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¡Qué injusticia!

José Carlos Ortega
30 de septiembre, 2017

El país necesita cambios en el sistema de justicia, el combate a TODOS los delitos debe ser frontal, pero frontal, no lateral…

A veces no entiendo cómo es que desde pequeño, desde una edad temprana, hay personas que tienen, y casi todos lo tienen, un profundo sentido de la justicia, del bien y del mal. Desde temprana edad un niño reclama un acto injusto, sabe, conoce, cuando se realiza un acto malo, injusto, equivocado. Es más, si lo realiza él (o ella), tiende a avergonzarse del hecho mismo. Los primeros actos de los cuales tendrá reclamos el niño/a será contra actos que al buscar una persona que pueda reivindicarle los derechos, lo termina perjudicando. Esto, por ejemplo, al buscar la intermediación de papás, abuelos, profesores, tíos… en contra de actos realizados por hermanos, primos, amigos, compañeros, etc.

La explicación que he recibido, y que de alguna manera creo es que dentro de la persona, en el espíritu de cada uno, viene la conciencia que me dice lo que está bien y lo que está mal. De esa sumatoria de conciencias, de esa comunidad de limitar el bien y el mal, de la cultura común, decidimos nuestras normas institucionales, las leyes, pero antes que la ley, el Derecho.
Claro, el derecho es el intento de una sociedad por llevar justicia y protección. Si en nuestra cultura, como aquello común de muchos, aceptáramos que la muerte o el asesinato estuvieran bien, no legislaríamos, no actuaríamos en contra de ello. Por el contrario, a lo largo de la historia de la humanidad hemos encontrado valores comunes, como el caso de que todas las personas han sido “creadas” iguales. Esto no sucedió durante siglos, atravesando diversas culturas, incluyendo la cuna de algunas de las que hoy podemos llamar sociedades “modernas”.

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Influenciadas por los principios judeo-cristianos, hemos aceptado como buenos, como justos, como el imaginario total de la sociedad en términos de justicia, proteger ciertos principios como parte fundamental de la sociedad: la vida, la libertad, la propiedad y la familia.

Hablar de proteger la vida parece redundante, pero no lo es, es hasta hace poco dentro de la sociedades, que ese principio de que todos los seres humanos hemos sido creados iguales es asimilado, es aceptado, arraigado y vuelto parte de la cultura. Muchas formas de gobernar han valorado a unos seres humanos como superiores a otros por raza, posición social, creencias, sexo, etc. En unos casos, minorías consideraban a ciertos grupos, o a mayorías menos valiosas. También ocurre que gobiernos totalitarios, en la búsqueda del bien común, del interés general, están convencidos que deben “sacrificar” a unos pocos, por el bien de la mayoría. De esa forma, empiezan eliminando a unos, y terminan con todos. Aceptar que toda vida es y debe ser protegida sin importar nada es un gran paso para la humanidad.

La libertad que permite al individuo hacer lo que le plazca en la búsqueda de poder realizarse, encontrar la felicidad, mantener a los suyos, creer lo que quiera, actuar dentro de los límites que protegen los derechos individuales de todos, es el derecho que respeta mi futuro, para la construcción de mi futuro. Yo creo lo que quiera, me movilizo, me junto con quien quiera, expreso mi pensamiento, comercio con el que pueda, defino a dónde quiero ir.

El derecho a la propiedad es aquel que protege todo lo que ha sido mi pasado, hecho por mis padres o por mí, y que me diseña o sustenta para esa libertad. Todo lo construido en el pasado protege mi vida y mi posibilidad de accionar. Lo que es mío, fruto de mi trabajo, fruto del trabajo de los míos, no por medios equivocados, me da seguridad y nadie debe arrebatármelo, de ninguna forma.

La familia es mi comunidad cercana, es mi entorno social. Cuando un jefe de familia o ambos padres construyen, no lo hacen pensando individualmente, lo hacen pensando en sus hijos, en los hijos de sus hijos que no conocen, en su familia ampliada, en sus amigos y empleados cercanos. Un empresario difícilmente realiza un negocio con el completo interés en sí mismo, lo hace pensando en él, su familia y sus empleados cercanos.

Entonces, la injusticia es cuando no protegemos esos valores a los que nos ha costado tanto llegar. Los principios para juzgar, como el principio de la inocencia, el debido proceso, el respeto a los datos, la justicia independiente, apego a la ley para juzgar a alguien con objetividad son indispensables para poder construir una sociedad con justicia, para que no nos pase lo de los primeros años de vida donde nos trataron o vimos las injusticias sin el endurecimiento de la pérdida de conciencia.
La impunidad en nuestro país se mantiene por arriba del 90%. Pensar que no hace falta hacer algo por la justicia en este país sería de ciegos. Pensar que no ha habido algunos logros desde 2015 para aquí en el combate a la corrupción, también. Pero, pensar que no hemos visto como se ha evadido enfrentar e investigar para lograr acusaciones contra ciertos actores, miopía severa, sean estos de corrupción, enriquecimiento ilícito, y atentar contra otros, como los delitos contra la propiedad.
El país necesita cambios en el sistema de justicia, el combate a TODOS los delitos debe ser frontal, pero frontal, no lateral…

Sígame y coménteme en Twitter: @josekrlos

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

¡Qué injusticia!

