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El poder blando y la política exterior de EEUU.

Nicholas Virzi
16 de abril, 2021

“El famoso consenso centrista que caracterizaba el sistema político americano y le daba tremenda estabilidad es cosa del pasado. Con su ida se va también parte del poder blando de EEUU.”

Hay muchas expectativas y opiniones encontradas sobre la política exterior de la Administración Biden para con Centroamérica. En Guatemala, muchos de derecha ven con preocupación lo que perciben la injerencia de EEUU en los asuntos internos del país. Muchos de izquierda celebran lo que esperan será una injerencia más directa de EEUU, para imponer una agenda política afín a sus preferencias políticas.

Pese a las expectativas, la realidad está entre estas dos posiciones. La verdad es que EEUU tiene bastantes retos para implementar su agenda política en la región. El poder de EEUU de imponer su voluntad en la región es limitado. Para entender mejor esa afirmación, es necesario analizar el concepto del poder.

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El politólogo Joseph Nye distingue entre dos tipos básicos de poder, el duro y el blando. El poder duro se refiere a la habilidad de coaccionar. El poder blando se refiere a la habilidad de atraer y persuadir. Nye explica:

“Cuando puedes conseguir que otros admiren tus ideales y quieran lo que tú quieres, no tienes que gastar tanto en palos y zanahorias para moverlos en tu dirección.” (Nye, Joseph, 2004. Soft Power, p. x)

Ejemplos de la aplicación del poder duro (incentivos y/o castigos) en la región abundan, desde las intervenciones militares o golpes de estado en países como Haití, Nicaragua, Grenada, Guatemala, y Panamá, para solo mencionar algunos casos. Sin embargo, EEUU está consciente que este tipo de acciones siempre ha anticuerpos fuertes en la región, curiosamente entre los políticos e intelectuales de izquierda que hoy claman por más intervención directa. EEUU ahora aplica el poder duro por otros medios, como sanciones económicas a políticos que identifican como partícipes en la corrupción y/o el narcotráfico, o los incentivos que pretender dar con los $4 millardos de ayuda externa destinados para el Tríangulo Norte por la Administración Biden. El poder duro de EEUU sigue siendo para nuestra región relevante, aunque no determinante.

El poder blando de EEUU también es relevante para nuestra región. El poder blando tiene tres categorías que son la cultura, los valores políticos y las políticas [exteriores]. A pesar de la marcada tendencia anti-gringa de las élites intelectuales de la región, los mismos que esperan con ansias más intervención directa de EEUU en nuestros asuntos internos, siempre ha existido una fuerte atracción por EEUU en los países centroamericanos. Guatemala no es la excepción. La moda, el deporte, la música de EEUU es bastante popular en Guatemala. Irónicamente, es esa atracción por lo Americano que también incide en uno de los mayores retos que afronta EEUU ahora para con la región: ¿Cómo detener la emigración hacia EEUU?

Desde su fundación, EEUU ha gozado de poder blando. Su nuevo sistema de gobierno república, su exaltación de la libertad política y económica, su creciente prosperidad, atraían la atención y admiración de muchos pueblos alrededor del mundo. A lo largo de los últimos siglos desde su fundación, el número de regímenes políticos liberales ha ido creciendo, hasta llegando a incluir la mayoría de los países en el mundo. Los pueblos quieren lo que EEUU ha querido históricamente para ellos: liberalismo político y económico.  

Este poder de atracción y persuasión que EEUU ha tenido históricamente es fácil de entender. Como explica Matthew Spalding, Director del Centro de Estudios Americanos en la Fundación Heritage:

“Estados Unidos justificó su independencia y luego formó una nación en torno a principios que se entendían como verdaderos no solo para los estadounidenses, sino para todos en todas partes.” (Spalding, M. 2010, Los fundadores de Estados Unidos y los principios de la política exterior, p.5)

Sin embargo, el poder de EEUU hoy va en marcado declive, tanto su poder duro como su poder blando. El declive del poder duro de EEUU se ve reflejado en el debilitamiento de su poderío militar, que ha venido decayendo en términos relativos, cuando se compara con China, por ejemplo, una potencia que va en ascenso. 

