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Carolina Castellanos
07 de junio, 2019

Esta época electoral ha sido sumamente convulsa. Los ataques, críticas y acusaciones han estado a la orden del día. “Todos contra todos los demás” pareciera ser lo que ha dirigido el actuar de la gran mayoría de candidatos, de sus activistas (pagados y ad honorem) y de sus seguidores.  Ya casi al final de esta dura e intensa etapa en la historia de nuestra Guate, es momento de regresar a lo básico. A pesar de que los candidatos a los diferentes cargos de elección han repetido datos y estadísticas en los foros y entrevistas, nos hemos olvidado de la realidad en la que vive una gran parte de la población.

La pobreza y la miseria han sido una constante a lo largo de los años.  Guatemala no es la excepción, pero el que sea un problema “común”, no lo hace menos importante.  Hay muchos jóvenes, “millenials” y otros que tienen esa conciencia social y por eso creen en el socialismo, pues esta ideología habla de los pobres o menos favorecidos.  Es un hecho que, como dice Thomas Sowell, “resulta  infructuoso tratar de hablar de hechos y análisis a personas que disfrutan de una superioridad moral en su ignorancia”. Basta mostrar dos o tres hechos para romper en mil pedazos la creencia que el socialismo acabará con la pobreza.  Muy por el contrario, la acrecienta y la generaliza a casi toda la población. Ese “casi” corresponde a los dirigentes y sus allegados, los que más insultan, atacan y critican durante la campaña, pues son éstos los únicos que vivirán mejor, bañados en la gloria del poder y del dinero ilimitado.

Es un hecho también que la gran mayoría de problemas en Guatemala no se han resuelto pues la corrupción compra “programas y planes” que harán más rico al que los implemente y dejará en el abandono a los supuestos beneficiarios. La pésima calidad de los servicios públicos tiene como base el exceso de burocracia que succiona el poco dinero disponible para pagar salarios.  Los nefastos pactos colectivos, refrendados por los funcionarios de turno para “quedar bien”, acaban con lo poco que quedaba. Mientras tanto, los niños en las escuelas no tienen maestros de calidad, ni libros ni escritorios. Los enfermos en los hospitales no tienen médicos entregados a su profesión, ni medicinas ni insumos. Pero los “social-confusos” creen que todo esto es culpa de los empresarios corruptos que se llevan todo el dinero en contratos onerosos. Por supuesto que sí los hay, pero la corrupción y el robo dentro de las instituciones públicas es, por mucho, lo que realmente tiene a Guatemala en el subdesarrollo.

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El desempleo también es un hecho. Cada año se gradúan más de 130,000 estudiantes de diversificado a nivel nacional. No hay esa cantidad de empleos disponibles, más los acumulados del año anterior, y del anterior a ese. La corrupción, la manipulación y la ideología torcida de la izquierda son un hecho real y lapidario para atraer inversión.  Sin esto, no hay generación de empleos. ¿Qué hacen los jóvenes?  Tienen varias opciones: meterse a las maras, migrar a Estados Unidos, delinquir y cualquier otra cosa que esté a su alcance.  Lamentablemente, no hay oportunidades positivas ni constructivas para tantos.

Mientras muchos hemos estado ocupados, angustiados o entretenidos con la campaña política,  la vida continúa para todos, en riqueza o pobreza, en precariedad o en abundancia. Es un hecho que una gran mayoría de los ofrecimientos de campaña no podrán cumplirse. El sistema burocrático está diseñado para mantenerse en ese status quo, para que los próximos funcionarios, a todo nivel, gocen también del poder y del dinero que recibirán por no hacer mayor cosa, percibir un salario y los frutos de la corrupción.

Es un hecho que Guatemala necesita un cambio de raíz.  El “seguirla pasando” no le dará una vida digna a nadie.  Ojalá que, quien resulte electo, entienda esto y haga lo que tenga que hacer para que el subdesarrollo deje de ser un hecho en nuestro país.


