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Monsanto, transgénicos y el mito del buen salvaje

Redacción República
28 de agosto, 2014

La aprobación de la ley para la protección de obtenciones vegetales, identificada como decreto legislativo 19-2014, ha suscitado múltiples y acaloradas reacciones. La ley ha sido bautizada por muchos como “ley Monsanto” en alusión a la corporación dedicada al desarrollo de alimentos transgénicos. Mi objetivo es analizar tres aspectos que considero cruciales y que han pasado por alto en la discusión dado el maniqueísmo imperante en el debate público sobre el asunto.


1. Monsanto:
Si bien la ley ha sido identificada con dicha empresa por su participación importante en el mercado de producción de herbicidas, insecticidas y, sobre todo, transgénicos, la ley no tiene relevancia únicamente para dicha compañía.

El objetivo de la ley es reconocer derechos de propiedad industrial (patentes) sobre una variedad vegetal nueva. Es decir, si una persona o empresa consigue hacer una modificación genética creando una variedad vegetal nueva, al amparo de esta ley puede solicitar el derecho exclusivo de explotación sobre dicha innovación.
Se pueden discutir los potenciales beneficios que implica esta ley para Monsanto. Lo que no es razonable es rechazar la ley únicamente bajo el supuesto de que la compañía tiene mala reputación, tal como se ha sostenido en el debate. Del mismo modo nadie se atrevería a afirmar que deberíamos prohibir las plantas de energía y los gaseoductos porque Enron se dedicaba a dichas actividades y resultó ser una empresa con prácticas ilegales.

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2. Transgénicos y el mito del buen salvaje:
Otro tema que ha salido a discusión ha sido el del consumo de alimentos transgénicos. Gran parte de la población ha rechazado esta legislación pensando que con ello se oponen a los transgénicos.

Creo que tomar una posición positiva o negativa sobre los transgénicos precisa de conocimientos de disciplinas como la biología, la genética y otras ciencias afines. Personalmente no estoy calificado para tomar una postura. No obstante, la mayor parte de comentarios que se pronuncian contra los transgénicos parecen más producto del mito del buen salvaje que de una investigación profunda.

El mito del buen salvaje es una idea según la cual los hombres primitivos eran buenos y al entrar en contacto con la civilización son corrompidos por la envidia y la codicia. Pensadores influyentes como Juan Jacobo Rousseau fueron sujetos de esta idea. Bajo esa concepción, hemos heredado la idea de que todo lo que es producto de la intervención del hombre (lo artificial) es negativo y todo lo que es producto de la naturaleza es bueno.


3. Patentes:
Para mí el punto más interesante en la discusión debería ser la justificación o no de las patentes. En mi concepto las patentes son un privilegio que el gobierno reconoce a un particular otorgándole un monopolio para la explotación y producción de una mercancía.

Creo que las patentes carecen de justificación en una sociedad de personas libres. Ello debido a que las ideas carecen de los dos requisitos esenciales para la existencia de la propiedad privada: rivalidad en el consumo y posibilidad de exclusión.

Sería de suyo más apropiado que el mercado libre deje que la gente elija si prefiere consumir productos orgánicos (generalmente más caros) o productos transgénicos. Lamentablemente el Estado, al otorgar patentes sobre estas ideas, tiende a generar utilidades artificiales sobre los mismos. 
Es un tema abierto pero me parece que hay ideas más interesantes y que deberían ser discutidas en un plano de respeto y donde impere la razón y no las pasiones.

Monsanto, transgénicos y el mito del buen salvaje

Redacción República
28 de agosto, 2014

La aprobación de la ley para la protección de obtenciones vegetales, identificada como decreto legislativo 19-2014, ha suscitado múltiples y acaloradas reacciones. La ley ha sido bautizada por muchos como “ley Monsanto” en alusión a la corporación dedicada al desarrollo de alimentos transgénicos. Mi objetivo es analizar tres aspectos que considero cruciales y que han pasado por alto en la discusión dado el maniqueísmo imperante en el debate público sobre el asunto.


1. Monsanto:
Si bien la ley ha sido identificada con dicha empresa por su participación importante en el mercado de producción de herbicidas, insecticidas y, sobre todo, transgénicos, la ley no tiene relevancia únicamente para dicha compañía.

El objetivo de la ley es reconocer derechos de propiedad industrial (patentes) sobre una variedad vegetal nueva. Es decir, si una persona o empresa consigue hacer una modificación genética creando una variedad vegetal nueva, al amparo de esta ley puede solicitar el derecho exclusivo de explotación sobre dicha innovación.
Se pueden discutir los potenciales beneficios que implica esta ley para Monsanto. Lo que no es razonable es rechazar la ley únicamente bajo el supuesto de que la compañía tiene mala reputación, tal como se ha sostenido en el debate. Del mismo modo nadie se atrevería a afirmar que deberíamos prohibir las plantas de energía y los gaseoductos porque Enron se dedicaba a dichas actividades y resultó ser una empresa con prácticas ilegales.

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2. Transgénicos y el mito del buen salvaje:
Otro tema que ha salido a discusión ha sido el del consumo de alimentos transgénicos. Gran parte de la población ha rechazado esta legislación pensando que con ello se oponen a los transgénicos.

Creo que tomar una posición positiva o negativa sobre los transgénicos precisa de conocimientos de disciplinas como la biología, la genética y otras ciencias afines. Personalmente no estoy calificado para tomar una postura. No obstante, la mayor parte de comentarios que se pronuncian contra los transgénicos parecen más producto del mito del buen salvaje que de una investigación profunda.

El mito del buen salvaje es una idea según la cual los hombres primitivos eran buenos y al entrar en contacto con la civilización son corrompidos por la envidia y la codicia. Pensadores influyentes como Juan Jacobo Rousseau fueron sujetos de esta idea. Bajo esa concepción, hemos heredado la idea de que todo lo que es producto de la intervención del hombre (lo artificial) es negativo y todo lo que es producto de la naturaleza es bueno.


3. Patentes:
Para mí el punto más interesante en la discusión debería ser la justificación o no de las patentes. En mi concepto las patentes son un privilegio que el gobierno reconoce a un particular otorgándole un monopolio para la explotación y producción de una mercancía.

Creo que las patentes carecen de justificación en una sociedad de personas libres. Ello debido a que las ideas carecen de los dos requisitos esenciales para la existencia de la propiedad privada: rivalidad en el consumo y posibilidad de exclusión.

Sería de suyo más apropiado que el mercado libre deje que la gente elija si prefiere consumir productos orgánicos (generalmente más caros) o productos transgénicos. Lamentablemente el Estado, al otorgar patentes sobre estas ideas, tiende a generar utilidades artificiales sobre los mismos. 
Es un tema abierto pero me parece que hay ideas más interesantes y que deberían ser discutidas en un plano de respeto y donde impere la razón y no las pasiones.