El declive del poder blando de EEUU es todavía más marcado. EEUU ya no es el mismo EEUU, y esto lo ven en otros países, especialmente los nuestros. EEUU sufre de una polarización política que solo va en auge. Todas las instituciones claves de EEUU han perdido prestigio y legitimidad ante gran parte de misma población. Y eso es algo que otros países no van a querer replicar. La burocracia federal, el legislativo, la comunidad de inteligencia, el sistema de justicia, la policía, las fuerzas armadas, las universidades, los grandes medios de comunicación, las grandes corporaciones, todos han perdido la confianza de gran parte del pueblo americano. 

Nada indica que las instituciones de EEUU van a recuperar la confianza del pueblo americano. Es más, todo apunta que la polarización en EEUU va a seguir creciendo, porque las mismas élites de EEUU lo están promoviendo. Los Demócratas controlan la Cámara Baja y el Senado por la ventaja más estrecha, pero pretenden gobernar e imponer la agenda política más ambiciosa y radical en la historia del país. Desde el partido en el poder, hay cero intenciones de co-gobernar con la minoría. 

Mientras tanto, se busca constantemente las formas para atacar a la oposición, con las descalificaciones más desagradables posible. La presidente de la Cámara Baja, Nancy Pelosi ordenó poner detectores de armas en el Congreso con la intención de impedir que representantes Republicanos ejercen su derecho constitucional de portar armas en el Congreso, cómo ha sido permitido en el pasado. El mensaje es claro, los Demócratas consideran a sus colegas Republicanos como amenazas a su seguridad. La congresista Alexandria Ocasio-Cortez ha dicho que algunos Republicanos son supremacistas blancos dispuestos a colaborar con extremistas que le quieren hacer daño a ella y sus colegas Demócratas. 

El famoso consenso centrista que caracterizaba el sistema político americano y le daba tremenda estabilidad es cosa del pasado. Con su ida se va también parte del poder blando de EEUU. Su habilidad de persuadir en la escena global se va ir disminuyendo a medida que la clase política americana sea cada vez más integrada por personas que ven en EEUU un país con defectos de nacimiento irreparables. 

La narrativa que mueve la clase política en el poder en EEUU no es que algunos americanos son racistas, sino que EEUU en sí es un país racista. La clase política en el poder no solo crítica a la oposición de la manera más fuerte, sino critican a EEUU del mismo modo.  El mismo Presidente Joe Biden y la Vicepresidente Kamala Harris han denunciado el racismo sistémico de EEUU. El gobierno investiga a sus propias fuerzas armadas bajo la premisa que extremistas de derecha abundan en la institución militar. Por si el mundo entero no se había percatado del nivel de desconfianza y polarización que sufre EEUU en estos momentos, la embajadora de EEUU a la ONU, Linda Thomas-Greenfield declaró ante el mundo que la supremacía blanca está entretejida en los principios y documentos fundacionales de EEUU.

Hay implicaciones claras para la política exterior de EEUU que se derivan de su palpable polarización y de la pérdida de convicción en los principios, valores, y normas políticas que hicieron de ese país una superpotencia atractiva para muchos de los pueblos del mundo. 

El colapso precipitado de la legitimidad de las instituciones americanas es algo que tardó poquísimos años en suceder. Ningún país del mundo va a querer replicar el modelo americano si ese modelo es un fracaso, y estructuralmente racista además. 

¿Si EEUU ya no cree en EEUU, por qué lo harían otros países? La respuesta a esa pregunta es un mensaje que los enemigos de EEUU ya han recogido con enorme felicidad, al ver como el declive americano avanza de manera desenfrenada. 

