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“¿Es buena la guerra para la economía?”

Ramon Parellada
20 de noviembre, 2015

No tardó mucho Paul Krugman, premio nobel de la paz, secundado por Nouriel Roubini, ambos economistas polémicos y populares de las mejores universidades de los Estados Unidos en opinar que los atentados recientes en París y la guerra que se detonó serán positivos para la economía.

Krugman también hizo el mismo comentario en relación a la economía de Estados Unidos con motivo de los atentados de las Torres Gemelas. Y en general, algunos economistas lo dijeron cuando ocurrió el terremoto en Haití indicando que sería bueno para ese país.

La razón es que estos economistas ven en el gasto público una herramienta para el estímulo. Son defensores del keynesianismo a ultranza aún a sabiendas que antes de su muerte, John Maynard Keynes estaba decepcionado de sus seguidores porque habían llevado muy lejos sus políticas que él había pensado únicamente para tiempos de una gran recesión o depresión.

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Krugman ha defendido el gasto gubernamental como necesario para que la demanda agregada se incremente y se llegue al pleno empleo. No importa el tipo de gasto, basta con gastar. Lo explica claramente en su libro “Acabemos ya con esta crisis) publicado en el 2013.   Si es en armamento o construyendo carreteras o haciendo lo que sea, es bueno para la economía. Incluso considera, en forma cínica, que sería bueno que nos invadieran los alienígenas para que así pudiera incrementarte el gasto del gobierno y salir pronto de esta crisis. Su obsesión por el pleno empleo no le deja ver todos los problemas que sus políticas causan al igual que causaron los keynesianos en su momento cuando la misma FED (Banco Central de Estados Unidos) cambió su misión para incluir la consecución del pleno empleo entre otras cosas que nada tenían que ver con mantener el poder adquisitivo de su moneda.

Luego de Keynes, Krugman y Joseph E. Stiglitz, otro premio nobel de economía, han sido los defensores de un mayor gasto gubernamental para estimular la economía. El debate no es nuevo. Ya Keynes había tenido un fuerte debate con Friedrich Hayek.   Hayek, insistía en que lo importante no es el gasto sino el ahorro. Cualquier incremento en el gasto público o incluso en el estímulo monetario bajando artificialmente las tasas de interés generará distorsiones en la asignación óptima de recursos incluyendo las inversiones de bienes de capital y bienes de consumo creando los famosos auges y luego sus insostenibles recesiones.   Los economistas d ela Escuela Austríaca de Economía tienen una teoría del ciclo económico con lo que demuestras que estos estímulos artificiales crean más problemas en el mediano y largo plazo de lo que se quiere resolver. Hoy en día, una voz que se ha opuesto con toda claridad a Krugman ha sido Robert Murphy quien publicó un excelente artículo explicándole a Krugman el ciclo económico de la teoría de la escuela austríaca y las consecuencias nefastas de las políticas de expansión del gasto e inyección monetaria para reactivar la economía (My Reply to Krugman on Austrian Business-Cycle Theory, 24/1/2011 http://mises.org/daily/4993 ).

Ahora bien, salgámonos un poco de este fascinante debate económico. Veamos que nos dice el sentido común. La guerra como cualquier catástrofe es destructiva. Destruye capital acumulado y lo que es peor es que destruye vidas humanas que no son recuperables. El capital acumulado se puede volver a reconstruir pero a costa de dejar de hacer otras cosas. Las vidas humanas no. Y muertos sobran en las guerras, de ambos lados en conflicto. ¿Qué dirá Krugman de ellos? ¿O es tan ignorante que para él una vida humana no vale nada?

Ya lo había explicado Frederic Bastiat, un economista francés que falleció en 1,850.   Para explicarlo mejor escribió un pequeño artículo sobre la falacia de la ventana rota que se encuentra en su ensayo “Lo que se ve y lo que no se ve”. En este pequeño artículo, Bastiat cuenta la historia de un tendero cuyo hijo rompe, por accidente, una ventana de su tienda. Lo que se ve es que ahora el tendero tendrá que comprar una nueva ventana lo cual implica un gasto en la fábrica de ventanas lo cual estimulará la industria de ventanas. Lo que no se ve es que el tendero estaba ahorrando ese dinero para otras cosas o bien si no tenía ahorro se tendrá que endeudar con tal de reponer la ventana. Es decir, reponer algo que ya tenía. Tuvo que gastar en algo que no hacía falta. Esto no hace más rico al tendero sino que lo empobrece. El dinero que estimuló al ventanero empobreció al tendero. En total no puede haber un estímulo a la economía si no tomamos en cuenta el costo de oportunidad del tendero.

Ni París ni Siria ni Europa ni nadie en el mundo entero estará mejor. Una guerra es terriblemente mala. Los muertos serán contados por miles. La destrucción de capital acumulado será tremenda y a lo mejor nunca se podrá reemplazar todo el daño causado.   Tal vez, algunas industrias bélicas y gobierno puedan sentir que sus economías mejoran temporalmente pero el daño causado al mundo entero será mucho mayor y será irreparable.

