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Historias urbanas: Poeta al alcance de todos

Redacción República
15 de marzo, 2020

Ernesto Cardenal, Poeta al alcance de todos, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

1) Poetas como el sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal (Granada, 1925-Managua, 2020) siguen presentes porque supieron dirigirse a sus lectores con las palabras que sirven para nombrar el color rojo de los semáforos, los tractores que reposan frente al granero y el vuelo de los patos en dirección al Sur.

«Trato de escribir una poesía que se entienda», fue la divisa que Cardenal portó en su escudo de armas y facilitó su difusión en todo rincón donde se hable, se sienta y se escriba en español.

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Al mencionar la palabra «poeta», muchos piensan en alguien que usa palabras bonitas para enamorar mujeres, sube a declamar sus composiciones escritas especialmente para el Día de la Madre y no puede faltar en todo acto cívico preparado para conmemorar las fiestas patrias.

En otras ocasiones se aplica a quien se deja crecer el pelo, fuma a cada rato, se rodea el cuello con trapos de colores y escribe frases incomprensibles que lee a gritos, parado encima de la mesa, hasta desnudarse, para mostrar audacia ante el auditorio.

Con el tiempo aprendí que el poeta sabe nombrar los objetos que le rodean y nos presta sus lentes para captarlos.

No hace falta que se pierda entre las nubes para obtener inspiración: hace poesía con las herramientas que tiene a su alcance.

Cito un ejemplo. Estoy en mi cuarto. Trato de dormir la siesta después del almuerzo. La ventana da a la calle. Pasa una moto con el escape abierto. Tintinea la campanilla del heladero. Dos mujeres se detienen a platicar y el niño que traen de la mano se pone a llorar. Doy vueltas, siento calor, no puedo dormir. Los zancudos zumban a mi alrededor. Estoy rodeado de interferencias y mando todo al diablo. Eso es todo.

En cambio, cierta noche, Cardenal duerme en su celda del monasterio trapense Our Lady of Gethsemani, Kentucky.

Los monjes y los novicios se acuestan temprano, a las siete pm, aunque todo clarea como estuviera a mediodía. En eso lo despierta el traqueteo de un tren de carga –el convento no está alejado del mundanal ruido– y lo oye pasar lento e interminable.

Al ingresar a la trapa renunció a escribir poesía, pero tenía permiso para tomar apuntes. Cuando prosiguió sus estudios para el sacerdocio en la comunidad benedictina de Santa María de la Resurrección, Cuernavaca, el apunte cobró nueva forma:

Me despierta en la celda el largo tren de carga

que se oye venir desde lejos en la noche

y va pasando y pasando y pasando, y pitando, y parece

que no va a acabar nunca de pasar.

Vagones y vagones y vagones que van chocando.

Yo me vuelvo a dormir y va todavía pasando,

jadeando, allá en la lejanía, y todavía pitando,

y entre sueños me pregunto por qué hay trenes todavía,

y a quién llevan carga los trenes, qué carga llevarán,

y de dónde vienen los vagones, y hacia dónde van.

En ese paso incesante de vagones encuentro una meditación acerca del ir y

devenir humano. Tenemos alguna idea de dónde procedemos; no sabemos a dónde iremos a parar y tampoco cómo vamos a terminar.

2) Antes de responder «Señor, heme aquí» (el poeta fechó su conversión el 2 de junio de 1956), Cardenal se volcó por entero al mundo.

Sus biógrafos apuntan que nació en familia acomodada, estudió literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de 1942 a 1946, y prosiguió su formación en la Universidad de Columbia, Nueva York.

Anduvo por Francia y España (donde dio a conocer una antología de la poesía nicaragüense en 1949); participó en el movimiento del 4 abril de 1954 contra la dictadura de Anastasio Somoza García.

En 1960 publicó sus primeros cuadernos, Hora 0 y Gethsemani, Ky. Ya gozaba de fama entre el público letrado de México, Ecuador y Colombia.

«Está en plena madurez creadora y todavía no se conoce ni la mitad de su obra poética, aún tomando en cuenta lo disperso en revistas: Mañana, Cuadernos Americanos, Espiga, Letras de México, Revista de Guatemala, Cuadernos Hispanoamericanos, Revista Mexicana de Literatura, Universidad de México, etcétera», apuntó el autor de la introducción a los Epigramas publicados por la UNAM en 1961.

