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No es cuestión de sexo

Adriana Lopez
11 de diciembre, 2015

La vida es, desde hace tiempo, un círculo vicioso de ironías. Parece que jamás vamos a tener algo que nos haga auténticamente seres perfectos, pues hasta lo mejor que poseemos puede llegar a ser un arma de doble filo. La fuerza, por ejemplo, es el talón de Aquiles del sexo masculino.

Quiero creer que hace algunas décadas, ser un hombre fuerte todavía era bueno; se obtenía prestigio, admiración y buena aceptación en la sociedad. Pero la fuerza hoy, no trae los mismos resultados que antes. Ser el sexo fuerte, es más complicado de lo que creemos. Las etiquetas y los paradigmas son una cosa seria capaz de llevarnos a decirle chau a los derechos que otros seres humanos merecen.

Aquí es donde voy a explicarme: el hombre siempre es el fuerte, el que no llora y el que no se queja. Aquel que debe velar por la seguridad de la mujer, el que provee los bienes económicos y quién pase lo que pase, no debe fallar. Las infidelidades les son imperdonables, que exploten de enojo es inaceptable y si llegasen a defenderse, los tacharían de violentos. Eso es lo que nos han enseñado a creer.

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La mujer por su lado, siempre ha sabido que sus berrinches y llantos son aceptados. Sabe bien que si algo no llega a funcionar, siempre podrá vivir del dinero que el hombre provee y conoce también sus límites, sabe que si le gritó fuerte a su compañero, fue porque necesitaba desahogarse y eso si se vale ¿verdad?

Si hay alguien en el mundo que necesita ser escuchado, es un hombre. Ellos no tienden a hablar de las muchas cosas que han sufrido, porque el machismo de la sociedad no se lo permite. Claro, no todos los hombres son las víctimas del caso. Pero hay que ser sinceros, tampoco todas las mujeres lo son.

Está registrado que hombres y mujeres comparten la misma estadística cuando se trata de violencia. Quizá se sabe poco del tema, pero mientras la violencia contra la mujer va disminuyendo día con día, la violencia contra el hombre está aumentando cada vez más. La mayoría de leyes en nuestro país protegen a las mujeres en los casos de violencia doméstica y una minoría casi inexistente, los defiende a ellos.

No importando si es parte del sexo débil o del fuerte, la violencia puede afectar la integridad de una persona. No importa si se es hombre o mujer, los derechos deben cumplirse al pie de la letra. No importa si la mayoría de activistas se olvidan de la violencia en contra del hombre, nosotros podemos hacer la diferencia.

¿El consejo? Es el mismo de siempre. No se quede callado, hable con sus seres queridos, amigos o compañeros. Investigue, infórmese más. Recuerde que cuando usted invita a una persona a denunciar la violencia que recibe, le está salvando la vida. No es cuestión de sexo, como bien dijo Oscar Fernando Reyes: “La violencia nos repudia, no importa el género”. Gracias por abrir mis ojos.

No es cuestión de sexo

Adriana Lopez
11 de diciembre, 2015

La vida es, desde hace tiempo, un círculo vicioso de ironías. Parece que jamás vamos a tener algo que nos haga auténticamente seres perfectos, pues hasta lo mejor que poseemos puede llegar a ser un arma de doble filo. La fuerza, por ejemplo, es el talón de Aquiles del sexo masculino.

Quiero creer que hace algunas décadas, ser un hombre fuerte todavía era bueno; se obtenía prestigio, admiración y buena aceptación en la sociedad. Pero la fuerza hoy, no trae los mismos resultados que antes. Ser el sexo fuerte, es más complicado de lo que creemos. Las etiquetas y los paradigmas son una cosa seria capaz de llevarnos a decirle chau a los derechos que otros seres humanos merecen.

Aquí es donde voy a explicarme: el hombre siempre es el fuerte, el que no llora y el que no se queja. Aquel que debe velar por la seguridad de la mujer, el que provee los bienes económicos y quién pase lo que pase, no debe fallar. Las infidelidades les son imperdonables, que exploten de enojo es inaceptable y si llegasen a defenderse, los tacharían de violentos. Eso es lo que nos han enseñado a creer.

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La mujer por su lado, siempre ha sabido que sus berrinches y llantos son aceptados. Sabe bien que si algo no llega a funcionar, siempre podrá vivir del dinero que el hombre provee y conoce también sus límites, sabe que si le gritó fuerte a su compañero, fue porque necesitaba desahogarse y eso si se vale ¿verdad?

Si hay alguien en el mundo que necesita ser escuchado, es un hombre. Ellos no tienden a hablar de las muchas cosas que han sufrido, porque el machismo de la sociedad no se lo permite. Claro, no todos los hombres son las víctimas del caso. Pero hay que ser sinceros, tampoco todas las mujeres lo son.

Está registrado que hombres y mujeres comparten la misma estadística cuando se trata de violencia. Quizá se sabe poco del tema, pero mientras la violencia contra la mujer va disminuyendo día con día, la violencia contra el hombre está aumentando cada vez más. La mayoría de leyes en nuestro país protegen a las mujeres en los casos de violencia doméstica y una minoría casi inexistente, los defiende a ellos.

No importando si es parte del sexo débil o del fuerte, la violencia puede afectar la integridad de una persona. No importa si se es hombre o mujer, los derechos deben cumplirse al pie de la letra. No importa si la mayoría de activistas se olvidan de la violencia en contra del hombre, nosotros podemos hacer la diferencia.

¿El consejo? Es el mismo de siempre. No se quede callado, hable con sus seres queridos, amigos o compañeros. Investigue, infórmese más. Recuerde que cuando usted invita a una persona a denunciar la violencia que recibe, le está salvando la vida. No es cuestión de sexo, como bien dijo Oscar Fernando Reyes: “La violencia nos repudia, no importa el género”. Gracias por abrir mis ojos.