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No se vale

Adriana Lopez
30 de enero, 2016

Cuando se habla de contaminación ambiental, mascarillas, hedor y humo, uno se traslada automáticamente a lugares como Asía y sus cercanías; porque uno cree que sólo en esos países tan lejanos existe tal costumbre de tener que mantenerse protegido cada segundo con tal de no atraer una enfermedad.

Hace dos días, me tocó asociar todas las palabras anteriores con mi propio continente y lo peor: con mi propio país. Se trata de la escuela No. 93 Mélida Montenegro viuda de Méndez, éste es el lugar al cuál decenas de niños acuden de lunes a viernes con una mochila en la espalda y una mascarilla en la cara. ¿La razón? Un botadero de basura formado por personas irresponsables que no se detuvieron a considerar la idea de que todos sus deshechos iban a provocar un foco infeccioso para muchos niños.

Se dice que los papás han hecho y deshecho para atraer la atención de las autoridades y que éstas no han actuado en lo absoluto para solucionar el problema. Y no, no estoy hablando de un pueblo alejado en el interior del país, porque podríamos creer que esa es la causa por la que no ha llegado la información hasta acá. Estoy hablando de la zona 13, la colonia Santa Fe. Esa misma que colinda con el aeropuerto nacional. ¡Y NO SE HA HECHO NADA!

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Me pone triste pensar en el riesgo y el sacrificio que tiene para éstos niños ir a la escuela, pero me pone todavía más triste darme cuenta que conozco a muchos más que si tienen acceso fácil al estudio y que no lo aprovechan. ¿Cuántas veces no he escuchado a mis compañeros de universidad quejándose porque tienen que recibir una clase más? ¿Cuántos se enojan porque el catedrático avisó media hora antes que su clase se canceló y ellos ya estaban en la u? ¿Cuántos se quejan porque el parqueo está lejos, porqué “qué hueva” tener que ir a la biblioteca, porqué deberían de poner un Taco Bell en la u y porqué el internet no corre rápido? ¿Cuántas veces no me he quejado yo de las mismas cosas? Y lo peor, ¿cuántos de nosotros no tenemos ni la noción de lo dichosos que somos por tener, de hecho, un lugar digno en dónde estudiar?

Los estudiantes de hoy en día somos demasiado mal agradecidos. Tal vez alguno puede defenderse diciendo: “Yo no tengo la culpa de todo lo que está pasando.” Pero amigo, eso no se vale. No se vale que tantos niños estén arriesgando la salud a cambio del estudio. Que tantos padres estén gritándole a oídos sordos. Que estudiar sea desafía a la supervivencia. Y que nosotros estemos aquí, quejándonos y haciendo nada.

No se vale

Adriana Lopez
30 de enero, 2016

Cuando se habla de contaminación ambiental, mascarillas, hedor y humo, uno se traslada automáticamente a lugares como Asía y sus cercanías; porque uno cree que sólo en esos países tan lejanos existe tal costumbre de tener que mantenerse protegido cada segundo con tal de no atraer una enfermedad.

Hace dos días, me tocó asociar todas las palabras anteriores con mi propio continente y lo peor: con mi propio país. Se trata de la escuela No. 93 Mélida Montenegro viuda de Méndez, éste es el lugar al cuál decenas de niños acuden de lunes a viernes con una mochila en la espalda y una mascarilla en la cara. ¿La razón? Un botadero de basura formado por personas irresponsables que no se detuvieron a considerar la idea de que todos sus deshechos iban a provocar un foco infeccioso para muchos niños.

Se dice que los papás han hecho y deshecho para atraer la atención de las autoridades y que éstas no han actuado en lo absoluto para solucionar el problema. Y no, no estoy hablando de un pueblo alejado en el interior del país, porque podríamos creer que esa es la causa por la que no ha llegado la información hasta acá. Estoy hablando de la zona 13, la colonia Santa Fe. Esa misma que colinda con el aeropuerto nacional. ¡Y NO SE HA HECHO NADA!

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Me pone triste pensar en el riesgo y el sacrificio que tiene para éstos niños ir a la escuela, pero me pone todavía más triste darme cuenta que conozco a muchos más que si tienen acceso fácil al estudio y que no lo aprovechan. ¿Cuántas veces no he escuchado a mis compañeros de universidad quejándose porque tienen que recibir una clase más? ¿Cuántos se enojan porque el catedrático avisó media hora antes que su clase se canceló y ellos ya estaban en la u? ¿Cuántos se quejan porque el parqueo está lejos, porqué “qué hueva” tener que ir a la biblioteca, porqué deberían de poner un Taco Bell en la u y porqué el internet no corre rápido? ¿Cuántas veces no me he quejado yo de las mismas cosas? Y lo peor, ¿cuántos de nosotros no tenemos ni la noción de lo dichosos que somos por tener, de hecho, un lugar digno en dónde estudiar?

Los estudiantes de hoy en día somos demasiado mal agradecidos. Tal vez alguno puede defenderse diciendo: “Yo no tengo la culpa de todo lo que está pasando.” Pero amigo, eso no se vale. No se vale que tantos niños estén arriesgando la salud a cambio del estudio. Que tantos padres estén gritándole a oídos sordos. Que estudiar sea desafía a la supervivencia. Y que nosotros estemos aquí, quejándonos y haciendo nada.