Según el Diccionario Everest, el epigrama es una «composición poética breve, por lo común festiva o satírica». Entre bromas y veras, con agudeza y arte de ingenio, Cardenal estaba seguro de su valía como escritor y de la permanencia futura de su obra:

Cuídate, Claudia, cuando estés conmigo,

porque el gesto más leve, cualquier palabra, un suspiro

de Claudia, el menor descuido,

tal vez un día lo examinen eruditos,

y este baile de Claudia se recuerde por siglos.

Claudia, yo te lo aviso.

Sobre aviso no hay engaño, y en guerra avisada no caen soldados. Es seguro que más de algún estudioso de la obra de Cardenal ya sabe quién es Claudia y dónde se conoció con el poeta.

Escribió una amplia tesis doctoral donde cita los nombres de la orquesta que amenizó la velada y de la pieza que bailaron juntos en ese exclusivo club de Managua, con vista al lago Xolotlán, que terminó reducido a escombros por el terremoto de 1972, o tal vez se refiere al salón situado a la par del eje central Lázaro Cárdenas, muy cerca del interminable movimiento de autos que caracteriza a la Ciudad de México.

Tal vez la propia Claudia, ya en la ancianidad, les reveló a sus hijos y nietos que sí, a ella aluden estos versos y se negó a compartirles más detalles. «Es un secreto entre Ernesto y yo», les dijo, todavía coqueta y encantadora.

Entre paréntesis

Encuentro cierta correspondencia entre un poema de Cardenal que encuentro en la página 38 del libro El telescopio en la noche oscura (Anamá ediciones, 2003), y la canción «What Is Life?», de George Harrison, incluida en el triple disco All Things Must Pass (Apple Records, 1970).

Los dos se dirigen a un ser amado; puede ser Dios o Sri Krishna; también puede ser un hombre o una mujer; el oyente y el lector se inclinarán por lo que mejor les parezca.

Escribió Cardenal: «¿Qué gano que la luna sea bella/si estoy sin vos?/No quiero siquiera verla sobre el lago./Para otros será ella,/los rumores misteriosos de la noche,/si son sin vos».

Y cantó Harrison: «And tell me what is my life/without your love?/And tell me who I am/without you by my side» («Decime, ¿qué es de mi vida/sin tu amor?/Y decime, ¿quién soy yo/sin tenerte a mi lado?»).

Podrán decirme que está demasiado jalado. Pero de que se conectan, se conectan. Me gusta que los artistas nacidos en dos de mis países favoritos –Nicaragua y la porción del Reino Unido que lleva el nombre de Inglaterra– se encuentren donde menos se lo imaginen.

3) Cardenal, se sabe, difundió los Evangelios entre los pobres de la tierra. En vez de regocijarse en latín al describir el día de la ira del Señor, les habló en español nicaragüense acerca del amor del Señor.

Gracias a él sabemos dónde queda el archipiélago de Solentiname. También se unió al Frente Sandinista de Liberación Nacional cuando fue imperativo derribar a la bestia encarnada en Anastasio Somoza Debayle.

En la contemplación del cosmos buscó conciliar la fe en Dios con los hallazgos de la ciencia y la adhesión a la causa revolucionaria.

Y renunció al Frente cuando se pervirtió para asegurar la permanencia de una nueva estirpe sangrienta.

Sus últimos años los vivió acosado. No respetaron sus funerales. Tuvieron que enterrarlo de prisa, a escondidas, para evitar más profanaciones. Pero espero que se haya sentido libre, recordándose de aquel epigrama que dice:

Pero en la noche ves tu arroz y tus frijoles fritos,

con una cuajada fresca, y una tortilla caliente,

o un plátano asado,

los comés sin guarda-espaldas.

Y tu jícara de tiste no la prueba primero un ayudante.

Y después tocás si querés en tu guitarra una canción,

y no dormís rodeados de reflectores, alambradas y torreones.

Bibliografía

CARDENAL, Ernesto, El telescopio en la noche oscura, Anamá ediciones, Managua, 2003.

_________________, Epigramas, Universidad Nacional Autónoma de México, México DF, 1961.

_________________, Gethsemani, Ky., Instituto de Cultura de Morelos, Cuernavaca, 2009.

Historias urbanas: Poeta al alcance de todos

Redacción República
15 de marzo, 2020

Ernesto Cardenal, Poeta al alcance de todos, ESTA ES LA HISTORIA URBANA DE JOSÉ VICENTE SOLÓRZANO AGUILAR.

