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El dictador

Fernando García Molina
07 de abril, 2021

Antes escribí tres artículos sobre el presidente Bukele, su trayectoria política y origen familiar. Me basé en antecedentes, fechas, cifras y evidencia empírica. Leí mucho sobre ellos y sobre ese país vecino y hermano nuestro. Registré los datos concretos, que estimé verídicos. Pude errar en uno o más de los que acepté o estar equivocado en muchos de los que rechacé.

Este artículo es diferente. Aunque busco apoyarme en hechos, al referirme al futuro, necesariamente estaré expresando opiniones mías. Mi intención es someter a discusión con el lector mi visión del futuro cercano de El Salvador. ¿Acepta?

Bukele se postuló tres veces a diferentes cargos públicos, dos de la mayor importancia. En las tres ocasiones ganó con más de la mitad de la votación. Hubo una cuarta contienda electoral en la que fue principal protagonista sin ser candidato. El 28 de febrero pasado, Bukele ganó la elección para diputados a la Asamblea Legislativa. Obtuvo para su partido 56 de 84 escaños. GANA, el partido coaligado con NI, el suyo, obtuvo 5 curules. Entre ambos tienen mayoría absoluta.

Quizá esa última victoria, cuando ganó la mayoría en la Asamblea Legislativa (Congreso para nosotros) sea la más significativa e importante de todas. Con ese triunfo borró del mapa político salvadoreño a los dos partidos tradicionales. Es como si en 1992, Ross Perot, quien había prometido que limpiaría el granero de Washington (obtuvo 18.9% de votos), hubiera ganado esa elección, dejando por fuera a Demócratas y Republicanos.

Tal vez Arena o el FMLN puedan reinventarse y regresar a la contienda política con alguna fuerza. Pero será difícil, muy difícil. Entre ambos partidos llegaron a tener casi 80% de diputados en 2009, hace solo 12 años. Hoy apenas tienen 22.5%. La caída, de casi 75% es muy difícil de remontar. Con su triunfo, el presidente consagró su liderazgo político en El Salvador.

Elecciones legislativas El Salvador
AñoArenaFMLNGANANILos demásTotal
198513NopeNopeNope4760
198831NopeNopeNope2960
199139NopeNopeNope4584
19943921NopeNope2484
19972827NopeNope2984
20002931NopeNope2484
20032731NopeNope2684
20063432NopeNope1884
20093235NopeNope1784
2012333111Nope984
2015353111Nope784
2018372310Nope1484
2021144556584
Nope: aún no existía como partido político

Nayib Bukele es pues, un fenómeno político. Ignoro con quién poderlo comparar, pero no quisiera decir que es incomparable.

La legislación salvadoreña otorga al presidente la facultad de elegir al fiscal general, al procurador de los derechos humanos y al contralor general de cuentas. La mayoría conseguida en la Asamblea Legislativa (que designa a la totalidad de magistrados que integran la Corte Suprema de Justicia), permite que todos los funcionarios importantes sean aprobados por él. Las decisiones de Estado, sin excepción, habrán de ser responsabilidad suya.

Si bien esto es muy importante, indudablemente, lo es más señalar que cuenta con el respaldo de una amplia mayoría de ciudadanos salvadoreños. Así, El Salvador tiene un líder fuerte, joven, poderoso y carismático quien, además, goza de magníficas relaciones internacionales. Esto quedó demostrado en 2019 cuando se le encargó ofrecer el discurso de clausura de la Ronda de Doha, ante políticos y empresarios prominentes de 157 países.

El poder del presidente Bukele en El Salvador es omnímodo, absoluto. Puede hacer con él lo que le plazca, la gente lo apoyará.

No es, por lo tanto, temerario afirmar que muy probablemente habrá de reformar la Constitución de la República. Tal reforma incluirá todos los cambios que a su juicio convengan a su país y a él, en lo personal, para quitar los obstáculos legales que dificulten su gestión presidencial.

