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Al Presidente Otto Pérez Molina

Redacción
26 de junio, 2014

Señor Presidente: 

En los últimos días tanto los guatemaltecos como los extranjeros nos hemos enterado de sus llamadas a los medios de comunicación guatemaltecos (o, por lo menos, a uno de ellos) para expresar su desacuerdo con la línea editorial que siguen y, por lo visto, para protestar contra el ángulo desde el que emiten la información. Y si tomamos en cuenta las denuncias que puso la señora Vicepresidenta contra otro periódico, la noticia nos ha preocupado. 
En un país libre donde los ciudadanos gozan de libertades en el pleno sentido de la palabra –incluso, sabemos que estas libertades se suelen transformar en libertinajes como cierre de carreteras, ataques armados de parte de los “inconformes” a las empresas, etc.– es un derecho de cualquier ciudadano apelar a la prensa y hacerla ver que la información que transmiten no es necesariamente correcta. 
Sin embargo, señor Presidente, no se puede olvidar que el cargo que usted ocupa no puede considerarse como “cualquier ciudadano”. Usted sabrá mejor que yo y mejor que muchos que los jefes de estado, al llegar a este puesto, pierden muchos derechos propios para los gobernados. Usted sabe que no puede moverse libremente, decir cualquier cosa que se le venga a la mente ni actuar de manera compulsiva. En primer lugar, porque un jefe de estado debe estar ocupado las veinticuatro horas en la seguridad nacional (y no en su propia) y en la defensa de sus ciudadanos (y no de sí mismo). Y en segundo lugar, porque estar al frente de una nación significa calcular los pasos por muy adelantado. 
En lo personal, no me gustaría que la historia lo juzgara a usted, al igual que a ninguno de los presidentes de Guatemala de los últimos veinte años, como políticos autoritarios. En la vecindad (Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Argentina) tenemos ejemplos claros de falta de libertades de expresión, entre otras, y de las persecuciones a la prensa y a los periodistas. Gracias a muchos factores y a pesar de los “informes” que emiten los terroristas disfrazados de “relatores” y “defensores”, Guatemala ha gozado de relativamente buena salud en cuanto a la libertad de expresión respecto a la mayoría de los países del mundo. Piense si le gustaría a usted entrar en la historia como un político prometedor quien llegó allá donde está gracias en gran parte a la prensa pero quien resultó ser nefasto y malagradecido y con tendencias dictatoriales, lo que le pasó a uno de los expresidentes mexicanos. No creo que así sean su sueño y sus deseos. 
Es por eso que llamar a un periódico y hacer comentarios al jefe de redacción es normal para un ciudadano aludido pero no para un jefe de estado. Claro que a usted le molesta que la información de su gestión, de sus discursos y de sus actos que se publica diariamente no es como usted mismo la ve o la percibe. Y por supuesto, a cualquiera le molestaría que la prensa, sobre todo amarillista, publicara chismes, le pusiera apodos groseros e irrespetuosos y se metiera con su familia. Pero a los estadistas los juzga la historia por sus actos. Le queda un año y medio al volante de Guatemala. Por favor, no los malgaste en lo que ni la historia ni los propios ciudadanos nunca le perdonarían. Tome las críticas de la prensa – hasta las de la prensa amarillista – como consejos para lo que le queda de gestión y, sin duda alguna, como un barómetro de las actitudes y pensamientos de los ciudadanos. 
Y por último, señor Presidente. Yo, como una persona que vive entre dos países, uno con un gobierno autoritario que nunca ha tenido buenas relaciones con sus propios ciudadanos (a quienes ha mantenido en la esclavitud mental) ni con los vecinos – me refiero a Rusia; y el otro país es Guatemala, que nos enamora a todos los extranjeros que venimos, país que solemos amar más que muchos guatemaltecos por las libertades, aun frágiles y con muchos obstáculos, puedo asegurarle que es mejor vivir en un país con la prensa “criticona” y los periodistas que cuestionan demasiado, que en uno donde los medios de comunicación mienten y alaban al gobernante hasta crear el culto de su personalidad. Mejor no solo para los ciudadanos, que es obvio, sino para los propios gobiernos. Ojalá usted sea recordado y reconocido como un presidente quien trabajó por la nación y quien reconoció sus errores, y no por todo lo contrario. Al fin y al cabo todos nos equivocamos, como dijo mi gran amigo argentino Carlos Sabino. 
 [email protected]

