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Alcoholismo y cirrosis

Salvador Paiz
25 de noviembre, 2021

La primera columna que escribí este año se tituló “Nuestro verdadero enemigo”. En ella expresé mi preocupación sobre la enfermedad llamada narcotráfico y sus graves efectos en nuestra salud como país. Hoy, tras la publicación del informe “Crímenes financieros en América Latina y el Caribe: Entendiendo los desafíos de los países y diseñando respuestas técnicas efectivas” de la organización Global Financial Integrity (GFI), se valida que el principal problema de nuestro país es ese justamente. 

Según el informe del GFI, los países de nuestra región enfrentan una situación compleja. La economía ilegal, aquella que comercia en ilícitos desde narcotráfico hasta la trata de personas, genera un volumen abrumante de ingresos sucios que requieren ser “lavados”, perpetuando así la corrupción, violencia y criminalidad en nuestra sociedad. Guatemala no es la excepción. 

El informe explica claramente que las principales actividades que generan fondos criminales, en orden de magnitud, son el narcotráfico, la corrupción, la trata de personas y el tráfico ilícito de migrantes. De hecho, los autores de este informe indican que el tema más preocupante para nuestro país son los altos niveles de narcotráfico y lavado de dinero. Según los hallazgos del informe, se lavan $1.1bln a $2.7bln al año en Guatemala. Ello se deriva principalmente de una doble adicción, al tráfico de drogas y a la corrupción. Curiosamente los chapines hablamos solo de la segunda y usualmente ignoramos la primera por ser un tema tabú. 

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Será contraproducente tratar de reducir la corrupción de manera aislada y sin tomar en consideración el narcotráfico y otros ilícitos que adquieren servicios de lavandería y de coberturas con mantos de impunidad. Somos un país enfermo de alcoholismo y cirrosis al mismo tiempo. No podemos pretender curar nuestra cirrosis, si seguimos siendo alcohólicos. Ignorar nuestro alcoholismo es totalmente contraproducente. Quiero ser enfático: debemos luchar contra la corrupción, este es un tema que no podemos aplazar. No obstante, solo podremos hacerlo si reconocemos que el narcotráfico es otra adicción que, sin lugar a duda, incide en fomentar el hábito de la corrupción. Como cualquier adicto, debemos partir por aceptar que tenemos un problema, y, en este caso, partir por aceptar que tenemos dos problemas que deben ser atendidos en simultáneo. 

Lamentablemente la demanda de drogas en Estados Unidos sigue pujante. El número de consumidores de cocaína no ha reducido en la última década. Un mercado de 5.2 millones de consumidores es un negocio muy rentable y lucrativo, lo que atrae a muchos, y particularmente a quienes ostentan el poder. Un caso muy sonado es el de Honduras, en el cual el pasado marzo Juan Antonio Hernández, hermano del presidente Juan Orlando Hernández, fue sentenciado a cadena perpetua por narcotráfico. Según la investigación, Juan Antonio estuvo involucrado durante más de una década en actos de narcotráfico y participó en la importación de 185.000 kilos de cocaína a Estados Unidos. ¿Operar sin restricciones por más de 10 años no habrá requerido múltiples actos de corrupción en este país vecino y en otros países? Un negocio de $6.5bln, ¿cuánto pudo haber requerido en pagos a policías, jueces, agentes fronterizos, lavadores de dinero y demás proveedores de “servicios”?

El narcotráfico, la corrupción, el contrabando, la trata de personas, el lavado de dinero y tantos otros ilícitos generan un “clúster” que hace viable y pujante esa economía ilegal. En Guatemala, la existencia del “clúster” con todos los servicios ancilares para hacerlo viable, es innegable y el mismo prospera en casi total impunidad. Esto saca a luz otro de nuestros grandes retos. Según GFI, nuestro sistema de investigación y persecución es robusto. Sin embargo, nuestro sistema judicial ha prácticamente colapsado. Según el Flujograma de Justicia Criminal, hasta el 2020, nuestras cortes tienen un rezago de más de 134,701 casos pendientes. Lamentablemente este rezago se ha cuadriplicado en los últimos cuatro años. Esto es insostenible. 

Tenemos muchos pendientes para curarnos de estas enfermedades terminales. El informe enlista algunas recomendaciones para que países de nuestra región enfrentemos este abrumante reto. Algunas de estas son la detección temprana, la prevención, la inclusión financiera, la formalización de la enorme economía informal basada en efectivo, el fortalecimiento de las cortes, e inclusive crear cortes específicas para delitos financieros, y el prestar atención al “Lawfare” (que no se mal utilice la persecución criminal por corrupción contra contrincantes políticos). En mi opinión, un tema que urge y que tenemos que ponerle alta atención es la digitalización de nuestras cortes y de todo nuestro proceso de justicia criminal. Esto agilizaría la cadena de justicia y reduciría considerablemente la mora con miras a lograr una justicia pronta y cumplida. Es importante recordar que los hallazgos del Flujograma han sido muy claros y puntuales, las cortes son el verdadero cuello de botella que debemos abordar si queremos reducir la impunidad. 

