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El liberalismo es tolerante.

Nicholas Virzi
05 de marzo, 2021

Pareciera que es entretenimiento en Guatemala despreciar, burlarse y en general echar de menos la importancia de la libertad para el progreso humano.  Tan solo hablar de la libertad provoca enojo, molestia e incomodidad generalizada entre los intelectuales y académicos del país, generalmente entre los que se podrían clasificar como progresistas. Este nivel de hostilidad a los principios y argumentos liberales no tiene sentido.

Por cualquier métrica que se quiera usar, la vida en libertad es mejor. En términos económicos, el producto interno bruto per cápita es mucho más alto en los países más libres del mundo, y baja significativamente entre menos libres se clasifican los países.  Esta relación es robusta y se mantiene sin importar que datos uno usa para medir la libertad. Las bases de datos de uso más común son los de Legatum, la Fundación Heritage, el Instituto Fraser, Freedom House. Solo hace falta medir el PIB per cápita promedio para los países más libres, según estas organizaciones, para verificar la relación directa entre la libertad y el nivel de vida en los países del mundo.

Algún nivel de prosperidad económica también se tendrá en un país no libre, como lo es China. Esto sobre todo si se compara con años anteriores de la misma China, antes de que el régimen comunista introdujera reformas en pro de la economía de mercado, que si bien no la han liberalizado como han hecho los países occidentales, tampoco se puede negar que incluso bajo esa dictadura, se verifica la relación: entre mayor libertad, mayor prosperidad.  

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Sin embargo, las bondades de la libertad no se limitan a mayor prosperidad económica que gozan las personas libres.  Si uno pasa a otras dimensiones que se suelen usar para medir el progreso, también destacan los países más libres, casi sin excepción. Esto aplica incluso para las variables que los progresistas suelen preferir, típicamente para hacer críticas a las sociedades libres que escogen para vivir.  Sea la variable algún tema de género, la no discriminación, la tolerancia sexual, etc., los países más libres del mundo salen mejor calificados. Eso no ha de sorprender a nadie, dado que la libertad implica la tolerancia, cosa que no se aprecia o respeta en los países no libres.

Los principios eternos liberales, como los son la libertad y la no agresión, etc. son imposibles de realizar sin la tolerancia. La importancia de la tolerancia para el liberalismo es fácil de explicar. Liberales entienden y celebran que cada persona es diferente, distinta a su prójimo. Bajo condiciones de libertad, cada quien decidirá como vivir, ganarse la vida, criar sus hijos, etc.  Los resultados de tantas distintas decisiones individuales varían enormemente. Eso es bueno, y es precisamente lo que niegan a admitir quienes estarían dispuestos a sacrificar no solo su libertad, sino la de todos, para alcanzar mayor igualdad en resultados (equidad, le dicen). 

La igualdad es imposible entre los seres humanos. Como bien observó el gran economista Thomas Sowell, la igualdad de resultados no se consigue ni dentro de una misma familia, donde todos fueron creados bajo las mismas condiciones. La aspiración a la igualdad, o peor, la equidad, medido en términos de resultados “sociales”, resulta de un enfoque equivocado que no nos llevaría a mayor igualdad o equidad, pero que si terminaría en socavar lo más importante, la libertad de todos.  

Cada vez más se revelan tendencias autoritarias, incluso totalitarias, por quienes quieren imponer su visión de la buena sociedad equitativa e “inclusiva” a todos. De esa cuenta se da la progresiva censura y exclusión de opiniones liberales de los espacios públicos, sociales y académicos. Triste e irónicamente, los países libres no son la excepción.  Si esta tendencia sigue, se perderá la libertad en los países que han servido para dar los mejores ejemplos de las bondades de la sociedad libre.

La aspiración más viable de ser de alcanzada es la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades.  Es en vista de eso que el principio liberal de la tolerancia cobra importancia.  En una sociedad compuesta por personas libres, habrá diferencias de opiniones muy importantes. Cada quién escogerá su mejor manera de vivir, en búsqueda de su propia felicidad. No ha de ser difícil de entender y aplicar este principio para lograr la convivencia social pacífica y próspera. Sin embargo lo es, precisamente porque la progresía no tolera la disidencia.