Al Presidente Otto Pérez Molina

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26 de junio, 2014

Señor Presidente: 

En los últimos días tanto los guatemaltecos como los extranjeros nos hemos enterado de sus llamadas a los medios de comunicación guatemaltecos (o, por lo menos, a uno de ellos) para expresar su desacuerdo con la línea editorial que siguen y, por lo visto, para protestar contra el ángulo desde el que emiten la información. Y si tomamos en cuenta las denuncias que puso la señora Vicepresidenta contra otro periódico, la noticia nos ha preocupado. 
En un país libre donde los ciudadanos gozan de libertades en el pleno sentido de la palabra –incluso, sabemos que estas libertades se suelen transformar en libertinajes como cierre de carreteras, ataques armados de parte de los “inconformes” a las empresas, etc.– es un derecho de cualquier ciudadano apelar a la prensa y hacerla ver que la información que transmiten no es necesariamente correcta. 
Sin embargo, señor Presidente, no se puede olvidar que el cargo que usted ocupa no puede considerarse como “cualquier ciudadano”. Usted sabrá mejor que yo y mejor que muchos que los jefes de estado, al llegar a este puesto, pierden muchos derechos propios para los gobernados. Usted sabe que no puede moverse libremente, decir cualquier cosa que se le venga a la mente ni actuar de manera compulsiva. En primer lugar, porque un jefe de estado debe estar ocupado las veinticuatro horas en la seguridad nacional (y no en su propia) y en la defensa de sus ciudadanos (y no de sí mismo). Y en segundo lugar, porque estar al frente de una nación significa calcular los pasos por muy adelantado. 
En lo personal, no me gustaría que la historia lo juzgara a usted, al igual que a ninguno de los presidentes de Guatemala de los últimos veinte años, como políticos autoritarios. En la vecindad (Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Argentina) tenemos ejemplos claros de falta de libertades de expresión, entre otras, y de las persecuciones a la prensa y a los periodistas. Gracias a muchos factores y a pesar de los “informes” que emiten los terroristas disfrazados de “relatores” y “defensores”, Guatemala ha gozado de relativamente buena salud en cuanto a la libertad de expresión respecto a la mayoría de los países del mundo. Piense si le gustaría a usted entrar en la historia como un político prometedor quien llegó allá donde está gracias en gran parte a la prensa pero quien resultó ser nefasto y malagradecido y con tendencias dictatoriales, lo que le pasó a uno de los expresidentes mexicanos. No creo que así sean su sueño y sus deseos. 
Es por eso que llamar a un periódico y hacer comentarios al jefe de redacción es normal para un ciudadano aludido pero no para un jefe de estado. Claro que a usted le molesta que la información de su gestión, de sus discursos y de sus actos que se publica diariamente no es como usted mismo la ve o la percibe. Y por supuesto, a cualquiera le molestaría que la prensa, sobre todo amarillista, publicara chismes, le pusiera apodos groseros e irrespetuosos y se metiera con su familia. Pero a los estadistas los juzga la historia por sus actos. Le queda un año y medio al volante de Guatemala. Por favor, no los malgaste en lo que ni la historia ni los propios ciudadanos nunca le perdonarían. Tome las críticas de la prensa – hasta las de la prensa amarillista – como consejos para lo que le queda de gestión y, sin duda alguna, como un barómetro de las actitudes y pensamientos de los ciudadanos. 
Y por último, señor Presidente. Yo, como una persona que vive entre dos países, uno con un gobierno autoritario que nunca ha tenido buenas relaciones con sus propios ciudadanos (a quienes ha mantenido en la esclavitud mental) ni con los vecinos – me refiero a Rusia; y el otro país es Guatemala, que nos enamora a todos los extranjeros que venimos, país que solemos amar más que muchos guatemaltecos por las libertades, aun frágiles y con muchos obstáculos, puedo asegurarle que es mejor vivir en un país con la prensa “criticona” y los periodistas que cuestionan demasiado, que en uno donde los medios de comunicación mienten y alaban al gobernante hasta crear el culto de su personalidad. Mejor no solo para los ciudadanos, que es obvio, sino para los propios gobiernos. Ojalá usted sea recordado y reconocido como un presidente quien trabajó por la nación y quien reconoció sus errores, y no por todo lo contrario. Al fin y al cabo todos nos equivocamos, como dijo mi gran amigo argentino Carlos Sabino. 
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