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Costa Rica: el peligro es la parálisis, no la ingobernabilidad

Redacción
07 de marzo, 2014

La renuncia de Johnny Araya (del Partido de la Liberación Nacional) a competir en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Costa Rica ha dejado en bandeja la presidencia a Luis Guillermo Solís, del Partido de Acción Cívica. Solís, de centroizquierda, ganó contra todo pronóstico la primera vuelta, celebrada el pasado día 2 de febrero, con un 30,64% de los votos, mientras Araya obtuvo un 29,71%, y los últimos sondeos mostraban que Solís tenía una ventaja de más de 40 puntos. 

En realidad, la renuncia de Araya, que consideraba imposible revertir la tendencia que le desfavorecía, es casi un regalo envenenado. 
En primer lugar porque Solís va a ser presidente tras disputar la segunda vuelta contra un “fantasma” pues solo habrá un candidato. Algo parecido ocurrió en Argentina en 2003 cuando Carlos Menem renunció a participar en la segunda vuelta, lo que convirtió a Néstor Kirchner en presidente (en el caso argentino sin necesidad de disputar la segunda vuelta). Esto le hipotecó durante medio mandato y provocó que Kirchner se pasara dos años en una búsqueda permanente de la legitimidad que no había podido conseguir en las urnas. 
En ese contexto se entienden las apelaciones de Solís a que no se dé por acabado el proceso electoral hasta que no se celebre la segunda vuelta, la cual no se ha suspendido aunque solo corra un candidato: ‘Mis primeras palabras son para convocar al voto el 6 de abril. Sin ese voto escrutado y sin que el TSE haya proclamado al presidente, no seré presidente electo. Quiero pedir de la manera más vehemente, entusiasta y respetuosa que hagamos un esfuerzo para que la gente salga a votar. No puedo esperar otra cosa de Costa Rica, que es un pueblo amante de la democracia’. 
Sin una legitimidad plena conseguida en las urnas, Solís deberá consolidar su gestión apelando a la legitimidad de ejercicio afrontando los graves problemas que afronta el país y, sobre todo, el modelo económico costarricense: poco competitivo, obsoleto en muchos aspectos y con datos económicos preocupantes como el de poseer el segundo mayor déficit fiscal de la región centroamericana en el 2013, según cifras del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi). 
El problema es que Solís, para afrontar la reformas pendientes, necesita un fuerte apoyo legislativo para no ver bloqueadas sus iniciativas. Pero para conseguir ese objetivo sólo cuenta con 13 diputados dentro de una Asamblea de 57 escaños muy dividida y fraccionada en pequeños partidos. Puede optar por reformar el modelo, intervencionista y con un destacado papel del Estado, cambiarlo radicalmente o profundizarlo. El problema de raíz es hacerlo apoyado en quién. 
El PAC debe buscar alianzas entre grupos muy separados ideológicamente entre sí. A la derecha están el Movimiento Libertario (8 escaños) y su programa de corte “neoliberal” , el PLN (18 escaños) que acaba de perder el poder y que en realidad en el padre del actual modelo costarricense y el Partido de Unificación Socialcristiana (8 escaños) inmerso en una grave crisis. A la izquierda se encuentra el Frente Amplio (9 escaños) capaz de flirtear en algunas ocasiones con el socialismo del siglo XXI” aunque su líder, José María Villalta siempre ha buscado presentar la cara más amable de su fuerza política. 
En realidad, la única opción viable es pactar con el PLN, algo que se antoja complejo pues los liberacionistas vienen de perder las elecciones y de dejar de ser el partido hegemónico en el país. Además, el PAC es una vieja escisión del PLN y ya se sabe que los rivales son los otros partidos mientras que los enemigos son los compañeros de partido (y más si se han marchado y creado otra fuerza que trata de arrebatarte los votos). 
En resumen, el peligro al que se enfrenta Costa Rica no es tanto a caer en la ingobernabilidad con fuertes tensiones sociales que puedan desgarrar el país sino en la parálisis legislativa que haga del próximo cuatrienio una administración frustrada y fracasada y haga perder un tiempo precioso a Costa Rica para afrontar los retos de un futuro que ya es presente.

