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¿Por qué afirma Ludwig von Mises que la acción humana es siempre racional?

Warren Orbaugh
17 de agosto, 2020

Afirma, von Mises, el economista austriaco, que la acción humana es siempre racional, porque está es conducta deliberada qué persigue un fin. El fin al que apunta la acción humana es el alivio de un malestar o incomodidad. El hombre al actuar siempre busca cambiar una situación que considera menos satisfactoria por una que cree será más satisfactoria. 

Al actuar el hombre siempre ve las cosas como medios para alcanzar fines. En la realidad sólo existen cosas tal como son. El ver las cosas como medios es una perspectiva humana, una forma de considerar las cosas en función de la utilidad que espera de éstas. La utilidad es la importancia que le atribuye a cierta cosa por su supuesta capacidad para suprimir determinada incomodidad humana. Los medios, pues, no aparecen como tales en el mundo, donde sólo existen cosas o entidades tal cual son, que son consideradas como medios, mediante la razón, que advierte al hombre de la idoneidad de éstas para atender sus propósitos, y que son en efecto convertidas en medios por la acción. Es de capital importancia observar que las entidades o cosas del mundo llegan a ser medios sólo gracias a la mente humana y la acción que los engendra.

Ayn Rand tiene un hermoso pasaje al principio de su novela El Manantial, donde Roark – el arquitecto protagonista – ve la naturaleza de esta manera: 

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«Vio el granito. Para cortarlo, pensó, y convertirlo en muros. Vio un árbol. Para partirlo y convertirlo en vigas. Vio una raya de óxido en la piedra y pensó en mineral de hierro bajo el suelo. Para ser fundido y emerger como trabes contra el cielo.

Estas rocas, pensó, están aquí para mí; esperando por el taladro, la dinamita y mi voz; esperando ser partidas, desgarradas, cinceladas, renacidas; esperando por la forma que mis manos les darán.»

El hombre que actúa valora las cosas como medios para eliminar sus incomodidades o malestares, decidiendo entre las diversas posibilidades ofrecidas a su elección, prefiriendo una determinada cosa a las demás. Al evaluar distintos estados de satisfacción y los medios para alcanzarlos, el hombre ordena las cosas en una escala y las ve sólo según su relevancia en el incremento de su propia satisfacción. Su escala de valores toma corporeidad sólo cuando se produce la acción humana. Sólo cuando actúa para conseguir o conservar determinado medio para alcanzar un fin, es que podemos calificar a éstos de valores. El fin es su valor último, el beneficio que persigue, que es puramente subjetivo, al no ser más que aquel incremento de satisfacción que se obtiene al actuar. Los medios son valorados en razón a su utilidad para la remoción del malestar, lograda en mayor o menor medida, y que sólo cabe sentirla. Por esto, la noción de utilidad es equivalente a valor de uso subjetivo. Dicho de otra manera, uno valora determinada cosa por suponer que le será de utilidad al usarla para remover el propio malestar, por imaginar que los servicios que dicha cosa puede proporcionarle son adecuados para mejorar el bienestar propio, por pensar que ayudará a conseguir el propio beneficio. 

Mises también hace alusión a otro concepto no menos importante: el valor de uso objetivo o concepto técnico de utilidad, que consiste en la relación existente entre una cosa y el efecto que la misma puede producir. Como cuando decimos que el martillo sirve para hincar clavos, o el azúcar sirve para endulzar, o el alcohol sirve para desinfectar. 

Ayn Rand llama valor objetivo a lo que Mises llama al hecho de que el valor de uso subjetivo se base en el valor de uso objetivo. Esta dependencia es de particular importancia en un sistema ético que tiene la vida como estándar de valor, y la vida propia como propósito o fin que los valores como medios deben servir. Basado en este criterio, Rand identifica como valor cardinal a la razón o entendimiento, por ser ésta la facultad que le permite al hombre identificar la realidad a partir de la evidencia de sus sentidos, y así evaluar lo identificado para determinar si le es de provecho o le es perjudicial, y entonces dirigir su acción acorde a sus conclusiones. La razón es el principal medio de supervivencia del hombre, para poder vivir la vida como la conciba. Y la virtud para tener y conservar este valor, objetivamente preciado, nos dice Rand, es la racionalidad. 

La racionalidad, la virtud básica del hombre y fuente de todas sus otras virtudes, es el hábito de razonar bien y objetivamente. Razonar bien significa adherirse voluntariamente a la realidad aplicando objetivamente el método de la lógica.  El método de la lógica exige la consistencia, la aplicación de los principios de no contradicción y del tercio excluso. Por eso, Rand llamó al razonamiento lógico, el arte de la identificación no contradictoria. 