1) Poetas como el sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal (Granada, 1925-Managua, 2020) siguen presentes porque supieron dirigirse a sus lectores con las palabras que sirven para nombrar el color rojo de los semáforos, los tractores que reposan frente al granero y el vuelo de los patos en dirección al Sur.

«Trato de escribir una poesía que se entienda», fue la divisa que Cardenal portó en su escudo de armas y facilitó su difusión en todo rincón donde se hable, se sienta y se escriba en español.

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Al mencionar la palabra «poeta», muchos piensan en alguien que usa palabras bonitas para enamorar mujeres, sube a declamar sus composiciones escritas especialmente para el Día de la Madre y no puede faltar en todo acto cívico preparado para conmemorar las fiestas patrias.

En otras ocasiones se aplica a quien se deja crecer el pelo, fuma a cada rato, se rodea el cuello con trapos de colores y escribe frases incomprensibles que lee a gritos, parado encima de la mesa, hasta desnudarse, para mostrar audacia ante el auditorio.

Con el tiempo aprendí que el poeta sabe nombrar los objetos que le rodean y nos presta sus lentes para captarlos.

No hace falta que se pierda entre las nubes para obtener inspiración: hace poesía con las herramientas que tiene a su alcance.

Cito un ejemplo. Estoy en mi cuarto. Trato de dormir la siesta después del almuerzo. La ventana da a la calle. Pasa una moto con el escape abierto. Tintinea la campanilla del heladero. Dos mujeres se detienen a platicar y el niño que traen de la mano se pone a llorar. Doy vueltas, siento calor, no puedo dormir. Los zancudos zumban a mi alrededor. Estoy rodeado de interferencias y mando todo al diablo. Eso es todo.

En cambio, cierta noche, Cardenal duerme en su celda del monasterio trapense Our Lady of Gethsemani, Kentucky.

Los monjes y los novicios se acuestan temprano, a las siete pm, aunque todo clarea como estuviera a mediodía. En eso lo despierta el traqueteo de un tren de carga –el convento no está alejado del mundanal ruido– y lo oye pasar lento e interminable.

Al ingresar a la trapa renunció a escribir poesía, pero tenía permiso para tomar apuntes. Cuando prosiguió sus estudios para el sacerdocio en la comunidad benedictina de Santa María de la Resurrección, Cuernavaca, el apunte cobró nueva forma:

Me despierta en la celda el largo tren de carga

que se oye venir desde lejos en la noche

y va pasando y pasando y pasando, y pitando, y parece

que no va a acabar nunca de pasar.

Vagones y vagones y vagones que van chocando.

Yo me vuelvo a dormir y va todavía pasando,

jadeando, allá en la lejanía, y todavía pitando,

y entre sueños me pregunto por qué hay trenes todavía,

y a quién llevan carga los trenes, qué carga llevarán,

y de dónde vienen los vagones, y hacia dónde van.

En ese paso incesante de vagones encuentro una meditación acerca del ir y

devenir humano. Tenemos alguna idea de dónde procedemos; no sabemos a dónde iremos a parar y tampoco cómo vamos a terminar.

2) Antes de responder «Señor, heme aquí» (el poeta fechó su conversión el 2 de junio de 1956), Cardenal se volcó por entero al mundo.

Sus biógrafos apuntan que nació en familia acomodada, estudió literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de 1942 a 1946, y prosiguió su formación en la Universidad de Columbia, Nueva York.

Anduvo por Francia y España (donde dio a conocer una antología de la poesía nicaragüense en 1949); participó en el movimiento del 4 abril de 1954 contra la dictadura de Anastasio Somoza García.

En 1960 publicó sus primeros cuadernos, Hora 0 y Gethsemani, Ky. Ya gozaba de fama entre el público letrado de México, Ecuador y Colombia.

«Está en plena madurez creadora y todavía no se conoce ni la mitad de su obra poética, aún tomando en cuenta lo disperso en revistas: Mañana, Cuadernos Americanos, Espiga, Letras de México, Revista de Guatemala, Cuadernos Hispanoamericanos, Revista Mexicana de Literatura, Universidad de México, etcétera», apuntó el autor de la introducción a los Epigramas publicados por la UNAM en 1961.

