Al menos ya no se recurre a la violencia física. Ya no se desaparece, se “neutraliza” ni se “ajusticia” al enemigo. Ahora la guerra es de más baja intensidad que la que libró la URNG y no pasa de los meros pasquines. Pasquines lastimosamente anónimos, manto que permite las más alocadas fantasías de mentes atacadas por la fiebre del rencor. Tal parece que ninguno de los dos bandos que se enfrentaron en el conflicto armado interno que asoló Guatemala por tres décadas está dispuesto a reconocer sus mutuas derrotas. La guerrilla sigue fantaseando con que “casi, casi” tomaron el poder, como si ese “casi” tuviera algún valor estratégico en el campo de los hechos históricos y políticos. Y el ejército se resiste a aceptar que por distraerse algunos oficiales en otros negocios que les prepararan una tranquila posguerra se dejaron ganar en el ámbito político, arrancándoles de la mano la victoria militar. Y en ese caldo de incumplidos anhelos es que se cocinan los rencores que salen a la luz en unos desplegados de prensa mal escritos y peor pensados firmados por la Fundación Contra el Terrorismo y en un documento que ayer llegó a mi bandeja de correo electrónico, titulado Guatemala: el haz y el envés de la impunidad y el miedo, en donde como si se tratara de una novela de Stephen King, los que lo prepararon (porque su lectura denota un desigual dominio de la redacción y del lenguaje), se dan a fantasear y a reinventar una realidad en la que los micos andan aparejados.
Al menos ya no se recurre a la violencia física. Ya no se desaparece, se “neutraliza” ni se “ajusticia” al enemigo. Ahora la guerra es de más baja intensidad que la que libró la URNG y no pasa de los meros pasquines. Pasquines lastimosamente anónimos, manto que permite las más alocadas fantasías de mentes atacadas por la fiebre del rencor. Tal parece que ninguno de los dos bandos que se enfrentaron en el conflicto armado interno que asoló Guatemala por tres décadas está dispuesto a reconocer sus mutuas derrotas. La guerrilla sigue fantaseando con que “casi, casi” tomaron el poder, como si ese “casi” tuviera algún valor estratégico en el campo de los hechos históricos y políticos. Y el ejército se resiste a aceptar que por distraerse algunos oficiales en otros negocios que les prepararan una tranquila posguerra se dejaron ganar en el ámbito político, arrancándoles de la mano la victoria militar. Y en ese caldo de incumplidos anhelos es que se cocinan los rencores que salen a la luz en unos desplegados de prensa mal escritos y peor pensados firmados por la Fundación Contra el Terrorismo y en un documento que ayer llegó a mi bandeja de correo electrónico, titulado Guatemala: el haz y el envés de la impunidad y el miedo, en donde como si se tratara de una novela de Stephen King, los que lo prepararon (porque su lectura denota un desigual dominio de la redacción y del lenguaje), se dan a fantasear y a reinventar una realidad en la que los micos andan aparejados.