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Cuatro millones de guatemaltecos, ¿no tienen Presidente?

Juan Diego Godoy
12 de agosto, 2019

Tenemos nuevo presidente electo 2020-2024. Nos guste o no. Lo hayamos votado o no. Sin embargo, para interpretar el número que titula ésta columna (cuatro millones, aproximadamente) no hay que ser ningún experto. De 8,150,221 votantes inscritos, 4,718,069 decidieron que no valía la pena, el esfuerzo, el tiempo, la energía y el desgaste salir a participar de lo que nos han vendido en los libros de texto como una “fiesta cívica”. El abstencionismo  de éstas elecciones nos envía un mensaje silencioso y pacifista, pero muy potente.

El Tribunal Supremo Electoral contabilizó (de acuerdo con los resultados preliminares consultados al cierre de ésta columna) unos 152,020 votos nulos – 4.43% – y 33,723 votos en blanco – 0.98%. A ello hemos de sumarle el nivel de abstencionismo; esas 4,718,069 personas habilitadas para votar que no fueron a emitir su voto por diversas razones. Las cifras son monstruosas. 

Quienes han elegido, lo han hecho repitiendo el comportamiento de la elección de 2015: fortaleciendo el AntiVoto contra una figura que por segunda elección consecutiva recibe un rotundo “no” en las urnas. Su partido, una agrupación que late al son de su cacique y que también podría desmoronarse conforme se deteriore la imagen y carrera de su matriarca, dominaría el espacio al que deberíamos prestarle mayor atención: el Congreso de la República. 

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Nosotros, como ciudadanos, tenemos que analizar las lecciones aprendidas de haber tenido un gobierno con un partido de cartón (mismo caso que sucedería con VAMOS) y una figura a la que se le idealizó y se le pidieron cosas imposibles. 

Primero, tenemos que aceptar que en este país casi no existen partidos políticos verdaderos; el del oficialismo y su principal oposición no lo son, lamento haber herido susceptibilidades. Segundo, basta ya de mantener esa peligrosa idea que impulsa la “venida de un presidente salvador que en cuatro años le dará vuelta al país”. Ese sueño infantil debemos enterrarlo antes de que éste entierre a todo el país. La nación se cambia con continuidad y esto responde a décadas de trabajo, unidad en los sectores y con planes a largo plazo que dividan adecuadamente las prioridades en urgentes, necesarias y futuras. Tercero, comprendamos que el organismo que más atención, presión, fiscalización y exigencia necesita por parte de una ciudadanía informada y presente es el Legislativo. Los diputados que elegimos a través de uno de los peores métodos (listados cerrados, la auto-zancadía electoral) tienen el país en sus manos. El Congreso multicolor 2020-2024 será un campo de alianzas, negociaciones, debates y contrapesos que esperamos sean sanos para la agenda de éste país. Para bien o para mal, en esos curules vemos rostros y agrupaciones nuevas. Cuarto, si bien es válido y necesario que existan ideas contrarias para la creación de consensos, hemos de luchar por la generación de éstos y no por la eterna guerra desde sus extremos. 

Al próximo presidente y vicepresidente y su equipo de ministros, hemos de darles el beneficio de la duda. Sin embargo, no será el mismo que hemos dado en elecciones anteriores. Esta vez ese “beneficio de la duda” tendrá fecha de expiración y personalmente, los “Primeros 100 Días” me parecen una prueba de fuego adecuada, sobre todo cuando nuestras nuevos autoridades tendrán un periodo de transición de seis meses. 

A esos cuatro millones (producto del abstencionismo), a los 152,020* mil votos nulos, a los 33,723** mil votos en blanco y a esos miles que emitieron un AntiVoto y no se sienten representados, el trabajo para colocar en esos puestos a líderes que comulguen con sus ideas comienza desde hoy. Si a usted no le gusta la oferta, trabaje para cambiarla.


#TendamosPuentes

@JDGodoy95

***Datos Preliminares del TSE consultados al 11 de agosto.

Cuatro millones de guatemaltecos, ¿no tienen Presidente?

