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Relevo generacional en organizaciones políticas, ¿una utopía?

Redacción
11 de abril, 2014

Aún recuerdo las palabras de un dirigente político venezolano, cuando me decía“Chamo, lo que pasa es que un político mientras respira, aspira”, tratando de explicarme los problemas de su partido que entorpecieron sus procesos internos de reestructuración, modernización y reposicionamiento en el contexto político que vivía Venezuela en el 2003, después del fallido derrocamiento de Hugo Chávez y las Elecciones Presidenciales del 2006. Me hizo pensar en lo familiar que sonaba esa afirmación, cuando recordaba muchos casos de políticos en Centro América, quienes encajan perfectamente dentro de esa peculiar caracterización.

El tema de renovación o relevo generacional es, lastimosamente, considerado un tabú por parte de muchas dirigencias partidarias, en vez de tomarlo como un proceso normal que debería incluso institucionalizarse dentro de las mismas organizaciones. Estamos muy distante de ello. Los ejemplos sobran cuando frente a nuestros ojos tenemos políticos que después de haber alcanzado el más alto cargo de poder público, la Presidencia de la República, buscan frenéticamente una silla en los Congresos o asambleas legislativas nacionales; o se aferran a la presidencia o secretaría general de sus partidos. Algunos incluso buscan alcanzar un cargo edil, cuando la lógica y registros históricos nos dicen que esos cargos sirven muchas veces como un preámbulo para alcanzar la Presidencia, no a la inversa.

Una oportunidad real de relevo generacional, se presenta por lo general bajo dos circunstancias: la muerte repentina o ausencia del líder, y una derrota o fracaso electoral. Un partido político fuerte, moderno y bien estructurado no debería esperar a encontrarse inmerso en una de estas situaciones; por el contrario, debe facilitar una evolutiva transición, logrando de esa manera garantizar su posicionamiento estratégico a largo plazo y natural supervivencia. La improductiva y latente presencia de un dirigente, sus repetidos intentos por participar en las elecciones, su autoritaria influencia en las tomas de decisiones, desvalorando el liderazgo emergente, es una muestra enfática que hay un problema de fondo. Ésto impide que surja un liderazgo nuevo que represente mejor a los partidarios y sus intereses, así como también los anhelos ciudadanos por una política incluyente, participativa y acorde a los tiempos que el mundo va marcando.

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En mi país, El Salvador, recientemente terminó un intenso proceso electoral y el partido que perdió está clamando justificadamente por inmediatos cambios estructurales y de liderazgo a lo interno de su organización. Por otro lado, el partido que triunfó por un margen muy estrecho lleva a la Presidencia a un hombre de 70 años, lo cual en sí no es un problema, pero refleja la sobreimposición de un cansado “liderazgo histórico del partido”, situación que ya hubieran podido superar fácilmente.

Europa parece haber aprendido la lección. Sólo veamos el ejemplo más reciente, con la llegada en febrero de este año del Primer Ministro de Italia más joven en su historia. Matteo Renzi, de 39 años, rompió sólidos paradigmas en la cultura política italiana, en donde el político de edad avanzada era el símbolo infalible de respeto, conocimiento y experiencia.

La juventud por sí sola no garantiza el éxito, eso se aplica tanto a la política como a cualquier otra actividad privada o pública. En la política partidaria es una apuesta segura a que habrá continuidad de los principios, valores e ideales que cada organización política representa y también demuestra que no sólo son un movimiento con intereses cortoplacistas y netamente electoreros.

Relevo generacional en organizaciones políticas, ¿una utopía?

Redacción
11 de abril, 2014

Aún recuerdo las palabras de un dirigente político venezolano, cuando me decía“Chamo, lo que pasa es que un político mientras respira, aspira”, tratando de explicarme los problemas de su partido que entorpecieron sus procesos internos de reestructuración, modernización y reposicionamiento en el contexto político que vivía Venezuela en el 2003, después del fallido derrocamiento de Hugo Chávez y las Elecciones Presidenciales del 2006. Me hizo pensar en lo familiar que sonaba esa afirmación, cuando recordaba muchos casos de políticos en Centro América, quienes encajan perfectamente dentro de esa peculiar caracterización.

El tema de renovación o relevo generacional es, lastimosamente, considerado un tabú por parte de muchas dirigencias partidarias, en vez de tomarlo como un proceso normal que debería incluso institucionalizarse dentro de las mismas organizaciones. Estamos muy distante de ello. Los ejemplos sobran cuando frente a nuestros ojos tenemos políticos que después de haber alcanzado el más alto cargo de poder público, la Presidencia de la República, buscan frenéticamente una silla en los Congresos o asambleas legislativas nacionales; o se aferran a la presidencia o secretaría general de sus partidos. Algunos incluso buscan alcanzar un cargo edil, cuando la lógica y registros históricos nos dicen que esos cargos sirven muchas veces como un preámbulo para alcanzar la Presidencia, no a la inversa.

Una oportunidad real de relevo generacional, se presenta por lo general bajo dos circunstancias: la muerte repentina o ausencia del líder, y una derrota o fracaso electoral. Un partido político fuerte, moderno y bien estructurado no debería esperar a encontrarse inmerso en una de estas situaciones; por el contrario, debe facilitar una evolutiva transición, logrando de esa manera garantizar su posicionamiento estratégico a largo plazo y natural supervivencia. La improductiva y latente presencia de un dirigente, sus repetidos intentos por participar en las elecciones, su autoritaria influencia en las tomas de decisiones, desvalorando el liderazgo emergente, es una muestra enfática que hay un problema de fondo. Ésto impide que surja un liderazgo nuevo que represente mejor a los partidarios y sus intereses, así como también los anhelos ciudadanos por una política incluyente, participativa y acorde a los tiempos que el mundo va marcando.

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En mi país, El Salvador, recientemente terminó un intenso proceso electoral y el partido que perdió está clamando justificadamente por inmediatos cambios estructurales y de liderazgo a lo interno de su organización. Por otro lado, el partido que triunfó por un margen muy estrecho lleva a la Presidencia a un hombre de 70 años, lo cual en sí no es un problema, pero refleja la sobreimposición de un cansado “liderazgo histórico del partido”, situación que ya hubieran podido superar fácilmente.

Europa parece haber aprendido la lección. Sólo veamos el ejemplo más reciente, con la llegada en febrero de este año del Primer Ministro de Italia más joven en su historia. Matteo Renzi, de 39 años, rompió sólidos paradigmas en la cultura política italiana, en donde el político de edad avanzada era el símbolo infalible de respeto, conocimiento y experiencia.

La juventud por sí sola no garantiza el éxito, eso se aplica tanto a la política como a cualquier otra actividad privada o pública. En la política partidaria es una apuesta segura a que habrá continuidad de los principios, valores e ideales que cada organización política representa y también demuestra que no sólo son un movimiento con intereses cortoplacistas y netamente electoreros.