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La fortuna material que damos por sentado

Redacción
29 de mayo, 2014

“¿En qué época te hubiera gustado vivir?”, le pregunté en una ocasión a un amigo. Sin darle muchas vueltas a la pregunta, me lanzó una muy buena respuesta: “En cualquiera luego que la anestesia haya sido inventada”. Sus palabras motivaron reflexión: ¿por qué hay gente que cree que la vida en el pasado era mejor? 

¿El pasado fue mejor que el presente? Para nada. Estimado lector, a usted le ha tocado vivir en una de las épocas más afortunadas de la historia. Las razones abundan, el problema es que las tomamos por sentado porque nacemos rodeados de ellas. 
Supongamos que usted es una persona acaudalada en la Europa del siglo XIX. Ha de ser sorprendente, ¿no? La verdad no tanto. Para empezar, si es muy afortunado logrará vivir hasta los 35 años, esta era la expectativa de vida de ese entonces pues las enfermedades más benévolas podían llevar a cualquiera a la tumba. El hombre más rico del mundo en 1836, el banquero Nathan Rothschild, murió joven de un envenenamiento de sangre que fácilmente pudo haber sido tratado con simples antibióticos que hoy en día abundan. 
Aun con mucho dinero, en el siglo XIX usted tendría una vida muy limitada en comparación con la vida de una persona de clase baja de hoy Estos son algunos de los términos que usted no entendería: trasplante de órganos, gen, robot, energía nuclear, video, ADN, liposucción, láser, penicilina, Internet, nylon, horno microondas, lavadora, cine, televisión, celular, automóvil, avión, terapia genética, insulina, penicilina, tarjetas de crédito, aire acondicionado, refrigeradora, zipper, cohete, electricidad, computadora, cajero automático, vuelo espacial, antibiótico, anticonceptivo, láser, lentes de contacto, tractor, bolígrafo, satélite artificial, juegos de video. 
Y si fuera un hombre de clase media del siglo XIX su suerte, obviamente, sería mucho peor. Trabajaría de sol a sol sin ninguna maquina que alivianase sus esfuerzos. No bebería agua potable ni tendría forma de tratarse un sencillo dolor de muelas. Comería carne insalubre y no tendría ni ensalada ni frutas para acompañar. Su hogar lo iluminaría con carbón o queroseno, lo que le provocaría enfermedades respiratorias. Únicamente tendría un par de zapatos y unas cuantas prendas de vestir, todas llenas de piojos. 
En general, a la vida preindustrial de ricos y pobres le haría falta cepillo dental, desodorante, papel higiénico, inodoros, drenajes y agua corriente (por lo que la gente no se bañaba y los vestidos largos servían para esconder el mal olor). 
Ahora regresemos al presente. Mire a su alrededor. Le aseguro que la gran mayoría de cosas que ve se inventaron del siglo XX en adelante. El ser humano lleva unos 2,5 millones de años de habitar la Tierra en condiciones paupérrimas y sólo poco más de un siglo de vivir entre tanta opulencia material. Sin embargo, no nos tomamos la molestia para estar agradecidos por toda esta riqueza que nos hace la vida más fácil. ¿Por qué damos por sentado tanto bien? Porque vivimos rodeados de ellos y han estado allí prácticamente desde que nacimos. 
¿Ya se dio cuenta que a pesar de todo lo malo que nos rodea, no es tanta la desgracia de vivir en estas épocas?

La fortuna material que damos por sentado

Redacción
29 de mayo, 2014

“¿En qué época te hubiera gustado vivir?”, le pregunté en una ocasión a un amigo. Sin darle muchas vueltas a la pregunta, me lanzó una muy buena respuesta: “En cualquiera luego que la anestesia haya sido inventada”. Sus palabras motivaron reflexión: ¿por qué hay gente que cree que la vida en el pasado era mejor? 

¿El pasado fue mejor que el presente? Para nada. Estimado lector, a usted le ha tocado vivir en una de las épocas más afortunadas de la historia. Las razones abundan, el problema es que las tomamos por sentado porque nacemos rodeados de ellas. 
Supongamos que usted es una persona acaudalada en la Europa del siglo XIX. Ha de ser sorprendente, ¿no? La verdad no tanto. Para empezar, si es muy afortunado logrará vivir hasta los 35 años, esta era la expectativa de vida de ese entonces pues las enfermedades más benévolas podían llevar a cualquiera a la tumba. El hombre más rico del mundo en 1836, el banquero Nathan Rothschild, murió joven de un envenenamiento de sangre que fácilmente pudo haber sido tratado con simples antibióticos que hoy en día abundan. 
Aun con mucho dinero, en el siglo XIX usted tendría una vida muy limitada en comparación con la vida de una persona de clase baja de hoy Estos son algunos de los términos que usted no entendería: trasplante de órganos, gen, robot, energía nuclear, video, ADN, liposucción, láser, penicilina, Internet, nylon, horno microondas, lavadora, cine, televisión, celular, automóvil, avión, terapia genética, insulina, penicilina, tarjetas de crédito, aire acondicionado, refrigeradora, zipper, cohete, electricidad, computadora, cajero automático, vuelo espacial, antibiótico, anticonceptivo, láser, lentes de contacto, tractor, bolígrafo, satélite artificial, juegos de video. 
Y si fuera un hombre de clase media del siglo XIX su suerte, obviamente, sería mucho peor. Trabajaría de sol a sol sin ninguna maquina que alivianase sus esfuerzos. No bebería agua potable ni tendría forma de tratarse un sencillo dolor de muelas. Comería carne insalubre y no tendría ni ensalada ni frutas para acompañar. Su hogar lo iluminaría con carbón o queroseno, lo que le provocaría enfermedades respiratorias. Únicamente tendría un par de zapatos y unas cuantas prendas de vestir, todas llenas de piojos. 
En general, a la vida preindustrial de ricos y pobres le haría falta cepillo dental, desodorante, papel higiénico, inodoros, drenajes y agua corriente (por lo que la gente no se bañaba y los vestidos largos servían para esconder el mal olor). 
Ahora regresemos al presente. Mire a su alrededor. Le aseguro que la gran mayoría de cosas que ve se inventaron del siglo XX en adelante. El ser humano lleva unos 2,5 millones de años de habitar la Tierra en condiciones paupérrimas y sólo poco más de un siglo de vivir entre tanta opulencia material. Sin embargo, no nos tomamos la molestia para estar agradecidos por toda esta riqueza que nos hace la vida más fácil. ¿Por qué damos por sentado tanto bien? Porque vivimos rodeados de ellos y han estado allí prácticamente desde que nacimos. 
¿Ya se dio cuenta que a pesar de todo lo malo que nos rodea, no es tanta la desgracia de vivir en estas épocas?