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La falsa narrativa del keynesianismo fracasado

Redacción República
15 de octubre, 2014

Para fin de año de 2015, se espera que la
deuda pública del gobierno federal en Estados Unidos alcance unos $18.713
trillones. Sin embargo, esta cifra solo
aplica para el gobierno federal de Estados Unidos, y no toma en cuenta las
otras deudas públicas, cargadas por los gobiernos de los 50 estados del país, y
las diferentes municipalidades. Para fin
de año de 2015, la deuda pública total en Estados Unidos se espera llegar al
nivel astronómico de $21.897 trillones.
Esta deuda incluye la deuda del gobierno federal, de los estados, y los
gobiernos locales. La deuda pública de
Estados Unidos asciende a $200,000 por trabajador del sector privado.


Estados Unidos tiene la peculiaridad de
que el gobierno tiene un limite fijado en cuanto al nivel de deuda que el
gobierno central puede adquirir. Sin
embargo, este limite tiene poca aplicación y por ende poca relevancia. Desde 1960, el Congreso de Estados Unidos ha
votado para subir el nivel de deuda 79 veces, 49 veces bajo Presidentes
Republicanos y 30 veces bajo Presidentes Demócratas. La acumulación de irresponsabilidad fiscal ha
puesto en evidencia las graves omisiones del argumento keynesiano.


El argumento keynesiano es que el
gobierno debería de manipular los instrumentos de política fiscal, que son
ingresos, gastos y deuda pública, para suavizar la evolución del ciclo
económico. Cuando la economía va bien,
el estado debería de mantener balance fiscal, o incluso superávit, pero cuando
la economía va mal, el estado debería de prestar y gastar, bajo la premisa que
es el gasto deficitario que estimula la economía. El argumento se complementa con el corolario
de que en condiciones de crisis económica severa, los consumidores retraen sus
gasto de consumo, las empresas acumulan existencias, por cual razón dejan de
invertir y contratar empleo. De esta
manera, se genera un circulo vicioso donde las reacciones racionales de los
consumidores y empresas a la crisis económica tienden a profundizar dicha
crisis como consecuencia no intencionada.
Entra el estado con el estimulo deficitario, procurando no obtener
balance fiscal de año a año, sino mas bien a lo largo del ciclo económico.

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El argumento keynesiano puede ser válido,
pero no por válido sería cierto. Pese a
que los keynesianos suelen criticar a la economía moderna “ortodoxa” por ser
demasiada estilizada y formalista, y poco realista y aplicada, el argumento
keynesiano sufre de enormes carencias que sus promotores suelen no
admitir. El argumento keynesiano trata
los clásicos instrumentos de su política fiscal “anti cíclica”, gastos, impuestos,
y deuda, como puramente variables económicas, no considerando los aspectos
políticos asociados con temas de gasto público y de impuestos.


Existen sesgos estructurales por los que
los gobiernos encuentran más fácil subir gasto público que bajarlo, y bajar
impuestos mas fácilmente que subirlos.
Asimismo, una vez el gasto público se ha subido, se suelen crear
intereses e incentivos de movilización política que introducen rigideces
políticas que hacen que la “variable” de gasto público tendería a variar más
para arriba que para abajo. Por ejemplo,
el gasto público no se gasta solo, sino a través de programas públicos, con
directores y beneficiarios con intereses adquiridos para que el programa de
gasto público se siga dando, independientemente de la evolución del ciclo
económico. Lo mismo con impuestos, subir
impuestos siempre y en todo momento genera oposición, por lo que es mas fácil
para los gobernantes subirle impuestos en forma de deuda pública a los ausentes,
las futuras generaciones de tributarios que por su ausencia en el momento de la
adquisición de deuda son políticamente irrelevantes.


Los defectos del keynesianismo son
errores de omisión más que todo. El
argumento keynesiano omite el tipo de análisis que hace la Nueva Economía
Institucional y la escuela de Opción Pública, en particular, por su énfasis en
la creación de beneficios concentrados y costos dispersos en el análisis de las
variables e instrumentos de la política fiscal keynesiana. Faltando el componente político del análisis
macroeconómico, el keynesianismo como escuela de pensamiento falla
intelectualmente. Omitiendo el abuso de
la discrecionalidad estatal, que se da par
excellence
en países desarrollados como Estados Unidos, en el diseño e
implementación de la política fiscal, el keynesianismo falla también en su
aplicación. Por cuestión lógica, el
efecto estimulativo de déficits fiscales y adquisición de deuda sería diferente
cuando la deuda pública representa 10% del producto interno bruto que cuando
representa el 100%.


