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La víbora de la corrupción que se comió al Congreso

Carmen Salguero
01 de abril, 2017

El Congreso de Guatemala no era quizás de los más corruptos del continente, pero se convirtió en los últimos años en un emblema de la máxima corrupción ¿qué pasó?

En Guatemala se vive en este momento lo que podría ser contado como una histeria por la corrupción. A diario, en las mesas del comedor, en las conversaciones en familia y amigos, no se habla de otra cosa. La indignación no es reciente, pero vaya que se ha intensificado en las últimas semanas con las revelaciones de los sobornos por 18 millones de dólares de Odebrecht. Esto se suma a otras, como los casos de plazas fantasmas, abuso tras abuso que duró décadas poder erradicar, y la captura, casi semanalmente de diputados y alcaldes vinculados a las mafias conocidas como la “repartición de obras geográficas”. Además, los vínculos entre la política y el narcotráfico, lavado de activos, como ejemplo la captura hoy de los ex diputados y ex alcalde de Jutiapa.

Que haya corrupción no sorprende a nadie. La corrupción era una forma de vida para los políticos en general, aunque seguro hay excepciones, serán contados con los dedos de las manos. La novedad es que se haya podido establecer en algunos casos concretos quién pagó esas comisiones, quién las recibió y a cuánto ascendieron. En eso la agenda de lucha contra la impunidad de los guatemaltecos que impulsamos a través del Ministerio Público, liderado por una guatemalteca, con el apoyo de CICIG, es y seguirá siendo el motor del proceso de largo aliento. Tengamos claro una cosa, esta no es una agenda internacional como nos dicen algunos, que en un arrebato febril de ultra nacionalismo perdido en el tiempo, aducen que estamos intervenidos por los Estados Unidos cuando lo que sí es 100% cierto, es que estuvimos y estamos aún INTERVENIDOS  por de las mafias y el crimen organizado enquistado en todos los niveles de las instituciones del Estado Guatemalteco.

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Por ahora, solo se ha encontrado la punta del iceberg, pues la corrupción por lo general es muy difícil de detectar y toma tiempo. En Guatemala en la sobreviviente y jadeante clase política, diputados aun en el Congreso, se ha convertido en endémica parte de su ADN y eso no se puede extirpar. Hay que eliminarlo de raíz sin segundas oportunidades.

La fracasada interpelación de la Ministra de Salud esta semana nos deja una inmensa victoria en nuestra lucha contra la corrupción y el anti sistema político mafioso del Congreso. La ciudadanía se expresó masivamente en apoyo a la gestión de un equipo probo, técnicamente solido que cuenta con un plan y que le está trabajando para resolver, ordenar y transparentar los problemas estructurales que han destruido el sistema público de salud. La actitud evidenciada por algunos diputados en la Comisión de Salud, soberbia, abusiva, prepotente e inútil volcó la mirada de la ciudadanía hacia lo que intentaron hacer que era ni más ni menos que coludir diputados-sindicato-mafias para desgastar y sacar del camino a la ministra y su equipo. Resultado: un nuevo y ultra efectivo acicate para la depuración acelerada del Congreso; nosotros los ciudadanos que nos interesa que el país cambie y que con nuestra participación logramos ejercer presión sobre una mala, muy mala decisión que luego no tuvieron más remedio que recular bochornosamente.

El Congreso va en franca picada “crash & burn” y la percepción ciudadana arroja clarísimo que esos llamados diputados en la gran mayoría no nos representa, no nos entendemos con ellos y solo están por tiempo limitado. Sus días están contados sin posibilidad de moverse hacia un techo de vidrio menos frágil porque esa oportunidad la perdieron en tan solo 15 meses de legislatura. Incluso algunos diputados en su primera legislatura, digámosles nuevos, resultaron ser tanto o más nefastos que las viejas mafias. Indignados paladines de la salud o de la desnutrición (más oportunistas que estratégicos), serán por tanto, y así lo espero, de los que no repetirán en una próxima elección.

Los guatemaltecos sentimos que la corrupción nos está asfixiando, persistentes las mafias se reacomodaron y usan a otros como sus vehículos para delinquir, pero sepan y sépanlo bien, la Guatemala de hoy los rechaza, los conoce y velará porque sigamos adelante en la lucha por renovar el sistema político, sus actores y encaminar nuevos talentos al servicio público.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

La víbora de la corrupción que se comió al Congreso

Carmen Salguero
01 de abril, 2017

El Congreso de Guatemala no era quizás de los más corruptos del continente, pero se convirtió en los últimos años en un emblema de la máxima corrupción ¿qué pasó?