A principios de febrero de 2020 ingresó con un destacamento del Ejército en las instalaciones de la Asamblea Legislativa buscando presionar a los diputados para que aprobaran un proyecto que objetaban. Los comentarios internacionales le fueron adversos pero el pueblo le ofreció total apoyo, haciendo que esas objeciones carecieran de sentido. Lo que sí quedó claro fue que Bukele está lejos de ser un campeón de la democracia.

Entonces, se puede predecir que dentro de los cambios que haga a la Constitución estará permitir la reelección una vez, dos veces, o más. No cabe duda de que el presidente Bukele se mantendrá en el cargo, cuando menos, hasta el 1 de junio de 2029. Gobernará por medio de los tres poderes a él subordinados. Oficialmente seguirá siendo el presidente Bukele. En la práctica diaria, sin embargo, se habrá convertido en el dictador Bukele.

No hay peor escenario para la democracia que la centralización del poder público en una sola persona.La eventual dictadura de Bukele, al menos durante los siguientes 8 años, contará con el respaldo público. Hay antecedentes: Fujimori en Perú y Uribe en Colombia, entre otros, cambiaron la Constitución y obtuvieron más tiempo para desarrollar sus políticas. Lo hicieron con apoyo popular. El presidente salvadoreño tendrá soporte multitudinario. La historia muestra, sin embargo, que un tercer mandato suele terminar en pérdida del favor público.

¿Qué tan terrible es pasar de un sistema “democrático” a otro autoritario?

Cuando una falsa democracia, como la que se vive en la inmensa mayoría de países de nuestra América, ha causado frustración; cuando se le ve como una estafa al ciudadano; cuando una clase política se ha enriquecido causando atraso en los pueblos; cuando buena parte de los ciudadanos, incluso los de mayor cultura, considera que cualquier sistema supera al oprobioso remedo de democracia que se vive; entonces, ciertamente, en vez de constituir un acto vergonzoso, destruir la “democracia”, abandonarla y empezar de nuevo es una muestra de fe en el futuro.

Es posible, aunque difícil, que Bukele termine insertándose en la historia al lado de Bolívar y San Martín. Sus opositores se harán cargo de desprestigiarlo, de llenarlo de ignominia como han hecho los suyos con otros dictadores. Han ignorado, han menospreciado el mérito de aquellos dictadores que consiguieron sacar a sus pueblos de la miseria, que lograron obtener para ellos seguridad, libertad, desarrollo, bienestar y riqueza. Que obtuvieron para su país el respeto y admiración de otros países. Sus detractores les han denigrado, los deshonraron, los persiguieron penalmente, los condujeron a prisión. No han sido malagradecidos, han sido infames.

Sólo quienes vivieron esas jornadas, los testigos, quienes presenciaron los acontecimientos, los recuerdan con agradecimiento. Los más jóvenes en cambio, compran las leyendas fabricadas con injusticia y piensan que la democracia, por distorsionada que se encuentre, es panacea capaz de curar los males de la sociedad y dicen: ¡Ante fallas de la democracia, el remedio es dar más democracia!

Pero la democracia ha fracasado casi en todas partes. Quizá haya algunos contraejemplos en el norte de Europa, pero en nuestra América ciertamente hay que rebuscar para encontrar algo que se acerque al éxito. Tanto que prácticamente en todos los niveles sociales y culturales la gente está volteando a ver hacia un cambio de hecho que ponga orden y detenga el saqueo que los políticos hacen en los distintos países

El Salvador no requiere de tan riesgosa medida. Bukele puede persuadir a sus ciudadanos de que un país con infraestructura (vial, ferroviaria, portuaria, energía, telefonía, agua, limpieza, sanidad, educación…) totalmente desarrollada y de alta calidad, pero privada, es mejor que otro con las condiciones precarias que puede ofrecer un Estado pobre. Si el desarrollo de El Salvador queda en manos privadas, tendremos un vecino rico y pujante.

