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El nuevo clásico

Redacción
28 de marzo, 2014

Hubo una vez en la que la expresión ‘el clásico’ hacía referencia al de los rojos y los cremas pero ya no más. Algunos aun la utilizan dentro de ese contexto, pero los días de éste como tal están contados. 

En cierta ocasión, en cierto lugar, trasmitían un juego de fútbol de la liga nacional. Una jovencita, notando que eso captaba mi atención, me preguntó a quien le iba. “Le voy a X”, repliqué (siendo X un equipo nacional distinto de los que jugaban esa vez). Me aclaró que no se refería a esos, si no al Real Madrid o al Barcelona. No me explico cómo pude ser tan tonto al contestar. En otra oportunidad, años atrás, charlábamos con un conocido sobre asuntos diversos. Seguramente sintió que congeniábamos y quiso reforzar el vínculo a través del fútbol. Hizo la misma pregunta, proporcioné la misma respuesta. Esta, nuevamente, era incorrecta. Compartió su angustia: “En el barcelonismo estamos preocupados pues Guardiola no renueva su contrato.” Le pregunté si era catalán, dijo que no de nacimiento ni de sangre y de paso me aclaró que ‘barcelonismo’ acoge a todos aquellos afines al equipo. Pensé, primero, en el cristianismo, el budismo, el islamismo, capitalismo, socialismo, comunismo, etcétera y luego, pensé en Marx. Una más, en un convivio un fatuo se descosía en vítores y alabanzas para el Real Madrid: “Nosotros aquí, nosotros allá…” Uno de los comensales, en tono burlón, le reprochó este desempacho. ¿Acaso era él parte integrante del club? El madridista con cierta cólera le refutó: “¡Sí! ¡Tengo una acción, una acción, una acción!”, repitiendo esto con ojos saltones, llevando el índice al cielo. Intrigado fui a consultar los estatutos del club, sorpresa, no es una sociedad accionada. 
Cuando llega el día de lo que ahora es ‘el clásico’ el pueblo se llena de júbilo. Las redes sociales se saturan de frases en catalán o alguna versión septentrional o meridional del castellano y también de fotos de niños en las que los padres anuncian con gozo su bautizo: “el primer clásico de mi bebe”, y aparecen las criaturas con sus camisolas. Por su parte, los medios alimentan el fanatismo y las imágenes y titulares sobre el clásico del balompié español ocupan las portadas durante tres días seguidos, cosa que no sucede con el nacional, del cual, si uno no está pendiente, ni se entera. 
¿Es esto gusto por buen fútbol o es algo más? Pocos son los genuinos amantes del deporte que lo siguen y aprecian objetivamente, tanto el extranjero como el nacional, por insípido que este último pueda resultar. Pero el resto, ¿por qué se desvive por dos equipos tan ajenos, tan distantes? Habrá quienes el subconsciente les dicta que si son de Comunicaciones deberán irle al Madrid, por asociación de colores, y de igual forma ocurrirá si son del Municipal, con el Barcelona. Otros quizá simple y sencillamente andan en busca de una identidad dada nuestra situación presente, pasada y futura. O bien, buscan de pan y circo, de tal forma que se adhieren a cualquiera de estos dos equipos por ósmosis. Así, si se les pregunta por qué se consideran ‘merengues’ o ‘azulgranas’ (o incluso ‘culés’ del catalán culer ‘trasero, culera’), dirán simplemente que es porque les gusta y les gusta porque sí. 
Seamos francos, pasado el clásico queda la triste impresión que esta injustificable autodeterminación y fanatismo no es más que el soporífero de un pueblo inconforme, que de contar con una pizca de visión lo que hubiese hecho era convocar a un referendo solicitando la anexión a España ahora que Su Majestad estaba de paso.

El nuevo clásico

Redacción
28 de marzo, 2014

Hubo una vez en la que la expresión ‘el clásico’ hacía referencia al de los rojos y los cremas pero ya no más. Algunos aun la utilizan dentro de ese contexto, pero los días de éste como tal están contados. 

En cierta ocasión, en cierto lugar, trasmitían un juego de fútbol de la liga nacional. Una jovencita, notando que eso captaba mi atención, me preguntó a quien le iba. “Le voy a X”, repliqué (siendo X un equipo nacional distinto de los que jugaban esa vez). Me aclaró que no se refería a esos, si no al Real Madrid o al Barcelona. No me explico cómo pude ser tan tonto al contestar. En otra oportunidad, años atrás, charlábamos con un conocido sobre asuntos diversos. Seguramente sintió que congeniábamos y quiso reforzar el vínculo a través del fútbol. Hizo la misma pregunta, proporcioné la misma respuesta. Esta, nuevamente, era incorrecta. Compartió su angustia: “En el barcelonismo estamos preocupados pues Guardiola no renueva su contrato.” Le pregunté si era catalán, dijo que no de nacimiento ni de sangre y de paso me aclaró que ‘barcelonismo’ acoge a todos aquellos afines al equipo. Pensé, primero, en el cristianismo, el budismo, el islamismo, capitalismo, socialismo, comunismo, etcétera y luego, pensé en Marx. Una más, en un convivio un fatuo se descosía en vítores y alabanzas para el Real Madrid: “Nosotros aquí, nosotros allá…” Uno de los comensales, en tono burlón, le reprochó este desempacho. ¿Acaso era él parte integrante del club? El madridista con cierta cólera le refutó: “¡Sí! ¡Tengo una acción, una acción, una acción!”, repitiendo esto con ojos saltones, llevando el índice al cielo. Intrigado fui a consultar los estatutos del club, sorpresa, no es una sociedad accionada. 
Cuando llega el día de lo que ahora es ‘el clásico’ el pueblo se llena de júbilo. Las redes sociales se saturan de frases en catalán o alguna versión septentrional o meridional del castellano y también de fotos de niños en las que los padres anuncian con gozo su bautizo: “el primer clásico de mi bebe”, y aparecen las criaturas con sus camisolas. Por su parte, los medios alimentan el fanatismo y las imágenes y titulares sobre el clásico del balompié español ocupan las portadas durante tres días seguidos, cosa que no sucede con el nacional, del cual, si uno no está pendiente, ni se entera. 
¿Es esto gusto por buen fútbol o es algo más? Pocos son los genuinos amantes del deporte que lo siguen y aprecian objetivamente, tanto el extranjero como el nacional, por insípido que este último pueda resultar. Pero el resto, ¿por qué se desvive por dos equipos tan ajenos, tan distantes? Habrá quienes el subconsciente les dicta que si son de Comunicaciones deberán irle al Madrid, por asociación de colores, y de igual forma ocurrirá si son del Municipal, con el Barcelona. Otros quizá simple y sencillamente andan en busca de una identidad dada nuestra situación presente, pasada y futura. O bien, buscan de pan y circo, de tal forma que se adhieren a cualquiera de estos dos equipos por ósmosis. Así, si se les pregunta por qué se consideran ‘merengues’ o ‘azulgranas’ (o incluso ‘culés’ del catalán culer ‘trasero, culera’), dirán simplemente que es porque les gusta y les gusta porque sí. 
Seamos francos, pasado el clásico queda la triste impresión que esta injustificable autodeterminación y fanatismo no es más que el soporífero de un pueblo inconforme, que de contar con una pizca de visión lo que hubiese hecho era convocar a un referendo solicitando la anexión a España ahora que Su Majestad estaba de paso.