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¡Feliz cumpleaños, Guatemala!

Redacción República
11 de septiembre, 2014

Estamos a unos días de cumplir 193 años de independencia de la corona española. Desde entonces hasta hoy nuestra historia política ha sido agitada y no hay forma que logremos calmar las aguas. La vida independiente comenzó con un intento fallido de federación centroamericana, seguido por las dictaduras que se disputaron conservadores y liberales. A mediados del siglo XX, los nuevos vientos que impulsaba el fin de la II Guerra Mundial trajeron a Guatemala un intento de democracia que degeneró en un burdo experimento comunista cuyo fin marcó el inicio de gobiernos militares y el surgimiento de las guerrillas marxistas. Luego vino la democracia y con ella la anarquía que hoy nos tiene de rodillas. Las ideologías han muerto en la política guatemalteca, el Estado es ahora la gallina de los huevos de oro de las mafias, el crimen organizado y la nueva élite de millonarios de la obra pública y favores políticos.

Pero no hay tal cosa como el determinismo histórico. No estamos condenados a vivir así por siempre. Una generación –la generación del sacrificio– habrá de cambiar el rumbo de Guatemala. Su sabiduría, aventura y patriotismo, no lo dudo, quedarán grabados con merecida honra en las páginas de nuestra historia. Serán los Jeffersons, los Washingtons de nuestras tierras, inmortalizados como los padres de la nueva Guatemala.

Este es el país que esa generación va a dejar. Primero vendrán las reformas institucionales. Nuestros tribunales se erigirán como verdaderos palacios de justicia. Lo hermoso y pulcro de sus instalaciones y la majestuosidad de la toga sólo será reflejo de la ley bien aplicada. Los estudiantes más brillantes de las facultades de derecho se disputaran los puestos de jueces y magistrados, pues no habrá mayor honor para un abogado que ser nombrado magistrado de la Corte Suprema de Justicia o de la Corte de Constitucionalidad. El crimen será castigado implacablemente y los contratos respetados. Los juicios no durarán más de dos años, tres máximo.

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Nuestro Congreso se deberá al pueblo. Nosotros los ciudadanos sabremos quién nos representa y si nuestro diputado quiere pasar una mala ley lo podremos llamar, escribir o visitar directamente para advertirle que perderá nuestro voto. El Ejecutivo enfocará la gran mayoría de sus energías y recursos en mantener la seguridad interna del país. Podrá ejecutar programas de asistencia a personas que verdaderamente necesitan ayuda estatal, pero esos programas serán secundarios: la seguridad, la policía, siempre será su tarea esencial. Habrá una descentralización fiscal. Los impuestos no castigarán la inversión, lo recaudado se quedará en los departamentos que lo generan y sólo una porción será destinada al gobierno central.

Estas reformas harán de Guatemala un país seguro y pacífico, terreno fértil para la inversión extranjera y nacional. Nuestros mercados se especializarán, desarrollaremos industrias más sofisticadas enfocadas en servicios y tecnología. La agricultura seguirá siendo importante pero ya no será de los sectores más representativos. Apple, Dell, Honda, Kia, Google tendrán interés en instalar fabricas y oficinas aquí. Llegaremos a tener una bolsa de valores donde las grandes empresas se coticen públicamente. Se promoverá la especialización masiva de guatemaltecos en el extranjero para que traigan los conocimientos más avanzados de ingeniería y medicina al país. También habrá una caza de los mejores cerebros del mundo para que vengan a trabajar a Guatemala. 

Con una economía pujante, poco a poco las diferencias culturales o étnicas que nos separan empezarán a desaparecer, pues no hay mayor estímulo a la homogenización de la sociedad que el mercado. Habrá paz y orden y la pequeña Guatemala se transformará en un referente de civilización en todo el mundo.
Así será, se los aseguro.

¡Feliz cumpleaños, Guatemala!

Redacción República
11 de septiembre, 2014

Estamos a unos días de cumplir 193 años de independencia de la corona española. Desde entonces hasta hoy nuestra historia política ha sido agitada y no hay forma que logremos calmar las aguas. La vida independiente comenzó con un intento fallido de federación centroamericana, seguido por las dictaduras que se disputaron conservadores y liberales. A mediados del siglo XX, los nuevos vientos que impulsaba el fin de la II Guerra Mundial trajeron a Guatemala un intento de democracia que degeneró en un burdo experimento comunista cuyo fin marcó el inicio de gobiernos militares y el surgimiento de las guerrillas marxistas. Luego vino la democracia y con ella la anarquía que hoy nos tiene de rodillas. Las ideologías han muerto en la política guatemalteca, el Estado es ahora la gallina de los huevos de oro de las mafias, el crimen organizado y la nueva élite de millonarios de la obra pública y favores políticos.

Pero no hay tal cosa como el determinismo histórico. No estamos condenados a vivir así por siempre. Una generación –la generación del sacrificio– habrá de cambiar el rumbo de Guatemala. Su sabiduría, aventura y patriotismo, no lo dudo, quedarán grabados con merecida honra en las páginas de nuestra historia. Serán los Jeffersons, los Washingtons de nuestras tierras, inmortalizados como los padres de la nueva Guatemala.

Este es el país que esa generación va a dejar. Primero vendrán las reformas institucionales. Nuestros tribunales se erigirán como verdaderos palacios de justicia. Lo hermoso y pulcro de sus instalaciones y la majestuosidad de la toga sólo será reflejo de la ley bien aplicada. Los estudiantes más brillantes de las facultades de derecho se disputaran los puestos de jueces y magistrados, pues no habrá mayor honor para un abogado que ser nombrado magistrado de la Corte Suprema de Justicia o de la Corte de Constitucionalidad. El crimen será castigado implacablemente y los contratos respetados. Los juicios no durarán más de dos años, tres máximo.

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Nuestro Congreso se deberá al pueblo. Nosotros los ciudadanos sabremos quién nos representa y si nuestro diputado quiere pasar una mala ley lo podremos llamar, escribir o visitar directamente para advertirle que perderá nuestro voto. El Ejecutivo enfocará la gran mayoría de sus energías y recursos en mantener la seguridad interna del país. Podrá ejecutar programas de asistencia a personas que verdaderamente necesitan ayuda estatal, pero esos programas serán secundarios: la seguridad, la policía, siempre será su tarea esencial. Habrá una descentralización fiscal. Los impuestos no castigarán la inversión, lo recaudado se quedará en los departamentos que lo generan y sólo una porción será destinada al gobierno central.

Estas reformas harán de Guatemala un país seguro y pacífico, terreno fértil para la inversión extranjera y nacional. Nuestros mercados se especializarán, desarrollaremos industrias más sofisticadas enfocadas en servicios y tecnología. La agricultura seguirá siendo importante pero ya no será de los sectores más representativos. Apple, Dell, Honda, Kia, Google tendrán interés en instalar fabricas y oficinas aquí. Llegaremos a tener una bolsa de valores donde las grandes empresas se coticen públicamente. Se promoverá la especialización masiva de guatemaltecos en el extranjero para que traigan los conocimientos más avanzados de ingeniería y medicina al país. También habrá una caza de los mejores cerebros del mundo para que vengan a trabajar a Guatemala. 

Con una economía pujante, poco a poco las diferencias culturales o étnicas que nos separan empezarán a desaparecer, pues no hay mayor estímulo a la homogenización de la sociedad que el mercado. Habrá paz y orden y la pequeña Guatemala se transformará en un referente de civilización en todo el mundo.
Así será, se los aseguro.