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Biden/Harris, el doble discurso sobre la corrupción.

Nicholas Virzi
02 de septiembre, 2020

La narrativa de la lucha contra la corrupción en Guatemala sufre de serios defectos, empezando con la hipocresía de sus principales referentes. La afamada “lucha contra la corrupción” es una iniciativa del gobierno de Estados Unidos.  Cómo buena iniciativa política, tiene un buen nombre, en la mejor tradición orwelliana. ¿Quién podría estar en contra de la corrupción? Pero la verdad es que Estados Unidos no es ningún referente en la lucha contra la corrupción. Es más, es un referente en materia de justicia selectiva, cosa que choca frontalmente en cualquier intento de mostrar credibilidad de una lucha en contra de la corrupción basada en justicia imparcial.

Los principales referentes de la lucha contra la corrupción en Guatemala son políticos en Estados Unidos que curiosamente parecieran tener ciertas características en común. Suelen ser del partido Demócrata. Los autodenominados abogados de la lucha contra la corrupción guatemaltecos suelen escribir y compartir cartas y comunicados de sus aliados Demócratas. No hace falta uno que otro Republicano, ocasionalmente. Esta tendencia se ha vuelto risible. Referentes como Eliot Engel perdió su primaria ante otro Demócrata, lo cual significa que ya no será Congresista de Estados Unidos. Esto no ha impedido que la izquierda guatemalteca le siga escribiendo pidiéndole que tome cartas en los asuntos internos de Guatemala. Más allá del caso de Eliot Engel, los referentes de la transparencia y anticorrupción, casi todos son de izquierda, y muchos son señalados de corrupción galopante. Esto deja ver que el juego es político, y por ende ha de rechazarse.

¿Existe alguna duda? Los grandes referentes Demócratas, y sus afines de izquierda, y derecha reformista en Guatemala, se hacen de la vista gorda de la corrupción de sus aliados y afines. Cabe mencionar que algunos se destacan por sus enormes fortunas que se han ganado por su estadía en la función pública. Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara Baja del Congreso de Estados Unidos, encabeza una familia que se ha beneficiado enormemente de su posición política. Joe Biden es el candidato a la presidencia de Estados Unidos por el partido Demócrata. Su hijo drogadicto se ha beneficiado de puestos importantes en empresas extranjeras señaladas de corrupción, cosa que no se explica excepto por su cercanía al poder político. Kamala Harris, candidata a la vicepresidencia, abusó de su puesto como fiscal general de California para perseguir penalmente a un periodista que investigaba a uno de sus importantes financistas pro aborto. 

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Por si eso fuera poco, la lucha contra la corrupción se libró con toda fuerza cuando Hillary Clinton era Secretaria del Estado de Estados Unidos. Durante ese tiempo, la Fundación Clinton se hizo multimillonaria cobrando favores del Departamento de Estado de Estados Unidos. Nadie se reunía con ella sin antes poner plata para su fundación. Estas donaciones muy curiosamente se evaporaron cuando Hillary Clinton perdió las elecciones presidenciales de 2016, no sin antes haberse activado para intentar bajar la candidatura de Donald Trump de manera ilegal, corrompiendo la diplomacia, la justicia y la inteligencia de Estados Unidos para asegurar su elección, intento que falló en 2016.  Estos hechos son fácilmente comprobables en las redes. 

Que un partido como el partido Demócrata, repleto de la corrupción, lleve la batuta en la lucha anticorrupción en Latinoamérica es risible.  Aún así, siguen con la narrativa los medios, y sus aliados de izquierda, y la autodenominada derecha reformista. Por otro lado, es cierto, el partido opositor en Estados Unidos, el partido Republicano, también tiene sus casos de corrupción señalados. Sin embargo, los Republicanos no son los referentes usuales de los falsos abogados de la lucha contra la corrupción. No queda más que decir que la “lucha contra la corrupción” es política, y la justicia norteamericana es selectiva.  

Otra cosa. La corrupción si es real en Guatemala y en toda la región. Si hace falta una lucha frontal en contra de este flagelo.  Sin embargo, no será posible el éxito en esta verdadera lucha mientras quienes lleven la batuta sean ejemplares ellos mismos de la corrupción y la justicia selectiva.  Esta es la realidad de Estados Unidos, y mientras eso sea cierto, Estados Unidos no es un ejemplo a seguir. Y, mientras esto sea cierto, sus abogados en Guatemala carecerán de la credibilidad para llevar a cabo esta lucha.  