El poder blando y la política exterior de EEUU.

Nicholas Virzi
16 de abril, 2021

“El famoso consenso centrista que caracterizaba el sistema político americano y le daba tremenda estabilidad es cosa del pasado. Con su ida se va también parte del poder blando de EEUU.”

Hay muchas expectativas y opiniones encontradas sobre la política exterior de la Administración Biden para con Centroamérica. En Guatemala, muchos de derecha ven con preocupación lo que perciben la injerencia de EEUU en los asuntos internos del país. Muchos de izquierda celebran lo que esperan será una injerencia más directa de EEUU, para imponer una agenda política afín a sus preferencias políticas.

Pese a las expectativas, la realidad está entre estas dos posiciones. La verdad es que EEUU tiene bastantes retos para implementar su agenda política en la región. El poder de EEUU de imponer su voluntad en la región es limitado. Para entender mejor esa afirmación, es necesario analizar el concepto del poder.

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El politólogo Joseph Nye distingue entre dos tipos básicos de poder, el duro y el blando. El poder duro se refiere a la habilidad de coaccionar. El poder blando se refiere a la habilidad de atraer y persuadir. Nye explica:

“Cuando puedes conseguir que otros admiren tus ideales y quieran lo que tú quieres, no tienes que gastar tanto en palos y zanahorias para moverlos en tu dirección.” (Nye, Joseph, 2004. Soft Power, p. x)

Ejemplos de la aplicación del poder duro (incentivos y/o castigos) en la región abundan, desde las intervenciones militares o golpes de estado en países como Haití, Nicaragua, Grenada, Guatemala, y Panamá, para solo mencionar algunos casos. Sin embargo, EEUU está consciente que este tipo de acciones siempre ha anticuerpos fuertes en la región, curiosamente entre los políticos e intelectuales de izquierda que hoy claman por más intervención directa. EEUU ahora aplica el poder duro por otros medios, como sanciones económicas a políticos que identifican como partícipes en la corrupción y/o el narcotráfico, o los incentivos que pretender dar con los $4 millardos de ayuda externa destinados para el Tríangulo Norte por la Administración Biden. El poder duro de EEUU sigue siendo para nuestra región relevante, aunque no determinante.

El poder blando de EEUU también es relevante para nuestra región. El poder blando tiene tres categorías que son la cultura, los valores políticos y las políticas [exteriores]. A pesar de la marcada tendencia anti-gringa de las élites intelectuales de la región, los mismos que esperan con ansias más intervención directa de EEUU en nuestros asuntos internos, siempre ha existido una fuerte atracción por EEUU en los países centroamericanos. Guatemala no es la excepción. La moda, el deporte, la música de EEUU es bastante popular en Guatemala. Irónicamente, es esa atracción por lo Americano que también incide en uno de los mayores retos que afronta EEUU ahora para con la región: ¿Cómo detener la emigración hacia EEUU?

Desde su fundación, EEUU ha gozado de poder blando. Su nuevo sistema de gobierno república, su exaltación de la libertad política y económica, su creciente prosperidad, atraían la atención y admiración de muchos pueblos alrededor del mundo. A lo largo de los últimos siglos desde su fundación, el número de regímenes políticos liberales ha ido creciendo, hasta llegando a incluir la mayoría de los países en el mundo. Los pueblos quieren lo que EEUU ha querido históricamente para ellos: liberalismo político y económico.  

Este poder de atracción y persuasión que EEUU ha tenido históricamente es fácil de entender. Como explica Matthew Spalding, Director del Centro de Estudios Americanos en la Fundación Heritage:

“Estados Unidos justificó su independencia y luego formó una nación en torno a principios que se entendían como verdaderos no solo para los estadounidenses, sino para todos en todas partes.” (Spalding, M. 2010, Los fundadores de Estados Unidos y los principios de la política exterior, p.5)

Sin embargo, el poder de EEUU hoy va en marcado declive, tanto su poder duro como su poder blando. El declive del poder duro de EEUU se ve reflejado en el debilitamiento de su poderío militar, que ha venido decayendo en términos relativos, cuando se compara con China, por ejemplo, una potencia que va en ascenso. 

