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Los intereses de Estados Unidos en Guatemala

Roberto Carlos Recinos-Abularach
21 de abril, 2021

Hoy intentaré utilizar una serie de aforismos que me permitan decir más en menos espacio. Lo primero a desplegar sobre la mesa es que todos los Estados del mundo tienen intereses propios y los protegen en todos los demás Estados en donde tienen presencia o interlocución.  Lo siguiente a decir en voz alta es que Estados Unidos es nuestro mayor amigo y aliado, no porque nos enamoramos a primera vista, sino porque ellos son Goliat y nosotros David – y los tenemos allí a la par. La geopolítica de los últimos dos siglos decidió eso por nosotros. Entonces, su presencia en Guatemala es inevitable —no negociable, pues— y sus intereses hacia nosotros abundantes y minuciosos. Estos últimos sí son relativamente negociables, pero desde una postura realista: somos los débiles de la relación

Entonces, ante la inevitabilidad de “llevarnos” con el coloso de colosos, los Estados Unidos de América, el trabajo del estadista, diplomático y tecnócrata inteligente en Guatemala y todo el Triángulo Norte no debe centrarse en el qué sino el cómo. Es decir, por las leyes naturales del Realpolitik (diplomacia basada en consideraciones prácticas y evidentes, en perjuicio de nociones meramente moralistas o ideológicas) no nos es dada la posibilidad de decidir si queremos o no llevarnos bien con los Estados Unidos, sino que nos es asignada la obligación de configurar lo que podríamos llamar una “buena relación” que nos beneficie a ambos, en proporción al poder de negociación de cada actor. 

Sigamos, pues. 

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Lo siguiente a entender es que Estados Unidos es dos ideas en un ente: por un lado, Estados Unidos es una histórica, prestigiosa y orgullosa Nación con signos de identidad casi inmutables —los American values, como la democracia, la libertad, la transparencia y los derechos humanos— y es también un gobierno o Administración en particular, con prioridades circunstanciales y políticas públicas que se adaptan a los tiempos que corren, en particular relativas a la migración, la inversión, la corrupción, los derechos sociales versus individuales, el crimen transnacional y el militarismo.

En conjunto los “dos Estados Unidos” conforman un agente con poderes blandos y duros que camina su sendero siempre atento a sus intereses y consciente del comportamiento de su entorno. EEUU sabe quién es su amigo, quién es su socio y quién no tanto, lo cual tiene, comprensible y previsiblemente, consecuencias.

 La pregunta para vos y para mí, aquí y ahora, es: ¿cuál debe ser nuestra postura en esta relación bilateral? Les lanzo una sugerencia: con el Estados Unidos-Nación debemos ser siempre los mejores amigos, pues su soft power es claro, inequívoco y es también nuestra convicción. ¿Quién no desea vivir en libertad y democracia? Por el otro lado, respecto al Estados Unidos-Administración (Biden), nuestro deber primordial debe ser intentar entenderlo, acercarnos a él y expresar nuestra opinión sin romper nuestra estación natural respecto a él. 

El trabajo de la Administración del Presidente Joe Biden es cosa de ellos, aunque, ciertamente, saben que para que su poder blando tenga alcance sus políticas deben generar confianza en el país-interlocutor y en su ciudadanía, quien las percibe e interpreta sus implicaciones para su vida, en el día a día. 

Podríamos considerar todo el texto de arriba como la gran introducción y este pequeño párrafo como el cuerpo de la presente reflexión. La realidad nos indica que Estados Unidos tiene un nuevo presidente y que sus inclinaciones y políticas difieren sustancialmente de las del anterior POTUS, Donald Trump. Es hora, entonces, de ponernos manos a la obra, acercarnos a la Administración Biden, explorar espacios de cooperación y aprovechar los recursos y la buena voluntad de la actual Estados Unidos para combatir la migración irregular a través de inversión, empleo y oportunidades de emprendimiento; ponerle un alto a la corrupción e impunidad (la real, no la abstracta y selectiva que promueven ciertos sectores) a través del fortalecimiento del sector justicia, las comunidades locales y las instituciones democráticas; y subirnos al barco de la libertad económica y el crecimiento, de una vez por todas.

Y para ello se requiere de tu participación y compromiso con Guatemala, hoy.

Bienvenido, pues, Estados Unidos, socio y amigo, a Guatemala. No había tenido la oportunidad de decirlo. 