Biden/Harris, el doble discurso sobre la corrupción.

Nicholas Virzi
02 de septiembre, 2020

La narrativa de la lucha contra la corrupción en Guatemala sufre de serios defectos, empezando con la hipocresía de sus principales referentes. La afamada “lucha contra la corrupción” es una iniciativa del gobierno de Estados Unidos.  Cómo buena iniciativa política, tiene un buen nombre, en la mejor tradición orwelliana. ¿Quién podría estar en contra de la corrupción? Pero la verdad es que Estados Unidos no es ningún referente en la lucha contra la corrupción. Es más, es un referente en materia de justicia selectiva, cosa que choca frontalmente en cualquier intento de mostrar credibilidad de una lucha en contra de la corrupción basada en justicia imparcial.

Los principales referentes de la lucha contra la corrupción en Guatemala son políticos en Estados Unidos que curiosamente parecieran tener ciertas características en común. Suelen ser del partido Demócrata. Los autodenominados abogados de la lucha contra la corrupción guatemaltecos suelen escribir y compartir cartas y comunicados de sus aliados Demócratas. No hace falta uno que otro Republicano, ocasionalmente. Esta tendencia se ha vuelto risible. Referentes como Eliot Engel perdió su primaria ante otro Demócrata, lo cual significa que ya no será Congresista de Estados Unidos. Esto no ha impedido que la izquierda guatemalteca le siga escribiendo pidiéndole que tome cartas en los asuntos internos de Guatemala. Más allá del caso de Eliot Engel, los referentes de la transparencia y anticorrupción, casi todos son de izquierda, y muchos son señalados de corrupción galopante. Esto deja ver que el juego es político, y por ende ha de rechazarse.

¿Existe alguna duda? Los grandes referentes Demócratas, y sus afines de izquierda, y derecha reformista en Guatemala, se hacen de la vista gorda de la corrupción de sus aliados y afines. Cabe mencionar que algunos se destacan por sus enormes fortunas que se han ganado por su estadía en la función pública. Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara Baja del Congreso de Estados Unidos, encabeza una familia que se ha beneficiado enormemente de su posición política. Joe Biden es el candidato a la presidencia de Estados Unidos por el partido Demócrata. Su hijo drogadicto se ha beneficiado de puestos importantes en empresas extranjeras señaladas de corrupción, cosa que no se explica excepto por su cercanía al poder político. Kamala Harris, candidata a la vicepresidencia, abusó de su puesto como fiscal general de California para perseguir penalmente a un periodista que investigaba a uno de sus importantes financistas pro aborto. 

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Por si eso fuera poco, la lucha contra la corrupción se libró con toda fuerza cuando Hillary Clinton era Secretaria del Estado de Estados Unidos. Durante ese tiempo, la Fundación Clinton se hizo multimillonaria cobrando favores del Departamento de Estado de Estados Unidos. Nadie se reunía con ella sin antes poner plata para su fundación. Estas donaciones muy curiosamente se evaporaron cuando Hillary Clinton perdió las elecciones presidenciales de 2016, no sin antes haberse activado para intentar bajar la candidatura de Donald Trump de manera ilegal, corrompiendo la diplomacia, la justicia y la inteligencia de Estados Unidos para asegurar su elección, intento que falló en 2016.  Estos hechos son fácilmente comprobables en las redes. 

Que un partido como el partido Demócrata, repleto de la corrupción, lleve la batuta en la lucha anticorrupción en Latinoamérica es risible.  Aún así, siguen con la narrativa los medios, y sus aliados de izquierda, y la autodenominada derecha reformista. Por otro lado, es cierto, el partido opositor en Estados Unidos, el partido Republicano, también tiene sus casos de corrupción señalados. Sin embargo, los Republicanos no son los referentes usuales de los falsos abogados de la lucha contra la corrupción. No queda más que decir que la “lucha contra la corrupción” es política, y la justicia norteamericana es selectiva.  

Otra cosa. La corrupción si es real en Guatemala y en toda la región. Si hace falta una lucha frontal en contra de este flagelo.  Sin embargo, no será posible el éxito en esta verdadera lucha mientras quienes lleven la batuta sean ejemplares ellos mismos de la corrupción y la justicia selectiva.  Esta es la realidad de Estados Unidos, y mientras eso sea cierto, Estados Unidos no es un ejemplo a seguir. Y, mientras esto sea cierto, sus abogados en Guatemala carecerán de la credibilidad para llevar a cabo esta lucha.