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No es buen momento para ser ateo

Redacción República
09 de octubre, 2014

No lo es, porque cuando advertimos que no hay forma de arreglar nuestros problemas, ¿qué
nos queda? Si no queremos perder el juicio en estos extremos el último remedio
será encomendarnos a una voluntad más grande que la nuestra, aquella que
gobierna a los mundos y al universo enterito y que todo lo puede, para que se
encargue de poner orden al caos, de regalarnos un haz de luz donde antes la
oscuridad se extendía al infinito.


Eso es fe y hoy la necesitamos en Guatemala porque en lo personal no le veo solución humana al problema que nos
tiene afligidos. Me refiero al fracasado diseño de nuestras instituciones
públicas que ha permitido al mal convertirse en dueño y señor de estas tierras.
Si la muerte, si la violencia, el robo, la corrupción y la irresponsabilidad aparecen
es porque el Estado no ha podido reducir
al orden a los impulsos más desviados del ser humano. Y cuando digo Estado no
me refiero únicamente a los políticos, porque el Estado es un pacto social
entre gobernantes y gobernados y si aquél se ha degenerado es porque los
ciudadanos lo permitieron. Nunca olvide, estimado lector, que el mal siempre
está ocupado y necesita alimentarse todos los días; su característica más
temible es su total incapacidad para parar por sí mismo, siempre estará en
constante crecimiento. Basta con que bajemos la guardia y seamos pasivos para
que su caudal engorde.


Este año era muy delicado para Guatemala debido a las elecciones a
magistrados de la Corte Suprema de Justicia y Corte de Apelaciones. El proceso
mostró de cabo a rabo lo decadente que son las comisiones de postulación. No
hay que generalizar, porque personas
honradas han actuado desde las comisiones hasta el Congreso, pero son la
excepción, no la regla, porque nuestras instituciones están diseñadas para
atraer a los peores elementos de la sociedad al cargo público. El Colegio de
Abogados ha mostrado su poder político en las comisiones, nuevas universidades se
fundaron con el único propósito de influir en la designación de magistrados. El
Congreso, luego del pacto Patriota-Líder, eligió a los magistrados sin mayor
análisis y no respetó el plazo legal para que las comisiones resolvieran las
impugnaciones presentadas contra la nómina.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Ahora la Corte de Constitucionalidad ha otorgado el amparo provisional
de la acción constitucional que solicita se anule la elección y ordene repetir
todo el proceso. Dudo mucho que ello logre un resultado positivo, porque la nómina
de candidatos nuevamente estaría a cargo de la misma comisión y la elección de
magistrados la haría el mismo Congreso. Bien decía Einstein: locura es hacer lo
mismo y esperar resultados diferentes.


La solución a este caos en realidad no es ningún misterio: debemos
reformar la Constitución para cambiar la forma en que se eligen a los
magistrados del Organismo Judicial y el tiempo que duran en el cargo. La
solución se torna extremadamente difícil cuando el organismo encargado de hacer
esa reforma en específico, el Congreso, es el mismo que se beneficia a raudales
que las cosas sean tan corruptas como lo son hoy. Nuestro diseño institucional
es una trampa perfecta.


¿Qué hacemos entonces? O nos persignamos y nos sentamos a esperar a que
la providencia otorgue o tomamos el timón
de la historia en nuestras manos y enderezamos el rumbo de Guatemala a puerto
seguro.

No es buen momento para ser ateo

Redacción República
09 de octubre, 2014

No lo es, porque cuando advertimos que no hay forma de arreglar nuestros problemas, ¿qué
nos queda? Si no queremos perder el juicio en estos extremos el último remedio
será encomendarnos a una voluntad más grande que la nuestra, aquella que
gobierna a los mundos y al universo enterito y que todo lo puede, para que se
encargue de poner orden al caos, de regalarnos un haz de luz donde antes la
oscuridad se extendía al infinito.


Eso es fe y hoy la necesitamos en Guatemala porque en lo personal no le veo solución humana al problema que nos
tiene afligidos. Me refiero al fracasado diseño de nuestras instituciones
públicas que ha permitido al mal convertirse en dueño y señor de estas tierras.
Si la muerte, si la violencia, el robo, la corrupción y la irresponsabilidad aparecen
es porque el Estado no ha podido reducir
al orden a los impulsos más desviados del ser humano. Y cuando digo Estado no
me refiero únicamente a los políticos, porque el Estado es un pacto social
entre gobernantes y gobernados y si aquél se ha degenerado es porque los
ciudadanos lo permitieron. Nunca olvide, estimado lector, que el mal siempre
está ocupado y necesita alimentarse todos los días; su característica más
temible es su total incapacidad para parar por sí mismo, siempre estará en
constante crecimiento. Basta con que bajemos la guardia y seamos pasivos para
que su caudal engorde.


Este año era muy delicado para Guatemala debido a las elecciones a
magistrados de la Corte Suprema de Justicia y Corte de Apelaciones. El proceso
mostró de cabo a rabo lo decadente que son las comisiones de postulación. No
hay que generalizar, porque personas
honradas han actuado desde las comisiones hasta el Congreso, pero son la
excepción, no la regla, porque nuestras instituciones están diseñadas para
atraer a los peores elementos de la sociedad al cargo público. El Colegio de
Abogados ha mostrado su poder político en las comisiones, nuevas universidades se
fundaron con el único propósito de influir en la designación de magistrados. El
Congreso, luego del pacto Patriota-Líder, eligió a los magistrados sin mayor
análisis y no respetó el plazo legal para que las comisiones resolvieran las
impugnaciones presentadas contra la nómina.

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de la acción constitucional que solicita se anule la elección y ordene repetir
todo el proceso. Dudo mucho que ello logre un resultado positivo, porque la nómina
de candidatos nuevamente estaría a cargo de la misma comisión y la elección de
magistrados la haría el mismo Congreso. Bien decía Einstein: locura es hacer lo
mismo y esperar resultados diferentes.


La solución a este caos en realidad no es ningún misterio: debemos
reformar la Constitución para cambiar la forma en que se eligen a los
magistrados del Organismo Judicial y el tiempo que duran en el cargo. La
solución se torna extremadamente difícil cuando el organismo encargado de hacer
esa reforma en específico, el Congreso, es el mismo que se beneficia a raudales
que las cosas sean tan corruptas como lo son hoy. Nuestro diseño institucional
es una trampa perfecta.


¿Qué hacemos entonces? O nos persignamos y nos sentamos a esperar a que
la providencia otorgue o tomamos el timón
de la historia en nuestras manos y enderezamos el rumbo de Guatemala a puerto
seguro.