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Los océanos

Redacción
04 de julio, 2014

Unos meses atrás, Sergio Izquierdo, fotógrafo y presidente de la Asociación Nacional de Biología Marina de Guatemala, ganó un premio internacional con el cual continuará recogiendo evidencia científica sobre la contaminación provocada por los plásticos a nivel mundial. En Guatemala sus aportes han puesto a la vista de todos los daños ambientales de los desechos en la desembocadura del río Motagua. 

Izquierdo no es el único preocupado por los efectos contaminantes que los desechos sólidos (plásticos) están causando en los océanos -perjudicando a los animales marinos, destruyendo los ecosistemas y contaminando los productos del mar que consumimos. 
El 23 de junio de este año, se llevó a cabo en Nairobi, la primera Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA), en donde participaron las autoridades de medio ambiente de cada país, acompañados de gestores políticos, científicos, representantes de la sociedad civil y líderes empresariales y financieros. “El objetivo es colocar las cuestiones ambientales en el corazón de los asuntos internacionales y proporcionar un nuevo impulso para hacer frente a los crecientes desafíos globales”. Esta propuesta pone los temas de medio ambiente a la par de la paz y la seguridad, la importancia de las finanzas y el comercio. 
Muy relacionado con esta iniciativa es la corriente de “la economía verde” y los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda de Desarrollo Post-2015, incluidos el consumo y la producción sostenibles cuyo origen se debió a los informes de alarma sobre el impacto ambiental que tienen los desechos humanos en la vida marina, reiterados anualmente por la NASA. 
El costo patrimonial de los desechos plásticos en los océanos asciende a US$ 13 mil millones anuales, según el PNUMA, cifra que refleja lo que se ha investigado y documentado, faltando la cifra negra que podría aumentar drásticamente esa suma. “Se tiene proyectado que la producción de plástico en todo el mundo puede alcanzar 33 mil millones de toneladas para el 2050 y el plástico representa el 80% de basura en los océanos y costas. De diez a 20 millones de toneladas de plástico de la basura terminan en el océano cada año, procedentes de vertederos mal manejados, y otras fuentes. Una vez se encuentra en el agua, el plástico no se degrada pero en cambio se rompe en pedazos más pequeños y se arremolina en las corrientes oceánicas, creando superficies turbias salpicadas con el material” (CNN, 2014). 
¿Debería preocuparnos a nosotros también, como usuarios o productores de plásticos, esta problemática tan grave? Que cada quien responda y actúe según su conciencia… Pero la verdad es que dar la espalda al problema es tapar el sol con un dedo y simplemente, “para vivir tranquilo”, ignorarlo, criticarlo o minusvalorarlo. 
¿Cuál debería ser el papel del Estado? (Me refiero a todo el conglomerado estatal: jueces, cortes, fiscales, gobierno, legisladores, funcionarios de todo nivel) Mucho puede hacer regulando el uso de plásticos y creando la infraestructura para reciclarlos. Por ejemplo, docenas de naciones han restringido el uso de bolsas plásticas en los comercios al menudeo y se ha puesto un ojo también a los fabricantes de cosméticos que utilizan microplásticos. En este sentido, sale a relucir la herramienta #1 de la República: El Estado de Derecho.
Abordar con seriedad y responsabilidad el comercio ilegal de vida silvestre, la delincuencia ambiental, la inseguridad y las amenazas para el desarrollo sostenible requieren de sistemas jurídicos fuertes y funcionarios imparciales pues los efectos perversos de estas actividades criminales están impactándonos a todos como comunidad humana. 
Veamos el lado positivo: el negocio de la economía verde ya es un hecho; próximamente el sector financiero privado, agentes políticos y economistas ambientales se reunirán en un simposio internacional para examinar la relación entre los mercados de capital y una economía sostenible e identificar oportunidades para la movilización de recursos financieros verdes… ¿le apostamos?

