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Dictaduras, hipocresía y derechos humanos

Redacción
26 de marzo, 2014

Cada día se levanta, alista sus cosas y se dispone, como la mayoría de los miles de millones de ciudadanos del mundo a emprender su rutina, trabajo o labor diaria. Lo único que espera de su jornada es que sea exitosa, no importa que tan extenuante concluya, pero que satisfaga las expectativas que tiene. Es, en definitiva, la dinámica mundial en la que estamos inmersos la mayoría de habitantes del planeta. 

Sin embargo, en ciertos lugares, no es así. Es más, dista mucho de ser así. Algún gobernante se ha tomado el tiempo de anularlo, de decidir por usted, o incluso de imponerle sus normas o apetencias. No permitirá, simplemente porque no, que usted sea libre y pueda buscar su felicidad -razón última del actuar de cualquier ser humano- utilizando los medios a su alcance. Mientras usted ve la TV y se ofende al observar cómo no se cumplen los derechos humanos en tal o cual lugar, a la vecindad, se incumplen con igual o mayor énfasis. 
El caso venezolano y el cubano son ejemplos en este continente. Diariamente Castro o Maduro, asesinan a muchas personas por acción u omisión. Las protestas, los hechos, las actuaciones, son visibles puesto que la tecnología lo permite y usted es perfectamente consciente de lo que ocurre, al igual que sus amigos, sus vecinos y quienes diariamente dicen defender los derechos humanos y reconocer que viven de ello. 
Sin embargo, cada día, al igual que usted repite su rutina, esos regímenes repiten la suya. Esto en el siglo XVIII era exactamente igual de condenable, aunque difícilmente la ciudadanía de aquel entonces se enterase de más del 1% de las cosas que sucedían. En el XXI, difícilmente el 1% queda excluido de la acción informativa. Aquellos ciudadanos de hace doscientos o trescientos años se dejaron la piel para que usted y yo tengamos hoy en día un orden más o menos aceptable y una forma de vida infinitamente mejor que ellos. Por el contrario, usted y yo pareciéramos inmunes a situaciones delictivas flagrantes y seguramente dejaremos un mundo con menor observancia de libertades del que hemos heredado ¿Se ha detenido un segundo a meditar sobre ello? 
No hay mucho que concluir, salvo que somos -y son- unos perfectos hipócritas. Nos rasgamos las vestiduras por pequeñeces, pero dejamos que ciertas dictaduras y dictadores (Venezuela y Cuba, como ejemplo) continúen sesgando la libertad de personas como usted y como yo. ¿Piensa hacer algo al respecto? Quizá se indigne mientras toma su café o se enoje cuando encienda la TV antes de cenar con su familia. Los otros, los que dicen defender los derechos humanos parecen demasiado ocupados, por su parte, en asistir a reuniones inútiles o quejarse del pasado reciente o lejano, mientras lo evidente, lo que sucede frente a sus ojos, les importa un carajo porque de momento no da dinero. 
Vivimos en una hipocresía permanente que alimentamos a diario, consentimos y permitimos ¿Será que al final no somos mejores que ellos? Cincuenta y cinco años padeciendo en la isla y mas de quince en Venezuela son muchos para seguir haciéndose el sordo. Por cierto, mañana, le guste o no, haya dormido bien o tenido pesadillas, volverán asesinar a más personas en esos lugares. Usted, como yo, podemos seguir quejándonos más o menos hasta Semana Santa, tiempo en el que las vacaciones, el sol y la playa nos haga olvidar ‘tan nefasta’ situación ¡Al regreso ya veremos!, seguro que nos prometemos hacer algo al respecto.

Dictaduras, hipocresía y derechos humanos

Redacción
26 de marzo, 2014

Cada día se levanta, alista sus cosas y se dispone, como la mayoría de los miles de millones de ciudadanos del mundo a emprender su rutina, trabajo o labor diaria. Lo único que espera de su jornada es que sea exitosa, no importa que tan extenuante concluya, pero que satisfaga las expectativas que tiene. Es, en definitiva, la dinámica mundial en la que estamos inmersos la mayoría de habitantes del planeta. 

Sin embargo, en ciertos lugares, no es así. Es más, dista mucho de ser así. Algún gobernante se ha tomado el tiempo de anularlo, de decidir por usted, o incluso de imponerle sus normas o apetencias. No permitirá, simplemente porque no, que usted sea libre y pueda buscar su felicidad -razón última del actuar de cualquier ser humano- utilizando los medios a su alcance. Mientras usted ve la TV y se ofende al observar cómo no se cumplen los derechos humanos en tal o cual lugar, a la vecindad, se incumplen con igual o mayor énfasis. 
El caso venezolano y el cubano son ejemplos en este continente. Diariamente Castro o Maduro, asesinan a muchas personas por acción u omisión. Las protestas, los hechos, las actuaciones, son visibles puesto que la tecnología lo permite y usted es perfectamente consciente de lo que ocurre, al igual que sus amigos, sus vecinos y quienes diariamente dicen defender los derechos humanos y reconocer que viven de ello. 
Sin embargo, cada día, al igual que usted repite su rutina, esos regímenes repiten la suya. Esto en el siglo XVIII era exactamente igual de condenable, aunque difícilmente la ciudadanía de aquel entonces se enterase de más del 1% de las cosas que sucedían. En el XXI, difícilmente el 1% queda excluido de la acción informativa. Aquellos ciudadanos de hace doscientos o trescientos años se dejaron la piel para que usted y yo tengamos hoy en día un orden más o menos aceptable y una forma de vida infinitamente mejor que ellos. Por el contrario, usted y yo pareciéramos inmunes a situaciones delictivas flagrantes y seguramente dejaremos un mundo con menor observancia de libertades del que hemos heredado ¿Se ha detenido un segundo a meditar sobre ello? 
No hay mucho que concluir, salvo que somos -y son- unos perfectos hipócritas. Nos rasgamos las vestiduras por pequeñeces, pero dejamos que ciertas dictaduras y dictadores (Venezuela y Cuba, como ejemplo) continúen sesgando la libertad de personas como usted y como yo. ¿Piensa hacer algo al respecto? Quizá se indigne mientras toma su café o se enoje cuando encienda la TV antes de cenar con su familia. Los otros, los que dicen defender los derechos humanos parecen demasiado ocupados, por su parte, en asistir a reuniones inútiles o quejarse del pasado reciente o lejano, mientras lo evidente, lo que sucede frente a sus ojos, les importa un carajo porque de momento no da dinero. 
Vivimos en una hipocresía permanente que alimentamos a diario, consentimos y permitimos ¿Será que al final no somos mejores que ellos? Cincuenta y cinco años padeciendo en la isla y mas de quince en Venezuela son muchos para seguir haciéndose el sordo. Por cierto, mañana, le guste o no, haya dormido bien o tenido pesadillas, volverán asesinar a más personas en esos lugares. Usted, como yo, podemos seguir quejándonos más o menos hasta Semana Santa, tiempo en el que las vacaciones, el sol y la playa nos haga olvidar ‘tan nefasta’ situación ¡Al regreso ya veremos!, seguro que nos prometemos hacer algo al respecto.