Juan Diego Godoy
12 de agosto, 2019

Tenemos nuevo presidente electo 2020-2024. Nos guste o no. Lo hayamos votado o no. Sin embargo, para interpretar el número que titula ésta columna (cuatro millones, aproximadamente) no hay que ser ningún experto. De 8,150,221 votantes inscritos, 4,718,069 decidieron que no valía la pena, el esfuerzo, el tiempo, la energía y el desgaste salir a participar de lo que nos han vendido en los libros de texto como una “fiesta cívica”. El abstencionismo  de éstas elecciones nos envía un mensaje silencioso y pacifista, pero muy potente.

El Tribunal Supremo Electoral contabilizó (de acuerdo con los resultados preliminares consultados al cierre de ésta columna) unos 152,020 votos nulos – 4.43% – y 33,723 votos en blanco – 0.98%. A ello hemos de sumarle el nivel de abstencionismo; esas 4,718,069 personas habilitadas para votar que no fueron a emitir su voto por diversas razones. Las cifras son monstruosas. 

Quienes han elegido, lo han hecho repitiendo el comportamiento de la elección de 2015: fortaleciendo el AntiVoto contra una figura que por segunda elección consecutiva recibe un rotundo “no” en las urnas. Su partido, una agrupación que late al son de su cacique y que también podría desmoronarse conforme se deteriore la imagen y carrera de su matriarca, dominaría el espacio al que deberíamos prestarle mayor atención: el Congreso de la República. 

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Nosotros, como ciudadanos, tenemos que analizar las lecciones aprendidas de haber tenido un gobierno con un partido de cartón (mismo caso que sucedería con VAMOS) y una figura a la que se le idealizó y se le pidieron cosas imposibles. 

Primero, tenemos que aceptar que en este país casi no existen partidos políticos verdaderos; el del oficialismo y su principal oposición no lo son, lamento haber herido susceptibilidades. Segundo, basta ya de mantener esa peligrosa idea que impulsa la “venida de un presidente salvador que en cuatro años le dará vuelta al país”. Ese sueño infantil debemos enterrarlo antes de que éste entierre a todo el país. La nación se cambia con continuidad y esto responde a décadas de trabajo, unidad en los sectores y con planes a largo plazo que dividan adecuadamente las prioridades en urgentes, necesarias y futuras. Tercero, comprendamos que el organismo que más atención, presión, fiscalización y exigencia necesita por parte de una ciudadanía informada y presente es el Legislativo. Los diputados que elegimos a través de uno de los peores métodos (listados cerrados, la auto-zancadía electoral) tienen el país en sus manos. El Congreso multicolor 2020-2024 será un campo de alianzas, negociaciones, debates y contrapesos que esperamos sean sanos para la agenda de éste país. Para bien o para mal, en esos curules vemos rostros y agrupaciones nuevas. Cuarto, si bien es válido y necesario que existan ideas contrarias para la creación de consensos, hemos de luchar por la generación de éstos y no por la eterna guerra desde sus extremos. 

Al próximo presidente y vicepresidente y su equipo de ministros, hemos de darles el beneficio de la duda. Sin embargo, no será el mismo que hemos dado en elecciones anteriores. Esta vez ese “beneficio de la duda” tendrá fecha de expiración y personalmente, los “Primeros 100 Días” me parecen una prueba de fuego adecuada, sobre todo cuando nuestras nuevos autoridades tendrán un periodo de transición de seis meses. 

A esos cuatro millones (producto del abstencionismo), a los 152,020* mil votos nulos, a los 33,723** mil votos en blanco y a esos miles que emitieron un AntiVoto y no se sienten representados, el trabajo para colocar en esos puestos a líderes que comulguen con sus ideas comienza desde hoy. Si a usted no le gusta la oferta, trabaje para cambiarla.


#TendamosPuentes

@JDGodoy95

***Datos Preliminares del TSE consultados al 11 de agosto.