La objetividad exige examinar la evidencia sin prejuicios, considerar los hechos, y no poner ninguna consideración, sean estos sentimientos o deseos, por encima de la verdad. La objetividad requiere poder distinguir entre el razonamiento válido y el razonamiento falaz, entre que constituye evidencia, y que tipo o cantidad de razones constituyen prueba.

Ser objetivo es poder distanciarse de nuestro proceso mental, y verlo como si fuera una actividad externa, convirtiéndolo así, tanto en cuanto a método y forma, en el objeto de nuestro examen. Un proceso de razonamiento objetivo es aquel que se observa, inspecciona, examina y juzga tal como se hace con los objetos de nuestro conocimiento perceptual. En el nivel perceptual uno convierte una cosa, digamos un auto rojo, en objeto de nuestra percepción al fijar nuestra mirada en él; en el nivel conceptual, uno convierte un proceso de razonamiento en un objeto de juicio al fijar nuestra atención en él. Al reflexionar en el razonamiento, uno se convierte en su juez y no en su defensor. Uno establece cierta distancia entre uno y el razonamiento, una separación que facilita evitar factores distorsionantes, como un punto de vista demasiado estrecho, o mecanismos de defensa psicológicos como la racionalización.

Así pues, es de capital importancia que nuestro valor de uso subjetivo se base en el valor de uso objetivo. Pero esto no es siempre el caso. A menudo el valor de uso subjetivo puede no basarse en el valor de uso objetivo, por la suposición errónea de que ciertas cosas gozan de la capacidad para producir ciertos efectos deseados. Por ejemplo, cuando un artista consume drogas alucinógenas suponiendo que van a aumentar su creatividad y lo que le producen es una enfermedad mental. Y también se da el caso de que hay cosas capaces de producir un efecto deseado al que no se les atribuye valor de uso alguno porque la gente ignora este hecho, como sucedió por mucho tiempo con el petróleo, al que no se le advertía utilidad alguna. 

Entonces, Ludwig von Mises afirma que la acción humana es siempre racional porque esta conducta implica siempre deliberar, es decir, razonar con el propósito de identificar la posible utilidad de las cosas y así valorarlas como medios para sustituir un estado de insatisfacción por uno que se concibe como más satisfactorio. Esto no quiere decir que el hombre siempre razona bien, que siempre delibera correctamente, que siempre piensa con lógica. Por ser el razonamiento voluntario, a diferencia de la percepción que es inerrable, es susceptible a la equivocación. No obstante, el hombre actúa según su razonamiento, haya sido correcto o no. De ahí que la acción humana es siempre racional.

¿Por qué afirma Ludwig von Mises que la acción humana es siempre racional?

Warren Orbaugh
17 de agosto, 2020

Afirma, von Mises, el economista austriaco, que la acción humana es siempre racional, porque está es conducta deliberada qué persigue un fin. El fin al que apunta la acción humana es el alivio de un malestar o incomodidad. El hombre al actuar siempre busca cambiar una situación que considera menos satisfactoria por una que cree será más satisfactoria. 

Al actuar el hombre siempre ve las cosas como medios para alcanzar fines. En la realidad sólo existen cosas tal como son. El ver las cosas como medios es una perspectiva humana, una forma de considerar las cosas en función de la utilidad que espera de éstas. La utilidad es la importancia que le atribuye a cierta cosa por su supuesta capacidad para suprimir determinada incomodidad humana. Los medios, pues, no aparecen como tales en el mundo, donde sólo existen cosas o entidades tal cual son, que son consideradas como medios, mediante la razón, que advierte al hombre de la idoneidad de éstas para atender sus propósitos, y que son en efecto convertidas en medios por la acción. Es de capital importancia observar que las entidades o cosas del mundo llegan a ser medios sólo gracias a la mente humana y la acción que los engendra.

Ayn Rand tiene un hermoso pasaje al principio de su novela El Manantial, donde Roark – el arquitecto protagonista – ve la naturaleza de esta manera: 

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«Vio el granito. Para cortarlo, pensó, y convertirlo en muros. Vio un árbol. Para partirlo y convertirlo en vigas. Vio una raya de óxido en la piedra y pensó en mineral de hierro bajo el suelo. Para ser fundido y emerger como trabes contra el cielo.

Estas rocas, pensó, están aquí para mí; esperando por el taladro, la dinamita y mi voz; esperando ser partidas, desgarradas, cinceladas, renacidas; esperando por la forma que mis manos les darán.»

