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¡Basta de arrogancia! ¡Abran los colegios!

Jose Fernando Orellana
04 de septiembre, 2020

En una especie de ejercicio pseudocientífico, la COPRECOVID con el respaldo del presidente Alejandro Giammattei se ha dedicado a experimentar con los protocolos de reapertura, autorizando la operación de algunas actividades, y postergando la operación de otras, a discreción del Dr. Edwin Asturias y su equipo. Sentados desde su escritorio y con su salario asegurado, este grupo de políticos se ha dado la libertad de decidir que los restaurantes pueden abrir, pero los parques no, que las iglesias pueden abrir, pero las universidades, los colegios y las escuelas no, que el zoológico puede abrir, pero el aeropuerto y los gimnasios aún no, y así interminablemente. 

En un país con casi un 20 por ciento de población analfabeta, la COPRECOVID sigue postergando la reapertura de universidades, colegios y escuelas. Esta medida tendrá un efecto devastador en el largo plazo, sumiendo al país en un subdesarrollo aún mayor. La educación es el camino más seguro para salir de la pobreza. Privar a los niños de ella los condenará a vidas más pobres, más cortas y menos satisfactorias. El Banco Mundial estima que cinco meses de cierre de escuelas y colegiosreducirían los ingresos de por vida de los niños que se ven afectados por dichos cierres, en un equivalente al 7 por cientodel PIB anual actual.

El COVID-19 es mucho menos letal de lo que se pensabaoriginalmente, con un riesgo de muerte para los adultos que aproximadamente equivale al riesgo de muerte por manejar un carro. En el caso de los niños, el riesgo es aún menor.  Un estudio publicado en la Revista de Pediatría de la Asociación Médica Estadounidense sugiere que “los niños continúan enfrentando un riesgo mucho mayor de contraer enfermedades graves por influenza estacional que por COVID-19”. Al revisarlos registros médicos de pacientes ingresados ​​en 46 Unidades de Cuidados Intensivos Pediátricos de Norteamérica, los autores del estudio confirmaron que “al 28 de abril de 2020, los CDC notificaron 8 muertes de niños de 14 años o menos relacionadas con el COVID-19 , mientras que hasta ahora ha habido 169 muertes relacionadas con la influenza en niños de 14 años o menos durante la temporada 2019-2020, y 81 de ellas ocurrieron en 2020 “.

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Sin embargo, la gran preocupación de muchos, es que los niños puedan contagiarse por asistir a clases, y propagarlo de forma masiva fuera de los colegios y las escuelas. Los datos de Inglaterra, publicados el 23 de agosto, analizados por un artículo en The Economist, son alentadores. Sus escuelas reabrieron en junio durante algunos años escolares antes de cerrar durante el verano un mes después. En ese período, solo el 0.01% de las escuelas preescolares y primarias tuvieron brotes de COVID-19, que afectaron a 70 niños y 128 miembros del personal. De 30 brotes escolares que se produjeron tras la reapertura, la fuente probable de contagio, en 20 de ellos, fue un miembro del personal. Los estudiantes fueron la fuente en 8 casos, y en 2casos la fuente no estaba clara.

El que la apertura de los colegios y las escuelas no implique un riesgo de contagio mayor que el de abrir restaurantes, es también la conclusión del caso de Suecia. El personal de sus guarderías y colegios que nunca cerraron, no tenía más probabilidades de infectarse que los que tenían otros trabajos. Un análisis publicado en The Lancet también concluyó que la evidencia de la efectividad del cierre de colegios como medidas efectivas para enfrentar la pandemia es muy débil y tendrá profundas consecuencias económicas y sociales, al tiempo que proporcionaría una reducción muy baja en las la reducción de lasgenerales de muerte. 

En contraposición a las presuntas “ventajas” de mantener los colegios y las escuelas cerradas, los costos de mantener el cierre son altísimos. Como bien se analiza en un editorial publicado en The Economist, los niños aprenden menos y pierden el hábito de aprender. Zoom es un pésimo sustituto de las aulas. Los niños pobres, que tienen menos probabilidades de tener una buena conexión a internet y padres educados, se quedan más atrás que niños más acomodados. Los padres que no tienen dónde dejar a sus hijos luchan por regresar al trabajo. Las madres soportan la carga más pesada y, por lo tanto, sufren un revés profesional mayor. Además, los niños que no asisten a clases tienen más probabilidades de sufrir abusos, desnutrición y mala salud mental.

Por otro lado, a diferencia de la pseudociencia detrás de los cierres prolongados de los centros educativos,  existe evidenciade que el cierre de escuelas y colegios es perjudicial para la salud mental de los niños, provocando un aumento de la depresión, el estrés, la ansiedad y las ideas suicidas. Otro estudio encontró que el 83 por ciento de los jóvenes con padecimientosde salud mental informaron que sus condiciones empeoraron durante la pandemia. 

