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La Primera Guerra Mundial y el Nacionalismo

Redacción
02 de diciembre, 2014

La segunda semana de Noviembre fuimos con mi esposa y con mi hija a visitar el castillo más importante de Inglaterra, el Tower of London.  Era un día frio pero el sitio turístico estaba lleno de personas, ya que alrededor del castillo se habían puesto casi 900,000 amapolas (flores con cuatro pétalos rojos y un centro negro) de cerámica en conmemoración a los ingleses que murieron en la primera guerra mundial.  A la distancia las flores se miraban como un rio de sangre alrededor del castillo, simbólico de una guerra en donde murieron 16 millones de personas, lo que equivale casi a la totalidad de la población guatemalteca.  La conmemoración se dio porque este año se cumplen 100 años del inicio de la guerra, conflicto que en su esencia se dio por una filosofía nacionalista, en donde los objetivos de los individuos son secundarios a los objetivos de la nación o país, y si el país considera a sus vecinos como ajenos a ‘lo nuestro’ y su desarrollo como una amenaza para ‘nosotros’, la guerra es inevitable.

Cuando asesinan a Franz Ferdinand, Archiduque del imperio Austrohúngaro, el emperador de Austria Franz Joseph decide invadir Serbia, esto inicia la primera guerra mundial, cuya conclusión trágicamente también sembró las semillas de la segunda guerra mundial.  En su momento Austria tenía una alianza con Alemania y Serbia con Rusia, Rusia a su vez era aliado de Francia y Gran Bretaña.  Alianza firmada en 1907 y que algunos historiadores acreditan como un factor que contribuyó a la agresividad de Alemania y el imperio Austrohúngaro durante 1914.  Los ciudadanos, la prensa y los líderes de cada uno de los países asumían que su país era superior al resto y que los sufrimientos de la guerra caería en ‘otros’.  Los ingleses creían que su poder naval y la riqueza de su imperio asegurarían una victoria en cualquier conflicto.  Los franceses pensaban que la fortificación de su frontera con Alemania los protegería de un ataque.  Los austriacos creían que sus fuerzas militares eran mejor entrenadas y más eficientes.  Los rusos, con su ejército de 1.5 millones, se creían prácticamente invencibles y los Alemanes tenían un plan generado años antes para este conflicto, en el cual, si se daba una guerra contra Francia y Rusia al mismo tiempo, tenían que derrotar rápidamente a Francia y después concentrar sus esfuerzos en derrotar a Rusia, The Schlieffen Plan.  El cual intentó ejecutar al inicio de la guerra. 

Cada uno de estos países comparte la responsabilidad en los eventos que llevaron a la explosión de la guerra, pero el nacionalismo fue la corriente que los llevó a ese precipicio, como el viento, usualmente no lo percibimos pero que con condiciones apropiadas se convierte en un huracán.  Los líderes de los países eran la expresión de este nacionalismo pero no su causa, los ciudadanos, conscientes o inconscientes, eran adherentes de esta filosofía y le daban fuerza, la creencia que el Estado al que pertenecen tiene una importancia superior a la de su propia existencia, en donde sacrificarse por ‘la Patria’ es heroico, sin importar o cuestionar si los actos del Estado son consistentes con una sociedad civilizada.  Una de las características más importantes de una civilización es el principio que la interacción entre personas, aunque sean extranjeros, se basa en transacciones voluntarias.  Vivimos dentro de países, sin embargo todo país no es más que el conjunto de varios individuos.  Tenerle amor a la patria no justifica hacerle daño a otra, o más bien a las personas pertenecientes a otra patria, el uso de la fuerza únicamente se justifica en defensa propia.

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La guerra terminó hace 96 años, pero la causa fundamental del conflicto sigue presente y sigue teniendo consecuencias negativas.  Hoy vemos expresiones de nacionalismo en la política comercial de los países.  En donde se percibe que las exportaciones son ‘buenas’ y las importaciones son ‘malas’, noción completamente errónea desde un punto de vista económico, pero las personas ‘sienten’ que así es.  ¿Porque lo sienten?  Porque asumen que es mejor que se produzca en ‘el país’ y por ‘nuestros ciudadanos’, lo cual lleva al Estado a utilizar su poder coercitivo y policial contra comerciantes, que lo único que desean es intercambiar con personas de otros países.  Los defensores de esta política usan palabras como ‘industria nacional’, cuando en la práctica están usando al gobierno para forzar a todos a comprarle a un reducido número de competidores.  La mayoría de ciudadanos toleran esto, no por ignorancia económica, sino por un nacionalismo que sigue presente en sus corazones, muchas veces sin ellos mismos darse cuenta.  El primer paso para derrotar a esta filosofía es reconocer que existe.

