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Pandemia y escatología

Armando De la Torre
13 de mayo, 2020

Ambos términos se derivan de raíces griegas, como lo es y lo ha sido, ya se sabe, una gran parte de nuestro entero vocabulario terapéutico. 

El término “escatología” deriva de una traducción aproximada al castellano del griego “ta eschata”, que muchos lo han traducido como las “postrimerías”, tanto aquellas referibles a cada uno de nosotros en lo individual como, por ejemplo, lamuerte de cada cual, o las colectivas, el fin del mundo o lasextinciones de toda una cultura.   

Su connotación más incisiva es la de un final de todo lo que hemos conocido y vivido a lo largo de nuestras tan diversasvivencias humanas, o sea, de todo aquello que nos ha llegado a ser lo familiar y permanente.

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Y así, también los exegetas bíblicos se han valido con mucha frecuencia de esos mismos términos, “escatología” o “escatológico”, para aludir a posibilidades futuras tan definitivascomo en sí mismas inescrutables y misteriosas. Porque ya sabemos que el mundo, y todo lo que en él se encierra, es caduco y que algún día acabará del todo. 

La fuente teológica científicamente más confiable para la correcta interpretación de uno de esos términos (escatología) la creo hallar en las tres ediciones sucesivas del Lexikon fürTheologie und Kirche. Su primera edición (1930-1938) estuvo a cargo de Michael Buchberger, Obispo de Regensburg. Lasegunda (1957-1968), en cambio, tras la extinción del III Reich,estuvo bajo la responsabilidad última de Josef Höfer y Karl Rahner. Y la tercera (2001) bajo la dirección de Walter Kasper. A las tres aportaron los más prestigiosos teólogos y biblistas de su tiempo.

A su turno, para el lector en general, me es útil remitirlo a ciertas fuentes bíblicas de carácter escatológico tales comoMateo 23:37 y 24:4-14 que rezan así:

¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! (Mateo 23:37)

También aquella otra de:

Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.

Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre.Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.

Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; Y SOLO ENTONCES VENDRÁ EL FIN. (Mateo 24:4-14)

​Manera original de despertar nuestro interés por lo inevitable: el final de todo lo caduco y perecedero. 

El contenido de ambos textos es global y definitivo. Cuadro tremebundo como lo hubo de reiterar el mismo Juan evangelista en su “Apocalipsis”. Es decir, el mundo todo como lo hemos conocido, como lo hemos sufrido y como a ratos lo hemos aprendido a gozar y amar llegará a un final inevitable. Aunquetambién incluye un rayo de luz que hipotéticamente dejará absolutamente todo bien iluminado: el juicio final.

Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; pues el tiempo está cerca (Apocalipsis 1:3). 

Los cosmólogos, por otra parte, sean creyentes o ateos, nos anticipan científicamente otro final más tenebroso. Apoyados hoy mayoritariamente en aquella celebérrima fórmula de Albert Einstein de que la energía es igual a la masa elevada al cuadrado de la velocidad de la luz (E=mc2), concluyen en dos diferentes deducciones hipotéticas para anticiparnos el seguro final de todo lo visible: o que la energía, por ellos llamada “positiva”, acabarápor mera gravitación universal desplomándonos en esa hoguera gigantesca que ha sido para nosotros el Sol, o se impondrá otra forma de energía, llamada “negativa”, que nos conducirá a un final aniquilador del todo, es decir, a una noche perpetua,helada, sin luz alguna y en absoluto silencio…

Y así se alternan las hipótesis de muchos cosmólogos contemporáneos. 

Perdóneme, apreciado lector esta difícil escapada hacia lo más intrincado de las últimas teorías de la Física.

Pero lo que quiero rescatar de todo ello es que los humanos, aunque nos sepamos la cumbre de todo lo creado por los dones gratuitos del pensamiento y de la libertad de escoger, no somos el árbitro definitivo sobre todo lo existente, sino frágiles sujetos igualmente destinados a un final que nos será tan natural como igualmente el resto de todo lo creado.

En todo ello se esconde una diferencia conceptual de lo más importante: en la visión apocalíptica de los teólogos nosotros, los humanos, somos siempre los protagonistas alrededor de los cuales la materia inerte se desenvuelve positiva o negativamente, porque estamos vocados a otro estado sobrenatural que se nos ha sido donado gratuitamente en la persona de Jesucristo. 