El liberalismo es tolerante.

Nicholas Virzi
05 de marzo, 2021

Pareciera que es entretenimiento en Guatemala despreciar, burlarse y en general echar de menos la importancia de la libertad para el progreso humano.  Tan solo hablar de la libertad provoca enojo, molestia e incomodidad generalizada entre los intelectuales y académicos del país, generalmente entre los que se podrían clasificar como progresistas. Este nivel de hostilidad a los principios y argumentos liberales no tiene sentido.

Por cualquier métrica que se quiera usar, la vida en libertad es mejor. En términos económicos, el producto interno bruto per cápita es mucho más alto en los países más libres del mundo, y baja significativamente entre menos libres se clasifican los países.  Esta relación es robusta y se mantiene sin importar que datos uno usa para medir la libertad. Las bases de datos de uso más común son los de Legatum, la Fundación Heritage, el Instituto Fraser, Freedom House. Solo hace falta medir el PIB per cápita promedio para los países más libres, según estas organizaciones, para verificar la relación directa entre la libertad y el nivel de vida en los países del mundo.

Algún nivel de prosperidad económica también se tendrá en un país no libre, como lo es China. Esto sobre todo si se compara con años anteriores de la misma China, antes de que el régimen comunista introdujera reformas en pro de la economía de mercado, que si bien no la han liberalizado como han hecho los países occidentales, tampoco se puede negar que incluso bajo esa dictadura, se verifica la relación: entre mayor libertad, mayor prosperidad.  

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Sin embargo, las bondades de la libertad no se limitan a mayor prosperidad económica que gozan las personas libres.  Si uno pasa a otras dimensiones que se suelen usar para medir el progreso, también destacan los países más libres, casi sin excepción. Esto aplica incluso para las variables que los progresistas suelen preferir, típicamente para hacer críticas a las sociedades libres que escogen para vivir.  Sea la variable algún tema de género, la no discriminación, la tolerancia sexual, etc., los países más libres del mundo salen mejor calificados. Eso no ha de sorprender a nadie, dado que la libertad implica la tolerancia, cosa que no se aprecia o respeta en los países no libres.

Los principios eternos liberales, como los son la libertad y la no agresión, etc. son imposibles de realizar sin la tolerancia. La importancia de la tolerancia para el liberalismo es fácil de explicar. Liberales entienden y celebran que cada persona es diferente, distinta a su prójimo. Bajo condiciones de libertad, cada quien decidirá como vivir, ganarse la vida, criar sus hijos, etc.  Los resultados de tantas distintas decisiones individuales varían enormemente. Eso es bueno, y es precisamente lo que niegan a admitir quienes estarían dispuestos a sacrificar no solo su libertad, sino la de todos, para alcanzar mayor igualdad en resultados (equidad, le dicen). 

La igualdad es imposible entre los seres humanos. Como bien observó el gran economista Thomas Sowell, la igualdad de resultados no se consigue ni dentro de una misma familia, donde todos fueron creados bajo las mismas condiciones. La aspiración a la igualdad, o peor, la equidad, medido en términos de resultados “sociales”, resulta de un enfoque equivocado que no nos llevaría a mayor igualdad o equidad, pero que si terminaría en socavar lo más importante, la libertad de todos.  

Cada vez más se revelan tendencias autoritarias, incluso totalitarias, por quienes quieren imponer su visión de la buena sociedad equitativa e “inclusiva” a todos. De esa cuenta se da la progresiva censura y exclusión de opiniones liberales de los espacios públicos, sociales y académicos. Triste e irónicamente, los países libres no son la excepción.  Si esta tendencia sigue, se perderá la libertad en los países que han servido para dar los mejores ejemplos de las bondades de la sociedad libre.

La aspiración más viable de ser de alcanzada es la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades.  Es en vista de eso que el principio liberal de la tolerancia cobra importancia.  En una sociedad compuesta por personas libres, habrá diferencias de opiniones muy importantes. Cada quién escogerá su mejor manera de vivir, en búsqueda de su propia felicidad. No ha de ser difícil de entender y aplicar este principio para lograr la convivencia social pacífica y próspera. Sin embargo lo es, precisamente porque la progresía no tolera la disidencia.