El dictador

Fernando García Molina
07 de abril, 2021

Antes escribí tres artículos sobre el presidente Bukele, su trayectoria política y origen familiar. Me basé en antecedentes, fechas, cifras y evidencia empírica. Leí mucho sobre ellos y sobre ese país vecino y hermano nuestro. Registré los datos concretos, que estimé verídicos. Pude errar en uno o más de los que acepté o estar equivocado en muchos de los que rechacé.

Este artículo es diferente. Aunque busco apoyarme en hechos, al referirme al futuro, necesariamente estaré expresando opiniones mías. Mi intención es someter a discusión con el lector mi visión del futuro cercano de El Salvador. ¿Acepta?

Bukele se postuló tres veces a diferentes cargos públicos, dos de la mayor importancia. En las tres ocasiones ganó con más de la mitad de la votación. Hubo una cuarta contienda electoral en la que fue principal protagonista sin ser candidato. El 28 de febrero pasado, Bukele ganó la elección para diputados a la Asamblea Legislativa. Obtuvo para su partido 56 de 84 escaños. GANA, el partido coaligado con NI, el suyo, obtuvo 5 curules. Entre ambos tienen mayoría absoluta.

Quizá esa última victoria, cuando ganó la mayoría en la Asamblea Legislativa (Congreso para nosotros) sea la más significativa e importante de todas. Con ese triunfo borró del mapa político salvadoreño a los dos partidos tradicionales. Es como si en 1992, Ross Perot, quien había prometido que limpiaría el granero de Washington (obtuvo 18.9% de votos), hubiera ganado esa elección, dejando por fuera a Demócratas y Republicanos.

Tal vez Arena o el FMLN puedan reinventarse y regresar a la contienda política con alguna fuerza. Pero será difícil, muy difícil. Entre ambos partidos llegaron a tener casi 80% de diputados en 2009, hace solo 12 años. Hoy apenas tienen 22.5%. La caída, de casi 75% es muy difícil de remontar. Con su triunfo, el presidente consagró su liderazgo político en El Salvador.

Elecciones legislativas El Salvador
AñoArenaFMLNGANANILos demásTotal
198513NopeNopeNope4760
198831NopeNopeNope2960
199139NopeNopeNope4584
19943921NopeNope2484
19972827NopeNope2984
20002931NopeNope2484
20032731NopeNope2684
20063432NopeNope1884
20093235NopeNope1784
2012333111Nope984
2015353111Nope784
2018372310Nope1484
2021144556584
Nope: aún no existía como partido político

Nayib Bukele es pues, un fenómeno político. Ignoro con quién poderlo comparar, pero no quisiera decir que es incomparable.

La legislación salvadoreña otorga al presidente la facultad de elegir al fiscal general, al procurador de los derechos humanos y al contralor general de cuentas. La mayoría conseguida en la Asamblea Legislativa (que designa a la totalidad de magistrados que integran la Corte Suprema de Justicia), permite que todos los funcionarios importantes sean aprobados por él. Las decisiones de Estado, sin excepción, habrán de ser responsabilidad suya.

Si bien esto es muy importante, indudablemente, lo es más señalar que cuenta con el respaldo de una amplia mayoría de ciudadanos salvadoreños. Así, El Salvador tiene un líder fuerte, joven, poderoso y carismático quien, además, goza de magníficas relaciones internacionales. Esto quedó demostrado en 2019 cuando se le encargó ofrecer el discurso de clausura de la Ronda de Doha, ante políticos y empresarios prominentes de 157 países.

El poder del presidente Bukele en El Salvador es omnímodo, absoluto. Puede hacer con él lo que le plazca, la gente lo apoyará.

No es, por lo tanto, temerario afirmar que muy probablemente habrá de reformar la Constitución de la República. Tal reforma incluirá todos los cambios que a su juicio convengan a su país y a él, en lo personal, para quitar los obstáculos legales que dificulten su gestión presidencial.

