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Y ahora ¿qué?

Armando De la Torre
26 de junio, 2019

La conspiración contra la soberanía de Guatemala, urdida desde los tiempos de Obama por parte de ciertos funcionarios de la Secretaría de Estado de los Estados Unidos y, sobre todo, por el que fuera su instrumento más visible por estos lares, Todd Robinson, ha dado otra vez alguno de sus amargos frutos en estas últimas elecciones.

El resultado final ha sido que la voluntad de los votantes engañados haya dejado insatisfechos a los más y muy contentos a unos pocos, los aprovechados de siempre. 

El Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha sido el conducto esta vez para un lamentable y estrepitoso fracaso dada la completa ineptitud de sus integrantes y no, en cambio, por la estatura moral ya más madura de los votantes, y todos así menos distantes en sus actuaciones de aquel modelo egregio que fue don Arturo Herbruger Asturias, quien presidió el Tribunal apenas recién instaurado.  

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Encima, precedidas tales elecciones por una campaña electoral raquítica a iniciativa casi despótica de sus ineptos magistrados, quienes se engañaron a sí mismos y a los demás al creerse árbitros infalibles de todo el proceso electoral.

Pero al margen de esta nueva versión que nos ha legado esa reciente dictadura de los jueces, instaurada y fomentada, desde muy en las sombras, por la actual Corte de Constitucionalidad,  los resentidos sociales de por aquí han logrado esta vez filtrarse más estratégicamente por las rajaduras del conteo electoral. 

Lo cual abona en favor de mantenernos todos siempre vigilantes, según aquel sabio aforismo de Thomas Jefferson de que “El precio de la libertad es una eterna vigilancia”.

Aunque fuera de ese campo de lo estrictamente público, otros empedernidos embaucadores al margen de la ley ya nos eran relativamente conocidos, sobre todo en ciertas áreas rurales del país: por ejemplo, los dirigentes de CODECA, últimamente concentrados casi con exclusividad en el robo de la energía eléctrica (aparte de recibir abultados financiamientos desde Suecia, España y Noruega), y que responden a ciertos nombres por la mayoría de los votantes desconocidos, como Mariano García, Mauro Vay Gonón y Blanca Julia Ajtum Mejía. 

También, vale la pena recordar aquí los no menos destructivos de la Fundación “Turcios Lima” como en este caso el muy bien conocido Cesar Montes alias de Julio César Macías, veterano de los grupos terroristas de las FAR y EGP, y ex maestro de primaria que empero siempre ha soñado en constituirse como el Fidel Castro de Guatemala, y todos dedicados a las invasiones de tierras ajenas, en particular entre los infelices habitantes de las Verapaces. 

Aun cuando para mí el más detestable lo es y haya sido personalmente Daniel Pascual, dirigente del CUC, y el supuesto artífice de un intento de asesinato nocturno contra la inolvidable ex Fiscal Gilda Aguilar, recientemente fallecida.

Tampoco quisiera ahora pasar por alto los nombres de algunos integrantes de otra Fundación, por ejemplo, la que lleva por nombre “Guillermo Toriello”. Creación casi exclusiva, sea dicho de paso, del ex-clérigo español también ya fallecido Enrique Corral Alonzo, casado con la hija de un entrañable y muy honesto profesional amigo mío. Este curioso malhechor, de nuevo muy popular por tierras escandinavas, por su parte se especializó en las depredaciones de fincas de algunos sufridos propietarios allá por el Polochic. 

Este es un retazo del fantasmagórico telón de fondo tejido como parte integrante del marco insurgente antes de estas elecciones para nuestras áreas rurales. 

Aunque la lista de los nombres de esos subversivos es tan larga aquí, no dispongo de espacio suficiente para incluirla completa. 

Una vez más, todos ellos en parte seducidos por ese idealismo engañoso que consiste en comparar la realidad con un sueño placentero y, por supuesto, siempre triunfa el sueño.

Por eso asimismo, creo, que nada nos ha hecho desconfiar tanto de la actual estructura mediática en este país como tantos otros comentarios superficiales y nocivos que se multiplican por las ondas de la radio, de la televisión y, últimamente, por las llamadas redes sociales. 

Ahí radican tantas otras maniobras corrosivas y nada honrosas del ahora tan desprestigiado TSE, aunque también extensivo todo ello al Registro de Ciudadanos y desde hace unos cuatro años bien sabidos por todos de la mismísima Corte de Constitucionalidad.

