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QHC: ¿Qué haría Castro?

Jose Azel
20 de octubre, 2020

Los recientes escritos discutiendo a favor o en contra de la continuación del embargo de EEUU y la prohibición de viajes a Cuba tienen una característica en común: a diferencia de la pregunta evangélica ¿que haría Jesús?, fallan al no plantearse la pregunta ¿qué haría Castro? (QHC) Es decir, ¿que haría Castro si Estados Unidos terminara unilateral e incondicionalmente las sanciones económicas?

Esta omisión es peculiar, porque la formulación de la política exterior de EEUU a menudo se compara con un juego de ajedrez, donde cada movimiento futuro es analizado y sopesado estimando cuál podría ser la contra-jugada del adversario. Como en una declaración condicional en lógica, una movida política unilateral por EEUU implica reciprocidad por Cuba en el abanico de posibilidades ‘si… entonces…’.  

Los defensores de un final unilateral-incondicional de las sanciones económicas sugieren simplistamente que esa política ha fracasado, así que debe ser cambiada, pero no explican su visión de cómo el gobierno de Castro respondería a tal iniciativa de EEUU. Eso es abordar irresponsablemente la formulación de la política exterior de EEUU.

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Consecuentemente, permítanme anticipar un escenario QHC que, aunque necesariamente especulativo como son los ejercicios con la bola de cristal, es perfectamente consistente con las declaraciones y acciones del gobierno de Castro.

Primero, lo obvio: los funcionarios cubanos intentarían capitalizar económicamente cada vía posible, pero ante todo dando la bienvenida a los turistas americanos como la fuente más inmediata de divisas.

Un corolario sería que el gobierno cubano también podría restringir los viajes de los cubanoamericanos a la isla. La lógica de Castro es simple: los turistas americanos no hablan español, no son subversivos, tendrían limitados contactos con cubanos, y estarían en instalaciones turísticas aisladas fuera de los límites del cubano promedio, y controladas por el aparato de seguridad cubano. Por su lado, los cubanoamericanos simbolizan un grupo más desestabilizador y menos rentable, por su propensión a permanecer con la familia y amigos y su posibilidad de transmitir en español sus experiencias en tierras de libertad.

Irónicamente, eliminar las prohibiciones de viaje pensando en los turistas americanos como comunicadores de valores democráticos enriquecería a los militares cubanos, que controlan la industria turística. Y, en este escenario, amenazarían los viajes de los cubanoamericanos, que representan una evidencia más accesible de las virtudes de la democracia y el libre mercado.

Mi escenario QHC prevé una jugada de Castro que sería muy incómoda para Estados Unidos: durante años el gobierno cubano ha conducido una muy exitosa campaña en Naciones Unidas y otras plataformas internacionales para argumentar a favor de daños económicos a Cuba causados por el embargo de EEUU.

Según plantea el gobierno de Cuba, Estados Unidos ha causado daños por más de 116 mil millones de dólares a la economía cubana. Tales daños se detallan en informes anuales que Cuba somete a Naciones Unidas. En la última votación en la ONU 188 naciones votaron por finalizar el embargo y solamente Israel votó con Estados Unidos.

Terminar las sanciones económicas unilateralmente fortalecería la posición jurídica de Cuba, que presentaría ese resultado a la comunidad internacional como admisión de culpabilidad por EEUU. De hecho, Cuba podría buscar reparaciones por daños en foros tales como la Corte Internacional de Justicia. 

Este escenario “si… entonces…” no es tan rebuscado como podría parecer. La doctrina de la inmunidad del Estado, que protege a los Estados de ser demandados, permite excepciones en disputas surgidas de transacciones comerciales. Además, académicos en este campo han argumentado que los Estados no deberían tener inmunidad en casos relacionados con abusos de derechos humanos.

Consecuente y astutamente, el gobierno cubano ha construido diligentemente su caso contra el embargo de EEUU como una violación de los derechos humanos, calificándolo de política “deliberadamente diseñada para provocar hambre, enfermedades y desesperación en la población cubana”. Quienes se oponen al embargo refuerzan ingenuamente la posición de Cuba al destacar siempre que el embargo “solamente daña al pueblo cubano”.

Algunas provisiones del embargo extienden la jurisdicción territorial de Estados Unidos de una manera que es objetada por la mayoría de las naciones. El gobierno cubano se regocijaría llevando ‘a juicio’ a Estados Unidos en plataformas internacionales rebosadas de antiamericanismo.

Esto no sugiere que la posición de Cuba prevalecería y sería indemnizada por daños, pero es un escenario que hace de la exhortación por un final no negociado de las sanciones económicas un argumento irresponsable. Quienes apoyan un fin incondicional del embargo deben estar confundidos, porque los Castro nunca “pondrían la otra mejilla”.  

El Dr. José Azel es Profesor Senior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, y autor del libro Mañana in Cuba. 

QHC: ¿Qué haría Castro?

Jose Azel
20 de octubre, 2020

Los recientes escritos discutiendo a favor o en contra de la continuación del embargo de EEUU y la prohibición de viajes a Cuba tienen una característica en común: a diferencia de la pregunta evangélica ¿que haría Jesús?, fallan al no plantearse la pregunta ¿qué haría Castro? (QHC) Es decir, ¿que haría Castro si Estados Unidos terminara unilateral e incondicionalmente las sanciones económicas?

Esta omisión es peculiar, porque la formulación de la política exterior de EEUU a menudo se compara con un juego de ajedrez, donde cada movimiento futuro es analizado y sopesado estimando cuál podría ser la contra-jugada del adversario. Como en una declaración condicional en lógica, una movida política unilateral por EEUU implica reciprocidad por Cuba en el abanico de posibilidades ‘si… entonces…’.  

Los defensores de un final unilateral-incondicional de las sanciones económicas sugieren simplistamente que esa política ha fracasado, así que debe ser cambiada, pero no explican su visión de cómo el gobierno de Castro respondería a tal iniciativa de EEUU. Eso es abordar irresponsablemente la formulación de la política exterior de EEUU.

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Consecuentemente, permítanme anticipar un escenario QHC que, aunque necesariamente especulativo como son los ejercicios con la bola de cristal, es perfectamente consistente con las declaraciones y acciones del gobierno de Castro.

Primero, lo obvio: los funcionarios cubanos intentarían capitalizar económicamente cada vía posible, pero ante todo dando la bienvenida a los turistas americanos como la fuente más inmediata de divisas.

Un corolario sería que el gobierno cubano también podría restringir los viajes de los cubanoamericanos a la isla. La lógica de Castro es simple: los turistas americanos no hablan español, no son subversivos, tendrían limitados contactos con cubanos, y estarían en instalaciones turísticas aisladas fuera de los límites del cubano promedio, y controladas por el aparato de seguridad cubano. Por su lado, los cubanoamericanos simbolizan un grupo más desestabilizador y menos rentable, por su propensión a permanecer con la familia y amigos y su posibilidad de transmitir en español sus experiencias en tierras de libertad.

Irónicamente, eliminar las prohibiciones de viaje pensando en los turistas americanos como comunicadores de valores democráticos enriquecería a los militares cubanos, que controlan la industria turística. Y, en este escenario, amenazarían los viajes de los cubanoamericanos, que representan una evidencia más accesible de las virtudes de la democracia y el libre mercado.

Mi escenario QHC prevé una jugada de Castro que sería muy incómoda para Estados Unidos: durante años el gobierno cubano ha conducido una muy exitosa campaña en Naciones Unidas y otras plataformas internacionales para argumentar a favor de daños económicos a Cuba causados por el embargo de EEUU.

Según plantea el gobierno de Cuba, Estados Unidos ha causado daños por más de 116 mil millones de dólares a la economía cubana. Tales daños se detallan en informes anuales que Cuba somete a Naciones Unidas. En la última votación en la ONU 188 naciones votaron por finalizar el embargo y solamente Israel votó con Estados Unidos.

Terminar las sanciones económicas unilateralmente fortalecería la posición jurídica de Cuba, que presentaría ese resultado a la comunidad internacional como admisión de culpabilidad por EEUU. De hecho, Cuba podría buscar reparaciones por daños en foros tales como la Corte Internacional de Justicia. 

Este escenario “si… entonces…” no es tan rebuscado como podría parecer. La doctrina de la inmunidad del Estado, que protege a los Estados de ser demandados, permite excepciones en disputas surgidas de transacciones comerciales. Además, académicos en este campo han argumentado que los Estados no deberían tener inmunidad en casos relacionados con abusos de derechos humanos.

Consecuente y astutamente, el gobierno cubano ha construido diligentemente su caso contra el embargo de EEUU como una violación de los derechos humanos, calificándolo de política “deliberadamente diseñada para provocar hambre, enfermedades y desesperación en la población cubana”. Quienes se oponen al embargo refuerzan ingenuamente la posición de Cuba al destacar siempre que el embargo “solamente daña al pueblo cubano”.

Algunas provisiones del embargo extienden la jurisdicción territorial de Estados Unidos de una manera que es objetada por la mayoría de las naciones. El gobierno cubano se regocijaría llevando ‘a juicio’ a Estados Unidos en plataformas internacionales rebosadas de antiamericanismo.

Esto no sugiere que la posición de Cuba prevalecería y sería indemnizada por daños, pero es un escenario que hace de la exhortación por un final no negociado de las sanciones económicas un argumento irresponsable. Quienes apoyan un fin incondicional del embargo deben estar confundidos, porque los Castro nunca “pondrían la otra mejilla”.  

El Dr. José Azel es Profesor Senior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, y autor del libro Mañana in Cuba.