumir ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia de la dimensión religiosa en la sociedad, favoreciendo sus expresiones más concretas.[2]

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Un Estado Laico no puede declararse a favor o en contra de creencia o religión, como tampoco puede favorecerles en ningún sentido. Sin embargo, por otro lado, el principio de laicidad respeta la diversidad de creencias y cultos, porque es parte de su naturaleza. Ser un Estado Laico no implica que somos un Estado en donde no se puede hablar de religión, o en donde la gran mayoría de ciudadanos no pueden expresar sus creencias de manera pública. Un Estado Laico no es aquel en donde no existen religiones, sino en donde el Estado no tiene preferencia ni se inclina por una religión.

Pero entonces ¿Cuál es el verdadero problema y la constante insistencia en recordarnos que Guatemala es un Estado Laico? Porque sí, Guatemala sí es un Estado Laico (que no es lo mismo que un estado laicista). Pareciera que los pocos no creyentes del país (Humanistas de Guatemala, bloggers de Nómada, uno que otro columnista de Plaza Pública y bastantes tuiteros, entre otros) -aquellos quienes además de ser no creyentes aborrecen la religión- no soportan que la sociedad guatemalteca sea en su mayoría conservadora, y buscan constantemente callarnos, censurarnos y anular nuestro derecho de participación ciudadana. Les molesta de sobremanera que, en palabras de Daniel Haering: “El guatemalteco es conservador de raíces religiosas”.

[1] Numeral 214, DOCAT (Doctrina Social de la Iglesia, para jóvenes).

[2] Papa Francisco, 27 de julio de 2013 (parafraseado).

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

¡Atención! Guatemala es un Estado Laico

María Renée Estrada
10 de septiembre, 2018

En estos dorados tiempos es cada vez más frecuente escuchar a una que otra persona repetir una y otra vez que Guatemala es un Estado Laico. ¡Y cuánta razón! Guatemala sí es un Estado Laico. Pero para la inmensa mayoría de creyentes, que profesamos algún credo, es imperante reconocer qué significa que seamos un Estado Laico, y cuál es la diferencia con el laicismo que pretenden imponernos todos aquellos que le tienen tirria o alergia a la religión.

“La Iglesia se muestra crítica con el laicismo que quiere excluir a la religión de la vida pública. Alaba eso sí un tipo de laicidad cooperativa que, aun distinguiendo cuidadosamente entre las competencias de la Iglesia y el Estado, se esfuerce por una colaboración positiva entre ambos mirando por el bien del hombre. Los cristianos estamos llamados a comprometernos de manera especial con la libertad como derecho fundamental básico, la participación política, los principios fundamentales del Estado social, la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa. Los laicistas repiten una y otra vez que en no pocas ocasiones hubo que imponer los principios democráticos a la resistencia cristiana y de la Iglesia. Sin embargo, el principio de la dignidad individual, que es sobre el que se erige cualquier democracia moderna, se asienta en la antropología cristiana.”[1]

Por tanto, es importante hacer la clara distinción entre un Estado Laico y el laicismo (del griego laós, que significa pueblo) impositivo, el cual se trata de una corriente política que pide una estricta separación de Iglesia y Estado (en donde hablar de religión en cualquier esfera pública es un atentado). Para los laicistas (como por ejemplo Humanistas de Guatemala, los bloggers de Nómada y uno que otro columnista de Plaza Pública) la religión no es más que un <<asunto privado>> y, por ello, no debe ser apoyada de ninguna manera por el Estado. Sin embargo, el objeto real del Estado Laico es promover la convivencia pacífica entre las diferentes religiones, beneficiando así al Estado que, sin asumir ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia de la dimensión religiosa en la sociedad, favoreciendo sus expresiones más concretas.[2]

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Un Estado Laico no puede declararse a favor o en contra de creencia o religión, como tampoco puede favorecerles en ningún sentido. Sin embargo, por otro lado, el principio de laicidad respeta la diversidad de creencias y cultos, porque es parte de su naturaleza. Ser un Estado Laico no implica que somos un Estado en donde no se puede hablar de religión, o en donde la gran mayoría de ciudadanos no pueden expresar sus creencias de manera pública. Un Estado Laico no es aquel en donde no existen religiones, sino en donde el Estado no tiene preferencia ni se inclina por una religión.

Pero entonces ¿Cuál es el verdadero problema y la constante insistencia en recordarnos que Guatemala es un Estado Laico? Porque sí, Guatemala sí es un Estado Laico (que no es lo mismo que un estado laicista). Pareciera que los pocos no creyentes del país (Humanistas de Guatemala, bloggers de Nómada, uno que otro columnista de Plaza Pública y bastantes tuiteros, entre otros) -aquellos quienes además de ser no creyentes aborrecen la religión- no soportan que la sociedad guatemalteca sea en su mayoría conservadora, y buscan constantemente callarnos, censurarnos y anular nuestro derecho de participación ciudadana. Les molesta de sobremanera que, en palabras de Daniel Haering: “El guatemalteco es conservador de raíces religiosas”.

[1] Numeral 214, DOCAT (Doctrina Social de la Iglesia, para jóvenes).

[2] Papa Francisco, 27 de julio de 2013 (parafraseado).

República es ajena a la opinión expresada en este artículo