  • TAGS RELACIONADOS:
  • Virzi

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15 de octubre, 2014

Para fin de año de 2015, se espera que la
deuda pública del gobierno federal en Estados Unidos alcance unos $18.713
trillones. Sin embargo, esta cifra solo
aplica para el gobierno federal de Estados Unidos, y no toma en cuenta las
otras deudas públicas, cargadas por los gobiernos de los 50 estados del país, y
las diferentes municipalidades. Para fin
de año de 2015, la deuda pública total en Estados Unidos se espera llegar al
nivel astronómico de $21.897 trillones.
Esta deuda incluye la deuda del gobierno federal, de los estados, y los
gobiernos locales. La deuda pública de
Estados Unidos asciende a $200,000 por trabajador del sector privado.


Estados Unidos tiene la peculiaridad de
que el gobierno tiene un limite fijado en cuanto al nivel de deuda que el
gobierno central puede adquirir. Sin
embargo, este limite tiene poca aplicación y por ende poca relevancia. Desde 1960, el Congreso de Estados Unidos ha
votado para subir el nivel de deuda 79 veces, 49 veces bajo Presidentes
Republicanos y 30 veces bajo Presidentes Demócratas. La acumulación de irresponsabilidad fiscal ha
puesto en evidencia las graves omisiones del argumento keynesiano.


El argumento keynesiano es que el
gobierno debería de manipular los instrumentos de política fiscal, que son
ingresos, gastos y deuda pública, para suavizar la evolución del ciclo
económico. Cuando la economía va bien,
el estado debería de mantener balance fiscal, o incluso superávit, pero cuando
la economía va mal, el estado debería de prestar y gastar, bajo la premisa que
es el gasto deficitario que estimula la economía. El argumento se complementa con el corolario
de que en condiciones de crisis económica severa, los consumidores retraen sus
gasto de consumo, las empresas acumulan existencias, por cual razón dejan de
invertir y contratar empleo. De esta
manera, se genera un circulo vicioso donde las reacciones racionales de los
consumidores y empresas a la crisis económica tienden a profundizar dicha
crisis como consecuencia no intencionada.
Entra el estado con el estimulo deficitario, procurando no obtener
balance fiscal de año a año, sino mas bien a lo largo del ciclo económico.

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pero no por válido sería cierto. Pese a
que los keynesianos suelen criticar a la economía moderna “ortodoxa” por ser
demasiada estilizada y formalista, y poco realista y aplicada, el argumento
keynesiano sufre de enormes carencias que sus promotores suelen no
admitir. El argumento keynesiano trata
los clásicos instrumentos de su política fiscal “anti cíclica”, gastos, impuestos,
y deuda, como puramente variables económicas, no considerando los aspectos
políticos asociados con temas de gasto público y de impuestos.


Existen sesgos estructurales por los que
los gobiernos encuentran más fácil subir gasto público que bajarlo, y bajar
impuestos mas fácilmente que subirlos.
Asimismo, una vez el gasto público se ha subido, se suelen crear
intereses e incentivos de movilización política que introducen rigideces
políticas que hacen que la “variable” de gasto público tendería a variar más
para arriba que para abajo. Por ejemplo,
el gasto público no se gasta solo, sino a través de programas públicos, con
directores y beneficiarios con intereses adquiridos para que el programa de
gasto público se siga dando, independientemente de la evolución del ciclo
económico. Lo mismo con impuestos, subir
impuestos siempre y en todo momento genera oposición, por lo que es mas fácil
para los gobernantes subirle impuestos en forma de deuda pública a los ausentes,
las futuras generaciones de tributarios que por su ausencia en el momento de la
adquisición de deuda son políticamente irrelevantes.


Los defectos del keynesianismo son
errores de omisión más que todo. El
argumento keynesiano omite el tipo de análisis que hace la Nueva Economía
Institucional y la escuela de Opción Pública, en particular, por su énfasis en
la creación de beneficios concentrados y costos dispersos en el análisis de las
variables e instrumentos de la política fiscal keynesiana. Faltando el componente político del análisis
macroeconómico, el keynesianismo como escuela de pensamiento falla
intelectualmente. Omitiendo el abuso de
la discrecionalidad estatal, que se da par
excellence
en países desarrollados como Estados Unidos, en el diseño e
implementación de la política fiscal, el keynesianismo falla también en su
aplicación. Por cuestión lógica, el
efecto estimulativo de déficits fiscales y adquisición de deuda sería diferente
cuando la deuda pública representa 10% del producto interno bruto que cuando
representa el 100%.


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