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La gravedad de la desconfianza

Carolina Castellanos
21 de junio, 2019

Esta semana ha sido de las más inciertas en la historia reciente de nuestro país.  El proceso electoral estuvo lo suficientemente viciado como para, encima de todo, desconfiar de los resultados.

Las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, LEPP, fueron nefastas y hechas a la medida de quien lleva alrededor de 20 años de estar trabajando para llegar a ser la primera presidenta de Guatemala. Nuevamente, llega a la segunda vuelta electoral.  Tres meses de publicidad, sumamente restrictiva, dificultaron grandemente la actividad de los más de 20 partidos políticos, excepto la UNE, pues 20 años de trabajo, más la gran cantidad de bolsas solidarias que han regalado a lo largo de los años, dieron el resultado esperado por esa agrupación. Su abrumadora mayoría de diputados (partido con más congresistas, pero no con la mayoría simple ni la calificada), es otro gran éxito.  Me pregunto de dónde ha salido el dinero para dar, mes a mes, bolsas con comida a lo largo y ancho del país, además de financiar la campaña política. De pronto sus amigos de la Internacional Socialista fueron dadivosos.

La cantidad de anomalías encontradas es demasiado grande, en cuanto a que generan suficiente desconfianza como para que muchísimas personas estén gritando “¡fraude!” y exigiendo la repetición de las elecciones.  En lo personal, considero prudente mantener la presión sobre las autoridades, ahora que han dicho que el lunes próximo iniciará una revisión de las actas, ante la presencia de los fiscales de los partidos. Reiteradamente he manifestado en los chats que, acusar sin pruebas, no resuelve nada. El enfoque debe estar en buscar la evidencia, comprobarla y, entonces, denunciarlo a los cuatro vientos.  Esta semana ha generado tanta incertidumbre que, recuperar la poca confianza que se tenía en el Tribunal Supremo Electoral, será casi imposible.

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Los grandes ausentes: el presidente de la República que, como decimos en buen chapín, “ni visto ni oído”.  El otro ausente es el Procurador General de la Nación. A éste se le “medio perdona” su ausencia pues, según entiendo, puede actuar solo si el Presidente le da las instrucciones respectivas.  A quien no se le perdona es a Jimmy Morales. Al final del día, cualquier cosa que salga diciendo ahora, si lo hace, carecerá de trascendencia y no pasará de ser otra noticia más.

La desconfianza es lo peor que hay, en cualquier situación de la vida diaria, pero mucho más en la actividad democrática más importante de todas: el proceso electoral.  Esta desconfianza en las autoridades y en los resultados quedará impresa en las mentes de muchos, especialmente de aquellos que pensaban invertir y generar empleos, sean chapines o extranjeros.  Tradicionalmente, después de la primera vuelta electoral, se generaba algo de confianza pues se reducía la incertidumbre en cuanto al curso que tomaría el país. Esto no lo tenemos ahora. Los resultados “no cuadran” en la mente de la población.

El desastroso Tribunal Supremo Electoral tiene mucho trabajo qué hacer, no solo en transparentar el proceso de revisión de las actas electorales, sino en garantizar, más allá de cualquier duda, la transparencia en la segunda vuelta.  El futuro de Guatemala depende de ello.


La gravedad de la desconfianza

Carolina Castellanos
21 de junio, 2019

Esta semana ha sido de las más inciertas en la historia reciente de nuestro país.  El proceso electoral estuvo lo suficientemente viciado como para, encima de todo, desconfiar de los resultados.

Las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, LEPP, fueron nefastas y hechas a la medida de quien lleva alrededor de 20 años de estar trabajando para llegar a ser la primera presidenta de Guatemala. Nuevamente, llega a la segunda vuelta electoral.  Tres meses de publicidad, sumamente restrictiva, dificultaron grandemente la actividad de los más de 20 partidos políticos, excepto la UNE, pues 20 años de trabajo, más la gran cantidad de bolsas solidarias que han regalado a lo largo de los años, dieron el resultado esperado por esa agrupación. Su abrumadora mayoría de diputados (partido con más congresistas, pero no con la mayoría simple ni la calificada), es otro gran éxito.  Me pregunto de dónde ha salido el dinero para dar, mes a mes, bolsas con comida a lo largo y ancho del país, además de financiar la campaña política. De pronto sus amigos de la Internacional Socialista fueron dadivosos.

La cantidad de anomalías encontradas es demasiado grande, en cuanto a que generan suficiente desconfianza como para que muchísimas personas estén gritando “¡fraude!” y exigiendo la repetición de las elecciones.  En lo personal, considero prudente mantener la presión sobre las autoridades, ahora que han dicho que el lunes próximo iniciará una revisión de las actas, ante la presencia de los fiscales de los partidos. Reiteradamente he manifestado en los chats que, acusar sin pruebas, no resuelve nada. El enfoque debe estar en buscar la evidencia, comprobarla y, entonces, denunciarlo a los cuatro vientos.  Esta semana ha generado tanta incertidumbre que, recuperar la poca confianza que se tenía en el Tribunal Supremo Electoral, será casi imposible.

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Los grandes ausentes: el presidente de la República que, como decimos en buen chapín, “ni visto ni oído”.  El otro ausente es el Procurador General de la Nación. A éste se le “medio perdona” su ausencia pues, según entiendo, puede actuar solo si el Presidente le da las instrucciones respectivas.  A quien no se le perdona es a Jimmy Morales. Al final del día, cualquier cosa que salga diciendo ahora, si lo hace, carecerá de trascendencia y no pasará de ser otra noticia más.

La desconfianza es lo peor que hay, en cualquier situación de la vida diaria, pero mucho más en la actividad democrática más importante de todas: el proceso electoral.  Esta desconfianza en las autoridades y en los resultados quedará impresa en las mentes de muchos, especialmente de aquellos que pensaban invertir y generar empleos, sean chapines o extranjeros.  Tradicionalmente, después de la primera vuelta electoral, se generaba algo de confianza pues se reducía la incertidumbre en cuanto al curso que tomaría el país. Esto no lo tenemos ahora. Los resultados “no cuadran” en la mente de la población.

El desastroso Tribunal Supremo Electoral tiene mucho trabajo qué hacer, no solo en transparentar el proceso de revisión de las actas electorales, sino en garantizar, más allá de cualquier duda, la transparencia en la segunda vuelta.  El futuro de Guatemala depende de ello.