En Guatemala se vive en este momento lo que podría ser contado como una histeria por la corrupción. A diario, en las mesas del comedor, en las conversaciones en familia y amigos, no se habla de otra cosa. La indignación no es reciente, pero vaya que se ha intensificado en las últimas semanas con las revelaciones de los sobornos por 18 millones de dólares de Odebrecht. Esto se suma a otras, como los casos de plazas fantasmas, abuso tras abuso que duró décadas poder erradicar, y la captura, casi semanalmente de diputados y alcaldes vinculados a las mafias conocidas como la “repartición de obras geográficas”. Además, los vínculos entre la política y el narcotráfico, lavado de activos, como ejemplo la captura hoy de los ex diputados y ex alcalde de Jutiapa.

Que haya corrupción no sorprende a nadie. La corrupción era una forma de vida para los políticos en general, aunque seguro hay excepciones, serán contados con los dedos de las manos. La novedad es que se haya podido establecer en algunos casos concretos quién pagó esas comisiones, quién las recibió y a cuánto ascendieron. En eso la agenda de lucha contra la impunidad de los guatemaltecos que impulsamos a través del Ministerio Público, liderado por una guatemalteca, con el apoyo de CICIG, es y seguirá siendo el motor del proceso de largo aliento. Tengamos claro una cosa, esta no es una agenda internacional como nos dicen algunos, que en un arrebato febril de ultra nacionalismo perdido en el tiempo, aducen que estamos intervenidos por los Estados Unidos cuando lo que sí es 100% cierto, es que estuvimos y estamos aún INTERVENIDOS  por de las mafias y el crimen organizado enquistado en todos los niveles de las instituciones del Estado Guatemalteco.

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Por ahora, solo se ha encontrado la punta del iceberg, pues la corrupción por lo general es muy difícil de detectar y toma tiempo. En Guatemala en la sobreviviente y jadeante clase política, diputados aun en el Congreso, se ha convertido en endémica parte de su ADN y eso no se puede extirpar. Hay que eliminarlo de raíz sin segundas oportunidades.

La fracasada interpelación de la Ministra de Salud esta semana nos deja una inmensa victoria en nuestra lucha contra la corrupción y el anti sistema político mafioso del Congreso. La ciudadanía se expresó masivamente en apoyo a la gestión de un equipo probo, técnicamente solido que cuenta con un plan y que le está trabajando para resolver, ordenar y transparentar los problemas estructurales que han destruido el sistema público de salud. La actitud evidenciada por algunos diputados en la Comisión de Salud, soberbia, abusiva, prepotente e inútil volcó la mirada de la ciudadanía hacia lo que intentaron hacer que era ni más ni menos que coludir diputados-sindicato-mafias para desgastar y sacar del camino a la ministra y su equipo. Resultado: un nuevo y ultra efectivo acicate para la depuración acelerada del Congreso; nosotros los ciudadanos que nos interesa que el país cambie y que con nuestra participación logramos ejercer presión sobre una mala, muy mala decisión que luego no tuvieron más remedio que recular bochornosamente.

El Congreso va en franca picada “crash & burn” y la percepción ciudadana arroja clarísimo que esos llamados diputados en la gran mayoría no nos representa, no nos entendemos con ellos y solo están por tiempo limitado. Sus días están contados sin posibilidad de moverse hacia un techo de vidrio menos frágil porque esa oportunidad la perdieron en tan solo 15 meses de legislatura. Incluso algunos diputados en su primera legislatura, digámosles nuevos, resultaron ser tanto o más nefastos que las viejas mafias. Indignados paladines de la salud o de la desnutrición (más oportunistas que estratégicos), serán por tanto, y así lo espero, de los que no repetirán en una próxima elección.

Los guatemaltecos sentimos que la corrupción nos está asfixiando, persistentes las mafias se reacomodaron y usan a otros como sus vehículos para delinquir, pero sepan y sépanlo bien, la Guatemala de hoy los rechaza, los conoce y velará porque sigamos adelante en la lucha por renovar el sistema político, sus actores y encaminar nuevos talentos al servicio público.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo