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Para quienes tomaron el atajo para hacer dinero fácil

Redacción
03 de julio, 2014

Decidí escribir este artículo para aquellos, amigos o no, que han decidido transitar por la cultura del atajo, del camino más corto para conseguir rápidamente el dinero y los bienes que necesitan para, según ellos, sentirse poderosos y queridos.
Muy pocas veces se escribe sobre los que toman el camino corto y fácil para llegar a sus metas. Sin embargo, en estos días he estado leyendo la filosofía del ex alcalde de Bogotá, Colombia, Antanas Mokus, donde enseña cómo la “cultura del atajo”, es decir aquella que busca las vías más rápidas para conseguir los objetivos deseados, puede servir para obtener resultados a corto plazo, pero resulta debastadora a largo plazo para la sociedad que la acepta. 

Para Mockus la corrupción, el clientelismo, la violencia e inclusive el secuestro son manifestaciones del ‘atajismo’, cultura que acaba por desintegrar a la sociedad cuando es auspiciada por el mismo Estado. 
Y ese atajismo al que Mockus se opone con tanta fuerza en Colombia, ha sido una de las causas por las que hoy tenemos una Guatemala colapsada, donde cada día más vemos surgir a una multitud de hombres y mujeres que toman el atajo para conseguir dinero fácil. 
Basta ir a los registros mercantiles para descubrir como miles de empresas y Organizaciones No Gubernamentales se abren todos los años con el fin de realizar negocios sucios con el Estado, el sector privado o simplemente para blanquear dinero. Basta darse un colazo por las gremiales, colegios profesionales y cámaras empresariales para ver como se negocia por la vía del atajismo los contratos sucios donde funcionario y empresario ganan a costillas de un pueblo miserable. 
En Guatemala, hemos fomentado la cultura del atajismo, encarnada en quienes hace pocos años no tenían petate donde caer muertos, más sin embargo con la llegada al gobierno de su amigo, familiar, contacto o vecino cambiaron su estilo de su vida.
Ahora, que se aproximan elecciones en una condenable campaña anticipada estamos presenciando el atajismo de los perdedores uniéndose por dinero o puestos públicos a quien mejor les ofrece y tirando sus promesas de campaña a la borda hasta mostrar lo que han sido, lobos con piel de oveja. 
Soy madre de niñas que están entrando a la adolescencia y como tal, me preocupa ver como los padres de hijos inocentes los están arrastrando hacia sus atajos, que les ofrece un ritmo de vida fácil y rápido. 
Caminando por atajos, convierten a los jóvenes hijos en “buenos para nada”, servidotes que viven esclavos de un mundo donde no tienen más que estrechar su mano para gozar de bienes, carros y lujos desmedidos. 
Veo todos los días, padres que optaron por el atajo, llevando a sus hijos de la mano, para hacerlos transitar en un mundo tan irreal e ilusorio como el de Alicia en el País de las Maravillas, que pronto se desmoronará y romperá en trocitos.
Porque como dice Antanas Mokus, el camino del atajo es rápido, dura poco y será la caída de nuestras sociedades. 
Dice Mockus que, la cultura del atajo es la que da lugar a la corrupción para llenarse los bolsillos de dinero y a la violencia, para deshacerse del enemigo que le es molesto. 
Los atajos son atractivos, ofrecen llegadas tempranas, pero no seguras ni certeras. Por ello es que, sumergidos en una cultura que rinde mérito al dinero fácil y a la opulencia, consideré necesario trasladar el pensamiento del político colombiano, como un llamado de reflexión. 
Mockus es un individuo que me apasiona. Incursionó en la administración pública hablando de frente y diferente. Ocupó la Alcaldía de Bogotá en dos ocasiones (1995-1997 y 2001-2003). Logró la reducción de 70% en la tasa de homicidios, la disminución de 50% de muertes por accidentes de tránsito, el ahorro del agua (el consumo bajó en un 40%) además de subir el número de hogares con agua potable y drenaje (al 100 y 95%), y se mantuvo fiel a sus principios. Es uno de esos políticos que no han sido distorsionados por el poder, según datos de su web www.visionariosporcolombia.com. 
Durante años ha construido su movimiento “Visionarios por Colombia” apostando a que son las ideas, y no el dinero, las que conquistan electores. Sus consignas apelan a la honestidad y a la transparencia. Su discurso llama a los colombianos a la confianza, a una nueva forma de hacer política. Contradice la corrupción y promueve la cultura donde los dineros públicos sean dineros sagrados; o aquella de “no me pidas en privado, lo que no puedes sostener en público”. 
La columnista Salud Hernández, en un editorial publicado en el periódico El Universal escribió en 2006, “El ex alcalde de Bogotá se ha consolidado como paradigma. Es demasiado honesto para el estándar de la clase política’.

Para quienes tomaron el atajo para hacer dinero fácil

Redacción
03 de julio, 2014

Decidí escribir este artículo para aquellos, amigos o no, que han decidido transitar por la cultura del atajo, del camino más corto para conseguir rápidamente el dinero y los bienes que necesitan para, según ellos, sentirse poderosos y queridos.
Muy pocas veces se escribe sobre los que toman el camino corto y fácil para llegar a sus metas. Sin embargo, en estos días he estado leyendo la filosofía del ex alcalde de Bogotá, Colombia, Antanas Mokus, donde enseña cómo la “cultura del atajo”, es decir aquella que busca las vías más rápidas para conseguir los objetivos deseados, puede servir para obtener resultados a corto plazo, pero resulta debastadora a largo plazo para la sociedad que la acepta. 

Para Mockus la corrupción, el clientelismo, la violencia e inclusive el secuestro son manifestaciones del ‘atajismo’, cultura que acaba por desintegrar a la sociedad cuando es auspiciada por el mismo Estado. 
Y ese atajismo al que Mockus se opone con tanta fuerza en Colombia, ha sido una de las causas por las que hoy tenemos una Guatemala colapsada, donde cada día más vemos surgir a una multitud de hombres y mujeres que toman el atajo para conseguir dinero fácil. 
Basta ir a los registros mercantiles para descubrir como miles de empresas y Organizaciones No Gubernamentales se abren todos los años con el fin de realizar negocios sucios con el Estado, el sector privado o simplemente para blanquear dinero. Basta darse un colazo por las gremiales, colegios profesionales y cámaras empresariales para ver como se negocia por la vía del atajismo los contratos sucios donde funcionario y empresario ganan a costillas de un pueblo miserable. 
En Guatemala, hemos fomentado la cultura del atajismo, encarnada en quienes hace pocos años no tenían petate donde caer muertos, más sin embargo con la llegada al gobierno de su amigo, familiar, contacto o vecino cambiaron su estilo de su vida.
Ahora, que se aproximan elecciones en una condenable campaña anticipada estamos presenciando el atajismo de los perdedores uniéndose por dinero o puestos públicos a quien mejor les ofrece y tirando sus promesas de campaña a la borda hasta mostrar lo que han sido, lobos con piel de oveja. 
Soy madre de niñas que están entrando a la adolescencia y como tal, me preocupa ver como los padres de hijos inocentes los están arrastrando hacia sus atajos, que les ofrece un ritmo de vida fácil y rápido. 
Caminando por atajos, convierten a los jóvenes hijos en “buenos para nada”, servidotes que viven esclavos de un mundo donde no tienen más que estrechar su mano para gozar de bienes, carros y lujos desmedidos. 
Veo todos los días, padres que optaron por el atajo, llevando a sus hijos de la mano, para hacerlos transitar en un mundo tan irreal e ilusorio como el de Alicia en el País de las Maravillas, que pronto se desmoronará y romperá en trocitos.
Porque como dice Antanas Mokus, el camino del atajo es rápido, dura poco y será la caída de nuestras sociedades. 
Dice Mockus que, la cultura del atajo es la que da lugar a la corrupción para llenarse los bolsillos de dinero y a la violencia, para deshacerse del enemigo que le es molesto. 
Los atajos son atractivos, ofrecen llegadas tempranas, pero no seguras ni certeras. Por ello es que, sumergidos en una cultura que rinde mérito al dinero fácil y a la opulencia, consideré necesario trasladar el pensamiento del político colombiano, como un llamado de reflexión. 
Mockus es un individuo que me apasiona. Incursionó en la administración pública hablando de frente y diferente. Ocupó la Alcaldía de Bogotá en dos ocasiones (1995-1997 y 2001-2003). Logró la reducción de 70% en la tasa de homicidios, la disminución de 50% de muertes por accidentes de tránsito, el ahorro del agua (el consumo bajó en un 40%) además de subir el número de hogares con agua potable y drenaje (al 100 y 95%), y se mantuvo fiel a sus principios. Es uno de esos políticos que no han sido distorsionados por el poder, según datos de su web www.visionariosporcolombia.com. 
Durante años ha construido su movimiento “Visionarios por Colombia” apostando a que son las ideas, y no el dinero, las que conquistan electores. Sus consignas apelan a la honestidad y a la transparencia. Su discurso llama a los colombianos a la confianza, a una nueva forma de hacer política. Contradice la corrupción y promueve la cultura donde los dineros públicos sean dineros sagrados; o aquella de “no me pidas en privado, lo que no puedes sostener en público”. 
La columnista Salud Hernández, en un editorial publicado en el periódico El Universal escribió en 2006, “El ex alcalde de Bogotá se ha consolidado como paradigma. Es demasiado honesto para el estándar de la clase política’.