El declive del poder blando de EEUU es todavía más marcado. EEUU ya no es el mismo EEUU, y esto lo ven en otros países, especialmente los nuestros. EEUU sufre de una polarización política que solo va en auge. Todas las instituciones claves de EEUU han perdido prestigio y legitimidad ante gran parte de misma población. Y eso es algo que otros países no van a querer replicar. La burocracia federal, el legislativo, la comunidad de inteligencia, el sistema de justicia, la policía, las fuerzas armadas, las universidades, los grandes medios de comunicación, las grandes corporaciones, todos han perdido la confianza de gran parte del pueblo americano. 

Nada indica que las instituciones de EEUU van a recuperar la confianza del pueblo americano. Es más, todo apunta que la polarización en EEUU va a seguir creciendo, porque las mismas élites de EEUU lo están promoviendo. Los Demócratas controlan la Cámara Baja y el Senado por la ventaja más estrecha, pero pretenden gobernar e imponer la agenda política más ambiciosa y radical en la historia del país. Desde el partido en el poder, hay cero intenciones de co-gobernar con la minoría. 

Mientras tanto, se busca constantemente las formas para atacar a la oposición, con las descalificaciones más desagradables posible. La presidente de la Cámara Baja, Nancy Pelosi ordenó poner detectores de armas en el Congreso con la intención de impedir que representantes Republicanos ejercen su derecho constitucional de portar armas en el Congreso, cómo ha sido permitido en el pasado. El mensaje es claro, los Demócratas consideran a sus colegas Republicanos como amenazas a su seguridad. La congresista Alexandria Ocasio-Cortez ha dicho que algunos Republicanos son supremacistas blancos dispuestos a colaborar con extremistas que le quieren hacer daño a ella y sus colegas Demócratas. 

El famoso consenso centrista que caracterizaba el sistema político americano y le daba tremenda estabilidad es cosa del pasado. Con su ida se va también parte del poder blando de EEUU. Su habilidad de persuadir en la escena global se va ir disminuyendo a medida que la clase política americana sea cada vez más integrada por personas que ven en EEUU un país con defectos de nacimiento irreparables. 

La narrativa que mueve la clase política en el poder en EEUU no es que algunos americanos son racistas, sino que EEUU en sí es un país racista. La clase política en el poder no solo crítica a la oposición de la manera más fuerte, sino critican a EEUU del mismo modo.  El mismo Presidente Joe Biden y la Vicepresidente Kamala Harris han denunciado el racismo sistémico de EEUU. El gobierno investiga a sus propias fuerzas armadas bajo la premisa que extremistas de derecha abundan en la institución militar. Por si el mundo entero no se había percatado del nivel de desconfianza y polarización que sufre EEUU en estos momentos, la embajadora de EEUU a la ONU, Linda Thomas-Greenfield declaró ante el mundo que la supremacía blanca está entretejida en los principios y documentos fundacionales de EEUU.

Hay implicaciones claras para la política exterior de EEUU que se derivan de su palpable polarización y de la pérdida de convicción en los principios, valores, y normas políticas que hicieron de ese país una superpotencia atractiva para muchos de los pueblos del mundo. 

El colapso precipitado de la legitimidad de las instituciones americanas es algo que tardó poquísimos años en suceder. Ningún país del mundo va a querer replicar el modelo americano si ese modelo es un fracaso, y estructuralmente racista además. 

¿Si EEUU ya no cree en EEUU, por qué lo harían otros países? La respuesta a esa pregunta es un mensaje que los enemigos de EEUU ya han recogido con enorme felicidad, al ver como el declive americano avanza de manera desenfrenada.