Mientras que para los cosmólogos no somos ninguna excepción a todo lo creado, sino unas piezas más de lo mismo, que habrá de desaparecer, como el resto, definitiva e ineluctablemente.

Es más, al muy corto plazo, si así lo preferimos, digamos para el 2029, se nos ofrece otra versión de lo mismo: un asteroide al presente en la órbita de Júpiter llamado Apofis(“=dios del caos”), posiblemente se desprenda en dirección a nuestro planeta, con una muy alta probabilidad de chocar con la Tierra, y esto sería otro posible final, pero al cortísimo plazo.

En todo caso, nuestro final no sería el efecto de pandemia alguna como la que actualmente nos hace sufrir a todos, aunquede todas maneras estamos jugando con la idea de nuestra totalextinción.

¿Cuál de esas hipótesis haremos en definitivo la nuestra? ¿La de los cosmólogos pesimistas o la de los teólogos esperanzados contra toda evidencia científica? 

Todo dependerá de a cuál mensaje concedamos la verdadúltima. ¿A los Evangelios (etimológicamente “las buenas nuevas”) o a la Ciencia especulativa, del todo indiferente entre lo universal y lo particular, entre lo bello y lo feo, entre nuestras expectativas sobrenaturales y un futuro inclemente que todo lo apagará?

Lo cual me recuerda otro elocuente momento de la vida de Jesús de Nazaret:

En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. (Mateo 18:1-5)

Respuesta sobria y contundente, sea para teólogos o para cosmólogos, pues entraña que el camino a la verdad ha de presuponer el reconocimiento previo por nuestra parte de nuestra poquedad. 

Y por esto al final hemos de concluir que la verdad de todo lo postrimero no se nos dará vía del orgulloso intelecto sino por esa otra vía, más enternecedora, del corazón humilde. 

Lo cual también me lleva a concluir serenamente aquella inteligente verdad del gran matemático Blaise Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no comprende.” Y a esto último me adhiero del todo.

Pandemia y escatología

Armando De la Torre
13 de mayo, 2020

Ambos términos se derivan de raíces griegas, como lo es y lo ha sido, ya se sabe, una gran parte de nuestro entero vocabulario terapéutico. 

El término “escatología” deriva de una traducción aproximada al castellano del griego “ta eschata”, que muchos lo han traducido como las “postrimerías”, tanto aquellas referibles a cada uno de nosotros en lo individual como, por ejemplo, lamuerte de cada cual, o las colectivas, el fin del mundo o lasextinciones de toda una cultura.   

Su connotación más incisiva es la de un final de todo lo que hemos conocido y vivido a lo largo de nuestras tan diversasvivencias humanas, o sea, de todo aquello que nos ha llegado a ser lo familiar y permanente.

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Y así, también los exegetas bíblicos se han valido con mucha frecuencia de esos mismos términos, “escatología” o “escatológico”, para aludir a posibilidades futuras tan definitivascomo en sí mismas inescrutables y misteriosas. Porque ya sabemos que el mundo, y todo lo que en él se encierra, es caduco y que algún día acabará del todo. 

La fuente teológica científicamente más confiable para la correcta interpretación de uno de esos términos (escatología) la creo hallar en las tres ediciones sucesivas del Lexikon fürTheologie und Kirche. Su primera edición (1930-1938) estuvo a cargo de Michael Buchberger, Obispo de Regensburg. Lasegunda (1957-1968), en cambio, tras la extinción del III Reich,estuvo bajo la responsabilidad última de Josef Höfer y Karl Rahner. Y la tercera (2001) bajo la dirección de Walter Kasper. A las tres aportaron los más prestigiosos teólogos y biblistas de su tiempo.

A su turno, para el lector en general, me es útil remitirlo a ciertas fuentes bíblicas de carácter escatológico tales comoMateo 23:37 y 24:4-14 que rezan así:

¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! (Mateo 23:37)

También aquella otra de:

Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.

Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre.Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.

Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; Y SOLO ENTONCES VENDRÁ EL FIN. (Mateo 24:4-14)

​Manera original de despertar nuestro interés por lo inevitable: el final de todo lo caduco y perecedero. 