Los colegios y las escuelas deberán identificar formas de proteger a los maestros y al personal vulnerable a través de una programación flexible, tomando medidas para que los estudiantes vulnerables continúen aprendiendo con las protecciones de salud adecuadas o de forma remota. En los países en donde los colegios han abierto, se han propuesto algunas medidas de sentido común, como lavarse las manos con frecuencia, hacer controles rutinarios a los estudiantes y al personal para detectar enfermedades, y mantener políticas meticulosas de higiene. Estas son medidas mínimamente disruptivas y fáciles adoptar. 

Otro factor que los arrogantes burócratas del ejecutivo parecen no ver (o no querer tomar en consideración) es el hecho de que los padres de muchos niños trabajan (si es que no perdieron sus empleos por causa del Gobierno) y no tienen personal de apoyo en el hogar, por lo que muchas familias enfrentan la dura situación de tener que elegir entre trabajar o apoyar a sus hijos en las actividades de enseñanza virtual. 

El caso de las universidades es aún más ridículo, pues a estas asisten adultos jóvenes que, al menos en teoría, son más capaces de entender y adoptar medidas de higiene y seguridad, de la misma forma en que se toman en restaurantes, centros comerciales e iglesias. 

Al final, este es un caso más en el que la libertad individual, y no el criterio de burócratas que creen tener toda la información para decirnos como vivir nuestra vida, debe prevalecer. En palabras de Jeffrey Tucker, “¿Cuánto vale tu vida y cómo quieres vivirla? ¿Qué importancia tienen las libertades que ejercitas a diario, ganadas con tanto esfuerzo? ¿Qué pasa con las vidas y libertades de los demás? La libertad nunca ha prevalecido sin voces apasionadas y valientes que la defiendan. Tenemos las herramientas ahora, muchas más que antes. Pueden estrangularnos, pero finalmente no pueden apagarnos.  Necesitamos contrarrestar el brutalismo de los encierros. Necesitamos hablar y actuar con comprensión humana y gran respeto por el funcionamiento social en libertad y la esperanza para el futuro que viene con él. Los enemigos de la libertad y los derechos humanos se han revelado a la vista del mundo. Está en juego el bienestar de todos nosotros”.

¡Basta de arrogancia! ¡Abran los colegios!

Jose Fernando Orellana
04 de septiembre, 2020

En una especie de ejercicio pseudocientífico, la COPRECOVID con el respaldo del presidente Alejandro Giammattei se ha dedicado a experimentar con los protocolos de reapertura, autorizando la operación de algunas actividades, y postergando la operación de otras, a discreción del Dr. Edwin Asturias y su equipo. Sentados desde su escritorio y con su salario asegurado, este grupo de políticos se ha dado la libertad de decidir que los restaurantes pueden abrir, pero los parques no, que las iglesias pueden abrir, pero las universidades, los colegios y las escuelas no, que el zoológico puede abrir, pero el aeropuerto y los gimnasios aún no, y así interminablemente. 

En un país con casi un 20 por ciento de población analfabeta, la COPRECOVID sigue postergando la reapertura de universidades, colegios y escuelas. Esta medida tendrá un efecto devastador en el largo plazo, sumiendo al país en un subdesarrollo aún mayor. La educación es el camino más seguro para salir de la pobreza. Privar a los niños de ella los condenará a vidas más pobres, más cortas y menos satisfactorias. El Banco Mundial estima que cinco meses de cierre de escuelas y colegiosreducirían los ingresos de por vida de los niños que se ven afectados por dichos cierres, en un equivalente al 7 por cientodel PIB anual actual.

El COVID-19 es mucho menos letal de lo que se pensabaoriginalmente, con un riesgo de muerte para los adultos que aproximadamente equivale al riesgo de muerte por manejar un carro. En el caso de los niños, el riesgo es aún menor.  Un estudio publicado en la Revista de Pediatría de la Asociación Médica Estadounidense sugiere que “los niños continúan enfrentando un riesgo mucho mayor de contraer enfermedades graves por influenza estacional que por COVID-19”. Al revisarlos registros médicos de pacientes ingresados ​​en 46 Unidades de Cuidados Intensivos Pediátricos de Norteamérica, los autores del estudio confirmaron que “al 28 de abril de 2020, los CDC notificaron 8 muertes de niños de 14 años o menos relacionadas con el COVID-19 , mientras que hasta ahora ha habido 169 muertes relacionadas con la influenza en niños de 14 años o menos durante la temporada 2019-2020, y 81 de ellas ocurrieron en 2020 “.