José Carlos Ortega
30 de septiembre, 2017

El país necesita cambios en el sistema de justicia, el combate a TODOS los delitos debe ser frontal, pero frontal, no lateral…

A veces no entiendo cómo es que desde pequeño, desde una edad temprana, hay personas que tienen, y casi todos lo tienen, un profundo sentido de la justicia, del bien y del mal. Desde temprana edad un niño reclama un acto injusto, sabe, conoce, cuando se realiza un acto malo, injusto, equivocado. Es más, si lo realiza él (o ella), tiende a avergonzarse del hecho mismo. Los primeros actos de los cuales tendrá reclamos el niño/a será contra actos que al buscar una persona que pueda reivindicarle los derechos, lo termina perjudicando. Esto, por ejemplo, al buscar la intermediación de papás, abuelos, profesores, tíos… en contra de actos realizados por hermanos, primos, amigos, compañeros, etc.

La explicación que he recibido, y que de alguna manera creo es que dentro de la persona, en el espíritu de cada uno, viene la conciencia que me dice lo que está bien y lo que está mal. De esa sumatoria de conciencias, de esa comunidad de limitar el bien y el mal, de la cultura común, decidimos nuestras normas institucionales, las leyes, pero antes que la ley, el Derecho.
Claro, el derecho es el intento de una sociedad por llevar justicia y protección. Si en nuestra cultura, como aquello común de muchos, aceptáramos que la muerte o el asesinato estuvieran bien, no legislaríamos, no actuaríamos en contra de ello. Por el contrario, a lo largo de la historia de la humanidad hemos encontrado valores comunes, como el caso de que todas las personas han sido “creadas” iguales. Esto no sucedió durante siglos, atravesando diversas culturas, incluyendo la cuna de algunas de las que hoy podemos llamar sociedades “modernas”.

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Influenciadas por los principios judeo-cristianos, hemos aceptado como buenos, como justos, como el imaginario total de la sociedad en términos de justicia, proteger ciertos principios como parte fundamental de la sociedad: la vida, la libertad, la propiedad y la familia.

Hablar de proteger la vida parece redundante, pero no lo es, es hasta hace poco dentro de la sociedades, que ese principio de que todos los seres humanos hemos sido creados iguales es asimilado, es aceptado, arraigado y vuelto parte de la cultura. Muchas formas de gobernar han valorado a unos seres humanos como superiores a otros por raza, posición social, creencias, sexo, etc. En unos casos, minorías consideraban a ciertos grupos, o a mayorías menos valiosas. También ocurre que gobiernos totalitarios, en la búsqueda del bien común, del interés general, están convencidos que deben “sacrificar” a unos pocos, por el bien de la mayoría. De esa forma, empiezan eliminando a unos, y terminan con todos. Aceptar que toda vida es y debe ser protegida sin importar nada es un gran paso para la humanidad.

La libertad que permite al individuo hacer lo que le plazca en la búsqueda de poder realizarse, encontrar la felicidad, mantener a los suyos, creer lo que quiera, actuar dentro de los límites que protegen los derechos individuales de todos, es el derecho que respeta mi futuro, para la construcción de mi futuro. Yo creo lo que quiera, me movilizo, me junto con quien quiera, expreso mi pensamiento, comercio con el que pueda, defino a dónde quiero ir.

El derecho a la propiedad es aquel que protege todo lo que ha sido mi pasado, hecho por mis padres o por mí, y que me diseña o sustenta para esa libertad. Todo lo construido en el pasado protege mi vida y mi posibilidad de accionar. Lo que es mío, fruto de mi trabajo, fruto del trabajo de los míos, no por medios equivocados, me da seguridad y nadie debe arrebatármelo, de ninguna forma.

La familia es mi comunidad cercana, es mi entorno social. Cuando un jefe de familia o ambos padres construyen, no lo hacen pensando individualmente, lo hacen pensando en sus hijos, en los hijos de sus hijos que no conocen, en su familia ampliada, en sus amigos y empleados cercanos. Un empresario difícilmente realiza un negocio con el completo interés en sí mismo, lo hace pensando en él, su familia y sus empleados cercanos.

Entonces, la injusticia es cuando no protegemos esos valores a los que nos ha costado tanto llegar. Los principios para juzgar, como el principio de la inocencia, el debido proceso, el respeto a los datos, la justicia independiente, apego a la ley para juzgar a alguien con objetividad son indispensables para poder construir una sociedad con justicia, para que no nos pase lo de los primeros años de vida donde nos trataron o vimos las injusticias sin el endurecimiento de la pérdida de conciencia.
La impunidad en nuestro país se mantiene por arriba del 90%. Pensar que no hace falta hacer algo por la justicia en este país sería de ciegos. Pensar que no ha habido algunos logros desde 2015 para aquí en el combate a la corrupción, también. Pero, pensar que no hemos visto como se ha evadido enfrentar e investigar para lograr acusaciones contra ciertos actores, miopía severa, sean estos de corrupción, enriquecimiento ilícito, y atentar contra otros, como los delitos contra la propiedad.
El país necesita cambios en el sistema de justicia, el combate a TODOS los delitos debe ser frontal, pero frontal, no lateral…

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo