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Dilma gana el Mundial y la Selección le amarga la campaña

Redacción
11 de julio, 2014
La derrota, en verdad humillación, de la Selección brasileña ante Alemania en las semifinales del Mundial no va a tener unas consecuencias directas sobre las elecciones presidenciales de octubre. 
El Mundial de fútbol, y la continuidad de la selección brasileña hasta semifinales, ha tenido un efecto político y social muy directo: ha adormecido y colocado en segundo plano unas protestas que, capitalizadas por los grupos radicales, habían perdido mucha capacidad de arrastre ya desde 2013. Mezclando cooptación de los grupos sociales más dispuestos a pactar, con despliegue de fuerza e incentivando la división entre los líderes de la protestas, estas no ha cundido durante la celebración del Campeonato del Mundo. 
Pero el “efecto Mundial de fútbol” no ha sido (ni cuando Brasil parecía encaminada a ganar el Campeonato) ni lo es actualmente (una vez que no puede jugar la final) un elemento decisivo para la candidatura de Dilma Rousseff. Y esopor dos razones: 
a-. Es un efecto que estaba acotado en el tiempo (el Campeonato del Mundo acaba el 13 de julio). 
b-. Y el efecto Mundial, incluso si hubieran ganando el torneo, era volátil, no suponía un apoyo generalizado al gobierno y, más que un respaldo directo a Rousseff, era una especie de oleada de optimismo que cundía en el país. 
Además, se puede considerar que una de las ganadoras del Mundial ha sido Dilma Rousseff. Prometió una buena Copa del Mundo sin protestas sociales ni caos organizativo. La idea generalizada antes del Campeonato del Mundo era que el Mundial iba a salir mal por dos razones: por las protestas sociales que ya habían deslucido la disputa de la Copa Confederaciones en 2013 y por la mala organización del torneo (se temía por los retrasos en la construcción de los estadios y por la falta de infraestructuras). 
Nada de eso ha ocurrido y el gobierno de Rousseff, al menos en ese aspecto, ha salido muy fortalecido de una prueba que se antojaba decisiva. Quizá esto no sirva para ganar las presidenciales de octubre pero sí que supone un gran balón de oxígeno para un gobierno que solo recibía malas noticias en los últimos meses. 
Dilma Rousseff, que se encuentra ya inmersa en una cada vez más activa precampaña, no ha dejado pasar la oportunidad de resaltar cómo se han equivocado todos los que predecían un mal Mundial. Fue víctima de abucheos durante la inauguración y de fuertes movilizaciones sindicales (los trabajadores del metro de Sao Paulo) y de organizaciones sociales (el movimiento de los Sin Techo). 
Mientras, ella prometía que Brasil acogería una verdadera “Copa de Copas” y que todo funcionaría bien ya que “los principales obstáculos están superados y está listo para la Copa del Mundo, tanto dentro como fuera del campo”. La estrategia de cooptación y de cesión se ha mezclado con una contundente presencia policial en las calles que claramente ha desinhibido la realización de protestas. En la recta final del Mundial Dilma Rousseff pudo lanzar un mensaje casi triunfal: “Les dimos una goleada a los pesimistas, a aquellos que anunciaban el caos, y la Copa está siendo un éxito en todo Brasil. Durante mucho tiempo dijeron que no habría Copa. Hubo gente que dijo que los estadios no estarían listo, otros que los aeropuertos [tampoco lo estarían], otros que no habría hoteles, otros que Brasil tenía enfermedades infecciosas, que faltaría la luz”. 
¿Cómo afectará todo esto (tanto la buena organización del Mundial como la debacle contra Alemania) sobre las presidenciales de octubre? En realidad no mucho como bien ha explicado Lula da Silva: “No creo que el resultado (deportivo) del Mundial pueda influir en la cuestión electoral. Yo fui electo en 2002 venciendo al oficialismo de entonces luego de que la selección venciera en el Mundial y reelegido en 2006, tras la eliminación en Alemania”.

Dilma gana el Mundial y la Selección le amarga la campaña

Redacción
11 de julio, 2014
La derrota, en verdad humillación, de la Selección brasileña ante Alemania en las semifinales del Mundial no va a tener unas consecuencias directas sobre las elecciones presidenciales de octubre. 
El Mundial de fútbol, y la continuidad de la selección brasileña hasta semifinales, ha tenido un efecto político y social muy directo: ha adormecido y colocado en segundo plano unas protestas que, capitalizadas por los grupos radicales, habían perdido mucha capacidad de arrastre ya desde 2013. Mezclando cooptación de los grupos sociales más dispuestos a pactar, con despliegue de fuerza e incentivando la división entre los líderes de la protestas, estas no ha cundido durante la celebración del Campeonato del Mundo. 
Pero el “efecto Mundial de fútbol” no ha sido (ni cuando Brasil parecía encaminada a ganar el Campeonato) ni lo es actualmente (una vez que no puede jugar la final) un elemento decisivo para la candidatura de Dilma Rousseff. Y esopor dos razones: 
a-. Es un efecto que estaba acotado en el tiempo (el Campeonato del Mundo acaba el 13 de julio). 
b-. Y el efecto Mundial, incluso si hubieran ganando el torneo, era volátil, no suponía un apoyo generalizado al gobierno y, más que un respaldo directo a Rousseff, era una especie de oleada de optimismo que cundía en el país. 
Además, se puede considerar que una de las ganadoras del Mundial ha sido Dilma Rousseff. Prometió una buena Copa del Mundo sin protestas sociales ni caos organizativo. La idea generalizada antes del Campeonato del Mundo era que el Mundial iba a salir mal por dos razones: por las protestas sociales que ya habían deslucido la disputa de la Copa Confederaciones en 2013 y por la mala organización del torneo (se temía por los retrasos en la construcción de los estadios y por la falta de infraestructuras). 
Nada de eso ha ocurrido y el gobierno de Rousseff, al menos en ese aspecto, ha salido muy fortalecido de una prueba que se antojaba decisiva. Quizá esto no sirva para ganar las presidenciales de octubre pero sí que supone un gran balón de oxígeno para un gobierno que solo recibía malas noticias en los últimos meses. 
Dilma Rousseff, que se encuentra ya inmersa en una cada vez más activa precampaña, no ha dejado pasar la oportunidad de resaltar cómo se han equivocado todos los que predecían un mal Mundial. Fue víctima de abucheos durante la inauguración y de fuertes movilizaciones sindicales (los trabajadores del metro de Sao Paulo) y de organizaciones sociales (el movimiento de los Sin Techo). 
Mientras, ella prometía que Brasil acogería una verdadera “Copa de Copas” y que todo funcionaría bien ya que “los principales obstáculos están superados y está listo para la Copa del Mundo, tanto dentro como fuera del campo”. La estrategia de cooptación y de cesión se ha mezclado con una contundente presencia policial en las calles que claramente ha desinhibido la realización de protestas. En la recta final del Mundial Dilma Rousseff pudo lanzar un mensaje casi triunfal: “Les dimos una goleada a los pesimistas, a aquellos que anunciaban el caos, y la Copa está siendo un éxito en todo Brasil. Durante mucho tiempo dijeron que no habría Copa. Hubo gente que dijo que los estadios no estarían listo, otros que los aeropuertos [tampoco lo estarían], otros que no habría hoteles, otros que Brasil tenía enfermedades infecciosas, que faltaría la luz”. 
¿Cómo afectará todo esto (tanto la buena organización del Mundial como la debacle contra Alemania) sobre las presidenciales de octubre? En realidad no mucho como bien ha explicado Lula da Silva: “No creo que el resultado (deportivo) del Mundial pueda influir en la cuestión electoral. Yo fui electo en 2002 venciendo al oficialismo de entonces luego de que la selección venciera en el Mundial y reelegido en 2006, tras la eliminación en Alemania”.