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El síndrome de Venezuela

Redacción
27 de mayo, 2014

El sábado 17 de este mes inicié, en ‘elPeriodico’ una serie, de artículos en mi columna de los sábados, que en principio constará de siete entregas en las que presentaré a los precandidatos a presidente, que a un año de la convocatoria han manifestado su intención de participar; en esa presentación hago público un muy resumido currículo de cada uno y algunos comentarios míos. En la serie los presento en orden alfabético así que ya mencioné a Roberto Alejos y a Manuel Baldizón. Continuarán Mario Estrada, Juan Guillermo Gutiérrez, Roberto González Díaz-Durán ‘Canela’, Alejandro Sinibadi y Sandra Torres. Desde el primer artículo empezaron en las redes sociales los comentarios negativos hacia los candidatos y las expresiones derrotistas por la política y los políticos. Decían por ejemplo: ‘Todos son iguales, yo por eso no voy a votar’; ‘Ni licuados sacamos uno bueno, yo anularé mi voto’; ‘Estamos pues… a anular el voto’; ‘Con estos estamos clavados, yo por eso votaré nulo’; ‘Huy que firmitas, yo anulo mi voto’, etcétera. 

Eso me hizo recordar lo que su madre, la Sultana Aixa, le dijera a Boadbil, último rey moro de Granada, al verlo llorar al salir de su ciudad:
‘Llora como una mujer lo que no supiste defender como hombre’ . 
Creo que esta gente, que así se manifiesta, son como Boadbil, cobardes que dentro de poco lloraran por Guatemala. Porque ellos que se creen ‘santos, puros y castos’, que sólo ellos tienen la razón, sólo ellos tienen la verdad, es más no tienen la verdad: ¡son la verdad!. Son señoritas y señoritos, damas entradas en años y en carnes y señores frustrados, panzones, que por falta de testosterona no forman ni se involucran en un partido ¡Dios guarde! ni organizan una marcha para protestar o para exigir algo. Todo lo hacen desde la comodidad de su casa, apoltronados cómodamente escribiendo en las redes sociales, tomando café y pastelitos, y en muchos casos encubiertos en el anonimato que les da un seudónimo, porque muchos no dan ni la cara ni el nombre, como diría Estuardo Zapeta. 
Eso si en el Facebook, son muy hombres o mujeres con foto de un campo de flores, el mar o un animal y con nombres como Kaliman, Superman o Mafalda. Esa actitud derrotista, típica de los cobardes es la que llevó a Hugo Chávez al poder en Venezuela. Es la indolencia, mezclada con resentimiento por no ser protagonistas de algo, ni dueños de sus vidas. Iconoclastas que destruyen nombres y honras pero no proponen algo como alternativa o un candidato viable, porque mencionan, cuando mencionan, personajes de supuesta capacidad pero que no tienen ni la más remota posibilidad de triunfar en algo o no quieren involucrarse porque ellos también son ‘puros y castos’ para involucrarse en algo que ayude a su país, ese que tanto dicen querer y defender. Pero sin involucrarse, siempre desde la cómoda trinchera de su casa. Es el ‘Síndrome de Venezuela’. 
Este es el discurso de los cobardes que permitieron que en Venezuela un hamponcete golpista, el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, se hiciera del poder legalmente pero ya presidente se entronizó y se quedó hasta su muerte. Si allí hubiera terminado todo pues hubiera sido malo, pero la cosa resultó peor, heredó el poder a un chofer que ahora gobierna a ese país el de los ‘vestidos de primera comunión’, de esos que no quisieron participar ni votar, son como Boadbil y por eso Maduro allí se quedará de por vida.

El síndrome de Venezuela

Redacción
27 de mayo, 2014

El sábado 17 de este mes inicié, en ‘elPeriodico’ una serie, de artículos en mi columna de los sábados, que en principio constará de siete entregas en las que presentaré a los precandidatos a presidente, que a un año de la convocatoria han manifestado su intención de participar; en esa presentación hago público un muy resumido currículo de cada uno y algunos comentarios míos. En la serie los presento en orden alfabético así que ya mencioné a Roberto Alejos y a Manuel Baldizón. Continuarán Mario Estrada, Juan Guillermo Gutiérrez, Roberto González Díaz-Durán ‘Canela’, Alejandro Sinibadi y Sandra Torres. Desde el primer artículo empezaron en las redes sociales los comentarios negativos hacia los candidatos y las expresiones derrotistas por la política y los políticos. Decían por ejemplo: ‘Todos son iguales, yo por eso no voy a votar’; ‘Ni licuados sacamos uno bueno, yo anularé mi voto’; ‘Estamos pues… a anular el voto’; ‘Con estos estamos clavados, yo por eso votaré nulo’; ‘Huy que firmitas, yo anulo mi voto’, etcétera. 

Eso me hizo recordar lo que su madre, la Sultana Aixa, le dijera a Boadbil, último rey moro de Granada, al verlo llorar al salir de su ciudad:
‘Llora como una mujer lo que no supiste defender como hombre’ . 
Creo que esta gente, que así se manifiesta, son como Boadbil, cobardes que dentro de poco lloraran por Guatemala. Porque ellos que se creen ‘santos, puros y castos’, que sólo ellos tienen la razón, sólo ellos tienen la verdad, es más no tienen la verdad: ¡son la verdad!. Son señoritas y señoritos, damas entradas en años y en carnes y señores frustrados, panzones, que por falta de testosterona no forman ni se involucran en un partido ¡Dios guarde! ni organizan una marcha para protestar o para exigir algo. Todo lo hacen desde la comodidad de su casa, apoltronados cómodamente escribiendo en las redes sociales, tomando café y pastelitos, y en muchos casos encubiertos en el anonimato que les da un seudónimo, porque muchos no dan ni la cara ni el nombre, como diría Estuardo Zapeta. 
Eso si en el Facebook, son muy hombres o mujeres con foto de un campo de flores, el mar o un animal y con nombres como Kaliman, Superman o Mafalda. Esa actitud derrotista, típica de los cobardes es la que llevó a Hugo Chávez al poder en Venezuela. Es la indolencia, mezclada con resentimiento por no ser protagonistas de algo, ni dueños de sus vidas. Iconoclastas que destruyen nombres y honras pero no proponen algo como alternativa o un candidato viable, porque mencionan, cuando mencionan, personajes de supuesta capacidad pero que no tienen ni la más remota posibilidad de triunfar en algo o no quieren involucrarse porque ellos también son ‘puros y castos’ para involucrarse en algo que ayude a su país, ese que tanto dicen querer y defender. Pero sin involucrarse, siempre desde la cómoda trinchera de su casa. Es el ‘Síndrome de Venezuela’. 
Este es el discurso de los cobardes que permitieron que en Venezuela un hamponcete golpista, el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, se hiciera del poder legalmente pero ya presidente se entronizó y se quedó hasta su muerte. Si allí hubiera terminado todo pues hubiera sido malo, pero la cosa resultó peor, heredó el poder a un chofer que ahora gobierna a ese país el de los ‘vestidos de primera comunión’, de esos que no quisieron participar ni votar, son como Boadbil y por eso Maduro allí se quedará de por vida.