Hace algún tiempo escribí sobre el
drama de los embarazos en niñas y adolescentes. Creería oportuno, a
la luz de los últimos acontecimientos, retomar el tema.
Aunque en el área rural, la unión
entre adolescentes es una práctica llamada cultural, son
más frecuentes las víctimas de la violencia sexual, en muchos casos, por
miembros del propio núcleo familiar.
Los embarazos juveniles
-cada vez más frecuentes- tienen serias repercusiones
físicas, sociales, mentales, familiares y amenazan seriamente el
futuro, tanto de la joven madre, como para la criatura
y la sociedad en general. Una gran complejidad de los
problemas de un país, están reflejados en estas niñas: pobreza, falta de
educación formal, falta de oportunidades, marginación por razón de género,
violencia y explotación física y sexual, descomposición social de los hogares y
alta incidencia de prepotencia y machismo del varón.
Por el embarazo, la vida de la niña o
adolescente percibe el acoso cultural, social y religioso al que por lo
regular es sometida. En el año 2010, el Ministerio de Salud,
reportó 47,500 partos de niñas entre 10 y 19
años. De estos, 8,300 fueron de menores de 15
años. Al ser madres a tan temprana edad, los estudios formales se
abandonan, en consecuencia, las oportunidades laborales se reducen y las
penurias económicas se multiplican.
Las jóvenes madres asumen para sí un
triple problema: biológico, psíquico y social. Se afrontan
peligros físicos que fácilmente pueden llevarle a la muerte. Están expuestas a
contraer enfermedades venéreas o Sida. Su salud se debilita.
Entre las patologías más frecuentes,
las madres a temprana edad contraen: Anemia y desnutrición, infecciones
urinarias, aumento de la presión arterial. Además serias complicaciones
en el parto, pudiéndose dar la muerte por el síndrome metabólico a consecuencia
de un trastorno hipertensivo o bien, por falta de atención profesional. Los
riesgos para el hijo o hija son: partos prematuros, bajo peso al nacer y
mortalidad perinatal.
Para nuestra sociedad, el
aumento de una población sin oportunidades de desarrollo físico o
intelectual. Por el bajo nivel educacional, puede que no haya
consciencia de la forma del cuidado de la criatura en sus
primeros años de vida, y riesgo de que el hijo o
hija, repitan el mismo patrón de fecundidad de la madre.
Para mayor información sobre el tema
sugerimos leer los documentos del Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva
OSAR