El contenido de ambos textos es global y definitivo. Cuadro tremebundo como lo hubo de reiterar el mismo Juan evangelista en su “Apocalipsis”. Es decir, el mundo todo como lo hemos conocido, como lo hemos sufrido y como a ratos lo hemos aprendido a gozar y amar llegará a un final inevitable. Aunquetambién incluye un rayo de luz que hipotéticamente dejará absolutamente todo bien iluminado: el juicio final.

Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; pues el tiempo está cerca (Apocalipsis 1:3). 

Los cosmólogos, por otra parte, sean creyentes o ateos, nos anticipan científicamente otro final más tenebroso. Apoyados hoy mayoritariamente en aquella celebérrima fórmula de Albert Einstein de que la energía es igual a la masa elevada al cuadrado de la velocidad de la luz (E=mc2), concluyen en dos diferentes deducciones hipotéticas para anticiparnos el seguro final de todo lo visible: o que la energía, por ellos llamada “positiva”, acabarápor mera gravitación universal desplomándonos en esa hoguera gigantesca que ha sido para nosotros el Sol, o se impondrá otra forma de energía, llamada “negativa”, que nos conducirá a un final aniquilador del todo, es decir, a una noche perpetua,helada, sin luz alguna y en absoluto silencio…

Y así se alternan las hipótesis de muchos cosmólogos contemporáneos. 

Perdóneme, apreciado lector esta difícil escapada hacia lo más intrincado de las últimas teorías de la Física.

Pero lo que quiero rescatar de todo ello es que los humanos, aunque nos sepamos la cumbre de todo lo creado por los dones gratuitos del pensamiento y de la libertad de escoger, no somos el árbitro definitivo sobre todo lo existente, sino frágiles sujetos igualmente destinados a un final que nos será tan natural como igualmente el resto de todo lo creado.

En todo ello se esconde una diferencia conceptual de lo más importante: en la visión apocalíptica de los teólogos nosotros, los humanos, somos siempre los protagonistas alrededor de los cuales la materia inerte se desenvuelve positiva o negativamente, porque estamos vocados a otro estado sobrenatural que se nos ha sido donado gratuitamente en la persona de Jesucristo. 

Mientras que para los cosmólogos no somos ninguna excepción a todo lo creado, sino unas piezas más de lo mismo, que habrá de desaparecer, como el resto, definitiva e ineluctablemente.

Es más, al muy corto plazo, si así lo preferimos, digamos para el 2029, se nos ofrece otra versión de lo mismo: un asteroide al presente en la órbita de Júpiter llamado Apofis(“=dios del caos”), posiblemente se desprenda en dirección a nuestro planeta, con una muy alta probabilidad de chocar con la Tierra, y esto sería otro posible final, pero al cortísimo plazo.

En todo caso, nuestro final no sería el efecto de pandemia alguna como la que actualmente nos hace sufrir a todos, aunquede todas maneras estamos jugando con la idea de nuestra totalextinción.

¿Cuál de esas hipótesis haremos en definitivo la nuestra? ¿La de los cosmólogos pesimistas o la de los teólogos esperanzados contra toda evidencia científica? 

Todo dependerá de a cuál mensaje concedamos la verdadúltima. ¿A los Evangelios (etimológicamente “las buenas nuevas”) o a la Ciencia especulativa, del todo indiferente entre lo universal y lo particular, entre lo bello y lo feo, entre nuestras expectativas sobrenaturales y un futuro inclemente que todo lo apagará?

Lo cual me recuerda otro elocuente momento de la vida de Jesús de Nazaret:

En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. (Mateo 18:1-5)

Respuesta sobria y contundente, sea para teólogos o para cosmólogos, pues entraña que el camino a la verdad ha de presuponer el reconocimiento previo por nuestra parte de nuestra poquedad. 

Y por esto al final hemos de concluir que la verdad de todo lo postrimero no se nos dará vía del orgulloso intelecto sino por esa otra vía, más enternecedora, del corazón humilde. 

Lo cual también me lleva a concluir serenamente aquella inteligente verdad del gran matemático Blaise Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no comprende.” Y a esto último me adhiero del todo.