En Guatemala ciertamente tenemos grandes retos. Para resolverlos debemos plantearnos un abordaje integral y holístico. No podemos curar la cirrosis sin curar también el alcoholismo. Pero, como siempre digo, lo que no se mide no se mejora. Así que, hablemos abiertamente de todos los problemas que tenemos, definamos indicadores claves, planteemos soluciones reales y definamos metas. Démosle visibilidad al proceso, no como juicios mediáticos, sino como una verdadera auditoría social con miras a lograr mejoras cuantificables en estos indicadores clave. 

www.salvadorpaiz.com

Alcoholismo y cirrosis

Salvador Paiz
25 de noviembre, 2021

La primera columna que escribí este año se tituló “Nuestro verdadero enemigo”. En ella expresé mi preocupación sobre la enfermedad llamada narcotráfico y sus graves efectos en nuestra salud como país. Hoy, tras la publicación del informe “Crímenes financieros en América Latina y el Caribe: Entendiendo los desafíos de los países y diseñando respuestas técnicas efectivas” de la organización Global Financial Integrity (GFI), se valida que el principal problema de nuestro país es ese justamente. 

Según el informe del GFI, los países de nuestra región enfrentan una situación compleja. La economía ilegal, aquella que comercia en ilícitos desde narcotráfico hasta la trata de personas, genera un volumen abrumante de ingresos sucios que requieren ser “lavados”, perpetuando así la corrupción, violencia y criminalidad en nuestra sociedad. Guatemala no es la excepción. 

El informe explica claramente que las principales actividades que generan fondos criminales, en orden de magnitud, son el narcotráfico, la corrupción, la trata de personas y el tráfico ilícito de migrantes. De hecho, los autores de este informe indican que el tema más preocupante para nuestro país son los altos niveles de narcotráfico y lavado de dinero. Según los hallazgos del informe, se lavan $1.1bln a $2.7bln al año en Guatemala. Ello se deriva principalmente de una doble adicción, al tráfico de drogas y a la corrupción. Curiosamente los chapines hablamos solo de la segunda y usualmente ignoramos la primera por ser un tema tabú. 

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Lamentablemente la demanda de drogas en Estados Unidos sigue pujante. El número de consumidores de cocaína no ha reducido en la última década. Un mercado de 5.2 millones de consumidores es un negocio muy rentable y lucrativo, lo que atrae a muchos, y particularmente a quienes ostentan el poder. Un caso muy sonado es el de Honduras, en el cual el pasado marzo Juan Antonio Hernández, hermano del presidente Juan Orlando Hernández, fue sentenciado a cadena perpetua por narcotráfico. Según la investigación, Juan Antonio estuvo involucrado durante más de una década en actos de narcotráfico y participó en la importación de 185.000 kilos de cocaína a Estados Unidos. ¿Operar sin restricciones por más de 10 años no habrá requerido múltiples actos de corrupción en este país vecino y en otros países? Un negocio de $6.5bln, ¿cuánto pudo haber requerido en pagos a policías, jueces, agentes fronterizos, lavadores de dinero y demás proveedores de “servicios”?

El narcotráfico, la corrupción, el contrabando, la trata de personas, el lavado de dinero y tantos otros ilícitos generan un “clúster” que hace viable y pujante esa economía ilegal. En Guatemala, la existencia del “clúster” con todos los servicios ancilares para hacerlo viable, es innegable y el mismo prospera en casi total impunidad. Esto saca a luz otro de nuestros grandes retos. Según GFI, nuestro sistema de investigación y persecución es robusto. Sin embargo, nuestro sistema judicial ha prácticamente colapsado. Según el Flujograma de Justicia Criminal, hasta el 2020, nuestras cortes tienen un rezago de más de 134,701 casos pendientes. Lamentablemente este rezago se ha cuadriplicado en los últimos cuatro años. Esto es insostenible. 

Tenemos muchos pendientes para curarnos de estas enfermedades terminales. El informe enlista algunas recomendaciones para que países de nuestra región enfrentemos este abrumante reto. Algunas de estas son la detección temprana, la prevención, la inclusión financiera, la formalización de la enorme economía informal basada en efectivo, el fortalecimiento de las cortes, e inclusive crear cortes específicas para delitos financieros, y el prestar atención al “Lawfare” (que no se mal utilice la persecución criminal por corrupción contra contrincantes políticos). En mi opinión, un tema que urge y que tenemos que ponerle alta atención es la digitalización de nuestras cortes y de todo nuestro proceso de justicia criminal. Esto agilizaría la cadena de justicia y reduciría considerablemente la mora con miras a lograr una justicia pronta y cumplida. Es importante recordar que los hallazgos del Flujograma han sido muy claros y puntuales, las cortes son el verdadero cuello de botella que debemos abordar si queremos reducir la impunidad. 

En Guatemala ciertamente tenemos grandes retos. Para resolverlos debemos plantearnos un abordaje integral y holístico. No podemos curar la cirrosis sin curar también el alcoholismo. Pero, como siempre digo, lo que no se mide no se mejora. Así que, hablemos abiertamente de todos los problemas que tenemos, definamos indicadores claves, planteemos soluciones reales y definamos metas. Démosle visibilidad al proceso, no como juicios mediáticos, sino como una verdadera auditoría social con miras a lograr mejoras cuantificables en estos indicadores clave. 

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