[email protected]

Los océanos

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04 de julio, 2014

Unos meses atrás, Sergio Izquierdo, fotógrafo y presidente de la Asociación Nacional de Biología Marina de Guatemala, ganó un premio internacional con el cual continuará recogiendo evidencia científica sobre la contaminación provocada por los plásticos a nivel mundial. En Guatemala sus aportes han puesto a la vista de todos los daños ambientales de los desechos en la desembocadura del río Motagua. 

Izquierdo no es el único preocupado por los efectos contaminantes que los desechos sólidos (plásticos) están causando en los océanos -perjudicando a los animales marinos, destruyendo los ecosistemas y contaminando los productos del mar que consumimos. 
El 23 de junio de este año, se llevó a cabo en Nairobi, la primera Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA), en donde participaron las autoridades de medio ambiente de cada país, acompañados de gestores políticos, científicos, representantes de la sociedad civil y líderes empresariales y financieros. “El objetivo es colocar las cuestiones ambientales en el corazón de los asuntos internacionales y proporcionar un nuevo impulso para hacer frente a los crecientes desafíos globales”. Esta propuesta pone los temas de medio ambiente a la par de la paz y la seguridad, la importancia de las finanzas y el comercio. 
Muy relacionado con esta iniciativa es la corriente de “la economía verde” y los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda de Desarrollo Post-2015, incluidos el consumo y la producción sostenibles cuyo origen se debió a los informes de alarma sobre el impacto ambiental que tienen los desechos humanos en la vida marina, reiterados anualmente por la NASA. 
El costo patrimonial de los desechos plásticos en los océanos asciende a US$ 13 mil millones anuales, según el PNUMA, cifra que refleja lo que se ha investigado y documentado, faltando la cifra negra que podría aumentar drásticamente esa suma. “Se tiene proyectado que la producción de plástico en todo el mundo puede alcanzar 33 mil millones de toneladas para el 2050 y el plástico representa el 80% de basura en los océanos y costas. De diez a 20 millones de toneladas de plástico de la basura terminan en el océano cada año, procedentes de vertederos mal manejados, y otras fuentes. Una vez se encuentra en el agua, el plástico no se degrada pero en cambio se rompe en pedazos más pequeños y se arremolina en las corrientes oceánicas, creando superficies turbias salpicadas con el material” (CNN, 2014). 
¿Debería preocuparnos a nosotros también, como usuarios o productores de plásticos, esta problemática tan grave? Que cada quien responda y actúe según su conciencia… Pero la verdad es que dar la espalda al problema es tapar el sol con un dedo y simplemente, “para vivir tranquilo”, ignorarlo, criticarlo o minusvalorarlo. 
¿Cuál debería ser el papel del Estado? (Me refiero a todo el conglomerado estatal: jueces, cortes, fiscales, gobierno, legisladores, funcionarios de todo nivel) Mucho puede hacer regulando el uso de plásticos y creando la infraestructura para reciclarlos. Por ejemplo, docenas de naciones han restringido el uso de bolsas plásticas en los comercios al menudeo y se ha puesto un ojo también a los fabricantes de cosméticos que utilizan microplásticos. En este sentido, sale a relucir la herramienta #1 de la República: El Estado de Derecho.
Abordar con seriedad y responsabilidad el comercio ilegal de vida silvestre, la delincuencia ambiental, la inseguridad y las amenazas para el desarrollo sostenible requieren de sistemas jurídicos fuertes y funcionarios imparciales pues los efectos perversos de estas actividades criminales están impactándonos a todos como comunidad humana. 
Veamos el lado positivo: el negocio de la economía verde ya es un hecho; próximamente el sector financiero privado, agentes políticos y economistas ambientales se reunirán en un simposio internacional para examinar la relación entre los mercados de capital y una economía sostenible e identificar oportunidades para la movilización de recursos financieros verdes… ¿le apostamos?

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