A principios de febrero de 2020 ingresó con un destacamento del Ejército en las instalaciones de la Asamblea Legislativa buscando presionar a los diputados para que aprobaran un proyecto que objetaban. Los comentarios internacionales le fueron adversos pero el pueblo le ofreció total apoyo, haciendo que esas objeciones carecieran de sentido. Lo que sí quedó claro fue que Bukele está lejos de ser un campeón de la democracia.

Entonces, se puede predecir que dentro de los cambios que haga a la Constitución estará permitir la reelección una vez, dos veces, o más. No cabe duda de que el presidente Bukele se mantendrá en el cargo, cuando menos, hasta el 1 de junio de 2029. Gobernará por medio de los tres poderes a él subordinados. Oficialmente seguirá siendo el presidente Bukele. En la práctica diaria, sin embargo, se habrá convertido en el dictador Bukele.

No hay peor escenario para la democracia que la centralización del poder público en una sola persona.La eventual dictadura de Bukele, al menos durante los siguientes 8 años, contará con el respaldo público. Hay antecedentes: Fujimori en Perú y Uribe en Colombia, entre otros, cambiaron la Constitución y obtuvieron más tiempo para desarrollar sus políticas. Lo hicieron con apoyo popular. El presidente salvadoreño tendrá soporte multitudinario. La historia muestra, sin embargo, que un tercer mandato suele terminar en pérdida del favor público.

¿Qué tan terrible es pasar de un sistema “democrático” a otro autoritario?

Cuando una falsa democracia, como la que se vive en la inmensa mayoría de países de nuestra América, ha causado frustración; cuando se le ve como una estafa al ciudadano; cuando una clase política se ha enriquecido causando atraso en los pueblos; cuando buena parte de los ciudadanos, incluso los de mayor cultura, considera que cualquier sistema supera al oprobioso remedo de democracia que se vive; entonces, ciertamente, en vez de constituir un acto vergonzoso, destruir la “democracia”, abandonarla y empezar de nuevo es una muestra de fe en el futuro.

Es posible, aunque difícil, que Bukele termine insertándose en la historia al lado de Bolívar y San Martín. Sus opositores se harán cargo de desprestigiarlo, de llenarlo de ignominia como han hecho los suyos con otros dictadores. Han ignorado, han menospreciado el mérito de aquellos dictadores que consiguieron sacar a sus pueblos de la miseria, que lograron obtener para ellos seguridad, libertad, desarrollo, bienestar y riqueza. Que obtuvieron para su país el respeto y admiración de otros países. Sus detractores les han denigrado, los deshonraron, los persiguieron penalmente, los condujeron a prisión. No han sido malagradecidos, han sido infames.

Sólo quienes vivieron esas jornadas, los testigos, quienes presenciaron los acontecimientos, los recuerdan con agradecimiento. Los más jóvenes en cambio, compran las leyendas fabricadas con injusticia y piensan que la democracia, por distorsionada que se encuentre, es panacea capaz de curar los males de la sociedad y dicen: ¡Ante fallas de la democracia, el remedio es dar más democracia!

Pero la democracia ha fracasado casi en todas partes. Quizá haya algunos contraejemplos en el norte de Europa, pero en nuestra América ciertamente hay que rebuscar para encontrar algo que se acerque al éxito. Tanto que prácticamente en todos los niveles sociales y culturales la gente está volteando a ver hacia un cambio de hecho que ponga orden y detenga el saqueo que los políticos hacen en los distintos países

El Salvador no requiere de tan riesgosa medida. Bukele puede persuadir a sus ciudadanos de que un país con infraestructura (vial, ferroviaria, portuaria, energía, telefonía, agua, limpieza, sanidad, educación…) totalmente desarrollada y de alta calidad, pero privada, es mejor que otro con las condiciones precarias que puede ofrecer un Estado pobre. Si el desarrollo de El Salvador queda en manos privadas, tendremos un vecino rico y pujante.