Según el Diccionario Everest, el epigrama es una «composición poética breve, por lo común festiva o satírica». Entre bromas y veras, con agudeza y arte de ingenio, Cardenal estaba seguro de su valía como escritor y de la permanencia futura de su obra:

Cuídate, Claudia, cuando estés conmigo,

porque el gesto más leve, cualquier palabra, un suspiro

de Claudia, el menor descuido,

tal vez un día lo examinen eruditos,

y este baile de Claudia se recuerde por siglos.

Claudia, yo te lo aviso.

Sobre aviso no hay engaño, y en guerra avisada no caen soldados. Es seguro que más de algún estudioso de la obra de Cardenal ya sabe quién es Claudia y dónde se conoció con el poeta.

Escribió una amplia tesis doctoral donde cita los nombres de la orquesta que amenizó la velada y de la pieza que bailaron juntos en ese exclusivo club de Managua, con vista al lago Xolotlán, que terminó reducido a escombros por el terremoto de 1972, o tal vez se refiere al salón situado a la par del eje central Lázaro Cárdenas, muy cerca del interminable movimiento de autos que caracteriza a la Ciudad de México.

Tal vez la propia Claudia, ya en la ancianidad, les reveló a sus hijos y nietos que sí, a ella aluden estos versos y se negó a compartirles más detalles. «Es un secreto entre Ernesto y yo», les dijo, todavía coqueta y encantadora.

Entre paréntesis

Encuentro cierta correspondencia entre un poema de Cardenal que encuentro en la página 38 del libro El telescopio en la noche oscura (Anamá ediciones, 2003), y la canción «What Is Life?», de George Harrison, incluida en el triple disco All Things Must Pass (Apple Records, 1970).

Los dos se dirigen a un ser amado; puede ser Dios o Sri Krishna; también puede ser un hombre o una mujer; el oyente y el lector se inclinarán por lo que mejor les parezca.

Escribió Cardenal: «¿Qué gano que la luna sea bella/si estoy sin vos?/No quiero siquiera verla sobre el lago./Para otros será ella,/los rumores misteriosos de la noche,/si son sin vos».

Y cantó Harrison: «And tell me what is my life/without your love?/And tell me who I am/without you by my side» («Decime, ¿qué es de mi vida/sin tu amor?/Y decime, ¿quién soy yo/sin tenerte a mi lado?»).

Podrán decirme que está demasiado jalado. Pero de que se conectan, se conectan. Me gusta que los artistas nacidos en dos de mis países favoritos –Nicaragua y la porción del Reino Unido que lleva el nombre de Inglaterra– se encuentren donde menos se lo imaginen.

3) Cardenal, se sabe, difundió los Evangelios entre los pobres de la tierra. En vez de regocijarse en latín al describir el día de la ira del Señor, les habló en español nicaragüense acerca del amor del Señor.

Gracias a él sabemos dónde queda el archipiélago de Solentiname. También se unió al Frente Sandinista de Liberación Nacional cuando fue imperativo derribar a la bestia encarnada en Anastasio Somoza Debayle.

En la contemplación del cosmos buscó conciliar la fe en Dios con los hallazgos de la ciencia y la adhesión a la causa revolucionaria.

Y renunció al Frente cuando se pervirtió para asegurar la permanencia de una nueva estirpe sangrienta.

Sus últimos años los vivió acosado. No respetaron sus funerales. Tuvieron que enterrarlo de prisa, a escondidas, para evitar más profanaciones. Pero espero que se haya sentido libre, recordándose de aquel epigrama que dice:

Pero en la noche ves tu arroz y tus frijoles fritos,

con una cuajada fresca, y una tortilla caliente,

o un plátano asado,

los comés sin guarda-espaldas.

Y tu jícara de tiste no la prueba primero un ayudante.

Y después tocás si querés en tu guitarra una canción,

y no dormís rodeados de reflectores, alambradas y torreones.

Bibliografía

CARDENAL, Ernesto, El telescopio en la noche oscura, Anamá ediciones, Managua, 2003.

_________________, Epigramas, Universidad Nacional Autónoma de México, México DF, 1961.

_________________, Gethsemani, Ky., Instituto de Cultura de Morelos, Cuernavaca, 2009.