“¿Es buena la guerra para la economía?”

Ramon Parellada
20 de noviembre, 2015

No tardó mucho Paul Krugman, premio nobel de la paz, secundado por Nouriel Roubini, ambos economistas polémicos y populares de las mejores universidades de los Estados Unidos en opinar que los atentados recientes en París y la guerra que se detonó serán positivos para la economía.

Krugman también hizo el mismo comentario en relación a la economía de Estados Unidos con motivo de los atentados de las Torres Gemelas. Y en general, algunos economistas lo dijeron cuando ocurrió el terremoto en Haití indicando que sería bueno para ese país.

La razón es que estos economistas ven en el gasto público una herramienta para el estímulo. Son defensores del keynesianismo a ultranza aún a sabiendas que antes de su muerte, John Maynard Keynes estaba decepcionado de sus seguidores porque habían llevado muy lejos sus políticas que él había pensado únicamente para tiempos de una gran recesión o depresión.

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Krugman ha defendido el gasto gubernamental como necesario para que la demanda agregada se incremente y se llegue al pleno empleo. No importa el tipo de gasto, basta con gastar. Lo explica claramente en su libro “Acabemos ya con esta crisis) publicado en el 2013.   Si es en armamento o construyendo carreteras o haciendo lo que sea, es bueno para la economía. Incluso considera, en forma cínica, que sería bueno que nos invadieran los alienígenas para que así pudiera incrementarte el gasto del gobierno y salir pronto de esta crisis. Su obsesión por el pleno empleo no le deja ver todos los problemas que sus políticas causan al igual que causaron los keynesianos en su momento cuando la misma FED (Banco Central de Estados Unidos) cambió su misión para incluir la consecución del pleno empleo entre otras cosas que nada tenían que ver con mantener el poder adquisitivo de su moneda.

Luego de Keynes, Krugman y Joseph E. Stiglitz, otro premio nobel de economía, han sido los defensores de un mayor gasto gubernamental para estimular la economía. El debate no es nuevo. Ya Keynes había tenido un fuerte debate con Friedrich Hayek.   Hayek, insistía en que lo importante no es el gasto sino el ahorro. Cualquier incremento en el gasto público o incluso en el estímulo monetario bajando artificialmente las tasas de interés generará distorsiones en la asignación óptima de recursos incluyendo las inversiones de bienes de capital y bienes de consumo creando los famosos auges y luego sus insostenibles recesiones.   Los economistas d ela Escuela Austríaca de Economía tienen una teoría del ciclo económico con lo que demuestras que estos estímulos artificiales crean más problemas en el mediano y largo plazo de lo que se quiere resolver. Hoy en día, una voz que se ha opuesto con toda claridad a Krugman ha sido Robert Murphy quien publicó un excelente artículo explicándole a Krugman el ciclo económico de la teoría de la escuela austríaca y las consecuencias nefastas de las políticas de expansión del gasto e inyección monetaria para reactivar la economía (My Reply to Krugman on Austrian Business-Cycle Theory, 24/1/2011 http://mises.org/daily/4993 ).

Ahora bien, salgámonos un poco de este fascinante debate económico. Veamos que nos dice el sentido común. La guerra como cualquier catástrofe es destructiva. Destruye capital acumulado y lo que es peor es que destruye vidas humanas que no son recuperables. El capital acumulado se puede volver a reconstruir pero a costa de dejar de hacer otras cosas. Las vidas humanas no. Y muertos sobran en las guerras, de ambos lados en conflicto. ¿Qué dirá Krugman de ellos? ¿O es tan ignorante que para él una vida humana no vale nada?

Ya lo había explicado Frederic Bastiat, un economista francés que falleció en 1,850.   Para explicarlo mejor escribió un pequeño artículo sobre la falacia de la ventana rota que se encuentra en su ensayo “Lo que se ve y lo que no se ve”. En este pequeño artículo, Bastiat cuenta la historia de un tendero cuyo hijo rompe, por accidente, una ventana de su tienda. Lo que se ve es que ahora el tendero tendrá que comprar una nueva ventana lo cual implica un gasto en la fábrica de ventanas lo cual estimulará la industria de ventanas. Lo que no se ve es que el tendero estaba ahorrando ese dinero para otras cosas o bien si no tenía ahorro se tendrá que endeudar con tal de reponer la ventana. Es decir, reponer algo que ya tenía. Tuvo que gastar en algo que no hacía falta. Esto no hace más rico al tendero sino que lo empobrece. El dinero que estimuló al ventanero empobreció al tendero. En total no puede haber un estímulo a la economía si no tomamos en cuenta el costo de oportunidad del tendero.

Ni París ni Siria ni Europa ni nadie en el mundo entero estará mejor. Una guerra es terriblemente mala. Los muertos serán contados por miles. La destrucción de capital acumulado será tremenda y a lo mejor nunca se podrá reemplazar todo el daño causado.   Tal vez, algunas industrias bélicas y gobierno puedan sentir que sus economías mejoran temporalmente pero el daño causado al mundo entero será mucho mayor y será irreparable.