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House of Cards a la tortrix

Redacción
05 de marzo, 2015

La vida de Frank Underwood es el epitafio del político moderno.

Recién termino la tercera temporada del aclamado drama político, House of Cards, y por más inverosímil que parezca, no puedo dejar de hacer un contraste entre la trama de la serie con la realidad política guatemalteca. Aunque la galardonada serie que ha cautivado al mundo entero se centra en la historia del congresista norteamericano Frank Underwood y su esposa Claire, dos ambiciosos y despiadados personajes que no se detendrán ante nada y nadie en su afán de afianzarse cada vez más en el poder; lo cierto y triste es que los hechos allí relatados no se alejan mucho de las practicas de nuestros propios políticos. No necesitamos ser expertos en ciencia política para entender que la idea y teoría detrás de una serie como House of Cards, es ilustrarle a la audiencia la contusa imagen de una clase política moderna sin espurios que ha corroído completamente el sistema.

Para nadie es sorpresa que Guatemala, como recurrentemente se dice, enfrenta una crisis de valores seria. Este aspecto se hace más evidente cuando observamos a nuestros políticos, y su forma de ejercitar el poder. La sociedad ha perdido toda la credibilidad en ellos, pues día con día su actuar demuestra estar orientado por un solo elemento: la desmedida ambición. Tal y como sucede en House of Cards, todo sentido de ética y moral ha caducado del quehacer político. El único fin no es más que ir escalando a costas de cualquiera en la pirámide del poder. Es más, actuar apegado a cualquier clase de valores pareciera ser, en el contexto político actual, un acto extraño que ante los ojos del político son incluso una muestra de debilidad e impotencia. Esto es más preocupante cuando consideramos que este escenario no es más que el mero reflejo de nuestra propia sociedad. No escapa el comentario que se muestra incluso admirado por este tipo de tácticas, verbigracia el éxito que ha tenido esta serie y sus pérfidos personajes. La dinámica de hacer política a todas luces se ha degradado, hasta el punto donde lo perverso pareciera ser ahora lo natural.

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Hemos llegado al punto donde este comportamiento es apreciado por algunos y considerado como un acto de valor para otros. Para muestra un botón, hace menos de una semana presenciamos el controversial regreso de Alfonso Portillo al país; acontecimiento que a mi parecer se convierte en el epitome de la teoría de House of Cards. El ambiente que rodeo al ex presidente después de su regreso, es un hecho que ilustra la decrepitud de nuestra sociedad. Así mismo este año electoral, donde hay excedente de intereses de por medio, será el escenario perfecto para apreciar las movidas más despiadadas de nuestra “clase política”, escenario que ya se ha empezado a vislumbrar. El día de ayer nos enteramos de la desafortunada y triste noticia de la muerte del alcalde de Jalpatagua, Jutiapa, hecho que pareciera tener matices políticos y evidencia el punto en cuestión. Elección de junta directiva del congreso, aprobación del presupuesto, endeudamiento masivo, elección de jueces, son otros perfectos ejemplos de la infame dinámica política que enfrentamos.

Estamos en presencia de un escenario político sombrío y francamente aterrador. Por más que esto suene exagerado, es una realidad. House of Cards es solo una muestra, aunque ficticia y exagerada, de ello. El mundo entero está frente a una anti-clase política que ha desterrado la moral de su actuar y ha aislado a la ética del ejercicio del poder. Pareciera ser que los valores se convierten en la excepción y no la regla, en una sociedad política donde pareciera que la regla suprema se resume en la característica frase de Frank Underwood: cazar o ser cazado.

Twitter: @santipalomov

House of Cards a la tortrix

Redacción
05 de marzo, 2015

La vida de Frank Underwood es el epitafio del político moderno.

Recién termino la tercera temporada del aclamado drama político, House of Cards, y por más inverosímil que parezca, no puedo dejar de hacer un contraste entre la trama de la serie con la realidad política guatemalteca. Aunque la galardonada serie que ha cautivado al mundo entero se centra en la historia del congresista norteamericano Frank Underwood y su esposa Claire, dos ambiciosos y despiadados personajes que no se detendrán ante nada y nadie en su afán de afianzarse cada vez más en el poder; lo cierto y triste es que los hechos allí relatados no se alejan mucho de las practicas de nuestros propios políticos. No necesitamos ser expertos en ciencia política para entender que la idea y teoría detrás de una serie como House of Cards, es ilustrarle a la audiencia la contusa imagen de una clase política moderna sin espurios que ha corroído completamente el sistema.

Para nadie es sorpresa que Guatemala, como recurrentemente se dice, enfrenta una crisis de valores seria. Este aspecto se hace más evidente cuando observamos a nuestros políticos, y su forma de ejercitar el poder. La sociedad ha perdido toda la credibilidad en ellos, pues día con día su actuar demuestra estar orientado por un solo elemento: la desmedida ambición. Tal y como sucede en House of Cards, todo sentido de ética y moral ha caducado del quehacer político. El único fin no es más que ir escalando a costas de cualquiera en la pirámide del poder. Es más, actuar apegado a cualquier clase de valores pareciera ser, en el contexto político actual, un acto extraño que ante los ojos del político son incluso una muestra de debilidad e impotencia. Esto es más preocupante cuando consideramos que este escenario no es más que el mero reflejo de nuestra propia sociedad. No escapa el comentario que se muestra incluso admirado por este tipo de tácticas, verbigracia el éxito que ha tenido esta serie y sus pérfidos personajes. La dinámica de hacer política a todas luces se ha degradado, hasta el punto donde lo perverso pareciera ser ahora lo natural.

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Estamos en presencia de un escenario político sombrío y francamente aterrador. Por más que esto suene exagerado, es una realidad. House of Cards es solo una muestra, aunque ficticia y exagerada, de ello. El mundo entero está frente a una anti-clase política que ha desterrado la moral de su actuar y ha aislado a la ética del ejercicio del poder. Pareciera ser que los valores se convierten en la excepción y no la regla, en una sociedad política donde pareciera que la regla suprema se resume en la característica frase de Frank Underwood: cazar o ser cazado.

Twitter: @santipalomov