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Sin embargo, la gran preocupación de muchos, es que los niños puedan contagiarse por asistir a clases, y propagarlo de forma masiva fuera de los colegios y las escuelas. Los datos de Inglaterra, publicados el 23 de agosto, analizados por un artículo en The Economist, son alentadores. Sus escuelas reabrieron en junio durante algunos años escolares antes de cerrar durante el verano un mes después. En ese período, solo el 0.01% de las escuelas preescolares y primarias tuvieron brotes de COVID-19, que afectaron a 70 niños y 128 miembros del personal. De 30 brotes escolares que se produjeron tras la reapertura, la fuente probable de contagio, en 20 de ellos, fue un miembro del personal. Los estudiantes fueron la fuente en 8 casos, y en 2casos la fuente no estaba clara.

El que la apertura de los colegios y las escuelas no implique un riesgo de contagio mayor que el de abrir restaurantes, es también la conclusión del caso de Suecia. El personal de sus guarderías y colegios que nunca cerraron, no tenía más probabilidades de infectarse que los que tenían otros trabajos. Un análisis publicado en The Lancet también concluyó que la evidencia de la efectividad del cierre de colegios como medidas efectivas para enfrentar la pandemia es muy débil y tendrá profundas consecuencias económicas y sociales, al tiempo que proporcionaría una reducción muy baja en las la reducción de lasgenerales de muerte. 

En contraposición a las presuntas “ventajas” de mantener los colegios y las escuelas cerradas, los costos de mantener el cierre son altísimos. Como bien se analiza en un editorial publicado en The Economist, los niños aprenden menos y pierden el hábito de aprender. Zoom es un pésimo sustituto de las aulas. Los niños pobres, que tienen menos probabilidades de tener una buena conexión a internet y padres educados, se quedan más atrás que niños más acomodados. Los padres que no tienen dónde dejar a sus hijos luchan por regresar al trabajo. Las madres soportan la carga más pesada y, por lo tanto, sufren un revés profesional mayor. Además, los niños que no asisten a clases tienen más probabilidades de sufrir abusos, desnutrición y mala salud mental.

Por otro lado, a diferencia de la pseudociencia detrás de los cierres prolongados de los centros educativos,  existe evidenciade que el cierre de escuelas y colegios es perjudicial para la salud mental de los niños, provocando un aumento de la depresión, el estrés, la ansiedad y las ideas suicidas. Otro estudio encontró que el 83 por ciento de los jóvenes con padecimientosde salud mental informaron que sus condiciones empeoraron durante la pandemia. 

Los colegios y las escuelas deberán identificar formas de proteger a los maestros y al personal vulnerable a través de una programación flexible, tomando medidas para que los estudiantes vulnerables continúen aprendiendo con las protecciones de salud adecuadas o de forma remota. En los países en donde los colegios han abierto, se han propuesto algunas medidas de sentido común, como lavarse las manos con frecuencia, hacer controles rutinarios a los estudiantes y al personal para detectar enfermedades, y mantener políticas meticulosas de higiene. Estas son medidas mínimamente disruptivas y fáciles adoptar. 

Otro factor que los arrogantes burócratas del ejecutivo parecen no ver (o no querer tomar en consideración) es el hecho de que los padres de muchos niños trabajan (si es que no perdieron sus empleos por causa del Gobierno) y no tienen personal de apoyo en el hogar, por lo que muchas familias enfrentan la dura situación de tener que elegir entre trabajar o apoyar a sus hijos en las actividades de enseñanza virtual. 

El caso de las universidades es aún más ridículo, pues a estas asisten adultos jóvenes que, al menos en teoría, son más capaces de entender y adoptar medidas de higiene y seguridad, de la misma forma en que se toman en restaurantes, centros comerciales e iglesias. 

Al final, este es un caso más en el que la libertad individual, y no el criterio de burócratas que creen tener toda la información para decirnos como vivir nuestra vida, debe prevalecer. En palabras de Jeffrey Tucker, “¿Cuánto vale tu vida y cómo quieres vivirla? ¿Qué importancia tienen las libertades que ejercitas a diario, ganadas con tanto esfuerzo? ¿Qué pasa con las vidas y libertades de los demás? La libertad nunca ha prevalecido sin voces apasionadas y valientes que la defiendan. Tenemos las herramientas ahora, muchas más que antes. Pueden estrangularnos, pero finalmente no pueden apagarnos.  Necesitamos contrarrestar el brutalismo de los encierros. Necesitamos hablar y actuar con comprensión humana y gran respeto por el funcionamiento social en libertad y la esperanza para el futuro que viene con él. Los enemigos de la libertad y los derechos humanos se han revelado a la vista del mundo. Está en juego el bienestar de todos nosotros”.