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Las lecciones que el electorado debe aprender

Ilustración: Gabriel López
Alejandro Palmieri
09 de agosto, 2023

Tanto ganadores como perdedores deben sacar lecciones de su resultado en estas elecciones; la derecha y la izquierda políticas -auto percibidas así en muchos casos- deben aprender y aplicar ese conocimiento adquirido si quieren trascender.  Deben evolucionar, en su mayoría.  Los partidos políticos que por no alcanzar siquiera el 5% de los votos y desaparecen, dejarán de estar en el panorama, pero no así sus dirigentes que buscarán recomponerse.  

Pero más allá de las lecciones que deben aprender partidos y políticos, quien más debe aprender de todo esto es el electorado.  Más allá de por quién se haya votado, lo que los ciudadanos vimos como “oferta” política tiene mucho que ver con lo que nosotros demandamos de aquella.  

Esa es la lección más importante.  Si nosotros, como electores, no exigimos más y mejor oferta política, esta nunca llegará.  Los políticos frecuentemente incumples las leyes, pero la ley del mínimo esfuerzo la cumplen siempre.

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Un buen punto de partida puede ser el pasar revista de lo más estrafalario de la campaña, de lo que más cringe generó.  Es de recordar la máxima de don Jesús Reyes Heroles, político de referencia mexicano, quien dijo que “en política, la forma es el fondo”.

Esta campaña se caracterizó, más que cualquier otra antes, por el uso de redes sociales, particularmente TikTok.  Allí, candidatos de toda la gama del espectro ideológico hicieron gala de comportamiento chusco.  Aunque también utilizaron esa plataforma para transmitir mensajes o hacer ofertas -populistas- lo que más se vio fueron gracejadas para intentar congraciarse con un público (votantes) más joven y que pasa horas viendo videos en esa red social.  

Efectos del estilo de campaña 

¿Funcionó? Para posicionarse, claro que sí.  La mejor muestra de ello es la altísima popularidad alcanzada por fallido candidato Carlos Pineda, quien en un momento se posicionó en primer lugar de las preferencias, según las encuestas publicadas por Nuestro Diario y por Prensa Libre.  Posteriormente, y a la salida de Pineda, se percibió que Edmond Mulet también subía en preferencias luego de que dedicara buen tiempo a aparecer en videos de TikTok. 

La cosa es que, a la luz del lugar que alcanzó Mulet en la elección del 25 de junio, lo que se percibía, finalmente no se materializó.  Alcanzó un quinto lugar (sexto si se cuenta el nulo) muy lejos de lo que se creía por su “popularidad” en esa red social, o lo que la gran mayoría de encuestas vaticinaba.  Queda como una incógnita si lo mismo pudo haberse aplicado a Pineda pues, aunque un nivel de conocimiento alto es un factor importante para ser votado, resultó que ser popular en redes no se traduce en votos el día de las elecciones.  

Ante esa realidad, otra lección que debemos aprender como votantes es, entonces, que la popularidad no es lo mismo a intención de voto.  Más serio aún, es que ser popular en redes no es, para nada, garantía de calidad propositiva y mucho menos de preparación para un cargo público.  La imagen mental de Pineda en pijama poniéndose una inyección en la nalga, o el video a modo de Mario Bros. de Mulet resonarán como ejemplos de lo dicho.  Popularidad y número de vistas o “likes” no se traduce a intención de voto.

Si desde siempre se criticó -con razón- las cancioncitas y las propuestas populistas, u ofrecimientos de programas clientelares para atraer el voto, como entrega de láminas, pelotas de futbol, etc. ahora los videos “simpáticos” engrosan la lista de lo que un político serio no debe hacer.  Propuestas programáticas, sólidas, son lo que un electorado pide; un electorado cada vez más instruido, pero sobre todo cansado de ofrecimientos vacíos.  Eso es lo que lleva al voto, no videos jocosos en TikTok.  

Las lecciones

Entonces, las lecciones para aprender por parte del electorado no son muchas, pero si claras: exigir seriedad en las propuestas, versus bromitas en redes sociales; exigir, también, debate entre los candidatos.  Si bien es harto difícil un debate cuando hay 23 candidatos a la presidencia, cuando ya solo quedan dos que van al balotaje, no asistir a debatir las ideas y defender las propuestas es una clara señal de temor a ser expuesto como superficial.  Claro que es un riesgo exponerse al escrutinio del público y de los contrincantes, pero si el candidato o candidata rehúye a eso en campaña, con seguridad rehuirá a dar la cara al pueblo de ser electo o electa. 

La democracia guatemalteca va evolucionando y así como los políticos que pretendan sobrevivir en un entorno más informado y exigente deben evolucionar, los votantes también.  Aprender la lección que dejan estas elecciones será vital para poder discernir en medio de la oferta política en las elecciones de 2027.

En conclusión y usando la jerga de redes sociales: si tu candidato se la pasa haciendo videítos, esa es una tremenda red flag.

