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El intento de Leonardo Brito de refutar a Ayn Rand, 4a parte

Warren Orbaugh
27 de abril, 2020

Hemos visto hasta aquí, en mis tres entregas anteriores, que los primeros seis argumentos de Leonardo Brito para refutar a Ayn Rand son totalmente falsos.  Primero es falso que él hable en nombre de todo liberal.  Su segundo argumento es falso por contradicción, al calificar arbitrariamente como pseudo-filosofía y luego como filosofía al Objetivismo en el mismo escrito.  O es uno o es lo otro.  Su tercer argumento es falso al ser una falacia non sequitur, que consiste en comparar una teoría descriptiva, que describe cómo actúa el humano, la de Mises, con una teoría normativa, que indica cómo debe actuar el humano si desea vivir una vida floreciente, la de Rand.  Su cuarto argumento es falso al ser una mentira descarada, pues afirma que Rand se contradice en su posición metafísica al declararse materialista y basarse en una cosmovisión “agustiniana”: “cuya fundación es la idea de que a la par también existe el mundo inmaterial –al usar en su postulado algo completamente inmaterial (al utilizar el término “conceptos” y “abstracciones”)”.  Rand jamás hizo tal declaración, ni acepta el Objetivismo la dualidad platónica de San Agustín.  El Objetivismo se deriva del aristotelismo que tampoco acepta la concepción Platónica de que existe un mundo metafísico de las ideas.  Al igual que Aristóteles, Rand afirma que los conceptos o ideas son producto de la acción mental del hombre.  Su quinto argumento es falso al dar por sentado que principios universales como la ley de identidad y la ley de no contradicción son demostrables, cuando no lo son por ser axiomas, y por tanto exigir al Objetivismo su demostración.  Brito pretende evadir el conocimiento que un axioma es una proposición cuya verdad no puede probarse ni puede negarse, porque en el intento de negarla debe aceptarse. Y su sexto argumento es falso al no comprender lo que es la inducción, sin la cual no habría conocimiento alguno, pues toda deducción lo es de premisas a las que se llegó por inducción. Brito confunde la inducción con la mera enumeración de todos los casos de un conjunto, lo que no es una inferencia, sino meramente un registro. La estructura del razonamiento inductivo es partir de la observación seguida del método de Mill y aplicar la conclusión a la totalidad del marco conceptual para elaborar la nueva generalización. Para que la generalización sea válida, esta no debe contradecir ni la observación, ni un marco conceptual válido.

Su séptimo argumento revela que Brito en realidad no ha estudiado a Rand y que por eso todos sus argumentos se reducen a la falacia del hombre de paja. Como todo aquel que no lee a Rand, sino sólo resúmenes de sus detractores que apenas leen los títulos de sus obras y no se preocupan de ver cómo Rand define sus términos, sustituye los términos de Rand por los suyos propios.  Así no se entera de que cuando Rand habla de egoísmo se refiere al egoísmo racional, que Aristóteles llama egoísmo noble y Mises llama egoísmo bien entendido. Éste es el principio de preocuparse del interés propio, de identificar lo que es bueno y lo que es malo para uno, a corto y largo plazo, para buscar lo primero y evitar lo segundo. Precisamente es este egoísmo racional lo que lleva al hombre a la cooperación social por medio de la división del trabajo y el intercambio de bienes y servicios, como bien explica Mises. Tampoco se entera de que el altruismo, como lo acuñó y usa Comte, y al que Rand ataca, afirma que el individuo no tiene derecho ni a su vida ni a su libertad ni a su propiedad. Por eso, al contrario de Mises, con quien cree coincidir, supone que el fundamento ético del liberalismo (que significa sistema de libre mercado o Capitalismo) es el altruismo. Cito a Brito:

“En su introducción a su The Virtue of Selfishness, Rand dice que el egoísmo es una preocupación con el propio interés. Pero egoísmo no puede identificarse con un sentido equilibrado del auto-interés. El segundo, a diferencia del primero, no supone ignorar el bienestar y los intereses de los otros. El altruismo, en su sentido habitual, no significa auto-inmolación sino simplemente la capacidad de “ponerse en los zapatos del otro”, de saber ponerle límites a nuestro interés cuando se afecta el bienestar y dignidad del otro. Esa es la base del liberalismo.”

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Pero si la parte aludida de su argumento revela su propia ignorancia de las ideas de Rand, lo que escribe a continuación muestra la vileza, bajeza, mezquindad y repugnante maldad de Brito. Él pretende hacer creer a sus lectores de que Rand dijo algo que en realidad jamás dijo y que contradice su toda su filosofía que consiste en defender la vida de cada individuo. Cito nuevamente a Brito:

“Los “subnormales” cómo le llamaba a los niños con discapacidad son cargas parasitales, deben ser eliminados”.

Realmente es una canallada mentir de esa manera y le quita toda seriedad a su intento de refutar a Rand.

Por último, para enfatizar que no ha leído a Rand, afirma Brito:

“La filosofía de Ayn Rand es sobre todo una defensa del empresario (en especial los que crean algo en el plano físico).”

No se enteró Brito que en su novela “Los que vivimos” Rand defiende a unos jóvenes estudiantes, uno de ellos, Kira, estudia ingeniería; que en su novela “Ideal” defiende a una actriz; que en su novela “Himno” defiende a unos jóvenes oprimidos por el colectivismo, y que el protagonista es un ingeniero autodidacta; que en su novela “El Manantial” defiende la libertad creativa de un arquitecto; y que en su novela la Rebelión de Atlas defiende la libertad de ingenieros, de artistas, de banqueros, de filósofos, de científicos, de obreros y de empresarios. Lo que defiende Rand es la libertad de cada quien a vivir su vida como juzgue apropiado respetando los derechos de los demás. 

Además de no haber leído las novelas de Rand, es evidente a todas luces, que tampoco leyó las obras filosóficas.  Afirma Brito que Rand tiene una visión limitada del concierto económico y sus actores, y por eso dice él:

“El empresario, aunque es una condición muy necesaria para la producción de valor económico, no es razón suficiente. Un empresario no llegará a ninguna parte sin un inversionista, sin un equipo de asesores, sin un gobierno encargado de hacer respetar el estado de derecho, los contratos y establecer seguridades jurídicas para crear una atmósfera dónde se pueda trabajar…”

El argumento de “La Rebelión de Atlas” es precisamente de lo que sucede cuando no hay estado de derecho, cuando el gobierno no hace respetar los contratos ni establece seguridades jurídicas. Y en su libro “Capitalismo, el ideal desconocido” Rand enfatiza precisamente que la función del gobierno es defender los derechos de los individuos, es decir, velar porque se respete el estado de derecho, los contratos, etc.

En conclusión, el intento de Leonardo Brito de refutar a Ayn Rand con su artículo “Refutando a Ayn Rand: Una crítica liberal del objetivismo”, es un total fracaso y lo que es más, es la peor basura que he leído.

El intento de Leonardo Brito de refutar a Ayn Rand, 4a parte

Warren Orbaugh
27 de abril, 2020

Hemos visto hasta aquí, en mis tres entregas anteriores, que los primeros seis argumentos de Leonardo Brito para refutar a Ayn Rand son totalmente falsos.  Primero es falso que él hable en nombre de todo liberal.  Su segundo argumento es falso por contradicción, al calificar arbitrariamente como pseudo-filosofía y luego como filosofía al Objetivismo en el mismo escrito.  O es uno o es lo otro.  Su tercer argumento es falso al ser una falacia non sequitur, que consiste en comparar una teoría descriptiva, que describe cómo actúa el humano, la de Mises, con una teoría normativa, que indica cómo debe actuar el humano si desea vivir una vida floreciente, la de Rand.  Su cuarto argumento es falso al ser una mentira descarada, pues afirma que Rand se contradice en su posición metafísica al declararse materialista y basarse en una cosmovisión “agustiniana”: “cuya fundación es la idea de que a la par también existe el mundo inmaterial –al usar en su postulado algo completamente inmaterial (al utilizar el término “conceptos” y “abstracciones”)”.  Rand jamás hizo tal declaración, ni acepta el Objetivismo la dualidad platónica de San Agustín.  El Objetivismo se deriva del aristotelismo que tampoco acepta la concepción Platónica de que existe un mundo metafísico de las ideas.  Al igual que Aristóteles, Rand afirma que los conceptos o ideas son producto de la acción mental del hombre.  Su quinto argumento es falso al dar por sentado que principios universales como la ley de identidad y la ley de no contradicción son demostrables, cuando no lo son por ser axiomas, y por tanto exigir al Objetivismo su demostración.  Brito pretende evadir el conocimiento que un axioma es una proposición cuya verdad no puede probarse ni puede negarse, porque en el intento de negarla debe aceptarse. Y su sexto argumento es falso al no comprender lo que es la inducción, sin la cual no habría conocimiento alguno, pues toda deducción lo es de premisas a las que se llegó por inducción. Brito confunde la inducción con la mera enumeración de todos los casos de un conjunto, lo que no es una inferencia, sino meramente un registro. La estructura del razonamiento inductivo es partir de la observación seguida del método de Mill y aplicar la conclusión a la totalidad del marco conceptual para elaborar la nueva generalización. Para que la generalización sea válida, esta no debe contradecir ni la observación, ni un marco conceptual válido.

Su séptimo argumento revela que Brito en realidad no ha estudiado a Rand y que por eso todos sus argumentos se reducen a la falacia del hombre de paja. Como todo aquel que no lee a Rand, sino sólo resúmenes de sus detractores que apenas leen los títulos de sus obras y no se preocupan de ver cómo Rand define sus términos, sustituye los términos de Rand por los suyos propios.  Así no se entera de que cuando Rand habla de egoísmo se refiere al egoísmo racional, que Aristóteles llama egoísmo noble y Mises llama egoísmo bien entendido. Éste es el principio de preocuparse del interés propio, de identificar lo que es bueno y lo que es malo para uno, a corto y largo plazo, para buscar lo primero y evitar lo segundo. Precisamente es este egoísmo racional lo que lleva al hombre a la cooperación social por medio de la división del trabajo y el intercambio de bienes y servicios, como bien explica Mises. Tampoco se entera de que el altruismo, como lo acuñó y usa Comte, y al que Rand ataca, afirma que el individuo no tiene derecho ni a su vida ni a su libertad ni a su propiedad. Por eso, al contrario de Mises, con quien cree coincidir, supone que el fundamento ético del liberalismo (que significa sistema de libre mercado o Capitalismo) es el altruismo. Cito a Brito:

“En su introducción a su The Virtue of Selfishness, Rand dice que el egoísmo es una preocupación con el propio interés. Pero egoísmo no puede identificarse con un sentido equilibrado del auto-interés. El segundo, a diferencia del primero, no supone ignorar el bienestar y los intereses de los otros. El altruismo, en su sentido habitual, no significa auto-inmolación sino simplemente la capacidad de “ponerse en los zapatos del otro”, de saber ponerle límites a nuestro interés cuando se afecta el bienestar y dignidad del otro. Esa es la base del liberalismo.”

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Pero si la parte aludida de su argumento revela su propia ignorancia de las ideas de Rand, lo que escribe a continuación muestra la vileza, bajeza, mezquindad y repugnante maldad de Brito. Él pretende hacer creer a sus lectores de que Rand dijo algo que en realidad jamás dijo y que contradice su toda su filosofía que consiste en defender la vida de cada individuo. Cito nuevamente a Brito:

“Los “subnormales” cómo le llamaba a los niños con discapacidad son cargas parasitales, deben ser eliminados”.

Realmente es una canallada mentir de esa manera y le quita toda seriedad a su intento de refutar a Rand.

Por último, para enfatizar que no ha leído a Rand, afirma Brito:

“La filosofía de Ayn Rand es sobre todo una defensa del empresario (en especial los que crean algo en el plano físico).”

No se enteró Brito que en su novela “Los que vivimos” Rand defiende a unos jóvenes estudiantes, uno de ellos, Kira, estudia ingeniería; que en su novela “Ideal” defiende a una actriz; que en su novela “Himno” defiende a unos jóvenes oprimidos por el colectivismo, y que el protagonista es un ingeniero autodidacta; que en su novela “El Manantial” defiende la libertad creativa de un arquitecto; y que en su novela la Rebelión de Atlas defiende la libertad de ingenieros, de artistas, de banqueros, de filósofos, de científicos, de obreros y de empresarios. Lo que defiende Rand es la libertad de cada quien a vivir su vida como juzgue apropiado respetando los derechos de los demás. 

Además de no haber leído las novelas de Rand, es evidente a todas luces, que tampoco leyó las obras filosóficas.  Afirma Brito que Rand tiene una visión limitada del concierto económico y sus actores, y por eso dice él:

“El empresario, aunque es una condición muy necesaria para la producción de valor económico, no es razón suficiente. Un empresario no llegará a ninguna parte sin un inversionista, sin un equipo de asesores, sin un gobierno encargado de hacer respetar el estado de derecho, los contratos y establecer seguridades jurídicas para crear una atmósfera dónde se pueda trabajar…”

El argumento de “La Rebelión de Atlas” es precisamente de lo que sucede cuando no hay estado de derecho, cuando el gobierno no hace respetar los contratos ni establece seguridades jurídicas. Y en su libro “Capitalismo, el ideal desconocido” Rand enfatiza precisamente que la función del gobierno es defender los derechos de los individuos, es decir, velar porque se respete el estado de derecho, los contratos, etc.

En conclusión, el intento de Leonardo Brito de refutar a Ayn Rand con su artículo “Refutando a Ayn Rand: Una crítica liberal del objetivismo”, es un total fracaso y lo que es más, es la peor basura que he leído.