Costa Rica: el peligro es la parálisis, no la ingobernabilidad

Redacción
07 de marzo, 2014

La renuncia de Johnny Araya (del Partido de la Liberación Nacional) a competir en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Costa Rica ha dejado en bandeja la presidencia a Luis Guillermo Solís, del Partido de Acción Cívica. Solís, de centroizquierda, ganó contra todo pronóstico la primera vuelta, celebrada el pasado día 2 de febrero, con un 30,64% de los votos, mientras Araya obtuvo un 29,71%, y los últimos sondeos mostraban que Solís tenía una ventaja de más de 40 puntos. 

En realidad, la renuncia de Araya, que consideraba imposible revertir la tendencia que le desfavorecía, es casi un regalo envenenado. 
En primer lugar porque Solís va a ser presidente tras disputar la segunda vuelta contra un “fantasma” pues solo habrá un candidato. Algo parecido ocurrió en Argentina en 2003 cuando Carlos Menem renunció a participar en la segunda vuelta, lo que convirtió a Néstor Kirchner en presidente (en el caso argentino sin necesidad de disputar la segunda vuelta). Esto le hipotecó durante medio mandato y provocó que Kirchner se pasara dos años en una búsqueda permanente de la legitimidad que no había podido conseguir en las urnas. 
En ese contexto se entienden las apelaciones de Solís a que no se dé por acabado el proceso electoral hasta que no se celebre la segunda vuelta, la cual no se ha suspendido aunque solo corra un candidato: ‘Mis primeras palabras son para convocar al voto el 6 de abril. Sin ese voto escrutado y sin que el TSE haya proclamado al presidente, no seré presidente electo. Quiero pedir de la manera más vehemente, entusiasta y respetuosa que hagamos un esfuerzo para que la gente salga a votar. No puedo esperar otra cosa de Costa Rica, que es un pueblo amante de la democracia’. 
Sin una legitimidad plena conseguida en las urnas, Solís deberá consolidar su gestión apelando a la legitimidad de ejercicio afrontando los graves problemas que afronta el país y, sobre todo, el modelo económico costarricense: poco competitivo, obsoleto en muchos aspectos y con datos económicos preocupantes como el de poseer el segundo mayor déficit fiscal de la región centroamericana en el 2013, según cifras del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi). 
El problema es que Solís, para afrontar la reformas pendientes, necesita un fuerte apoyo legislativo para no ver bloqueadas sus iniciativas. Pero para conseguir ese objetivo sólo cuenta con 13 diputados dentro de una Asamblea de 57 escaños muy dividida y fraccionada en pequeños partidos. Puede optar por reformar el modelo, intervencionista y con un destacado papel del Estado, cambiarlo radicalmente o profundizarlo. El problema de raíz es hacerlo apoyado en quién. 
El PAC debe buscar alianzas entre grupos muy separados ideológicamente entre sí. A la derecha están el Movimiento Libertario (8 escaños) y su programa de corte “neoliberal” , el PLN (18 escaños) que acaba de perder el poder y que en realidad en el padre del actual modelo costarricense y el Partido de Unificación Socialcristiana (8 escaños) inmerso en una grave crisis. A la izquierda se encuentra el Frente Amplio (9 escaños) capaz de flirtear en algunas ocasiones con el socialismo del siglo XXI” aunque su líder, José María Villalta siempre ha buscado presentar la cara más amable de su fuerza política. 
En realidad, la única opción viable es pactar con el PLN, algo que se antoja complejo pues los liberacionistas vienen de perder las elecciones y de dejar de ser el partido hegemónico en el país. Además, el PAC es una vieja escisión del PLN y ya se sabe que los rivales son los otros partidos mientras que los enemigos son los compañeros de partido (y más si se han marchado y creado otra fuerza que trata de arrebatarte los votos). 
En resumen, el peligro al que se enfrenta Costa Rica no es tanto a caer en la ingobernabilidad con fuertes tensiones sociales que puedan desgarrar el país sino en la parálisis legislativa que haga del próximo cuatrienio una administración frustrada y fracasada y haga perder un tiempo precioso a Costa Rica para afrontar los retos de un futuro que ya es presente.