Los intereses de Estados Unidos en Guatemala

Roberto Carlos Recinos-Abularach
21 de abril, 2021

Hoy intentaré utilizar una serie de aforismos que me permitan decir más en menos espacio. Lo primero a desplegar sobre la mesa es que todos los Estados del mundo tienen intereses propios y los protegen en todos los demás Estados en donde tienen presencia o interlocución.  Lo siguiente a decir en voz alta es que Estados Unidos es nuestro mayor amigo y aliado, no porque nos enamoramos a primera vista, sino porque ellos son Goliat y nosotros David – y los tenemos allí a la par. La geopolítica de los últimos dos siglos decidió eso por nosotros. Entonces, su presencia en Guatemala es inevitable —no negociable, pues— y sus intereses hacia nosotros abundantes y minuciosos. Estos últimos sí son relativamente negociables, pero desde una postura realista: somos los débiles de la relación

Entonces, ante la inevitabilidad de “llevarnos” con el coloso de colosos, los Estados Unidos de América, el trabajo del estadista, diplomático y tecnócrata inteligente en Guatemala y todo el Triángulo Norte no debe centrarse en el qué sino el cómo. Es decir, por las leyes naturales del Realpolitik (diplomacia basada en consideraciones prácticas y evidentes, en perjuicio de nociones meramente moralistas o ideológicas) no nos es dada la posibilidad de decidir si queremos o no llevarnos bien con los Estados Unidos, sino que nos es asignada la obligación de configurar lo que podríamos llamar una “buena relación” que nos beneficie a ambos, en proporción al poder de negociación de cada actor. 

Sigamos, pues. 

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Lo siguiente a entender es que Estados Unidos es dos ideas en un ente: por un lado, Estados Unidos es una histórica, prestigiosa y orgullosa Nación con signos de identidad casi inmutables —los American values, como la democracia, la libertad, la transparencia y los derechos humanos— y es también un gobierno o Administración en particular, con prioridades circunstanciales y políticas públicas que se adaptan a los tiempos que corren, en particular relativas a la migración, la inversión, la corrupción, los derechos sociales versus individuales, el crimen transnacional y el militarismo.

En conjunto los “dos Estados Unidos” conforman un agente con poderes blandos y duros que camina su sendero siempre atento a sus intereses y consciente del comportamiento de su entorno. EEUU sabe quién es su amigo, quién es su socio y quién no tanto, lo cual tiene, comprensible y previsiblemente, consecuencias.

 La pregunta para vos y para mí, aquí y ahora, es: ¿cuál debe ser nuestra postura en esta relación bilateral? Les lanzo una sugerencia: con el Estados Unidos-Nación debemos ser siempre los mejores amigos, pues su soft power es claro, inequívoco y es también nuestra convicción. ¿Quién no desea vivir en libertad y democracia? Por el otro lado, respecto al Estados Unidos-Administración (Biden), nuestro deber primordial debe ser intentar entenderlo, acercarnos a él y expresar nuestra opinión sin romper nuestra estación natural respecto a él. 

El trabajo de la Administración del Presidente Joe Biden es cosa de ellos, aunque, ciertamente, saben que para que su poder blando tenga alcance sus políticas deben generar confianza en el país-interlocutor y en su ciudadanía, quien las percibe e interpreta sus implicaciones para su vida, en el día a día. 

Podríamos considerar todo el texto de arriba como la gran introducción y este pequeño párrafo como el cuerpo de la presente reflexión. La realidad nos indica que Estados Unidos tiene un nuevo presidente y que sus inclinaciones y políticas difieren sustancialmente de las del anterior POTUS, Donald Trump. Es hora, entonces, de ponernos manos a la obra, acercarnos a la Administración Biden, explorar espacios de cooperación y aprovechar los recursos y la buena voluntad de la actual Estados Unidos para combatir la migración irregular a través de inversión, empleo y oportunidades de emprendimiento; ponerle un alto a la corrupción e impunidad (la real, no la abstracta y selectiva que promueven ciertos sectores) a través del fortalecimiento del sector justicia, las comunidades locales y las instituciones democráticas; y subirnos al barco de la libertad económica y el crecimiento, de una vez por todas.

Y para ello se requiere de tu participación y compromiso con Guatemala, hoy.

Bienvenido, pues, Estados Unidos, socio y amigo, a Guatemala. No había tenido la oportunidad de decirlo.