 

 

Las lecciones que el electorado debe aprender

Ilustración: Gabriel López
Alejandro Palmieri
09 de agosto, 2023

Tanto ganadores como perdedores deben sacar lecciones de su resultado en estas elecciones; la derecha y la izquierda políticas -auto percibidas así en muchos casos- deben aprender y aplicar ese conocimiento adquirido si quieren trascender.  Deben evolucionar, en su mayoría.  Los partidos políticos que por no alcanzar siquiera el 5% de los votos y desaparecen, dejarán de estar en el panorama, pero no así sus dirigentes que buscarán recomponerse.  

Pero más allá de las lecciones que deben aprender partidos y políticos, quien más debe aprender de todo esto es el electorado.  Más allá de por quién se haya votado, lo que los ciudadanos vimos como “oferta” política tiene mucho que ver con lo que nosotros demandamos de aquella.  

Esa es la lección más importante.  Si nosotros, como electores, no exigimos más y mejor oferta política, esta nunca llegará.  Los políticos frecuentemente incumples las leyes, pero la ley del mínimo esfuerzo la cumplen siempre.

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Un buen punto de partida puede ser el pasar revista de lo más estrafalario de la campaña, de lo que más cringe generó.  Es de recordar la máxima de don Jesús Reyes Heroles, político de referencia mexicano, quien dijo que “en política, la forma es el fondo”.

Esta campaña se caracterizó, más que cualquier otra antes, por el uso de redes sociales, particularmente TikTok.  Allí, candidatos de toda la gama del espectro ideológico hicieron gala de comportamiento chusco.  Aunque también utilizaron esa plataforma para transmitir mensajes o hacer ofertas -populistas- lo que más se vio fueron gracejadas para intentar congraciarse con un público (votantes) más joven y que pasa horas viendo videos en esa red social.  

Efectos del estilo de campaña 

¿Funcionó? Para posicionarse, claro que sí.  La mejor muestra de ello es la altísima popularidad alcanzada por fallido candidato Carlos Pineda, quien en un momento se posicionó en primer lugar de las preferencias, según las encuestas publicadas por Nuestro Diario y por Prensa Libre.  Posteriormente, y a la salida de Pineda, se percibió que Edmond Mulet también subía en preferencias luego de que dedicara buen tiempo a aparecer en videos de TikTok. 

La cosa es que, a la luz del lugar que alcanzó Mulet en la elección del 25 de junio, lo que se percibía, finalmente no se materializó.  Alcanzó un quinto lugar (sexto si se cuenta el nulo) muy lejos de lo que se creía por su “popularidad” en esa red social, o lo que la gran mayoría de encuestas vaticinaba.  Queda como una incógnita si lo mismo pudo haberse aplicado a Pineda pues, aunque un nivel de conocimiento alto es un factor importante para ser votado, resultó que ser popular en redes no se traduce en votos el día de las elecciones.  

Ante esa realidad, otra lección que debemos aprender como votantes es, entonces, que la popularidad no es lo mismo a intención de voto.  Más serio aún, es que ser popular en redes no es, para nada, garantía de calidad propositiva y mucho menos de preparación para un cargo público.  La imagen mental de Pineda en pijama poniéndose una inyección en la nalga, o el video a modo de Mario Bros. de Mulet resonarán como ejemplos de lo dicho.  Popularidad y número de vistas o “likes” no se traduce a intención de voto.

Si desde siempre se criticó -con razón- las cancioncitas y las propuestas populistas, u ofrecimientos de programas clientelares para atraer el voto, como entrega de láminas, pelotas de futbol, etc. ahora los videos “simpáticos” engrosan la lista de lo que un político serio no debe hacer.  Propuestas programáticas, sólidas, son lo que un electorado pide; un electorado cada vez más instruido, pero sobre todo cansado de ofrecimientos vacíos.  Eso es lo que lleva al voto, no videos jocosos en TikTok.  

Las lecciones

Entonces, las lecciones para aprender por parte del electorado no son muchas, pero si claras: exigir seriedad en las propuestas, versus bromitas en redes sociales; exigir, también, debate entre los candidatos.  Si bien es harto difícil un debate cuando hay 23 candidatos a la presidencia, cuando ya solo quedan dos que van al balotaje, no asistir a debatir las ideas y defender las propuestas es una clara señal de temor a ser expuesto como superficial.  Claro que es un riesgo exponerse al escrutinio del público y de los contrincantes, pero si el candidato o candidata rehúye a eso en campaña, con seguridad rehuirá a dar la cara al pueblo de ser electo o electa. 

La democracia guatemalteca va evolucionando y así como los políticos que pretendan sobrevivir en un entorno más informado y exigente deben evolucionar, los votantes también.  Aprender la lección que dejan estas elecciones será vital para poder discernir en medio de la oferta política en las elecciones de 2027.

En conclusión y usando la jerga de redes sociales: si tu candidato se la pasa haciendo videítos, esa es una tremenda red flag.