El sector justicia una vez más en la picota de la opinión pública, también dada la injerencia indebida de extra nacionales desde suelos que nos han sido siempre muy lejanos y hasta a ratos hostiles: la ONU, la OEA, el Departamento de Estado o el Foro de Sao Paulo.  

Y todo ello, en base a acusarnos inmerecidamente de un total tercermundismo que ya no veo en amplias capas sociales de Guatemala. 

En ello ahora incluyen el hecho patente de que por el retraso mental y profesional de las autoridades electorales en esta ocasión, casi todos los ciudadanos cumplidores de su deber electoral hubieron de votar casi a ciegas, entre otras razones porque tampoco se les dio en el breve periodo eleccionario el tiempo suficiente para conocer y evaluar a candidatos y propuestas. 

En presencia de todo ello, por lo tanto, la corrupción invisible de los poderes oscuros se ha vuelto a imponer en estas elecciones, aun cuando con algunas valiosas excepciones permitidas por los jueces dictadores.    

Por todo ello, yo me permito conceptuar todo este último proceso electoral de injusto, prejuicioso y vano, casi como evento de idiosincrasia única en la historia de este país. 

En pocas palabras, hemos sido engañados esta vez por esa intrusión desorbitada del Poder Judicial. Un ejemplo más para probar lo dañino que puede llegar a ser la dictadura de los jueces. 

Como conclusión final, pocos guatemaltecos están satisfechos con este reciente proceso electoral que desdice en mucho de otros progresos institucionales recientes en este bello país. 

¿Giammattei o Torres? 

Nos han vuelto a encerrar en la disyuntiva típica de los pueblos subdesarrollados: la de votar en favor o en contra del que subjetivamente nos parezca el menos malo. Lo cual también rebaja injustamente la altura moral de los dos candidatos restantes. 

Me queda una acotación última: dado que Guatemala carece de los recursos suficientes para repetir estas elecciones (de unos ochenta a cien millones de quetzales), sí dispone, al menos, de ciertos medios a través del Congreso y de los partidos políticos legalmente vigentes para eliminar de una vez por todas esa dictadura por el momento vigente de los jueces metidos a legislar y a ejecutar, como lo han hecho reiteradas veces la Magistrada Gloria Porras y Asociados.

¿Lo lograremos?… 


Y ahora ¿qué?

Armando De la Torre
26 de junio, 2019

La conspiración contra la soberanía de Guatemala, urdida desde los tiempos de Obama por parte de ciertos funcionarios de la Secretaría de Estado de los Estados Unidos y, sobre todo, por el que fuera su instrumento más visible por estos lares, Todd Robinson, ha dado otra vez alguno de sus amargos frutos en estas últimas elecciones.

El resultado final ha sido que la voluntad de los votantes engañados haya dejado insatisfechos a los más y muy contentos a unos pocos, los aprovechados de siempre. 

El Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha sido el conducto esta vez para un lamentable y estrepitoso fracaso dada la completa ineptitud de sus integrantes y no, en cambio, por la estatura moral ya más madura de los votantes, y todos así menos distantes en sus actuaciones de aquel modelo egregio que fue don Arturo Herbruger Asturias, quien presidió el Tribunal apenas recién instaurado.  

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Encima, precedidas tales elecciones por una campaña electoral raquítica a iniciativa casi despótica de sus ineptos magistrados, quienes se engañaron a sí mismos y a los demás al creerse árbitros infalibles de todo el proceso electoral.

Pero al margen de esta nueva versión que nos ha legado esa reciente dictadura de los jueces, instaurada y fomentada, desde muy en las sombras, por la actual Corte de Constitucionalidad,  los resentidos sociales de por aquí han logrado esta vez filtrarse más estratégicamente por las rajaduras del conteo electoral. 

Lo cual abona en favor de mantenernos todos siempre vigilantes, según aquel sabio aforismo de Thomas Jefferson de que “El precio de la libertad es una eterna vigilancia”.

Aunque fuera de ese campo de lo estrictamente público, otros empedernidos embaucadores al margen de la ley ya nos eran relativamente conocidos, sobre todo en ciertas áreas rurales del país: por ejemplo, los dirigentes de CODECA, últimamente concentrados casi con exclusividad en el robo de la energía eléctrica (aparte de recibir abultados financiamientos desde Suecia, España y Noruega), y que responden a ciertos nombres por la mayoría de los votantes desconocidos, como Mariano García, Mauro Vay Gonón y Blanca Julia Ajtum Mejía. 

