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Juzgar y ser juzgadas

Adriana Lopez
02 de diciembre, 2016

Esta semana tuve para escoger entre tanto post pro-mujer que surgió en mi página principal de Facebook. No me quejo, de verdad, me encanta que los 16 días de activismo se estén haciendo cada vez más fuertes entre nosotros. Pero claro, hablar de los problemas de mujeres con mujeres, es lo peor que le puede pasar a una feminista.  

Me ha pasado tantas veces: trato de explicarle a una amiga, familiar o compañera un punto en específico y simplemente no lo entienden. No lo ven. No es un problema para ellas como lo es para mí. Y este acto es muy repetitivo. Una vez escuché a mi catedrático de Cultura decir que las feministas tenemos la susceptibilidad más despierta que cualquier otro ser humano y le doy la razón.

Para bien o para mal, mis neuronas se alborotan cuando veo cosas degradantes o mensajes absurdos en las redes sociales que ponen, aunque sea ligeramente, en desventaja el papel de la mujer en la sociedad. Y es que, ser feminista no significa que quiero postear fotos de mi cuerpo sin vergüenza alguna todo el tiempo. Tampoco significa ponerme el título en la frente para que todos crean que es cool o decir que no quiero tener hijos. Se trata de más cosas, pero como bien dijo Lena Dunham: “parte de ser feminista es darle la libertad a otras mujeres para tomar decisiones en las que no necesariamente estás de acuerdo o harías. 

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Partiendo de éste brillante pensamiento de Lena, quiero hacer un punto en ésta columna. Se trata de aquellas mujeres que juzgan a otras por su manera de vestir, por su trabajo o por su forma de ser. Está de moda aceptar a aquellas que son tímidas, inseguras y sencillas. Pero jamás ha sido una tendencia pensar en aquellas de nuestro género que nacieron estruendosamente, que resaltan, que hacen vibrar al mundo (porque claro, la mayoría de las mujeres promedio nos sentimos intimidadas por ellas).

Parece que el feminismo promedio no alcanza a ver que éstas mujeres también son y deberían ser parte de la lucha, del movimiento. De ahí que nace la sororidad, la necesidad de estar unidas entre el mismo género para no dejar que se nos quiebre más la fuerza. Y digo esto porque he pasado las últimas dos horas del día estudiando un post de Facebook que habla de la “belleza de la mujer” y de cómo “se ha degradado” y “se ha convertido un objeto”. Yo de verdad creí que los tres comentarios de la publicación iban a ser para denunciar la objetivación del cuerpo de las mujeres pero ¿QUE CREEN?

Si, justo eso. Las señoras estaban culpando a las jovencitas porque (y cito literalmente) “también son responsables, porque por dinero, se visten o modelan de esa forma, y como Dios la súper dotó lo aprovechan.” No sé, es decepcionante. EL POST ERA PARA EXPLICAR QUE LAS MUJERES ESTÁN SIENDO USADAS y ellas salen con que siempre si, es culpa de ellas. No creo que sea justo que una mujer juzgue a otra por tener que vivir, trabajar y ganarse la vida en un mundo tan retorcido como el nuestro. Y meter a Dios en medio del pleito, sencillamente no funciona.

Me gustaría que todas las mujeres, tanto adultas como jóvenes, amas de casa o profesionales, tímidas o extrovertidas, voluptuosas o en sus cuerpos ordinarios entendieran que nada ganamos con juzgarnos entre nosotras. Cuando las mujeres entendamos que lo que el mundo nos ha estado diciendo desde que nacimos no tiene nada que ver con nuestro verdadero valor, vamos a dejar de juzgar y ser juzgadas. A mí me cuesta, pero estoy comprometida con intentarlo ¿qué piensan hacer ustedes?

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo

Juzgar y ser juzgadas

Adriana Lopez
02 de diciembre, 2016

Esta semana tuve para escoger entre tanto post pro-mujer que surgió en mi página principal de Facebook. No me quejo, de verdad, me encanta que los 16 días de activismo se estén haciendo cada vez más fuertes entre nosotros. Pero claro, hablar de los problemas de mujeres con mujeres, es lo peor que le puede pasar a una feminista.  

Me ha pasado tantas veces: trato de explicarle a una amiga, familiar o compañera un punto en específico y simplemente no lo entienden. No lo ven. No es un problema para ellas como lo es para mí. Y este acto es muy repetitivo. Una vez escuché a mi catedrático de Cultura decir que las feministas tenemos la susceptibilidad más despierta que cualquier otro ser humano y le doy la razón.

Para bien o para mal, mis neuronas se alborotan cuando veo cosas degradantes o mensajes absurdos en las redes sociales que ponen, aunque sea ligeramente, en desventaja el papel de la mujer en la sociedad. Y es que, ser feminista no significa que quiero postear fotos de mi cuerpo sin vergüenza alguna todo el tiempo. Tampoco significa ponerme el título en la frente para que todos crean que es cool o decir que no quiero tener hijos. Se trata de más cosas, pero como bien dijo Lena Dunham: “parte de ser feminista es darle la libertad a otras mujeres para tomar decisiones en las que no necesariamente estás de acuerdo o harías. 

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Partiendo de éste brillante pensamiento de Lena, quiero hacer un punto en ésta columna. Se trata de aquellas mujeres que juzgan a otras por su manera de vestir, por su trabajo o por su forma de ser. Está de moda aceptar a aquellas que son tímidas, inseguras y sencillas. Pero jamás ha sido una tendencia pensar en aquellas de nuestro género que nacieron estruendosamente, que resaltan, que hacen vibrar al mundo (porque claro, la mayoría de las mujeres promedio nos sentimos intimidadas por ellas).

Parece que el feminismo promedio no alcanza a ver que éstas mujeres también son y deberían ser parte de la lucha, del movimiento. De ahí que nace la sororidad, la necesidad de estar unidas entre el mismo género para no dejar que se nos quiebre más la fuerza. Y digo esto porque he pasado las últimas dos horas del día estudiando un post de Facebook que habla de la “belleza de la mujer” y de cómo “se ha degradado” y “se ha convertido un objeto”. Yo de verdad creí que los tres comentarios de la publicación iban a ser para denunciar la objetivación del cuerpo de las mujeres pero ¿QUE CREEN?

Si, justo eso. Las señoras estaban culpando a las jovencitas porque (y cito literalmente) “también son responsables, porque por dinero, se visten o modelan de esa forma, y como Dios la súper dotó lo aprovechan.” No sé, es decepcionante. EL POST ERA PARA EXPLICAR QUE LAS MUJERES ESTÁN SIENDO USADAS y ellas salen con que siempre si, es culpa de ellas. No creo que sea justo que una mujer juzgue a otra por tener que vivir, trabajar y ganarse la vida en un mundo tan retorcido como el nuestro. Y meter a Dios en medio del pleito, sencillamente no funciona.

Me gustaría que todas las mujeres, tanto adultas como jóvenes, amas de casa o profesionales, tímidas o extrovertidas, voluptuosas o en sus cuerpos ordinarios entendieran que nada ganamos con juzgarnos entre nosotras. Cuando las mujeres entendamos que lo que el mundo nos ha estado diciendo desde que nacimos no tiene nada que ver con nuestro verdadero valor, vamos a dejar de juzgar y ser juzgadas. A mí me cuesta, pero estoy comprometida con intentarlo ¿qué piensan hacer ustedes?

Republicagt es ajena a la opinión expresada en este artículo