La Primera Guerra Mundial y el Nacionalismo

Redacción
02 de diciembre, 2014

La segunda semana de Noviembre fuimos con mi esposa y con mi hija a visitar el castillo más importante de Inglaterra, el Tower of London.  Era un día frio pero el sitio turístico estaba lleno de personas, ya que alrededor del castillo se habían puesto casi 900,000 amapolas (flores con cuatro pétalos rojos y un centro negro) de cerámica en conmemoración a los ingleses que murieron en la primera guerra mundial.  A la distancia las flores se miraban como un rio de sangre alrededor del castillo, simbólico de una guerra en donde murieron 16 millones de personas, lo que equivale casi a la totalidad de la población guatemalteca.  La conmemoración se dio porque este año se cumplen 100 años del inicio de la guerra, conflicto que en su esencia se dio por una filosofía nacionalista, en donde los objetivos de los individuos son secundarios a los objetivos de la nación o país, y si el país considera a sus vecinos como ajenos a ‘lo nuestro’ y su desarrollo como una amenaza para ‘nosotros’, la guerra es inevitable.

Cuando asesinan a Franz Ferdinand, Archiduque del imperio Austrohúngaro, el emperador de Austria Franz Joseph decide invadir Serbia, esto inicia la primera guerra mundial, cuya conclusión trágicamente también sembró las semillas de la segunda guerra mundial.  En su momento Austria tenía una alianza con Alemania y Serbia con Rusia, Rusia a su vez era aliado de Francia y Gran Bretaña.  Alianza firmada en 1907 y que algunos historiadores acreditan como un factor que contribuyó a la agresividad de Alemania y el imperio Austrohúngaro durante 1914.  Los ciudadanos, la prensa y los líderes de cada uno de los países asumían que su país era superior al resto y que los sufrimientos de la guerra caería en ‘otros’.  Los ingleses creían que su poder naval y la riqueza de su imperio asegurarían una victoria en cualquier conflicto.  Los franceses pensaban que la fortificación de su frontera con Alemania los protegería de un ataque.  Los austriacos creían que sus fuerzas militares eran mejor entrenadas y más eficientes.  Los rusos, con su ejército de 1.5 millones, se creían prácticamente invencibles y los Alemanes tenían un plan generado años antes para este conflicto, en el cual, si se daba una guerra contra Francia y Rusia al mismo tiempo, tenían que derrotar rápidamente a Francia y después concentrar sus esfuerzos en derrotar a Rusia, The Schlieffen Plan.  El cual intentó ejecutar al inicio de la guerra. 

Cada uno de estos países comparte la responsabilidad en los eventos que llevaron a la explosión de la guerra, pero el nacionalismo fue la corriente que los llevó a ese precipicio, como el viento, usualmente no lo percibimos pero que con condiciones apropiadas se convierte en un huracán.  Los líderes de los países eran la expresión de este nacionalismo pero no su causa, los ciudadanos, conscientes o inconscientes, eran adherentes de esta filosofía y le daban fuerza, la creencia que el Estado al que pertenecen tiene una importancia superior a la de su propia existencia, en donde sacrificarse por ‘la Patria’ es heroico, sin importar o cuestionar si los actos del Estado son consistentes con una sociedad civilizada.  Una de las características más importantes de una civilización es el principio que la interacción entre personas, aunque sean extranjeros, se basa en transacciones voluntarias.  Vivimos dentro de países, sin embargo todo país no es más que el conjunto de varios individuos.  Tenerle amor a la patria no justifica hacerle daño a otra, o más bien a las personas pertenecientes a otra patria, el uso de la fuerza únicamente se justifica en defensa propia.

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La guerra terminó hace 96 años, pero la causa fundamental del conflicto sigue presente y sigue teniendo consecuencias negativas.  Hoy vemos expresiones de nacionalismo en la política comercial de los países.  En donde se percibe que las exportaciones son ‘buenas’ y las importaciones son ‘malas’, noción completamente errónea desde un punto de vista económico, pero las personas ‘sienten’ que así es.  ¿Porque lo sienten?  Porque asumen que es mejor que se produzca en ‘el país’ y por ‘nuestros ciudadanos’, lo cual lleva al Estado a utilizar su poder coercitivo y policial contra comerciantes, que lo único que desean es intercambiar con personas de otros países.  Los defensores de esta política usan palabras como ‘industria nacional’, cuando en la práctica están usando al gobierno para forzar a todos a comprarle a un reducido número de competidores.  La mayoría de ciudadanos toleran esto, no por ignorancia económica, sino por un nacionalismo que sigue presente en sus corazones, muchas veces sin ellos mismos darse cuenta.  El primer paso para derrotar a esta filosofía es reconocer que existe.