El hombre que actúa valora las cosas como medios para eliminar sus incomodidades o malestares, decidiendo entre las diversas posibilidades ofrecidas a su elección, prefiriendo una determinada cosa a las demás. Al evaluar distintos estados de satisfacción y los medios para alcanzarlos, el hombre ordena las cosas en una escala y las ve sólo según su relevancia en el incremento de su propia satisfacción. Su escala de valores toma corporeidad sólo cuando se produce la acción humana. Sólo cuando actúa para conseguir o conservar determinado medio para alcanzar un fin, es que podemos calificar a éstos de valores. El fin es su valor último, el beneficio que persigue, que es puramente subjetivo, al no ser más que aquel incremento de satisfacción que se obtiene al actuar. Los medios son valorados en razón a su utilidad para la remoción del malestar, lograda en mayor o menor medida, y que sólo cabe sentirla. Por esto, la noción de utilidad es equivalente a valor de uso subjetivo. Dicho de otra manera, uno valora determinada cosa por suponer que le será de utilidad al usarla para remover el propio malestar, por imaginar que los servicios que dicha cosa puede proporcionarle son adecuados para mejorar el bienestar propio, por pensar que ayudará a conseguir el propio beneficio. 

Mises también hace alusión a otro concepto no menos importante: el valor de uso objetivo o concepto técnico de utilidad, que consiste en la relación existente entre una cosa y el efecto que la misma puede producir. Como cuando decimos que el martillo sirve para hincar clavos, o el azúcar sirve para endulzar, o el alcohol sirve para desinfectar. 

Ayn Rand llama valor objetivo a lo que Mises llama al hecho de que el valor de uso subjetivo se base en el valor de uso objetivo. Esta dependencia es de particular importancia en un sistema ético que tiene la vida como estándar de valor, y la vida propia como propósito o fin que los valores como medios deben servir. Basado en este criterio, Rand identifica como valor cardinal a la razón o entendimiento, por ser ésta la facultad que le permite al hombre identificar la realidad a partir de la evidencia de sus sentidos, y así evaluar lo identificado para determinar si le es de provecho o le es perjudicial, y entonces dirigir su acción acorde a sus conclusiones. La razón es el principal medio de supervivencia del hombre, para poder vivir la vida como la conciba. Y la virtud para tener y conservar este valor, objetivamente preciado, nos dice Rand, es la racionalidad. 

La racionalidad, la virtud básica del hombre y fuente de todas sus otras virtudes, es el hábito de razonar bien y objetivamente. Razonar bien significa adherirse voluntariamente a la realidad aplicando objetivamente el método de la lógica.  El método de la lógica exige la consistencia, la aplicación de los principios de no contradicción y del tercio excluso. Por eso, Rand llamó al razonamiento lógico, el arte de la identificación no contradictoria. 

La objetividad exige examinar la evidencia sin prejuicios, considerar los hechos, y no poner ninguna consideración, sean estos sentimientos o deseos, por encima de la verdad. La objetividad requiere poder distinguir entre el razonamiento válido y el razonamiento falaz, entre que constituye evidencia, y que tipo o cantidad de razones constituyen prueba.

Ser objetivo es poder distanciarse de nuestro proceso mental, y verlo como si fuera una actividad externa, convirtiéndolo así, tanto en cuanto a método y forma, en el objeto de nuestro examen. Un proceso de razonamiento objetivo es aquel que se observa, inspecciona, examina y juzga tal como se hace con los objetos de nuestro conocimiento perceptual. En el nivel perceptual uno convierte una cosa, digamos un auto rojo, en objeto de nuestra percepción al fijar nuestra mirada en él; en el nivel conceptual, uno convierte un proceso de razonamiento en un objeto de juicio al fijar nuestra atención en él. Al reflexionar en el razonamiento, uno se convierte en su juez y no en su defensor. Uno establece cierta distancia entre uno y el razonamiento, una separación que facilita evitar factores distorsionantes, como un punto de vista demasiado estrecho, o mecanismos de defensa psicológicos como la racionalización.

Así pues, es de capital importancia que nuestro valor de uso subjetivo se base en el valor de uso objetivo. Pero esto no es siempre el caso. A menudo el valor de uso subjetivo puede no basarse en el valor de uso objetivo, por la suposición errónea de que ciertas cosas gozan de la capacidad para producir ciertos efectos deseados. Por ejemplo, cuando un artista consume drogas alucinógenas suponiendo que van a aumentar su creatividad y lo que le producen es una enfermedad mental. Y también se da el caso de que hay cosas capaces de producir un efecto deseado al que no se les atribuye valor de uso alguno porque la gente ignora este hecho, como sucedió por mucho tiempo con el petróleo, al que no se le advertía utilidad alguna. 

Entonces, Ludwig von Mises afirma que la acción humana es siempre racional porque esta conducta implica siempre deliberar, es decir, razonar con el propósito de identificar la posible utilidad de las cosas y así valorarlas como medios para sustituir un estado de insatisfacción por uno que se concibe como más satisfactorio. Esto no quiere decir que el hombre siempre razona bien, que siempre delibera correctamente, que siempre piensa con lógica. Por ser el razonamiento voluntario, a diferencia de la percepción que es inerrable, es susceptible a la equivocación. No obstante, el hombre actúa según su razonamiento, haya sido correcto o no. De ahí que la acción humana es siempre racional.