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Migrantes empujados a hacer funcionar fábrica en medio del Covid

AFP
05 de mayo, 2020

El coronavirus golpeó de lleno a los obreros del sector avícola estadounidense, una mano de obra barata y vital para una industria de Estados Unidos.

“Cada día, le pido a Dios que no me pase nada”, dijo Tina, empleada en una recinto de procesamiento de aves del grupo Perdue en Georgetown, Delaware. 

Quisiera quedarme en casa con mis tres hijos pero no tengo elección. Las cuentas llegan de todas partes“, explica la joven de 27 años.

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Es una de las pocas personas que acepta hablar, aunque no da su nombre completo por temor a represalias, ya que Perdue es una de las más importantes fuentes de trabajo de la región.

Otras noticias: Organizaciones darán apoyo económico a migrantes en Colorado

La empresa rechaza dar información sobre los casos positivos detectados, entonces “todo el mundo tiene temor, trabajamos muy cerca unos de otros y era tal vez alguien a mi lado, a quien le hablé“, que estaba enfermo, afirma Tania quien denuncia medidas sanitarias de prevención tardías e insuficientes.

“Deberían cerrar la usina algunas semanas para desinfectarla enteramente”, explica, con la cara semicubierta bajo una mascarilla quirúrgica.

Los casos de coronavirus explotaron recientemente en las usinas de la península de Delmarva, una región que se extiende por el sur de Delaware, el este de Maryland y el noreste de Virginia.

Los haitianos y los hispanos han sido las primeras víctimas del virus. Componen el grueso de una mano de obra barata en un sector crucial para la economía, toda vez que la carne de pollo es la más consumida en Estados Unidos.

Covid en la ciudad

En la pequeña ciudad de Salisbury, sede histórica de Perdue, muchos rechazan el confinamiento por temor a ser despedidos. “Incluso si tienen fiebre, toman un comprimido y van a trabajar”, explica un responsable de asociaciones locales..

La covid-19 le tocó de cerca, con el deceso de su primo, de 44 años. Empleado de Perdue, fue hospitalizado a inicios de abril por insuficiencia respiratoria. Murió menos de dos semanas después.

La enfermedad progresa también por el temor a los hospitales y la barrera del idioma, estiman algunos médicos.

Al ver las imágenes de Nueva York y las fosas comunes, las personas tienen miedo de no recibir los cuidados adecuados en el hospital y morir“, explica Nadya Julien, una enfermera independiente que trata a muchos obreros en su consultorio.

Ella misma se contagió del virus y fue hospitalizada durante diez días en abril, y ahora cuenta su historia a sus pacientes para convencerlos de superar el miedo.

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“Deberían cerrar la usina algunas semanas para desinfectarla enteramente”, explica, con la cara semicubierta bajo una mascarilla quirúrgica.

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