Corrían tiempos difíciles. Guatemala, no se sorprenda, atravesaba una seria crisis política. La República estaba recién fundada y ya se hundía en la anarquía. Grupos de rebeldes acaudillados por el famoso y eterno rebelde general Serapio Cruz habían levantado la bandera de la revolución y el caos iba extendiéndose por todo el territorio nacional, llegando a surgir grupos de “montañeses” en Quetzaltenango. Ante tal panorama de anarquía, el Presidente, general Rafael Carrera, presenta su renuncia y se autoexilia en la vecina Chiapas. Es el 16 de agosto de 1848. La Asamblea entonces nombra presidente interino a don Juan Antonio Martínez, un comerciante de grana y añil que renuncia meses después, siendo sustituido por el licenciado José Bernardo Escobar el 28 de noviembre del mismo año. Este señor Escobar pronuncia una frase que rescata de la bruma del tiempo el historiador Ramiro Ordóñez Jonama, al quien siempre es necesario acudir cuando se quiere leer historia crítica y bien escrita.
Encontramos datos biográficos fascinantes de este militar metido a político en el ensayo “El Coronel Mariano Paredes, cuarto presidente de la República de Guatemala”, del ya citado Ramiro Ordóñez Jonama, publicado en la revista Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, tomo LXXX, correspondiente al año 2005, publicación de la que hemos sacado las citas textuales que de los personajes históricos hacemos en este breve artículo.
Así las cosas, el coronel Mariano Paredes, de origen humilde hizo carrera dentro del ejército, institución que en esa época era una mezcla extraña de cuerpos militares fijos y batallones de voluntarios pero sin escuela técnica para la formación de oficiales. Imagino que los hombres con más suerte destinados a oficiales o se entrenaban en el extranjero o los entrenaban extranjeros, como esos señores de apellidos españoles, franceses e ingleses que pululan en las listas de oficiales durante las guerras civiles centroamericanas (Cáscara, Raoul, etc.), o bien se iban entrenando sobre la marcha. Don Mariano pertenece al último grupo, de los que se entrenan en el oficio desempeñándolo, y así lo ubica don Ramiro a finales de 1837, (vea que cosas las de la vida), luchando en contra de los montañeses de Carrera que buscaban derrocar al doctor Mariano Gálvez. Es decir que don Mariano Paredes era uno de esos militares institucionales, que están del lado del Estado. Don Mariano se había convertido en “presidenciable”, gracias a la campaña de recuperación de Los Altos en 1848, luego que de su triunfo en la batalla de San Andrés Semetabaj, Sololá, ocupara pacíficamente la ciudad de Quetzaltenango.
El presidente Paredes cumplió su papel de presidente interino más allá de las modestas expectativas de la Asamblea que lo nombró en un momento de angustia. Su presidencia interina se extendió por el período de “…dos años, siete meses y unos días de gobierno”, dice Ordóñez Jonama, logrando la paz de la república y haciendo posible que para el 6 de noviembre de 1851 le devolviera la banda presidencial al general Rafael Carrera, quien no se la volvería a quitar hasta su muerte, el 14 de abril de 1865. En su discurso de entrega del cargo, pronuncia unas hermosas palabras dignas de ser rescatadas y sobre todo, meditadas por aquellos que soñamos con una Guatemala próspera, ordenada y justa: “Por lo que a mí toca, puedo, señores, asegurar con toda confianza, que he puesto los medios que han estado a mi alcance para llenar debidamente el cargo que se me impuso al encomendarme la primera magistratura de la República. Los resultados, a Dios gracias, parecen haber correspondido a mis buenas intenciones, tal vez más de lo que yo esperaba, y con esto me hallo ya recompensado.”
¿Cuántos presidentes de Guatemala podrían retirarse de su vida política con la conciencia tan tranquila?
Corrían tiempos difíciles. Guatemala, no se sorprenda, atravesaba una seria crisis política. La República estaba recién fundada y ya se hundía en la anarquía. Grupos de rebeldes acaudillados por el famoso y eterno rebelde general Serapio Cruz habían levantado la bandera de la revolución y el caos iba extendiéndose por todo el territorio nacional, llegando a surgir grupos de “montañeses” en Quetzaltenango. Ante tal panorama de anarquía, el Presidente, general Rafael Carrera, presenta su renuncia y se autoexilia en la vecina Chiapas. Es el 16 de agosto de 1848. La Asamblea entonces nombra presidente interino a don Juan Antonio Martínez, un comerciante de grana y añil que renuncia meses después, siendo sustituido por el licenciado José Bernardo Escobar el 28 de noviembre del mismo año. Este señor Escobar pronuncia una frase que rescata de la bruma del tiempo el historiador Ramiro Ordóñez Jonama, al quien siempre es necesario acudir cuando se quiere leer historia crítica y bien escrita.
Encontramos datos biográficos fascinantes de este militar metido a político en el ensayo “El Coronel Mariano Paredes, cuarto presidente de la República de Guatemala”, del ya citado Ramiro Ordóñez Jonama, publicado en la revista Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, tomo LXXX, correspondiente al año 2005, publicación de la que hemos sacado las citas textuales que de los personajes históricos hacemos en este breve artículo.
Así las cosas, el coronel Mariano Paredes, de origen humilde hizo carrera dentro del ejército, institución que en esa época era una mezcla extraña de cuerpos militares fijos y batallones de voluntarios pero sin escuela técnica para la formación de oficiales. Imagino que los hombres con más suerte destinados a oficiales o se entrenaban en el extranjero o los entrenaban extranjeros, como esos señores de apellidos españoles, franceses e ingleses que pululan en las listas de oficiales durante las guerras civiles centroamericanas (Cáscara, Raoul, etc.), o bien se iban entrenando sobre la marcha. Don Mariano pertenece al último grupo, de los que se entrenan en el oficio desempeñándolo, y así lo ubica don Ramiro a finales de 1837, (vea que cosas las de la vida), luchando en contra de los montañeses de Carrera que buscaban derrocar al doctor Mariano Gálvez. Es decir que don Mariano Paredes era uno de esos militares institucionales, que están del lado del Estado. Don Mariano se había convertido en “presidenciable”, gracias a la campaña de recuperación de Los Altos en 1848, luego que de su triunfo en la batalla de San Andrés Semetabaj, Sololá, ocupara pacíficamente la ciudad de Quetzaltenango.
El presidente Paredes cumplió su papel de presidente interino más allá de las modestas expectativas de la Asamblea que lo nombró en un momento de angustia. Su presidencia interina se extendió por el período de “…dos años, siete meses y unos días de gobierno”, dice Ordóñez Jonama, logrando la paz de la república y haciendo posible que para el 6 de noviembre de 1851 le devolviera la banda presidencial al general Rafael Carrera, quien no se la volvería a quitar hasta su muerte, el 14 de abril de 1865. En su discurso de entrega del cargo, pronuncia unas hermosas palabras dignas de ser rescatadas y sobre todo, meditadas por aquellos que soñamos con una Guatemala próspera, ordenada y justa: “Por lo que a mí toca, puedo, señores, asegurar con toda confianza, que he puesto los medios que han estado a mi alcance para llenar debidamente el cargo que se me impuso al encomendarme la primera magistratura de la República. Los resultados, a Dios gracias, parecen haber correspondido a mis buenas intenciones, tal vez más de lo que yo esperaba, y con esto me hallo ya recompensado.”
¿Cuántos presidentes de Guatemala podrían retirarse de su vida política con la conciencia tan tranquila?