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ENFRENTADOS

Alfonso Muralles
12 de enero, 2016

La sociedad guatemalteca tiene cuentas pendientes con todos sus miembros. Con unos más, con otros menos. Por donde lo veamos. Algunas son deudas que vienen acumulando intereses y moras desde 1524, otras de 1954 y, de las más recientes, desde diciembre de 1996.

Esta pesada carga genera expresiones enfrentadas que saltan por todos lados y por los más diversos temas. Expresiones que además parecieran crecer en virulencia proporcional al dogmatismo que llevan consigo.

Las movilizaciones de la plaza de mayo a agosto del 2015, que nos unieron como nunca antes, también abrieron espacios que fueron más allá de exigir renuncias y capturas de corruptos. Sin violencia se lograron cambios y se generó esperanza. Tanta que se le llega a llamar “primavera democrática”.

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El momento actual requiere madurez para que lo logrado no se pierda. Para las próximas movilizaciones de la plaza es indispensable que se privilegien los temas que nos unen sobre los que nos dividen, los que nos enfrentan.

Hacerle ver al nuevo gobierno que enfrentará una auditoría social permanente, es un oportuno mensaje que, además, parece ser ampliamente compartido. Que los diputados sientan la demanda ciudadana por que cumplan con sus obligaciones es también mensaje compartido.

Sin embargo el entusiasmo puede hacer creer que la plaza, ahora, es el lugar propicio para cobrar deudas sociales, económicas y políticas que, insistimos, siguen creciendo como que fueran saldos de tarjeta de crédito en mora.

Y es que las últimas semanas han realmente dado por donde. Han echado abundante leña al fuego de la confrontación con la que vivimos. Tal vez demasiada leña. Y la tentación de enarbolar en la plaza, este 16 de enero, banderas con exigencias de carácter estructural puede resultar  inoportuna y confrontativamente contraproducente.

Donde hay chispas no hay que sacar ocote.

ENFRENTADOS

Alfonso Muralles
12 de enero, 2016

La sociedad guatemalteca tiene cuentas pendientes con todos sus miembros. Con unos más, con otros menos. Por donde lo veamos. Algunas son deudas que vienen acumulando intereses y moras desde 1524, otras de 1954 y, de las más recientes, desde diciembre de 1996.

Esta pesada carga genera expresiones enfrentadas que saltan por todos lados y por los más diversos temas. Expresiones que además parecieran crecer en virulencia proporcional al dogmatismo que llevan consigo.

Las movilizaciones de la plaza de mayo a agosto del 2015, que nos unieron como nunca antes, también abrieron espacios que fueron más allá de exigir renuncias y capturas de corruptos. Sin violencia se lograron cambios y se generó esperanza. Tanta que se le llega a llamar “primavera democrática”.

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Sin embargo el entusiasmo puede hacer creer que la plaza, ahora, es el lugar propicio para cobrar deudas sociales, económicas y políticas que, insistimos, siguen creciendo como que fueran saldos de tarjeta de crédito en mora.

Y es que las últimas semanas han realmente dado por donde. Han echado abundante leña al fuego de la confrontación con la que vivimos. Tal vez demasiada leña. Y la tentación de enarbolar en la plaza, este 16 de enero, banderas con exigencias de carácter estructural puede resultar  inoportuna y confrontativamente contraproducente.

Donde hay chispas no hay que sacar ocote.