También, vale la pena recordar aquí los no menos destructivos de la Fundación “Turcios Lima” como en este caso el muy bien conocido Cesar Montes alias de Julio César Macías, veterano de los grupos terroristas de las FAR y EGP, y ex maestro de primaria que empero siempre ha soñado en constituirse como el Fidel Castro de Guatemala, y todos dedicados a las invasiones de tierras ajenas, en particular entre los infelices habitantes de las Verapaces. 

Aun cuando para mí el más detestable lo es y haya sido personalmente Daniel Pascual, dirigente del CUC, y el supuesto artífice de un intento de asesinato nocturno contra la inolvidable ex Fiscal Gilda Aguilar, recientemente fallecida.

Tampoco quisiera ahora pasar por alto los nombres de algunos integrantes de otra Fundación, por ejemplo, la que lleva por nombre “Guillermo Toriello”. Creación casi exclusiva, sea dicho de paso, del ex-clérigo español también ya fallecido Enrique Corral Alonzo, casado con la hija de un entrañable y muy honesto profesional amigo mío. Este curioso malhechor, de nuevo muy popular por tierras escandinavas, por su parte se especializó en las depredaciones de fincas de algunos sufridos propietarios allá por el Polochic. 

Este es un retazo del fantasmagórico telón de fondo tejido como parte integrante del marco insurgente antes de estas elecciones para nuestras áreas rurales. 

Aunque la lista de los nombres de esos subversivos es tan larga aquí, no dispongo de espacio suficiente para incluirla completa. 

Una vez más, todos ellos en parte seducidos por ese idealismo engañoso que consiste en comparar la realidad con un sueño placentero y, por supuesto, siempre triunfa el sueño.

Por eso asimismo, creo, que nada nos ha hecho desconfiar tanto de la actual estructura mediática en este país como tantos otros comentarios superficiales y nocivos que se multiplican por las ondas de la radio, de la televisión y, últimamente, por las llamadas redes sociales. 

Ahí radican tantas otras maniobras corrosivas y nada honrosas del ahora tan desprestigiado TSE, aunque también extensivo todo ello al Registro de Ciudadanos y desde hace unos cuatro años bien sabidos por todos de la mismísima Corte de Constitucionalidad.

El sector justicia una vez más en la picota de la opinión pública, también dada la injerencia indebida de extra nacionales desde suelos que nos han sido siempre muy lejanos y hasta a ratos hostiles: la ONU, la OEA, el Departamento de Estado o el Foro de Sao Paulo.  

Y todo ello, en base a acusarnos inmerecidamente de un total tercermundismo que ya no veo en amplias capas sociales de Guatemala. 

En ello ahora incluyen el hecho patente de que por el retraso mental y profesional de las autoridades electorales en esta ocasión, casi todos los ciudadanos cumplidores de su deber electoral hubieron de votar casi a ciegas, entre otras razones porque tampoco se les dio en el breve periodo eleccionario el tiempo suficiente para conocer y evaluar a candidatos y propuestas. 

En presencia de todo ello, por lo tanto, la corrupción invisible de los poderes oscuros se ha vuelto a imponer en estas elecciones, aun cuando con algunas valiosas excepciones permitidas por los jueces dictadores.    

Por todo ello, yo me permito conceptuar todo este último proceso electoral de injusto, prejuicioso y vano, casi como evento de idiosincrasia única en la historia de este país. 

En pocas palabras, hemos sido engañados esta vez por esa intrusión desorbitada del Poder Judicial. Un ejemplo más para probar lo dañino que puede llegar a ser la dictadura de los jueces. 

Como conclusión final, pocos guatemaltecos están satisfechos con este reciente proceso electoral que desdice en mucho de otros progresos institucionales recientes en este bello país. 

¿Giammattei o Torres? 

Nos han vuelto a encerrar en la disyuntiva típica de los pueblos subdesarrollados: la de votar en favor o en contra del que subjetivamente nos parezca el menos malo. Lo cual también rebaja injustamente la altura moral de los dos candidatos restantes. 

Me queda una acotación última: dado que Guatemala carece de los recursos suficientes para repetir estas elecciones (de unos ochenta a cien millones de quetzales), sí dispone, al menos, de ciertos medios a través del Congreso y de los partidos políticos legalmente vigentes para eliminar de una vez por todas esa dictadura por el momento vigente de los jueces metidos a legislar y a ejecutar, como lo han hecho reiteradas veces la Magistrada Gloria Porras y Asociados.

¿Lo lograremos?…