Carolina Castellanos
07 de junio, 2019

Esta época electoral ha sido sumamente convulsa. Los ataques, críticas y acusaciones han estado a la orden del día. “Todos contra todos los demás” pareciera ser lo que ha dirigido el actuar de la gran mayoría de candidatos, de sus activistas (pagados y ad honorem) y de sus seguidores.  Ya casi al final de esta dura e intensa etapa en la historia de nuestra Guate, es momento de regresar a lo básico. A pesar de que los candidatos a los diferentes cargos de elección han repetido datos y estadísticas en los foros y entrevistas, nos hemos olvidado de la realidad en la que vive una gran parte de la población.

La pobreza y la miseria han sido una constante a lo largo de los años.  Guatemala no es la excepción, pero el que sea un problema “común”, no lo hace menos importante.  Hay muchos jóvenes, “millenials” y otros que tienen esa conciencia social y por eso creen en el socialismo, pues esta ideología habla de los pobres o menos favorecidos.  Es un hecho que, como dice Thomas Sowell, “resulta  infructuoso tratar de hablar de hechos y análisis a personas que disfrutan de una superioridad moral en su ignorancia”. Basta mostrar dos o tres hechos para romper en mil pedazos la creencia que el socialismo acabará con la pobreza.  Muy por el contrario, la acrecienta y la generaliza a casi toda la población. Ese “casi” corresponde a los dirigentes y sus allegados, los que más insultan, atacan y critican durante la campaña, pues son éstos los únicos que vivirán mejor, bañados en la gloria del poder y del dinero ilimitado.

Es un hecho también que la gran mayoría de problemas en Guatemala no se han resuelto pues la corrupción compra “programas y planes” que harán más rico al que los implemente y dejará en el abandono a los supuestos beneficiarios. La pésima calidad de los servicios públicos tiene como base el exceso de burocracia que succiona el poco dinero disponible para pagar salarios.  Los nefastos pactos colectivos, refrendados por los funcionarios de turno para “quedar bien”, acaban con lo poco que quedaba. Mientras tanto, los niños en las escuelas no tienen maestros de calidad, ni libros ni escritorios. Los enfermos en los hospitales no tienen médicos entregados a su profesión, ni medicinas ni insumos. Pero los “social-confusos” creen que todo esto es culpa de los empresarios corruptos que se llevan todo el dinero en contratos onerosos. Por supuesto que sí los hay, pero la corrupción y el robo dentro de las instituciones públicas es, por mucho, lo que realmente tiene a Guatemala en el subdesarrollo.

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El desempleo también es un hecho. Cada año se gradúan más de 130,000 estudiantes de diversificado a nivel nacional. No hay esa cantidad de empleos disponibles, más los acumulados del año anterior, y del anterior a ese. La corrupción, la manipulación y la ideología torcida de la izquierda son un hecho real y lapidario para atraer inversión.  Sin esto, no hay generación de empleos. ¿Qué hacen los jóvenes?  Tienen varias opciones: meterse a las maras, migrar a Estados Unidos, delinquir y cualquier otra cosa que esté a su alcance.  Lamentablemente, no hay oportunidades positivas ni constructivas para tantos.

Mientras muchos hemos estado ocupados, angustiados o entretenidos con la campaña política,  la vida continúa para todos, en riqueza o pobreza, en precariedad o en abundancia. Es un hecho que una gran mayoría de los ofrecimientos de campaña no podrán cumplirse. El sistema burocrático está diseñado para mantenerse en ese status quo, para que los próximos funcionarios, a todo nivel, gocen también del poder y del dinero que recibirán por no hacer mayor cosa, percibir un salario y los frutos de la corrupción.

Es un hecho que Guatemala necesita un cambio de raíz.  El “seguirla pasando” no le dará una vida digna a nadie.  Ojalá que, quien resulte electo, entienda esto y haga lo que tenga que hacer para que el subdesarrollo deje de ser un hecho en nuestro país.